Medio sol amarillo.
Chimamanda Ngozi Adichie. Editorial Mondadori (2007). 537 páginas.
Eduardo Romero
Hace ya dieciocho meses que devoré Medio sol amarillo, la segunda novela –tras la recomendable La flor púrpura– de la joven nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Año y medio es tiempo suficiente, para quienes tenemos una pobre memoria, para olvidar muchos de los textos que leemos, al menos para ser incapaces de recordar la mayoría de sus detalles. Sin embargo, esto no sucede con Medio sol amarillo. En sus páginas podemos encontrar una galería de personajes inolvidables, de esos que nos acompañarán mucho tiempo después de que hayamos terminado la lectura. Aún me sorprendo cada cierto tiempo preguntándome por la suerte de Olanna, de Odenigbo, de Ugwu, de Richard, y sobre todo de la enigmática Kainene. La novela, repleta de compromiso contra el colonialismo, se desarrolla en los años 60 y 70, concretamente en Nigeria. El país logró formalmente la independencia de Gran Bretaña en 1960 y, entre 1967 y 1970 tuvo lugar la Guerra de Biafra, una contienda que supuso el aniquilamiento de buena parte del pueblo igbo, que luchaba por la independencia de dicho territorio. Adichie nos acerca lúcidamente a este período de la Historia de África, marcado por los intereses occidentales en impedir cualquier autonomía económica y política real de los pueblos africanos. En estos tiempos de desmemoria y manipulación histórica, Adichie escribe «para que nunca olvidemos ».