T.S. Norio
1· Pastún (Afganistán, Pakistán)
«En los valles afganos y en los campos de refugiados de Paquistán, las mujeres pastún improvisan cantos de gran intensidad y fulgurante violencia: los landays (‘breves’). Esta forma poética limitada a dos versos crea una instantánea de emoción, apenas un grito, un furor, una puñalada en el pecho. Estos poemas, dotados de un marcado ritmo interno, hablan de amor, honor y muerte, y, valiéndose de estos temas, de rebeldía siempre. Sin duda, nunca un canto tan breve reveló tanto de la inhumana condición de la mujer y de la opresión que la reduce al estado de objeto doméstico y la somete al código pueril de los hombres. Privada de libertad y vejada en sus deseos y su cuerpo, a la mujer pastún no le queda otra salida posible que el suicidio o el canto…
Dame la mano, amor mío, y partamos a los campos para amarnos o caer juntos bajo las cuchilladas.
¡Que el almuédano lance su llamada a la oración del alba, no me levantaré mientras no quiera mi amante! ¡Rápido, amor mío, quiero ofrecerte mi boca!, la muerte ronda por la aldea y podría llevárseme».
[MAJRYH, Sayd Bahodin (2002), El suicidio y el canto, Poesía popular de las mujeres pastún de Afganistán, Madrid, Ed. del Oriente y del Mediterráneo]
2· Celtas (Europa occidental)
«Con todo, en Escocia la tradición oral también influyó mucho en la vida comunitaria. Hasta hace poco tiempo, el espíritu colectivo y las tradiciones se reflejaban perfectamente en el waulking o reunión de mujeres para realizar el encogimiento de los paños de lana tejidos en casa. Una vez empapados en orina rancia, se colocaban los paños sobre una mesa de caballete, en torno a la que tomaban asiento unas doce mujeres. Una de ellas entonaba fragmentos de cualquier narración en verso, y el resto le hacía coro mientras todas golpeaban los paños rítmicamente. De este modo, a través de un viejo procedimiento textil, las mujeres trasmitieron durante generaciones numerosas leyendas y no pocos acontecimientos de la vida local. El waulking llegó a estar prohibido a los hombres, y éstos se desentendieron completamente de él hasta su desaparición, a mediados del siglo XX».
[El hombre en el mundo, t. 2, p. 44]
3· Las palabras y los jefes
«Aparte de esta inclinación tan marcada por las posesiones del jefe, los indígenas aprecian altamente sus palabras: el talento oratorio es una condición y también un medio del poder político. Numerosas son las tribus donde cada día, al alba o al crepúsculo, el jefe tiene que gratificar con su discurso edificante a la gente de su grupo: los jefes pilagas, sherentes, tupinambas, exhortan todos los días a su pueblo a vivir según la tradición.
Pues la temática de su discurso está estrechamente ligada a su función de ‘hacedor de paz […] El tema habitual de estas arengas es la paz, la armonía y la honradez, virtudes recomendadas a todos los miembros de la tribu’. Sin duda hay veces que el jefe predica en el desierto: los tobas del Chaco o los trumais del Alto-Xingu a menudo no prestan la menor atención al discurso de su líder, que habla así en medio de la indiferencia general. Esto sin embargo no debe ocultarnos el amor de los indígenas por la palabra: ¿no explicaba así un chiriguano la ascensión de una mujer al liderazgo diciendo: ‘su padre le había enseñado a hablar’?»
[CLASTRES, Pierre (1978), La sociedad contra el Estado, Barcelona, ed. Monte Ávila, p. 29]
4· Más nanas y menos somníferos
«El gran libro de las nanas, Carme Riera (ed.), El Aleph, 2009. Reúne las canciones de cuna más famosas de la lengua española desde la edad Media al siglo XXI. (…) Primera nana de autor conocido: de Gómez Manrique, alrededor de 1458. (…) Hasta el siglo XIX las nanas eran cosa de mujeres, ‘es decir, cosa de anonimato’. Las mujeres no solían salir de casa. ‘Las primeras nanas firmadas por hombres –Lope de Vega, por ejemplo– son poemas a lo divino: la madre es la Virgen María y el niño, Jesucristo’. (Carme Riera) (…) En el siglo XX la canción de cuna se convierte en un género literario. Ya no son sólo poemas para niños: también hay ironía y dramatismo: la canción para despertar un pie dormido de Gloria Fuertes, la de José Hierro para dormir a un preso o las nanas de la cebolla de Miguel Hernández. Nunca fue un género políticamente correcto. (…) En una conferencia de 1928, dedicada a las nanas, Lorca insiste en la ‘aguda tristeza’ de las canciones de cuna española. No debemos olvidar, dice, que sus inventoras son las mujeres pobres ‘cuyos niños son para ellas una carga’… Carme Riera no está muy de acuerdo. ‘Lorca confunde monotonía con melancolía: el objetivo de una nana es que un niño se duerma… Su tono ha de ser monocorde y no muy alegre’».
