A principios del siglo XXI éramos muchas las personas que en los ambientes más militantes de la cultura discutíamos sobre el interés de escribir de encargo. En una de aquellas conversaciones quien este poemario firma y quien lo publica se dijeron: «tío, dadme un encargo, yo me presto a escribir de encargo».«El apocalipsis, Quique, escribe el apocalipsis. En tus palabras, el apocalipsis; en las mías, la revolución.»
Media década después aquel poeta regresó de improvisto con una obra magna, apabullante, un poema-libro distópico en que el futuro de nuestra civilización es devuelto como potencia de la que solo nosotros haremos sueño o pesadilla.