Existía un país paradisíaco, Heli y Yoyo, donde reinaba la abundancia: fortuna, ganado, cereales. Se vivía sin preocupaciones; la muerte era infrecuente, la progenitura numerosa y la enfermedad desconocida. El país de Heli y Yoyo era tan querido por el Dios creador, que si la luna enfadada no aparecía, el firmamento se llenaba de estrellas brillantes para iluminar el entorno de los hombres. El país era tan agradable que el extranjero que lo pisaba, se olvidaba de volver a su tierra. Los habitantes de este país se saciaron de tanta dicha, se volvieron orgullosos, arrogantes y mezquinos. Gueno, el Dios creador, decidió que caería la desgracia sobre este pueblo y creó un Ser que causaría la adversidad entre sus habitantes; aquel ser recibió el nombre de Njeddo Dewal, la Gran Arpía septenaria, madre de todas las calamidades. Se puede observar analogías entre este relato y el Génesis de la Biblia, donde se explica, que en un principio existió una Edad de Oro que los propios hombres propiciaron su destrucción a través de la ira de Dios que envió un Ser justiciero que encarnaba el Mal y que únicamente la bondad de un hombre provocaría la vuelta a un equilibrio después de erradicar todo tipo de depravación y pecado.

De este modo NJEDDO DEWAL, MADRE DE LA CALAMIDAD se nutre de las mismas fuentes que otras culturas para mostrar el inicio del Universo y la cosmogonía de África occidental, con todas sus variantes por los distintos pueblos que la constituyen.