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Mika e Hipólito Etchebéhère: un apunte biográfico

I

La guerra civil española (julio 1936-marzo 1939) tuvo lugar en un contexto internacional marcado por las consecuencias de la crisis del 1929, la intensificación de la lucha de clases y la emergencia del fascismo, en tanto forma política del capital en crisis. Fue esa escalada del fascismo la que indujo una polarización política en todos los países entre fascismo y organizaciones de izquierda, nucleadas en el frente popular, y la que suscitaría asimismo desde el primer momento un impulso de simpatía internacional hacia la clase trabajadora española en su combate contra la alianza de fuerzas de la fracción más reaccionaria de la clase dominante, comandadas por los militares rebeldes del 18 de julio.

No obstante, en el caso español, hay que tener en cuenta que la neutralización de los golpistas, lo que hizo fracasar el golpe militar en los primeros momentos en la mayor parte de España, fue la intervención de una población trabajadora considerablemente radicalizada, donde se contaba con una fuerte presencia del anarcosindicalismo. La corta experiencia republicana no había satisfecho las expectativas de justicia social (fundamentalmente, reforma agraria y mejoras en las condiciones de vida de los asalariados urbanos) y los conflictos abundaron. Esa circunstancia propició que la respuesta proletaria al golpe, revistiera un carácter revolucionario, de colectivización de fábricas, tierras y servicios, que sería determinante en los tres años de guerra de la problemática del bando republicano. Fue, precisamente, esa oleada de transformación social, que apuntaba mucho más allá de la mera lucha política antifascista, la que ejerció un poderoso efecto de atracción sobre los militantes internacionalistas de todos los países hacia la España revolucionaria. Una enorme esperanza se había alzado en el horizonte los días finales de julio en el sentido de que la derrota de los militares españoles abriría las puertas a la derrota del fascismo proliferante en Europa en el marco de la lucha inmediata contra el capitalismo.

II

La iniciación militante

Entre los internacionalistas de primera hora que acudieron a España, se encontraba la pareja de origen argentino formada por Hipólito Etchebéhère y Mika (Feldman)1 Etchebéhère. Hipólito había nacido el año 1900 en Sa Pereira (Santa Fe), hijo de padre vascofrancés y de madre oriunda de Burdeos, y Mika en marzo de 1902, en Moisesville, provincia de Santa Fe, en el seno de una familia judía de origen ruso. En la vida de Hipólito, que pertenecía a una familia acomodada, el año 1919 fue decisivo en su decantación hacia la lucha revolucionaria. Un día de enero de aquel año, desde el balcón de su casa, Hipólito contempló cómo la policía arrastraba por las calles, atados a la montura de sus caballos, a ancianos judíos de barba blanca que habían sido arrancados del guetto de Buenos Aires. “En Argentina –evoca la propia Mika- en esa época, se llamaba judíos a los rusos. Ser ruso quería decir bolchevique, revolucionario, responsable de la lucha que libraban en ese momento los obreros de una de las mayores fábricas del país mediante una huelga que, por su dimensión y firmeza, hacía temblar a la burguesía”. Después de denunciar públicamente la represión y de ser detenido por ello, Hipólito abandona la casa familiar e inicia su periplo de militante revolucionario. Junto con Mika, intervienen en todas las iniciativas organizativas de carácter revolucionario estimuladas por la Revolución Rusa y durante un breve periodo de tiempo se integran en el Partido Comunista argentino2, donde se alinean con las posiciones de izquierda, lo que les llevará a romper con el partido y a emprender un viaje a la Patagonia, prestando servicios de odontología, con el fin de ahorrar el dinero suficiente para ir a Europa.

Los padres de Mika habían llegado a Argentina unos años antes de finalizar el siglo XIX huyendo de los pogromos que se sucedían en la Rusia zarista. Su infancia transcurre entre los emigrados rusos, muchos de los cuales eran revolucionarios escapados de las cárceles siberianas. Con catorce años, en la ciudad de Rosario, adonde se había trasladado con su familia unos años antes, Mika entra en contacto con las ideas anarquistas y pasa a formar parte de la Agrupación Femenina “Luisa Michel”. A los dieciocho años, cuando llega a Buenos Aires para cursar la carrera de Odontología, establece relación con los universitarios radicales que formaban el grupo Insurrexit, editor de la revista homónima, y que constituía un referente de primer orden de la vanguardia literaria y política de la Argentina del momento. Es a través de su colaboración con Insurrexit como llega a conocer a Hipólito Etchebéhère. Desde entonces, permanecerán unidos en la vida y en la militancia hasta la muerte de éste en combate durante la guerra civil española, en agosto de 1936, “cuando la revolución aún era hermosa…”, según palabras de la propia Mika.

Acabados sus estudios, Mika e Hipólito se plantean dar el salto a Europa, donde el desarrollo del movimiento obrero hace concebir prometedoras esperanzas de transformación social. Pero antes emprenden un viaje a la Patagonia que, aprovechando sus capacidades profesionales, les permita ahorrar el dinero suficiente para financiar el viaje y la estancia de los primeros meses en Europa.

III

El Cuaderno de Patagonia

De la estancia de la pareja en la Patagonia, además de las impresiones esporádicas que Mika introduce en algún pasaje de sus memorias, nos quedan unas anotaciones a mano que constituyen un valioso documento sobre el proceso de expropiación de tierras y rebaños a los indígenas por parte de los comerciantes y hacendados de procedencia europea, así como de la implantación del sistema de explotación capitalista en aquellas tierras del sur. Sin duda, la intención de ambos era realizar una rigurosa investigación sobre la proletarización de la población indígena, sus condiciones de vida, y sobre la represión de las luchas de los jornaleros en las estancias; represión que culminaría con la masacre perpetrada por el ejército argentino en 1921 en Santa Cruz.

De la lectura de esos borradores, donde abundan las constataciones descarnadas recogidas sobre el terreno y a través de sus protagonistas, se comprende fácilmente el papel que la experiencia patagónica tendría a la hora de revalidar el compromiso político y revolucionario de la pareja. Con precisión de cronistas, Hipólito -y sin duda también Mika- describen, mediante testimonios recogidos en entrevistas a traficantes y pioneros de la colonización capitalista del extremo sur argentino a finales del siglo XIX y comienzos del s. XX los mecanismos de expolio, etnocidio y represión de los peones jornaleros. A través de esas notas conocemos los pormenores de cómo los buhoneros y mercaderes engañaban a los indígenas -que no conocían las balanzas-, en las pesadas, con romanas trucadas, según testimonios que con todo descaro ofrecen los propios estafadores.

Puesto que la lana era la moneda de cambio, mediante triquiñuelas con el peso y con el crédito usurario, los mercachifles iban despojando a los indígenas de la lana y de los rebaños. En otros casos, eran tratantes en cueros los que estafaban o vendedores de lotería que se quedaban con los premios obtenidos por los indígenas a quienes les habían vendido los billetes. Burdas martingalas y zafia crueldad eran prácticas habituales, como lo siguen siendo hoy en día en los cinco continentes. Una muestra suficientemente reveladora son las palabras que Hipólito reproduce en una de sus notas: “El Dr. Joliffe de Conesa nos dice que él en una ocasión envenenó con estricnina carne de oveja para que los indios yaganes y sus perros que merodeaban por su campo quedaran fritos”.

En fin, Mika e Hipólito se dan de bruces, en medio del paisaje fascinante del sur argentino, con la realidad de los métodos abominables de la acumulación de capital; algo que, como no podía ser de otro modo, no dejaría indiferente a la pareja. Las notas plasmadas en una cuarentena de páginas constituyen, a pesar de su carácter fragmentario, un informe fundamental sobre la situación social de la región, con valiosas precisiones sobre salarios, condiciones de trabajo, estratificación social, régimen de propiedad de la tierra, producción, sagas familiares que acompañan a la concentración de capital mercantil y agrario, reivindicaciones de los trabajadores, además de una incipiente indagación sobre la masacre obrera de 1921; unas páginas que refieren un momento crucial de la historia argentina con impactante agudeza.

