Nanas lésbicas (para conciliar el sueño). Vivian A. les (2013). Kira Edit. 139 páginas. 15 euros.
Carla intentaba dormir pero el calor asfixiante del verano madrileño se lo impedía. En esa situación la conocí, desnuda y con un cubito de hielo en la mano. Tres líneas más tarde supe que iba a ser difícil dejar de leer este libro. Nanas lésbicas es de esos libros que cuesta leer poco a poco, que, como un buen vino, te lo beberías de un trago aun a sabiendas de que a sorbitos lo disfrutarías más. Para mí fue inevitable y, cogida de la mano de Carla, recorrí países en los que nunca había estado, volví a visitar lugares como el Medea o la barcelonesa Plaça Sant Jaume y, cómo no, conocí a decenas de mujeres interesantes. Recuerdo a la cálida Teresina de Sousa, la belleza hindú de Ellen y a aquellas chicas del “Snatch & Grab” que lo dejaron todo con olor a sexo, sólo por mencionar algunas de ellas.
Todas diferentes, como mujeres y como amantes… y esto que parece nimio no lo es en absoluto. El hecho de que sean distintas se refleja también en el ritmo y en la forma de los relatos, rompiendo con la monotonía típica del relato erótico tradicional y haciendo que cada encuentro sexual sea único en forma y fondo. Tampoco hay que olvidarse del lenguaje que utiliza la autora porque es un punto en el que la literatura erótica con frecuencia se aleja de la calidad literaria. En este libro nos encontramos con un lenguaje directo que llama a las cosas por su nombre sin caer en los extremos de la ñoñería o la sordidez, algo que es muy de agradecer y que demuestra que estamos ante un ejemplo de buena literatura.
Sin embargo, no todo en Nanas lésbicas es erotismo. La autora nos introduce con delicadeza en el mundo sexual de Carla pero también en su vida, ofreciéndonos con cada relato una serie de pinceladas sobre su pasado y su vida interior que terminan conformando un personaje con una personalidad muy definida y absolutamente encantadora. Al final del libro la lectora tiene la sensación de conocer a Carla en profundidad, tanto en su vertiente social como en su lado más íntimo, convirtiéndose en cómplice de sus deseos y sus miedos. Y ahora… ¿quién no quiere conocerla?