Daniel, la herida hecha luz es, más que un título, una redundancia poética: las esculturas, dibujos, óleos y acuarelas de Daniel rezuman poesía por cualquiera de las esquinas de su arte.

Estamos ante un escultor que dibuja versos y un pintor que rima paisajes sobre óleo o sobre papel. En este aspecto su obra es, como su vida, de una creatividad tan sincera que se hace luz en las palabras esculpidas de forma honrada y robusta. La anécdota de que Picasso le firmó a Daniel un papel en blanco para que él escribiese todos los elogios que desease acerca de sí mismo no deja de corroborar que en nuestro autor hay un mundo que contiene muchos mundos. Ya enfermo de Parkinson, Daniel, el escultor y pintor de la vanguardia que llenó de poesía la retaguardia de su obra, afirmaba: «Mi cárcel es mi cuerpo, pero mi mente sigue siendo libre».