En cierta medida, colgando del tema de la represión actual del delito, aparecen un enorme conjunto de ideas, de cuyo análisis resulta difícil sustraerse. Así por ejemplo, la cuestión de la libertad y, con ella, la de los derechos humanos, el asunto de la democracia (formal y real), el de la omnipresencia del Estado, etc., son argumentos que no pueden quedar al margen de la reflexión cuando se habla de las penas privativas de libertad, porque con estas últimas se comienza a dudar de la veracidad de muchas de las afirmaciones que suelen habitualmente hacerse sobre aquellos asuntos. Incluso es posible afirmar que con la represión actual del delito, con el modo en que son perseguidos unos actos criminales y exculpados otros (no menos graves, perjudiciales y perniciosos), se están poniendo en cuestión buena parte de los argumentos empleados para la defensa de un supuesto Estado garantista de los derechos fundamentales de los ciudadanos, de la vigencia (o de la ausencia) de una democracia real, y también de un mercado libre cuya función parece ser más la exclusión de importantes colectivos de las relaciones sociales que la articulación de éstas.