IV

La apuesta europea

Una vez “vencida la mayor tentación de nuestra vida para quedarnos en aquellas tierras bravías,…”, Hipólito y Mika abandonan la Patagonia para, de acuerdo con su proyecto de viajar a Europa “con los pesos ganados en una temporada de intenso trabajo”, llegar a Madrid, dos meses después de la proclamación de la República. Su destino europeo estaba en Alemania, donde la tradición y dimensión de la organización de la clase obrera les hacía concebir renovadas esperanzas revolucionarias; así que de Madrid parten hacia París, donde permanecen unos meses con el fin de completar su formación militante antes de reemprender su viaje a Berlín. En París entran en contacto con el círculo de Amis du monde que cuenta con René Lefeuvre 3como uno de sus principales animadores, el cual está fuertemente inclinado hacia un marxismo crítico y antiautoritario. Así, la pareja argentina mantiene su trayectoria de militantes integrados en los grupos opositores de izquierda del partido comunista, lo que volverá a repetirse cuando lleguen a Berlín en octubre de 1932. Aunque se dirigen al partido comunista alemán, entran en contacto con el grupo de oposición aglutinado en torno a Katia y Kurt Landau4.

En Berlín, desoyendo las recomendaciones de sus amigos parisinos en el sentido de que fueran a instalarse a Westen, “el barrio más agradable para los extranjeros”, eligieron las inmediaciones de Alexander Platz, “centro de la vida bulliciosa, caldeada por la angustia de los jóvenes parados berlineses”.

Pero en Alemania, todo su entusiasmo se enfría cuando observan la pasividad de la socialdemocracia y el cálculo oportunista y sectario del partido comunista ante el ascenso del fascismo. La actitud de socialdemócratas y comunistas no hace sino añadir desconcierto entre las filas del mayor movimiento obrero organizado del mundo. La perplejidad y la frustración que suscita en el ánimo de la pareja la inhibición de las fuerzas organizadas del proletariado alemán frente al nazismo quedarán bien reflejadas en las crónicas enviadas desde Berlín, que fueron publicadas con el pseudónimo Juan Rústico por la revista Masses, editada por René Lefeuvre en París, así como en las cartas dirigidas por Hipólito a un “camarada argentino”5.

El texto de Juan Rústico sigue la evolución de la vida política en Berlín entre noviembre de 1932 y la primavera de 1933, y lo hace a pie de calle, observando y recogiendo las impresiones de los militantes socialdemócratas y comunistas con quienes coinciden en mítines y manifestaciones. Como ya pusiera de manifiesto en las anotaciones de la Patagonia, en la crónica berlinesa Hipólito traza un cuadro expresionista de la situación, con el estilo apremiante, urgente, que traducía con fidelidad al vértigo de unos acontecimientos que precipitaban el desmoronamiento de los grandes partidos de masas de izquierda, “como azucarillos en agua”, y la expansión del partido nazi, ante la impotencia generalizada de los “disciplinados” trabajadores socialistas y comunistas que soportaban resignadamente las provocaciones y agresiones fascistas.

La perspicaz combinación de datos, observaciones, reflexiones e intervenciones, sin descuidar significativos detalles de la vida cotidiana o los vaivenes electorales de aquellos agitados meses, cuando basculaban los votos de las organizaciones de izquierda hacia el partido nazi, permiten a Hipólito transmitir en cincuenta páginas el clima social y político de Alemania, y aportar elementos para la comprensión de la escalada nazi con una precisión y clarividencia impactantes.

La vida cotidiana de Mika e Hipólito en Berlín transcurrió entre la escuela del partido comunista donde aprendían la lengua, las reuniones, los mítines y debates en el barrio obrero de Wedding, la frecuentación de Katia y Kurt Landau, y las movilizaciones obreras, lo que les aportaría una experiencia de primera mano de la debacle del movimiento obrero, cada vez más sumido en una resignación y una impotencia que encendía de indignación el ánimo de la pareja argentina.

Frustradas sus esperanzas alemanas, Hipólito y Mika, sin perder sus vínculos con Katia y Kurt Landau, regresan a París donde traban amistad con el matrimonio Rosmer, formado por Alfred Rosmer, obrero anarcosindicalista de la industria gráfica que la revolución rusa había atraído a las filas del comunismo, y Marguerite Thévenet. Los Rosmer habían sido expulsados del partido comunista francés y habían constituido un grupo de oposición, inicialmente vinculado a Trotski. Fruto de estos contactos, los Etchebéhère, junto con otros compañeros franceses, opositores de izquierda del PC, participaron en la fundación de la revista Que faire?

Siempre a la expectativa de cualquier movimiento revolucionario que pudiera producirse en Europa, cuando se desencadena la rebelión minera en Asturias (octubre de 1934), tal como nos cuenta la propia Mika, “fuimos a renovar nuestros pasaportes para ir allá. La sangrienta represión de ese movimiento ejemplar, tan próximo a la Comuna de París por sus motivaciones y su desarrollo, cortó nuestro impulso. Rústico escribió magníficas páginas sobre la lucha asturiana que, desgraciadamente, desaparecieron en Barcelona cuando los estalinistas saquearon las oficinas del POUM durante las jornadas de mayo de 1937”.

La pareja permaneció durante 1935 en París, sobreviviendo de sus ahorros y de algunas clases particulares de español, dedicados a las actividades militantes que giraban en torno a Que Faire?, hasta que a causa del agravamiento de los problemas pulmonares que Hipólito padecía desde años atrás, y siguiendo las recomendaciones de los médicos, que le aconsejaban buscar un clima más saludable, decidió trasladarse a Madrid. Era una decisión que no atendía solamente a la necesidad de encontrar el aire seco y soleado madrileño, sino al clima de efervescencia social existente en España.

V

En la revolución española

Hipólito llegó a Madrid en mayo de 1936 y Mika se le uniría dos meses más tarde, el 12 de julio, con la intención de realizar su proyectado viaje a pie a través de Asturias. Sin embargo, como cuenta Mika, “aún no habíamos acabado de contarnos nuestra ausencia, cuando el levantamiento de los generales fascistas estalló como una tormenta que borró el pasado e hizo nacer la esperanza”.

Al producirse el levantamiento militar, Hipólito y Mika salen en busca de armas y de una organización en la que enrolarse para la lucha. Fueron de un sindicato a otro, entre adolescentes y viejos, aturdidos por los rumores, los discursos, las canciones y las consignas en medio del gentío que inunda las calles de Madrid, hasta que al día siguiente se integraron en la escuadra del POUM, “la organización política más cercana a nuestro grupo de oposición”. Partieron hacia el frente con una columna de 120 milicianos, la Columna Motorizada del POUM, compuesta por tres camiones y otros tantos turismos, al frente de la cual, como Responsable, según la denominación de aquellos primeros tiempos, estaba Hipólito.

A la muerte de Hipólito, 26 días después de entrar en combate, Mika obtuvo el reconocimiento de sus compañeros combatientes como heredera de la jefatura de su marido. Luego, con la integración de la milicia en el ejército popular republicano, obtendrá el grado de capitana en la 70ª Brigada Mixta, que formaba parte de la XIV División que comandaba el anarcosindicalista Cipriano Mera, dándose la circunstancia de que fue la única mujer con mando de tropa durante la guerra civil española de 1936-39. Como miliciana, Mika participó en los combates de Sigüenza, en el frente de Guadalajara, y en la defensa de Madrid hasta los primeros meses de 1937. Con la conversión de las milicias en unidades del ejército republicano, y una vez nombrada capitana, continuará compartiendo vida y vicisitudes con sus compañeros supervivientes en el frente que rodeaba la ciudad de Madrid hasta el final de la guerra.

