Los javaneses. Jean Malaquias (2013). Hoja de Lata. 296 páginas. Precio: 19,90 euros.
A finales de los años treinta, en la Costa Azul francesa, un florido repertorio de parias de la tierra se desloma en unas minas de plomo y plata: alemanes huyendo del Führer, españoles e italianos antifascistas, rusos, armenios, polacos, argelinos… un elenco de desahuciados, extranjeros perseguidos, sin documentos y al margen de la Policía, sin otra salida que aferrarse a la mala paga y pésimas condiciones del pozo que les da trabajo. Son Los javaneses, como despectivamente llama la población local a esos apátridas y emigrados que confluyen en la mina.
En la Isla de Java, como despectivamente llaman los franceses al poblado minero, la vida es dura, pero las pequeñas distracciones —el burdel de Estève, con sus impolutas pupilas, la taberna de la xenófoba señora Michel o los chismorreos de las mujeres junto a la fuente— aligeran la vida de sus javaneses. Ahí están también la trompeta del negro Hilary Hodge, las ocurrencias de la supuesta hija perdida de los zares de Rusia o los tesoros escondidos de Sofía Blutova, hechicera de la Isla. Los torpes gendarmes locales andan tras la pista de «un tal Stalin», y míster Kerrigan, el enchufado director de la mina, está muy ocupado jugando al solitario.