Fotografías hechas con palabras

Los libros En mar abierto y Naiyiria retratan vidas a la intemperie.
Hablamos con su autor, Eduardo Romero.

 Ilustración de Amelia Celaya para 'Naiyiria'.

Ilustración de Amelia Celaya para ‘Naiyiria’.

Jose Durán Rodríguez – 26/11/16 – Diagonal
[publicamos aquí la entrevista completa]

– ¿Qué pretendes transmitir con la novela En mar abierto?
Lo que comparten la mayoría de los personajes de la novela es que su vida transcurre a la intemperie. Estén cruzando el mar o viviendo en un barrio de una ciudad del interior, viven “en mar abierto”. Sus experiencias, los vínculos que tejen en su día a día, los lugares que habitan… no se suelen ver ni se suelen narrar. La novela se sumerge, entre otras, en la vida de jóvenes marroquíes que, aún adolescentes, migran solos y sobreviven en la calle tras cumplir la mayoría de edad; en la historia de las basuras de mi ciudad, Oviedo: ¿quiénes son esos jóvenes senegaleses que colocan los cubos de colores en cada portal y los recogen cada madrugada?; y en la vida de Jenny, una mujer peruana que encuentra a otras mujeres con las que empoderarse frente a la política de extranjería y las violencias patriarcales que atraviesan su vida.

– ¿Dirías que el objetivo era hacer una especie de fotografías, pero con palabras, sobre vidas de las que no se habla?
Creo que la voz que he necesitado encontrar para escribir esta historia es efectivamente una voz que toma una cierta distancia respecto a lo que se narra. Me interesaba acumular escenas de la vida cotidiana; me interesaba, sí, “fotografiar” esas escenas. Mi prevención para no escribir desde “demasiado” cerca tiene que ver con dos cuestiones: por un lado, considero que las escenas hablan por sí mismas, que no es necesario y ni siquiera es políticamente inteligente ideologizar demasiado la narración; el segundo motivo es que la escritura distanciada es también una barrera para evitar miradas paternalistas, victimistas o idealizadoras sobre los personajes.

– ¿Hasta qué punto puede una obra literaria influir sobre la realidad?, ¿es una buena herramienta para ello? El conjunto de los relatos a los que tenemos acceso no sólo influyen en la realidad, sino que producen realidad. En ámbitos del activismo político y las librerías del circuito alternativo detectamos a veces un cierto rechazo o encasillamiento de la literatura: “los ensayos son lo importante, son los que hablan de política, la literatura es entretenimiento”. Sin embargo, nos parece fundamental que existan “otras” novelas y cuentos.

– ¿Por qué es necesario escribir novelas sobre las personas migrantes?
En mar abierto trata de mostrar a sus personajes en relación. Por eso no creo que sea una novela sobre personas migrantes. O, si lo es, es porque también es una novela sobre policías, empresarios de las basuras, directores de hoteles y dueños de empresas de trabajo temporal. Aunque, eso es cierto, quienes adquieren más protagonismo en la novela tienen en común unas condiciones de vida precarias y vulnerables. Y también comparten la experiencia migratoria, y eso tiene mucho que ver con su situación subalterna. Sin embargo, de la misma manera que la novela evita dibujar el arquetipo de la persona migrante “buena ciudadana” como la que “merece” derechos por querer integrarse, también trata de romper en cierta medida con la dicotomía autóctonas-migrantes. En la novela hay muchos personajes de “aquí” que también son migrantes. Lo es Rafa, migrante interno del pueblo a la ciudad; o Marta, a la que llaman “fucking Spanish” en Londres; o Iván, que migra a República Dominicana junto a toda la familia porque su padre se convierte en un “expatriado”. Que haya diferentes procesos migratorios, sin embargo, no quiere decir que las experiencias de desarraigo y subalternidad de unas y otras sean equivalentes.