Como mujer y revolucionaria enfrentó con lucidez y arrojo las contradicciones que comportaba su circunstancial condición de capitana de una columna militar mayoritariamente compuesta por hombres que, si bien estaban alentados por ideales revolucionarios, no por ello dejaban de tener arraigados prejuicios respecto a la condición de la mujer. Incluido el mismo Cipriano Mera, que le reprochaba ser demasiado madre con los milicianos a sus órdenes, aunque también reconocía que era una mujer valiente y capaz que había dado ya pruebas de gran serenidad y decisión cuando se encontraba cercada con otros camaradas suyos en Sigüenza y logró abrirse camino y escapar al enemigo. Pero, como veremos, Mika no sufrió solamente la presión de los prejuicios de los milicianos, sino la hostilidad de los estalinistas y de su labor de zapa contra las iniciativas revolucionarias que se desarrollaban en el bando republicano, de las que el relato de Mika que aquí presentamos dan una buena muestra.

VI

En Atienza, Frente de Guadalajara

El 21 de julio Hipólito y Mika salen de Madrid con la Columna motorizada del POUM en dirección a Sigüenza para frenar el avance de las tropas rebeldes navarras, al mando de Mola. Sabemos por los pueblos mencionados en el relato de Mika que hasta su huida de la catedral de Sigüenza, los desplazamientos de la columna poumista fueron dentro de un área geográfica relativamente reducida del frente. Por otro lado, de acuerdo con la distribución de las unidades militares que intervinieron en el frente de Sigüenza y en los pueblos de alrededor, incluido Atienza, la columna motorizada del POUM quedó encuadrada en lo que los partes de guerra denominan Milicias de la Juventud, capitaneadas por Santiago Martínez Vicente, mientras que las Milicias Ferroviarias (UGT) estaban bajo el mando del capitán Jesús Martínez de Aragón y la columna de la CNT al mando de Feliciano Benito, si bien todas actuaban conjuntamente dentro de la denominada Columna Guadalajara, a las órdenes del militar profesional Coronel-jefe Jiménez Orge.

Un informe al ministerio de la Guerra del capitán de Estado Mayor de enlace del 30 de julio de 1936, después de entrevistarse en el puesto de mando de Taracena con el Coronel-Jefe Jiménez Orge, al frente de la Columna de Guadalajara, hace referencia a la acción llevada a cabo “ayer” por la Milicia Ferroviaria que se encuentra en Sigüenza, que “sin intervención del Coronel de la Columna avanzó sobre Atienza, retirándose con bajas”. Más adelante, a propósito de Atienza, dice que aparece ocupado por unos 100 facciosos uniformados al mando de un capitán y con un cabo y cuatro guardias civiles, que hicieron público que esperaban cuatro ametralladoras y víveres de Valladolid y Burgos.

En el informe del 1 de agosto, en la relación de fuerzas (artillería, cuerpo de asalto, guardia civil, cuerpo de seguridad, etc.) de la columna, aparecen las Milicias de la Juventud, compuestas por 470 milicianos, y la Columna Ferroviaria, que contaba con 460. Otro informe, fechado el 3 de agosto en Madrid, hace referencia a una operación sobre Riaza que se desarrollará en dos fases, siendo la primera la ocupación de Atienza, con el fin de restablecer la comunicación con la retaguardia. Entre las tropas contempladas para el ataque a Atienza, se cuenta con el “Grupo de Milicianos de las Juventudes que tienen un efectivo de 250 hombres”. “La columna entrará en Atienza por el Norte para caer sobre las fortificaciones que ha establecido el enemigo a lo largo de la carretera que une Atienza con la de Soria”. También se preveía que al paso por Sigüenza se les unieran 200 combatientes de las milicias ferroviarias.

El día 4 de agosto por la tarde, la artillería republicana disparaba en dirección a Atienza y la operación se desarrollaba normalmente, habiendo sido sorprendido el enemigo. El día 5 de agosto, el Coronel Jefe de la Columna informaba al Ministerio que en la madrugada del día 4 había sido guarnecido el pueblo de Paredes por cuarenta fascistas, perfectamente armados y municionados, así como la guarnición de Atienza, que se había visto reforzada con unos cien hombres, entre requetés y guardias civiles. Asimismo, señala que durante la operación sobre Atienza habían entrado en el pueblo siete camiones enemigos que, sin duda, conducían fuerzas destinadas a ocupar Barcones y Paredes. Para las actuaciones sucesivas, el mando de la Columna solicitaba un refuerzo mínimo de dos Batallones de fuerzas regulares.

El 7 de agosto, el mando de la Columna, a petición de Martínez de Aragón, envía fuerzas de ingenieros y Milicias de Juventudes, que prestaban servicio de noche en Taracena, a ocupar el pueblo de Mirabueno y a proteger la carretera de Zaragoza y el empalme a Sigüenza, y enlazar con las milicias de Mandayona. Así, quedan en Mirabueno “unos cien hombres de las Milicias de Juventudes al mando del capitán jefe de las mismas”.

El 16 de agosto, con motivo de un reconocimiento ofensivo sobre Atienza, las Milicias de Juventudes y la milicia de “La Pasionaria” se concentran en las alturas del Calvario y cota 1.162 al Este de Atienza. El coronel jefe de la columna manifiesta al capitán de Estado Mayor de Enlace que, dado que las milicias habían acudido con menos efectivos de los previstos y teniendo en cuenta el desgaste moral (no material) provocado por la aviación enemiga, organiza la retirada en el “más perfecto orden”, al tiempo que reconoce que “nuestras bajas parecen ser uno o dos muertos y cuatro o cinco heridos”. Uno de los muertos, sin duda, tendría que ser Hipólito Etchebéhère, de acuerdo con la fecha que aporta Mika sobre su muerte en el frente de Atienza. En los comunicados de los mandos militares no se mencionan los nombres de los muertos y heridos; en la jerga castrense son simplemente bajas. Por otra parte, no hay que olvidar la desconfianza y relativo desprecio que inspiraban los milicianos entre la mayor parte de los militares profesionales fieles a la República que ocupaban los puestos superiores de mando y que sería fuente de tensiones y conflictos antes, durante y después de la militarización.

Sin embargo, para la prensa militante la muerte de Hipólito no pasó desapercibida. Por ejemplo, La Batalla, órgano central del POUM, el 18 de agosto de 1936 refería la muerte de Hipólito (“Ha muerto un gran camarada: Luis Hipólito Etchebehere”) en un artículo firmado por Juan Andrade, después de recibir el telegrama urgente remitido por el Comité de Madrid donde se comunicaba que Hipólito “murió como un verdadero revolucionario”. Andrade escribía cuarenta y ocho horas después de haberse reunido con Hipólito, que se había desplazado a Madrid por primera vez desde que había empezado la campaña para asistir a la reunión del Comité. Entre otros aspectos, Andrade menciona que “Iniciado el movimiento, Etchebehere se presentó inmediatamente en nuestra sección de Madrid, solicitando un puesto en el frente. Por su gran capacidad, por la ilimitada confianza que su serenidad nos inspiraba, juntamente con la circunstancia de que tenía cierta cultura militar, condujo al Comité de Madrid a nombrarlo desde el primer momento jefe de nuestra columna”. Destaca el general afecto que rodeaba a Hipólito entre los milicianos, pero también entre los campesinos. Y, a continuación relata: “Recuerdo que hace días tuvo un ligero resfriado que le obligó a guardar cama un día en el frente. Los camaradas que llevan el correo desde Madrid a Sigüenza, relataban cómo todo a lo largo del camino de la provincia de Guadalajara, los campesinos, los milicianos, preguntaban con ansiedad por el estado de salud de nuestro llorado camarada”. En la semblanza política de Hipólito, Andrade subraya, no obstante, que “En el terreno político, nuestra identificación no era absoluta, ni mucho menos. Formulaba fuertes críticas con nuestro partido. Pero en el momento del deber, no escatimó el sacrificio de su vida. Nuestra columna de Sigüenza ha perdido un jefe insustituible. El movimiento obrero internacional uno de sus mejores militantes”.

