Historia de la clase obrera irlandesa

Historia de la clase obrera irlandesa. Peter Berreford Ellis (2013). Hiru. 526 páginas. Precio: 17 euros.

Muchas cosas han ocurrido en Irlanda desde que este libro se publicara por primera vez en marzo de 1972. Su única pretensión era dilucidar el desarrollo y la participación de la clase obrera irlandesa en la lucha por la liberación nacional y social. Mi intención era ampliar la obra clásica de James Connolly Labour in Irish History (El trabajo en la historia de Irlanda, 1910). Para mi asombro, en pocos años empezó a considerarse un moderno clásico de la historia irlandesa. En julio de 1985 y febrero de 1996 se publicaron sendas ediciones actualizadas. También se ha publicado en distintos países, entre ellos Japón, en 1991. Esta es la primera vez que se traduce al castellano. Después de cuarenta años de haberlo escrito, me sigue sorprendiendo que me pidan nuevas ediciones en otros idiomas.
En los siglos XVI y XVII, cuando Irlanda fue conquistada por su vecina Inglaterra, el proletariado irlandés se convirtió inevitablemente en el principal motor de la lucha por la emancipación nacional y social del país. Por tanto, a partir del siglo XVIII, cualquier momento histórico adquirió una filosofía populista, socialdemócrata o socialista. En el proceso de explicar dicha dinámica, fui consciente de que no podía tratar muchos aspectos del desarrollo de la clase obrera con toda la profundidad que me hubiera gustado. Aspectos como los movimientos revolucionarios agrícolas del siglo XVIII, el desarrollo de comunas en el siglo XIX, el nacimiento de los sóviets irlandeses durante la guerra de Independencia (1919-21) y la lucha filosófica entre el tradeunionismo y sindicalismo. El derecho de asociación obrera no consiguió implantarse hasta veinte años después de que los sindicatos fuesen aceptados en Inglaterra.
Desde 1922, momento en que logra la independencia de la mayor parte del territorio, Irlanda sigue siendo un país dividido. Cuando Inglaterra no pudo seguir ejerciendo su viejo rol imperial en todo el país, aceptó un autogobierno para 26 de los 32 condados, pero conservó el control sobre los 6 condados del nordeste. Esta área se denominó erróneamente Irlanda del Norte, pues la mayor parte del territorio del norte de Irlanda está en la República de Irlanda, mal denominada Irlanda del Sur. Como la partición había pasado por alto la voluntad, expresada políticamente, de la inmensa mayoría del pueblo irlandés, y se había impuesto por medio de la fuerza militar, sólo había una manera de mantener el poder y de conservar ese territorio dentro del Reino Unido. Como se podrá ver en los capítulos más relevantes de este libro, la única manera de hacerlo fue la negación de los derechos civiles de un tercio de la población (o sea, los católicos que se identificasen con la causa nacionalista). El sectarismo religioso nunca fue la raíz del problema en Irlanda del Norte, sino un síntoma cínicamente utilizado por el Gobierno para mantener dividida a la población.