Dentro del material didáctico Rompiendo Esquemas1 hay un vídeo en el que se pregunta a chicas y chicos de 2º y 3º de ESO (Educación Secundaria Obligatoria) qué quieren ser de mayores y por qué. Después, la pregunta vuelve a lanzárseles pero con una pequeña variante: ¿y si fueras del otro sexo?
¿Qué creen que responden? La muestra no es representativa, pero sí podríamos atrevernos a decir que ilustra una realidad: «sólo» un 35% del alumnado2 contesta en ambos casos lo mismo. El resto responde lo que cree que al otro sexo le gustaría ser (ellos piensan, mayoritariamente, que ellas querrían dedicarse a profesiones relacionadas con la imagen personal o el cuidado; ellas, que ellos optarían por profesiones liberales, con rápidas inserciones laborales o ligadas al deporte). Aunque alguna persona contesta diciendo una profesión que le atrae pero no cree que le corresponda. Así, una quiere ser profesora de inglés, pero cree que si fuera chico se decantaría por la Educación Física, porque a ellos les gusta más. Y otra querría ser cocinera y, si fuera chico, mecánico, pero argumenta en ambos casos que porque a ella le gusta. Por un lado, cabe preguntarse si suponen bien lo que le «gusta» al otro sexo; por otro, si no existirán todavía sesgos de género a la hora de elegir profesión. Es decir, si por pertenecer a un sexo o a otro, se nos enseña que hay unas profesiones más «adecuadas» que otras.
Es interesante detenerse en un par de apuntes más que nos ofrece el citado vídeo. Por un lado, que el 90% de las chicas y sólo la mitad de los chicos elijan estudios universitarios. Por otro, que las chicas elijan mayoritariamente (el 60%) profesiones que tienen que ver con el cuidado frente a un 17 % de los chicos.
Pero, ampliemos la muestra a ver qué pasa. Según datos del MEC sobre el conjunto de la población (curso 2007/2008), en la formación profesional no existen apenas diferencias de género en cuanto a la matrícula, pero sí en la distribución por familias profesionales. Las mujeres prefieren Administración, Sanidad, Imagen personal y Servicios socioculturales a la comunidad. Los hombres optan mayoritariamente por Electricidad y electrónica, Mantenimiento de vehículos autopropulsados, Informática y Administración.
¿Hubiéramos acertado, sin conocer los datos, dónde encontraríamos a los hombres y dónde a las mujeres?
Veamos qué ocurre en la Universidad3. En este caso, la matrícula de mujeres es ligeramente superior (un 54%), pero donde volvemos a encontrar diferencias significativas es en la elección del tipo de estudios. Si bien en las Ciencias sociales y jurídicas, en Humanidades, en Ciencias de la salud, e incluso en las Ciencias experimentales, las mujeres son mayoría; en las Enseñanzas técnicas apenas alcanzan un 25% en los estudios de ciclo corto y un 31% en los de ciclo largo. Y es que las mujeres están fundamentalmente presentes en estudios relacionados con las tareas de cuidado (destacan la Enseñanza y la Salud); mientras los hombres, aunque también mayoritariamente presentes en las Ciencias sociales y jurídicas (en este caso, en Económicas y Derecho), destacan en los estudios técnicos.
¿Estaban entonces tan desencaminados los chicos y chicas de nuestro vídeo? Pues parece que no mucho. Las elecciones de las chicas están ligadas al rol tradicional femenino de cuidar a otros. Las de los chicos suelen estar más abiertas y, sobre todo, tienen una mejor inserción laboral. Y es que, ¿cómo influye esta llamada segregación formativa en el futuro laboral de hombres y mujeres?
Veamos algunos ejemplos. Según datos del INE4, aunque ha aumentado la tasa de actividad femenina, ésta sigue estando 16 puntos por debajo de la masculina; y el 23% de las mujeres ocupadas tiene un contrato a tiempo parcial, frente a un 5% masculino. En nuestro contexto, Asturias5, las mujeres cobran un 32% menos (un 20% menos en las prestaciones por desempleo).
Podríamos seguir buscando datos que nos dieran pistas sobre cómo afecta a la tasa de actividad el estado civil de hombres y mujeres; quién gana más y a qué se dedica el dinero en las parejas; quién tiene menos proyectos vitales propios porque supedita su tiempo y energía a la familia; quién ocupa los altos cargos en las empresas, en las administraciones, etc.; quién es más vulnerable a las situaciones de pobreza, etc. Pero, seguramente, podamos adivinar la respuesta.
Parece evidente que existe aún una situación de desigualdad entre hombres y mujeres en relación con el empleo; y que esta segregación ocupacional está relacionada con las elecciones formativas de los chicos y chicas y, más en general, con los diferentes proyectos vitales de unos y otras, ligados a los roles tradicionalmente asignados a cada género. Hablamos no sólo de profesiones que siguen considerándose «de mujeres» y «de hombres», sino también del lugar que ocupa en las vidas de unas y otros el empleo, la familia, el ocio, etc. Si queremos modificar ese tipo de elecciones formativas y ocupacionales hemos de incidir en la denominada socialización diferencial de género, es decir, hemos de educar para la igualdad a niños y niñas y eso implica cambios en los curriculum, en las instituciones escolares y, sobre todo, en la formación del profesorado. Pero, a la vez, como sociedad, podemos ir también transformando algunas cosas. Un par de pistas.
Magisterio y Enfermería son buenos ejemplos de lo que se denomina «carreras de mujeres». Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que este tipo de estudios y profesiones están ligados a las tareas consideradas «femeninas», a las tareas de cuidado. Es decir, son una especie de extensión del «espacio doméstico». Las tareas de cuidado son tareas poco reconocidas y valoradas cuando, sin embargo, son imprescindibles para la vida. Esto ocurre tanto en el ámbito doméstico como en el mercado laboral. Para que los hombres quieran «cuidar», asumiendo sus responsabilidades en el espacio doméstico y/o dedicándose profesionalmente a trabajos «feminizados», hemos de empezar a valorar y reconocer las tareas de cuidado y las habilidades y conocimientos que éstas requieren.
¿Qué lugar ocupa el empleo en nuestras vidas? Las mujeres están más educadas para priorizar la pareja y la familia que para tener un proyecto vital propio, que incluya un desarrollo profesional que proporcione autonomía económica, espacios de socialización, autorrealización personal, etc. No se trata de poner el empleo en primer lugar y dejar de dar importancia a lo demás, pero sí de medir las consecuencias en una sociedad capitalista y patriarcal como la nuestra. Por el contrario, en el caso de los hombres, la tarea pendiente puede que sea «descentralizar» el empleo, cuestionando el valor que se le da a éste en la construcción de la identidad masculina y las consecuencias que tiene en sus vidas no prestar la misma atención a otras facetas y espacios.
1 García Iglesias, G. y Sánchez Choya, I. (2007) Rompiendo esquemas. Programa de orientación académica profesional. Oviedo: Instituto Asturiano de la Mujer.
2 Del total de 20 chicas, 8 responden «lo mismo»; en el caso de los chicos, 5 de 16. Es decir un 40 y un 31% respectivamente.
3 Datos del MEC, curso 2005/2006.
4 Instituto Nacional de Estadística, 1º trimestre de 2010.
5 Según estimaciones realizadas por el personal técnico de Hacienda a partir de los datos del IRPF de 2008.