Para finalizar, añade: Reciba la expresión de nuestro dolor y solidaridad más absoluta la camarada Mika Etchebehere, que quizá haya recogido en sus brazos el cuerpo todavía caliente de su amado compañero. Mika, la “madrecita”, como es conocida por los milicianos de nuestra columna, forma también parte de la misma en el frente de Sigüenza como dirigente del equipo sanitario del POUM. Pero extiende también su misión a prodigar los cariños de una verdadera madre a “los muchachos” de nuestra columna, como ella dice”.

Unos días después, La Batalla publicaba otra nota (“Nuevos detalles sobre la heroica muerte del camarada Etchebehere”), acompañada de una foto de Hipólito, donde se daba cuenta “de los numerosos testimonios de solidaridad recibidos de los trabajadores, tanto socialistas, como comunistas y anarquistas, que actúan en aquel frente”. A continuación, se reproducía una carta que narraba las circunstancias de la muerte de Hipólito y volvía a subrayar las sinceras muestras de solidaridad de todos los milicianos del frente, independientemente de su adscripción política.

“Estábamos al pie del pueblo, sin nada que nos guarneciese del fuego enemigo. Esto nos obligaba a permanecer tumbados. En estas condiciones, Etchebehere se levantó para inspeccionar el campo enemigo, y al volver a su sitio tuvo la mala fortuna de que lo alcanzase una bala enemiga”.

“El capitán Martínez Vicente nos hizo ver la imposibilidad de recoger el cadáver para llevarlo a Sigüenza y después a Madrid. Dicha operación habría de costar varias vidas, y ello nos obligó a desistir, con gran sentimiento de todos, que a toda costa queríamos traernos el cadáver de nuestro camarada”.

VII

Mika en Sigüenza

A lo largo del mes de septiembre de 1936 tienen lugar los combates en torno a Sigüenza, donde finalmente Mika, junto con un grupo de milicianos y gente de la ciudad (en total unos 450), acabarían por verse asediados en la catedral. En este punto, la versión que ofrece Mi guerra de España, como las declaraciones de la autora en entrevistas escritas y filmadas son congruentes con la documentación hallada en los archivos militares.

Por ejemplo, un informe del Coronel jefe del sector al general jefe del Ejército del Centro nos ofrece algunos detalles complementarios al relato de Mika que vienen a confirmar el abandono intencionado de los milicianos encerrados en la catedral por parte de los altos mandos políticos y militares responsables políticos de las operaciones.

Por dicho informe, sabemos que fue en la noche del 9 al 10 de octubre cuando se inició el asedio, según cuenta Feliciano Benito, jefe de las milicias de CNT, que desempeñaba las funciones de comandante miliar de Sigüenza, y que se había evadido descolgándose de la catedral. En su declaración en el cuartel general de Taracena, F. Benito, además de reseñar que la mayoría de la población simpatizaba con los facciosos, reconoce que las fuerzas de éstos son poco numerosas y que “entre los evadidos figuran los conductores de las dos piezas de artillería que formaban parte de la guarnición de Sigüenza, no habiendo sido ostilizados (sic) más que muy ligeramente hasta llegar a nuestras avanzadas”.

Posteriormente, los responsables militares de la columna Guadalajara solicitaban la autorización del ministro para la ejecución de un plan, que debería ejecutarse la mañana del día 16, con el fin de “intentar la liberación de los 250 hombres de milicias afectas al Gobierno que se han hecho fuertes en la catedral de Sigüenza”. Con fecha 15 de octubre, el coronel jefe del Sector envía el plan detallando de las operaciones a ejecutar a los jefes de las Milicias de Guadalajara y Aragonesa, capitanes de Asalto, comandante de Artillería, columna La Pasionaria, etc. Sin embargo, el plan no se llevó a cabo, y como confirmaría la propia Mika más tarde en Madrid, la suerte de la catedral ya estaba decidida desde el primer día en el sentido de propiciar la inmolación de los resistentes.

Quizá las autoridades militares republicanas habían decidido sacrificar a los encerrados en la catedral como medio de desembarazarse de algunos milicianos “díscolos”, además de rentabilizar su inmolación como contrapeso a los “héroes” del Alcázar de Toledo, como lúcidamente sugiere la propia Mika.

Hay que tener en cuenta, en este sentido, las contradicciones que desde el primer momento se dieron entre milicias, donde predominaba el espíritu revolucionario y de transformación social, y los oficiales del ejército regular republicano que se mantuvieron fieles a la República y que en su mayor parte no compartían los ideales revolucionarios del pueblo en armas. Las tensiones y contradicciones no quedaron limitadas al Frente de Aragón y a la Generalitat de Cataluña (donde la presencia anarquista en la ocupación de tierras, fábricas, comercios, etc., presionaba en el sentido de una transformación radical de las relaciones sociales), ni tampoco quedaron resueltas con la militarización y unificación del mando, ya que de un modo u otro, estuvieron presentes a lo largo de toda la contienda.

De cualquier modo, el hecho fue que dos meses antes del asedio de la catedral de Sigüenza, el 8 de agosto, con motivo de la visita del Ministro de Instrucción Pública y del gobernador de Guadalajara al frente y a las milicias que mandaba Martínez de Aragón, se registró un incidente en el que los milicianos increparon a las autoridades. Tal como informaba el gobernador civil, los milicianos les pedían noticias sobre los refuerzos que les habían prometido enviar, al tiempo que solicitaban más armas y municiones. Asimismo, el gobernador reconocía haber comprobado “que los elementos de que disponía el enemigo eran muy superiores en cantidad y calidad a los nuestros”. Después de comprobar la capacidad de resistencia de los defensores de Sigüenza (“es verdaderamente inconcebible que sin otro elemento de defensa que los fusiles se alcanzara la victoria que se obtuvo”), el gobernador señalaba que “desde Martínez de Aragón y el Alcalde de la ciudad hasta el último miliciano y vecino, coinciden en la necesidad urgente de que se les envíen armas, municiones y hombres, pues en el caso de volver a ser atacada Sigüenza lo será con elementos aún más superiores y serán cogidos en la ratonera, siendo carne de cañón, según expresión suya”6.

Luego pasaba a contar el incidente que se produjo entre la comitiva visitante y numerosos grupos de milicianos, “principalmente de la FAI y de la CNT”, que los interpelaron, “desarrollándose una violentísima escena, en la que tuvimos el temor se cometiera un atentado contra el Sr. Martínez de Aragón, quien trató en unión de Feliciano Benito de evitar la conversación violentísima que se sostenía, observando, por nuestra parte, que el principio de autoridad no es respetado…”. Un poco más adelante, el gobernador se hacía eco de una queja que se repetiría a lo largo de la guerra en los distintos frentes donde se registraba la presencia de milicianos de las tendencias revolucionarias. “Recogimos igualmente la queja de que la aviación tanto el día del ataque como en el de ayer no ha hecho disparos sobre Alcolea, ni sobre las filas enemigas, limitándose a vuelos de reconocimiento. Esta queja fue recogida por el S. Ministro, puesto que es sospechosa tal actitud”.

Por su parte, el militar franquista Martínez Bande, en su libro Marcha sobre Madrid, reconoce que la ocupación de Sigüenza y el asalto a la catedral “no fue tarea fácil”. Se trataba, según él, de unos 450 anarquistas, de ellos 90 heridos o enfermos. El día 10, de madrugada, logran huir unos 150 hombres y “el día 12 intentan los restantes hacer dos salidas, siendo rechazados”. El 14 un grupo trata de escapar por las alcantarillas…, pero fueron capturados. El 16 se rinden. El relato de Martínez Bande se ajusta en líneas generales a lo que podemos saber por la documentación consultada y a lo narrado por Mika, excepto en que no todos los fugados de la catedral fueron capturados sino algunos, porque precisamente el grupo de Mika consiguió escapar.

