La sumisión a la dominación no se impone únicamente, ni siquiera de forma más significativa, a través de la represión flagrante, sino más bien a través de manipulaciones sutiles incorporadas al tejido de las relaciones sociales cotidianas. Estas manipulaciones, arraigadas en el tejido social no porque la dominación esté en todas partes y en ninguna, sino porque las instituciones de dominación crean normas, leyes, costumbres y hábitos que imponen dichas manipulaciones, crean una lógica de sumisión, una tendencia a menudo inconsciente a justificar la resignación y el servilismo en las relaciones cotidianas con el mundo. Por esta razón, es necesario que aquellos que se tomen en serio el desarrollo de un proyecto insurreccional anarquista se enfrenten a esta tendencia allí donde aparezca: en sus vidas, en sus relaciones y en las ideas y prácticas de las luchas en las que participan.