Inexpiable

von Ebner-Eschenbach, Marie

Editorial: Pepitas de Calabaza

ISBN: 978-84-19689-02-3

Publicación: 2024

Nº de páginas: 236

Precio: 21,90 €.

Maria es una joven y hermosa aristócrata que, siguiendo los deseos de su padre, contrae matrimonio con el conde de Dornach, un hombre diplomático y recto de intachable reputación. Inicialmente contrariada por este enlace, pues está convencida de amar a otro hombre —falto de escrúpulos, insincero a ojos de su progenitor—, poco a poco empieza a sentir un profundo afecto por su marido, que la idolatra, y construye para sí y los suyos una idílica rutina familiar. Pero entonces sobreviene la desgracia, y los firmes cimientos del espíritu de Maria se ven irremediablemente sacudidos de forma trágica.

En Inexpiable, Marie von Ebner-Eschenbach, una de las damas indiscutibles de las letras alemanas de finales del siglo XIX, lleva a cabo una exploración minuciosa de las tensiones sexuales, la alienación y la conciencia de clase de la sociedad austríaca de la época y muestra el hostigamiento al que se ve sometida un alma noble por temor a desviarse del camino que los demás han trazado para ella.

[...] No obstante, en todos aquellos rostros, fuesen jóvenes o viejos, de mujer o de varón, Maria leía la expresión de una pena misteriosa, heredada. Y se le despertó este pensamiento: «La que aquí está clamando hacia ti con un lamento mudo e inconsciente es la eterna servidumbre que lucha por la salvación. Nosotros, los señores; ellos, los esclavos. Lacerados en cuerpo y alma, ganan nuestro pan, afanándose año tras año, encorvados hacia la tierra, para que nuestro espíritu pueda alzar el vuelo, libre y sin trabas, hasta los confines del conocimiento… Sin su duro trabajo, no habría solaz para nosotros, no habría gozo, ni arte, ni ciencia…». [...]

[...] —Tiene unos ojos extraños y la cara de la madre —zanjaba el ama cuando alguien trataba de averiguar a quién se asemejaba. Había en su tierno semblante un tenue reflejo de las tribulaciones del alma que habían acompañado su gestación, y parecía preguntar con asombro de tristeza: «¿Así luce, pues, vuestro mundo?». [...]