En su crónica del frente de Sigüenza, el trotskista cubano Juan Breá7 narra su encuentro con Mika en fechas anteriores al asedio de la catedral, y pone de manifiesto el profundo respeto que Hipólito, caído poco antes en combate, inspiraba entre sus compañeros, así como la enorme tristeza que embargaba a Mika, que no deseaba sobrevivir a la guerra. “Un fusil, una pistola, una cartuchera, un “mono” de miliciano y tras de todo esto una cara joven y simpática de mujer: la de la compañera Etchebehere. Estábamos comiendo cuando ella llegó acompañada de cuatro milicianos. […] ¿Quién es esa camarada?, pregunto. –Es la compañera de nuestro comandante Etchebehere –me responde Miranda-. La entonación de profundo y afectuoso respeto que tomó su voz me explicaba mejor que todos sus panegíricos hasta qué punto nuestro Hipólito había logrado ganarse a esa heroica muchachada; y que para ella no hubiera muerto todavía”.

También sabemos por Breá que hasta la muerte de Hipólito, Mika, aprovechando sus conocimientos de medicina, había desempeñado tareas de enfermera en el frente. Pero a partir de entonces, “ha cambiado sus vendajes por un fusil, por llenar un poco el vacío que dejara Etchebehere en nuestra fila. Yo me la imagino en sus largos y fríos cuartos de guardia, en su avanzadilla de Atienza como un nocturno americano: con los ojos clavados en un montículo de la colina, esperando que surja una sombra de donde cayó, para no levantarse más, nuestro heroico camarada Etchebehere”.

Con posterioridad, Breá y Mary (Low) se encontraron con Mika en Barcelona, donde les relata el acoso sufrido en la catedral de Sigüenza y cómo algunos de ellos lograron romper el cerco, así como su intención de volver al frente de Madrid. Por último, en la edición de Red Spanish Notebook, Juan Breá hace mención de un comunicado redactado por Mary Low, encargada del servicio de comunicación en lengua inglesa del POUM, en el que se decía –erróneamente- que Mika Etchebéhère había muerto en combate en el sector de Moncloa, en el frente de Madrid. El reencuentro en Barcelona tendría que haber sido a finales de noviembre o principios de diciembre, es decir, a la vuelta del viaje de Mika a París, ya que la pareja Low-Breá abandonaron España el 28 de diciembre de 1936.

VIII

Itinerario de Mika en el frente

El itinerario de Mika desde el inicio de la guerra hasta la caída de Málaga (febrero 1937) es suficientemente conocido a través de sus memorias. Sin embargo, existe un relativo “vacío” acerca de lo que hizo Mika desde esa fecha hasta su abandono de España, después de la caída de Madrid y de su detención por unos falangistas, aunque en unas declaraciones 8 realizadas muchos años después aporta algunos valiosos detalles. Desde luego, Mika se mantuvo encuadrada dentro del ejército popular hasta el final de la guerra, adscrita a la 14ª División comandada por el anarcosindicalista Cipriano Mera, ya que era en las brigadas de composición mayoritaria anarquista donde los militantes del POUM, trotskistas y comunistas de izquierda, en general, podían encontrar una relativa protección contra las acometidas represivas del estalinismo y de la policía republicana9.

Para la reconstrucción de la trayectoria de Mika a partir de febrero de 1937, lo más útil es hacer un seguimiento de las unidades en las que estuvo encuadrada, además de recurrir a sus propias declaraciones en una entrevista filmada10. Por lo demás, a lo largo de la guerra hubo constantes recomposiciones de la estructura del ejército popular ya que a medida que las divisiones republicanas eran diezmadas en las batallas, los supervivientes se juntaban en nuevas unidades militares (divisiones, batallones, brigadas, etc.) de acuerdo con una estrategia encaminada a disminuir la influencia de las tendencias revolucionarias en la composición de las diferentes unidades del ejército popular.

No obstante, en lo que concierne a los milicianos poumistas de Madrid, sabemos que con la formación del ejército popular, las compañías del POUM fueron asignadas a la 38ª Brigada Mixta (38ª BM), aunque también sabemos que el 2º batallón de la 82ª Brigada Mixta lo integraban milicianos del POUM. La 38ª Brigada Mixta estuvo en el frente de El Pardo, bajo el mando de Perea Capulino, militar de carrera que simpatizaba con los anarquistas y se oponía a las maniobras estalinistas, formando parte de la Vª División y participando en la batalla del Cerro del Águila. En ella estaría Mika hasta marzo de 1937 a juzgar por algunos de los nombres de los oficiales con quienes despachaba (coronel Tomás, comandante Palacios) y las referencias de las posiciones en el frente que ella misma proporciona en sus memorias. En este sentido, una crónica de Madrid enviada por Eugenio Granell en donde reprochaba la cobardía de quienes huyen del Madrid acosado por los fascistas, mientras milicianos de todos lados entregan su vida en la defensa de la ciudad, resaltaba que “la compañera MIKA Etchebehere ha sido sin duda una de las que más alto han puesto en esta dura y decisiva jornada la bandera roja de nuestra revolución que triunfa”11.

Hasta el mes de marzo de 1937, Mika permaneció adscrita a la 38ª BM, como lo atestigua un incidente con la policía que, aun sin tener mayores consecuencias, ilustra el clima represivo reinante. Formando parte del primer batallón de la 38ª BM, a finales de febrero de 1937, Mika se vio envuelta en un proceso judicial que si bien, finalmente, fue sobreseído es bastante significativo del clima represivo que entonces se vivía contra poumistas y demás revolucionarios dentro del bando republicano. Según cuenta la propia Mika en su declaración ante el juzgado, el 26 de febrero de 1937, acompañada de una mujer y de dos hombres, hacia las tres y media de la tarde entró en un café Madrid, y por el simple motivo de que uno de sus acompañantes pronunciara un viva a Trotski, se produjo rápidamente un formidable escándalo por parte de unos cuantos individuos desconocidos que allí se encontraban. Intervino la policía y fueron conducidos a la Comisaría del Centro, donde permanecieron algunas horas para después pasar a la Dirección General de Seguridad (DGS) donde sufrieron un trato vejatorio que provocó el aborto de la mujer que acompañaba a Mika en el momento de su detención. Como ella misma cuenta12, aunque le impidieron ponerse en contacto telefónicamente con Mera, intenta enviarle un recado a través de varias personas, hasta que al tercer día se presenta Mera y es liberada, permaneciendo los que la acompañaban en el momento de la detención en la DGS.

El juicio se celebró el 24 de marzo y en él Mika se ratificó en su declaración, realizada el seis de marzo ante el Juzgado de Instrucción de Madrid. El mismo 24 de marzo, el jurado de urgencia dicta sentencia absolutoria de las dos mujeres implicadas en el altercado. Sin embargo, llama la atención que durante ese proceso burocrático Mika disimulara su verdadera identidad, ya que en el expediente su apellido aparece escrito de diversas maneras, todas incorrectas y muy alejadas del apellido real, sin que ella se hubiera tomado la molestia de corregirlo, y rubricara, además, la declaración desfigurando su firma13.

Por su parte, en sus memorias, Cipriano Mera se refiere a este episodio, aunque datándolo a mediados de mayo de 1937, y no en marzo, como indica la documentación procedente del juzgado madrileño y la propia Mika relata en la citada entrevista. Mera resume así el episodio: “….un enlace me trajo una nota del comandante Perea, jefe de la Vª División, en la que me comentaba la detención de la capitana Mika Etchebéhère, recomendándome hiciese una gestión personal para que fuera puesta en libertad”. Mera acudió a la DGS y se entrevistó con el director, Manuel Muñoz, ante el que expuso la irreprochable conducta de Hipólito y Mika en la lucha contra los militares fascistas, y su impresión de que “lo que sin duda ha ocurrido en este caso, es que agentes del Partido Comunista han querido deshacerse de esa mujer por ser del POUM”. Afortunadamente, añade el anarcosindicalista, “al día siguiente, con gran satisfacción por mi parte, se presentó Mika en mi puesto de mando, gracias a un coche ligero que le facilitó el compañero Eduardo Val. Pasó unos días entre nosotros, hasta que se incorporó a la organización Mujeres Libres”.