– Como autor, ¿cuál ha sido tu acercamiento a las realidades que describes?
Mi primer acercamiento a las historias que forman parte de la novela no ha sido como autor. Más bien estas historias han formado parte de mi vida y, en un momento dado, he decidido narrarlas. Por eso he tenido que hacer dos ejercicios diferentes para montar esta historia: por una parte, bucear en la memoria para rescatar mediante la escritura muchos recuerdos de la última década que forman parte de lo que quería contar; por otro lado, seguir el rastro de algunas de estas historias, investigarlas más profundamente. Para ello he tenido que documentarme -prensa, expedientes judiciales, etc.- y he tenido que buscar y encontrar a personas que me podían contar cosas que llenaban vacíos del hilo narrativo que quería tejer. Muchas de esas personas han pasado a convertirse en personajes de la novela. También, por ejemplo, me he dedicado a observar cómo se colocan los cubos de basura en los portales; o he corrido junto al camión de los basureros para entender los ritmos y las tareas de estos trabajadores… En algunos casos, el ejercicio posterior de ficcionar estas historias me ha llevado a inventar personajes que no están basados en personas reales. Necesitaba esos personajes de ficción para contar mi verdad.
En la novela, la voz distanciada a la que aludía en una respuesta anterior, es sustituida -sólo en una docena de breves fragmentos- por una voz en primera persona. Creo que esa voz intensifica el sabor a crónica de la novela. Esa voz también recuerda que hablamos de hechos que suceden aquí y ahora: no es que yo forme parte de la novela, sino que todxs formamos parte de ella, habla de nuestra historia, de la historia de nuestros barrios y ciudades en lo que va de siglo XXI.

– Por su parte, Naiyiria es un relato breve pero con mucho fondo, ¿por
qué elegiste ese formato?, ¿puede resultar más impresionante lo que cuentas?
Naiyiria fue en realidad editado por primera vez en la publicación feminista La Madeja, en el número de “Paisajes”, en el año 2013. Si ahora ha salido como libro es gracias a Amelia Celaya, ilustradora de nuestra editorial Cambalache. Ella ha dibujado una docena de cuadros al hilo de este relato breve. Creo que los dibujos “reescriben” la historia: el texto y las ilustraciones producen resonancias entre ellos -ecos- que convierten la historia en un relato nuevo.
Naiyiria habla de mujeres nigerianas que cruzan la frontera sur a través del desierto y de Marruecos. De mujeres cuyo tránsito migratorio dura años. De mujeres violadas que se quedan embarazadas en el camino y tienen a sus bebés en Marruecos. De mujeres que son detenidas en los clubs por la policía española por no tener papeles. De mujeres víctimas de trata que van a ser deportadas. También habla de mujeres que, en Nigeria, ven como los vertidos del petróleo lo contaminan todo. Mujeres que tienen que caminar cada vez más distancia para obtener agua potable y que ven como su tierra está siendo devastada.
Naiyiria habla de estas mujeres pero no lo cuenta “todo”. Sólo relata breves fogonazos de sus vidas. Siguiendo a John Berger, diría que en este cuento importa mucho “lo no dicho”. Es quien lee quien puede quizás escuchar los silencios y, a partir de ellos, completar la historia de estas mujeres y reconstruir los hilos que conectan unas escenas con otras.
Naiyiria pretende que esa conexión se produzca, pero no desde la victimización. Las mujeres de Naiyiria resisten, revientan oleoductos allá y, acá, desarrollan estrategias para sobrevivir en un medio hostil.
He podido escribir este relato gracias a nuestra relación con mujeres y niñas nigerianas en Asturies. También gracias a investigaciones e informes de organizaciones que, como Women’s Link, llenan un vacío que nos permite conocer mucho mejor la experiencia migratoria de estas mujeres.

– ¿Cómo definirías Cambalache en pocas palabras?, ¿crees que estos dos libros podrían haber sido publicados en cualquier otra editorial?
Cambalache es un colectivo social que, desde hace catorce años, interviene sociopolíticamente desde Oviedo a través de un centro social autogestionado y tres líneas principales de trabajo, conectadas entre sí: el feminismo, las migraciones y la agroecología. Afortunadamente, hay un buen puñado de editoriales afines -hermanas- que también podrían haber publicado estos libros. Si Cambalache realiza una labor editorial es porque reivindicamos la producción y difusión de conocimiento “desde los márgenes”. No podemos ceder el monopolio del conocimiento a las academias y corporaciones. Los colectivos y proyectos sociales nos dotamos de herramientas para producir y difundir conocimiento autónomamente. Por eso editamos libros.