[RODRÍGUEZ MARCOS, Javier (29/10/2009), «Más nanas y menos somníferos», El País, p. 37]
5· Quechuas (Perú)
«(Mujeres)
En el jardín de las flores los pétalos de las rosas se abren con esplendor cuando las levanto, se marchitan cuando las pongo en tierra, florecen.
(Hombres)
Solterita viciosa casadita de mal gusto fuiste el fruto de esas orgías amorosas si no hubiesen existido esas orgías piedras o yerbas hubieses sido en estos momentos.
(Mujeres)
Cuando estuve encima de ti y te observé el arpa y violín entonaban aires de alegría y tristeza cuando en posición contraria te observé mi joven amorosa estaba llorando de alegría.
Qachwa (canción para las danzas orgiásticas) recogida en la comunidad de Belen (Pacapauza-Parinacochas, Ayacucho), interpretada durante las noches de luna, después de la cosecha de las papas. La primera estrofa, interpretada por las mujeres, es la invitación de éstas, simbolizadas por las flores y las rosas, a los hombres para que conserven el esplendor de las flores en el jardín hermoso y colorido. En una palabra, es la invitación a la orgía colectiva. En la segunda estrofa, los hombres responden a las mujeres tratándolas de ‘viciosas de mal gusto’, pero dando la evidencia de que estas orgías rituales colectivas son necesarias para la existencia de la humanidad, ya que si no únicamente de ‘piedras y hierbas’ se hubiese poblado la tierra. La tercera estrofa es interpretada por las mujeres; en ella, el gozo y la libido son simbolizados por los aires musicales del violín y del arpa, que siempre se tocan juntos y manifiestan la ternura profunda de los hombres».
[YARANGA VALDERRAMA, Abdón (1994), El tesoro de la poesía quechua / Hawarikuy Simipa Illan, Madrid, Ediciones de la Torre, pp. 151-152]
6· Acholis (Uganda)
«A semejanza de otros pueblos nilóticos –gentes del Alto Nilo, con las que comparten rasgos físicos e idioma–, creen en un Ser supremo, Juock. La supervivencia del poblado depende de las rogativas a la divinidad para que no falte la lluvia, si bien cualquier creyente puede dirigirse a su santuario y exponerle –por mediación de una sacerdotisa– sus problemas personales. Sumiéndose en un trance, estas habilísimas intérpretes de presagios se constituyen en portavoces de Juock. Las sacerdotisas son casi siempre ancianas, o bien mujeres inadaptadas por una u otra razón, tal vez súbitamente enviudadas e incapaces de ajustarse a su nuevo papel en la sociedad».
[El hombre en el mundo, t. 1, p. 24]
7· La función de la poesía
«‘¿Cuál es la utilidad o la función de la poesía en la actualidad?’ es una pregunta no menos acerba porque la hagan con insolencia tantos estúpidos o la respondan con apologías tantos tontos. La función de la poesía es la invocación religiosa de la Musa; su utilidad es la mezcla de exaltación y de horror que su presencia suscita. ¿Pero ‘en la actualidad’? La función y la utilidad siguen siendo las mismas; sólo la aplicación ha cambiado. Ésta era en un tiempo una advertencia al hombre de que debía mantenerse en armonía con la familia de criaturas vivientes entre las cuales había nacido, mediante la obediencia a los deseos del ama de casa; ahora es un recordatorio de que no ha tenido en cuenta las advertencias, ha trastornado la casa con sus caprichosos experimentos en la filosofía, la ciencia y la industria, y se ha arruinado a sí mismo y a su familia. La ‘actual’ es una civilización en la que son deshonrados los principales emblemas de la poesía. En la que la serpiente, el león y el águila corresponden a la carpa del circo; el buey, el salmón y el jabalí a la fábrica de conservas; el caballo de carrera y el lebrel a las pistas de apuestas, y el bosquecillo sagrado al aserradero. En la que la Luna es menospreciada como un apagado satélite de la Tierra y la mujer considerada como ‘personal auxiliar del Estado’. En la que el dinero puede comprar casi todo menos la verdad y a casi todos menos al poeta poseído por la verdad».
[GRAVES, Robert (1983), La Diosa Blanca, Madrid, ed. Alianza, t. 1, pp. 16-17]