En este punto, sin embargo, la evocación de Mera vuelve a diferir ligeramente con el testimonio que ofrece Mika, donde indica que su liberación fue inmediata, es decir, que salió de la DGS, junto con Mera y que afuera les esperaban dos camiones cargados de milicianos “por si acaso”, mientras Mera dice que, después de entrevistarse con el director de la DGS, Manuel Muñoz, éste le aseguró que Mika sería puesta en libertad al día siguiente.

A partir de abril de 1937, los itinerarios de la 38 ª Brigada Mixta y de Mika toman distintos derroteros. Mientras la 38ª BM pasa a formar parte de la 17ª División, bajo el mando del teniente coronel Hans, para integrarse posteriormente en la 45ª División y luego, sus restos, en la 72ª División, Mika –y cabe suponer que los supervivientes de la columna motorizada del POUM formada en julio de 1936 en Madrid y los restantes militantes del POUM- se integraron en la 70ª Brigada Mixta de la 14ª División, creada el 13 de marzo de 1937, con Cipriano Mera al mando, y de la que consta su participación en las batallas de Guadalajara, Jarama, Brunete y Levante.

A primera vista, sorprende que Mika acabe el relato de su experiencia en la guerra de España en el mes de febrero de 1937, limitándose a narrar lo que podríamos denominar el periodo miliciano –de ella y de Hipólito-, ya que sus memorias se interrumpen precisamente en el momento en que se consuma la militarización de las milicias. Es decir, si como ella misma dice en el prefacio a la edición francesa de Juan Rústico, Hipólito murió, en agosto de 1936, “cuando la revolución todavía era hermosa…”, en febrero de 1937 el proceso revolucionario estaba en clara regresión. La lucha antifascista había tomado el lugar de la lucha revolucionaria. Sin embargo, Mika permanecerá en el frente hasta mediados de 193814 , con Brunete como “último episodio importante” de sus dos primeros años de combatiente. A partir de entonces se integrará en las tareas de alfabetización y de extensión cultural entre los soldados heridos, en unas circunstancias caracterizadas por una creciente represión contra los izquierdistas y por el retroceso del impulso revolucionario.

IX

14ª División, 70ª Brigada Mixta

Ella misma cuenta en las páginas finales de su libro la propuesta que hizo para la formación de una biblioteca “no sólo como un antídoto a la monotonía y a la dureza de la vida en las trincheras, sino como un medio importante de difundir enseñanza”. Pues bien, todo parece indicar que esa iniciativa no cayó en saco, ya que en la 14ª División, a la que pertenecía la 70ª Brigada Mixta, a partir de mayo de 1937 se formaron unas Milicias de la Cultura entre cuyo cometido estaba la alfabetización. Entre la documentación disponible consta además una relación de libros de la biblioteca de dicha División que no es aventurado suponer que fuera obra de Mika ya que, como ella misma cuenta, desde mediados de 1938 pasó a organizar y ocuparse en Mardid ….(esto lo he añadido y pondré el lugar donde estaba; lo he de buscar…

La 70ª BM se formó en Madrid enero de 1937 y se incorporó a la 14ª División en marzo del mismo año. Después de su participación en las batallas de Guadalajara y Brunete (julio 1937), en la ofensiva del Jarama, la 70ª BM fue una de las brigadas que relevaron a las brigadas 18ª y 15ª en la línea de fuego. La 70ª BM acudió desde el Jarama, de donde llegó desarmada y les enviaron fusiles y ametralladoras para el contraataque en Guadalajara (contra los italianos). La 70ª BM hasta el 21 de septiembre de 1938 había participado en los frentes del Jarama, La Alcarria, y Madrid (Brunete), Levante, Centro-Levante y, por último, en septiembre de 1938 se encontraba en el sector de Humanes, en el frente de Guadalajara. En esta fecha, el comisario delegado de guerra de la brigada firmaba un cuestionario, enviado al Comisariado General de Guerra, en el que hacía unas especificaciones que denotan el control ideológico que reinaba en el frente: “Desde el punto de vista político-sindical, la composición de la Unidad era, debido a sus orígenes, marcadamente confederal y desde luego integrada por voluntarios; en el momento presente la composición de la Brigada refleja la política de guerra seguida por el Gobierno de la República, de unión nacional. Desde el punto de vista social, prevalecen los campesinos y obreros manuales, no habiendo variado sensiblemente en este aspecto desde su contitución (sic)”.

Otro documento procedente de los archivos militares sobre la historia de la 70ª Brigada Mixta es más explícito que el citado cuestionario en cuanto a las intervenciones de dicha brigada en los distintos frentes. Ahí nos enteramos, por ejemplo, que en febrero de 1937 la Brigada tuvo un heroico comportamiento en las operaciones del Cerro Pingarrón, aunque también se constataba la escasa ayuda que recibió de las brigadas que operaban conjuntamente con ella (la 1ª, 2ª y 69ª). Participó a continuación en Brunete (19 de julio de 1937), donde las fuerzas resultaron diezmadas y se mencionaba, una vez más, la falta de apoyo de la aviación.

El día 28 de marzo de 1938, en las operaciones de Guadalajara no se consiguieron los objetivos propuestos por la mala actuación de los tanques. Sin embargo, será en el frente de Levante donde la Brigada sufrirá, además del fuego enemigo, toda suerte de penalidades, obedeciendo órdenes descabelladas que la llevaron a la extenuación en condiciones climatológicas adversas (lluvias torrenciales) y en alpargatas. El comisario delegado de guerra de la Brigada realizó un informe que comprendía las actividades de la Brigada entre el 27 de abril y el 21 de mayo de 1938, donde calificaba la orden de operación del día 6 de mayo “a más de absurda, imposible de realizar, ya que no contábamos con armas de apoyo de ninguna clase ni fuerzas de infantería en reserva”. Y todavía es más explícito al expresar su parecer sobre una operación que “creo llevaba una segunda intención: que dada la imposibilidad de tomar dichos objetivos era una maniobra política para destrozar una División como la nuestra”.

A comienzos del mes de julio de 1937, como consecuencia de una nueva reorganización del ejército republicano, la 14ª División y las BM 70ª y 98ª, dejaron el IV Cuerpo del Ejército y el frente de Guadalajara, para pasar al Ejército del Centro en uno de los frentes de Madrid, con cuartel en Las Rozas (en el Pardo) y de ahí a participar en la ofensiva de Brunete15. Paralelamente, la campaña de difamación, persecución –y, en muchos casos, eliminación física- emprendida por el partido comunista contra los militantes trotskistas, poumistas y anarquistas se intensificó después de las jornadas de la primera semana de mayo de 193716.

X

La asechanza de la policía estalinista

Es en el marco de la oleada represiva contrarrevolucionaria llevada a cabo por la policía del gobierno republicano que Mika fue víctima de uno de los montajes policiales frecuentemente utilizados contra los revolucionarios con falsas acusaciones de “desafección”, mediante una carta “sospechosa” de la que supuestamente era destinataria. Aunque recientemente17 se haya querido minimizar la influencia del gobierno de Moscú en la España en guerra, con el fin de subrayar la independencia del partido comunista español y su condición de defensor del orden republicano, lo cierto es que diferentes aparatos policiales encargados de la persecución y represión de los opositores a la política dictada por Stalin y sus secuaces, actuaban en España con total impunidad, avalados por los gobiernos de Madrid y de Cataluña, de los que formaban parte el PCE y el PSUC, respectivamente. Así se explica, por ejemplo, la actuación de Hubert von Ranke (“Moritz”), un agente que se dedicaba a interrogar a revolucionarios extranjeros, adscrito al Servicio de Extranjeros del PSUC, posteriormente integrado en el DEDIDE (Departamento Especial de Información del Estado) y, por tanto, en estrecho contacto con el servicio secreto ruso del NKVD. En un informe con fecha 7 de octubre de 1937, bajo el epígrafe CNT-FAI-DAS, da una lista de nombres e informaciones sobre anarquistas y comunistas revolucionarios entre los que aparece Mika, aunque con deficiente ortografía en su apellido. El texto de Moritz dice: “Esta mujer está en el estado mayor de la 14ª División (Mera, anarquista). Ha caído en nuestras manos una carta con dirección siguiente: Mme Mika Estcheverry, sección militar del POUM, Madrid, España. La carta viene de Francia y lleva el sello postal París 25, rue Danton. La carta está escrita por una persona que no está acostumbrada a escribir en español. No se ve claramente de dónde viene la carta. Puede venir de la España fascista, también de México: Pueblo del Maestro. Mika es capitana en el estado mayor de Mera”18.

