El corazón cansado de la aldea es una obra que aparenta ser narrativa y en la que, sin embargo, predominan la palabra poética y el lirismo. Sabemos que el corazón cansado de la aldea fue un día alegre y que fue despoblándose de niños, de inocencia y de sonrisas mientras envejecía. A él, dormido, llegaban a veces los gitanos y todo el vecindario se alegraba de ver caras nuevas, menos los niños, que corrían asustados en cuanto veían los tricornios de la Guardia Civil brillar al sol por el camino que lleva al pueblo. Lleno de referencias culturales (sobre todo poéticas, pictóricas y de música), el autor no esconde la deuda contraída con la prosística rural de Miguel Delibes, pero también con poetas como Blas de Otero, José Hierro, Ángel González o W. Whitman. De la pensadora María Zambrano es una de las primeras citas del libro, aquella que advierte sobre la poesía –y quien la escribe– que olvida su sombra y sus raíces. El corazón cansado de la aldea es, en definitiva, una búsqueda rilkeana de la infancia, del niño que fuimos y que, ya adultos, seguimos llevando dentro.