En el citado informe no aparece copia de la carta ni referencia alguna a su contenido. Se puede suponer que se trata simplemente de una falsificación más de los sicarios del servicio secreto soviético para justificar la detención o bien de una carta enviada por algún amigo de Mika en París, aunque en ese caso, no se explicaría el error ortográfico del apellido. En cualquier caso, este informe permite afirmar que Mika seguía estando bajo el punto de mira del aparato represivo estalinista mientras continuaba adscrita, en el mes de octubre de 1937, a la 14ª División y, en consecuencia, a la 70ª BM.

Hay que atribuir a la relativa protección y margen de movimiento que le proporciona su adscripción a la citada 14ª División la posibilidad de desplazarse para visitar a algunas víctimas de la represión que siguió a las jornadas de Mayo de 1937. Así, volvemos a tener noticias que localizan a Mika en Barcelona a finales de noviembre de 1937, cuando visita en el Hospital General de Cataluña a Katia Landau, que había sido previamente encarcelada, junto con Elsa Homberger y otras militantes del POUM, en el Preventorio Judicial de Mujeres de Barcelona desde donde fueron trasladadas al citado hospital como consecuencia de las recomendaciones del inspector del Juzgado de Instrucción de Barcelona19.

En el Archivo Nacional de Cataluña se encuentra un documento en el que el director general del hospital se dirige al intendente del mismo en los términos siguientes: “Le agradeceré permita una comunicación extraordinaria a la señora Mika Etchevere (sic) para que visite a la reclusa Julia Landau, que se encuentra en tratamiento en este hospital”20. No sabemos las circunstancias en que hizo ese viaje Mika a Barcelona, ni cuáles serían sus contactos en la capital catalana pues entonces el POUM estaba ilegalizado y la persecución de los poumistas era ya práctica generalizada. Por eso se puede decir que las fotos realizadas por Agustí Centelles datarían de noviembre de 1936, a la vuelta del viaje de Mika a París, cuando se produjo el reencuentro con Juan Breá, tiempo después de haberse conocido en Sigüenza, ya que según cuenta ella misma, en el viaje de ida pasó por Barcelona sin detenerse hasta llegar a un pueblo de la Costa Brava.

XI

Colaboración con Mujeres Libres

Cipriano Mera menciona que, después de su liberación de la DGS, Mika “pasó unos cuantos días con nosotros, hasta que se incorporó a la organización “Mujeres Libres”. Así, pues, de acuerdo con lo que dice Mera, a finales de marzo o principios de abril de 1937, Mika se incorporaría a la organización feminista libertaria Mujeres Libres, única organización feminista y revolucionaria que combatió en la práctica los prejuicios machistas imperantes en el bando republicano y que creó frecuentes conflictos incluso dentro de sus propias filas, con algunos dirigentes anarcosindicalistas.

Amada de Nó cuenta a Marta Ackelsberg21 la anécdota del momento en que Mika se presentó en la sede barcelonesa de Mujeres Libres para inscribirse en la organización. Por lo demás, Mujeres Libres había apoyado activamente la participación de las mujeres en los aspectos militares de la lucha, contra la política oficial del gobierno republicano, que propugnaba la retirada de las mujeres del frente de combate. Mujeres Libres de Madrid había creado un campo de tiro donde hacían prácticas las mujeres que estaban dispuestas a defender la capital, y la sección catalana también había creado una sección para la preparación militar de las mujeres. Amada de Nó “recordaba que, estando en la Agrupación de Barcelona, llegó un soldado muy majo y preguntó si era esa la oficina de Mujeres Libres. Cuando le contestó que sí, el soldado dijo que quería apuntarse. Al principio, Amada pensó que era una broma o alguien que quería hostigarlas. Luego se dio cuenta de que no era un hombre, sino una mujer, se trataba de Mika Etchebéhère, una de las pocas mujeres que ostentaba realmente una posición de mando en el Ejército republicano”.

Por lo demás, la revista Mujeres Libres en su nº 10, del año II de la Revolución, reprodujo una foto que había aparecido en Kriss (Año 1, nº 9, p. 14), publicación de la 14ª División. Además, aparecieron dos narraciones cortas de Mika con referencias al frente en ediciones posteriores de la revista libertaria. Una llevaba por título Portavoz de la 14 División, sin que sepamos con certeza la fecha en que apareció (el nº 11 de la revista), y la otra, con el título Claro obscuro de trincheras…, fue publicada en mayo de 1938.

La inscripción de Mika Etchebéhère en la organización libertaria Mujeres Libres hay que entenderla como un rasgo de afinidad con una organización cercana a sus ideas feministas, pero sobre todo como una expresión de su espíritu independiente, crítico, beligerante y en absoluto sectario que perduró a lo largo de toda su vida. Así, confesaba en una entrevista, a finales de 1977, que si bien votaba por los trotskistas, ya no tenía relación política con ellos, y que en el fondo aún mantenía vivo su espíritu libertario (“Yo comencé mi militancia siendo anarquista, y en el fondo aún sigo siéndolo”). Asimismo, queda constancia del boletín de adhesión de Mika a la sección española de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA)22 el 3 de noviembre de 1937, con el aval de la Federación Local de Mujeres Libres de Madrid.

XII

Final de la guerra en el Madrid sitiado

A partir de mediados de 1938, Mika dejó el frente, aunque permaneció integrada en la 14ª División. “Tal como los camaradas me lo pidieron, me quedé en la base, porque había mucho que hacer, muchos problemas. Me quedé en un gran hospital organizando todo lo que era educación”23. Y allá estuvo hasta la ocupación de Madrid por las tropas franquistas en marzo de 1939 desarrollando sus actividades en la alfabetización de los milicianos heridos y llevando una vida no exenta de peligros y dificultades, derivadas de la intensificación de la represión del gobierno republicano contra los revolucionarios. De hecho, en junio de 1937 se había constituido el Tribunal Especial de Alta Traición para perseguir a los militantes del POUM y orquestar el Proceso contra el POUM de octubre de 1938 sobre todo tipo de falsas acusaciones.

Por todo ello, Mika vivía en una especie de semiclandestinidad (“tenía una doble vida. En la casa donde vivía nunca me habían visto como una militar…”) como lo prueba el hecho que tuviera un cuarto alquilado para cambiarse el uniforme y aparecer en la casa del amigo español donde vivía en ropa de civil. Allí permaneció sobreviviendo en la penuria e intentando encontrar una posibilidad para sacar a su amigo español de Madrid durante un mes después de la entrada en Madrid de las fuerzas militares fascistas, hasta que un día fue detenida en la calle por dos falangistas, después de que una joven que la conocía muy bien la hubiera denunciado. Logró zafarse de los dos sicarios gracias a su pasaporte francés, pero ya no pudo volver a casa, y después de pasar por el consulado de Francia, se refugió en el Liceo Francés donde permaneció cinco meses encerrada hasta que las gestiones realizadas por sus amigos en París consiguieron que la embajada de Francia le facilitara la salida de España.

Cuando llegó a París, la situación que encontró era bastante descorazonadora: derrota del movimiento huelguístico, descomposición del Frente Popular, entrada de Francia en guerra, y en junio de 1940 el ejército nazi ocupa París. Era el momento de dar otro giro en su vida y regresó a Argentina para reencontrarse con sus viejos amigos de Buenos Aires. Allí desarrolló su actividad como periodista, aunque en condiciones económicamente precarias. Pero entonces se produjo la subida del peronismo al poder en 1943 y se puso de manifiesto la escasa relevancia de la izquierda revolucionaria en el país, ya que el panorama de la oposición se cerraba en torno a un antiperonismo que llevó a la izquierda a establecer compromisos con los partidos burgueses conservadores y radicales. De ahí que Mika tome la decisión de regresar a París. Una vez en Francia, su situación material era tan mala que tuvo que ir a vivir a casa de los Rosmer hasta 1953; durante ese tiempo hizo traducciones del francés al español, pero no empezará a ganarse bien la vida hasta que entre en el departamento de Relaciones Públicas de Air France y consiga, además, un trabajo como locutora de un noticiario para Latinoamérica. La mejora de su situación económica le permitió comprar una casita al lado de la que el matrimonio Rosmer poseía en Périgny, localidad cercana a París, donde se daban cita tantos militantes para celebrar intensas discusiones, como Mika evoca en una grabación inédita realizada en la casa de su sobrino Arnold Etchebéhère. Las últimas décadas de su vida las pasa en Francia con sus amigos, entre los que también se cuentan los de los tiempos de la guerra española, como los suizos Pavel y Clara Thalmann, a quienes en marzo de 1964 remitía dos cartas donde les informaba de la evolución del estado de salud de Rosmer, hospitalizado en París a causa de la rotura de una pierna, y les agradecía las flores que la pareja suiza les había enviado.

Sus convicciones revolucionarias y su espíritu beligerante no decayeron con la edad; y así, en mayo de 1968, los estudiantes parisinos vieron, sorprendidos, cómo aquella anciana de 66 años participaba activamente en la construcción de las barricadas. Mika se afilió a la Liga Comunista Revolucionaria y continuó cultivando sus amistades argentinas afincadas en París (China Botana, Julio Cortázar, entre otros). No será hasta 1976, después de haber contado a numerosos interlocutores y de haber llenado varios cuadernos con sus recuerdos de la guerra española de 1936-1939, cuando Mika redacte las memorias de su periodo de miliciana con el título de Ma guerre d’Espagne à moi. Catorce años después, el 7 de julio de 1992, Mika morirá en París y sus amigos, cumpliendo con su expreso deseo, arrojarán sus cenizas al Sena.

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Por último, retomando el hilo del fundamental testimonio que aporta Mi guerra de España en la biografía de Mika Etchebéhère como en el comprensión de la guerra civil española y sus contradicciones, cabe interpretar la interrupción de las memorias de Mika en una fecha que coincide con la caída de Málaga en manos de los fascistas y con la declarada persecución de las tendencias revolucionarias en el bando republicano, como un distanciamiento político y emocional respecto al periodo que siguió hasta el final de la guerra. Es decir, el relato se interrumpe en un momento en que se puede considerar liquidada la posibilidad de la revolución social en España. Ella ya no podía identificarse realmente con los derroteros que tomaban los acontecimientos y aún menos, después de comprobar el aumento de la represión desencadenada contra el POUM y las tendencias revolucionarias después de mayo de 1937. Una pregunta se hace inevitable, ¿por qué permaneció Mika en España, si lo que la había traído -a ella y también a Hipólito-, era la posibilidad revolucionaria, y ésta ya había sido prácticamente liquidada a comienzos de 1937. A tenor de su carácter y de su sentido de la responsabilidad, habrá que entender su presencia en España hasta el final del conflicto bélico como un insobornable sentimiento de solidaridad con aquellos milicianos de primera hora que, doblemente derrotados, por la República y por los fascistas, resistían contra viento y marea. Mika había decidido –lo dice en algún pasaje de sus memorias- vincular su suerte a la del proletariado español hasta las últimas consecuencias. Y así fue.

1 Mica Feldman es el nombre de soltera de Mika Etchebéhère, que modificó la grafía de su nombre cambiando la c por una k durante su estancia en Europa.

2 Para una visión más precisa y extensa de la evolución política y existencial de Hipólito y Mika Etchebéhère, ver el ensayo de Horacio Tarcus, biógrafo de la pareja, “Historia de una pasión revolucionaria. Hipólito Etchebéhère y Mika Feldman, de la reforma universitaria a la guerra civil española”, que apareció en la revista argentina El Rodaballo. Revista de política y cultura, nº 11/12. Buenos Aires, 200.

3 René Lefeuvre, junto a su hermano Joseph, fue el impulsor a lo largo de varias décadas de las Éditions Spartacus (París) cuyo catálogo está animado por un espíritu abierto hacia la tradición marxista más heterodoxa. Después de la muerte de René, a comienzos de los años ochenta, el proyecto editorial ha continuado hasta ahora, aunque con apariciones irregulares.

4 Kurt Landau sería asesinado por los estalinistas en Barcelona, en el marco de la represión desencadenada contra comunistas de izquierda y anarquistas a partir de mayo de 1937.

5 Todo este material, crónicas y cartas, serían recogidas en un pequeño volumen en lengua francesa, Juan Rústico (Hippolyte Etchebéhère). 1933: La tragedie du proletariat allemand. Défaite sans combat, victoire sans péril. Février- Mars 1981, série B, nº 111, Spartacus, Paris, que es la reedición, aumentada con las dos cartas a un camarada argentino publicadas en la revista Masses, de la realizada en los años treinta.

6 Subrayado en el original.

7 Mary Low y Juan Breá. Red Spanish Notebook. The First Six Months of the Revolution and the Civil War. Mary Low y Juan Breá. Londres, 1937, p. 169-173. El capítulo donde se refieren estos hechos había aparecido en La Batalla el 9 de octubre de 1936.

8 Entrevista a Mika realizada por Paolo Gobetti en París en 1975 (Archivo Nazionale della Resistenza. Turin, Italia)

9 Ver, a modo de ejemplo entre otros muchos, el “incidente con el Campesino” que relata Cipriano Mera en sus memorias (p.147), Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista. Ruedo Ibérico, París, 1976.

10 Ver nota 8.

11 La Batalla, 3 de diciembre de 1936, p. 8.

12 Ver nota 8.

13 Agradezco a Sergi Rosés Cordovilla que haya puesto a mi disposición los documentos correspondientes a los hechos mencionados procedentes del Archivo Histórico Nacional.

14 Ver nota 8.

15 Cipriano Mera, obra citada, p 140-142.

16 El intento de ocupación por la policía de la Generalitat de la sede central de Telefónica en Barcelona, controlada por los anarquistas, culminó una serie de tensiones, incidentes, provocaciones y asesinatos que eran consecuencia del enfrentamiento existente entre el Gobierno de la Generalitat y las tendencias revolucionarias desde julio de 1936. La respuesta a la acción policial fue el levantamiento de barricadas y el enfrentamiento armado entre anarquistas y poumistas, por un lado, y el gobierno catalán, por el otro.

17 Ver, por ejemplo, Fernando Hernández Sánchez. Guerra o revolución: el Partido Comunista de España en la guerra civil. Crítica, Barcelona, 2010.

18 Übersicht über die Spionage und Agentenarbeit in Spanien, Valencia 7/10/1937, (RGASPI, 545-2-147), mencionado en D. Nelles, H. Piotrowski. et al. Antifascistas alemanes en Barcelona (1933-1939). El Grupo DAS: su actividad contra la red nazi y en el frente de Aragón. Sintra editorial. Barcelona, 2010, p. 382.

19 Id. id. p. 362 y 363.

20 Traducido del catalán. De soltera, Katia Landau se llamaba Julia Lipschutz.

21 Marta Ackelsberg. Mujeres Libres. El anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres. Virus editorial, Barcelona, 1999, p.194.

22 Solidaridad Internacional Antifascista (SIA) era una entidad homóloga del Socorro Rojo Internacional, que había sido creada en Valencia en abril de 1937 como respuesta de la sumisión del Socorro Rojo Internacional a las directrices estalinistas. Aunque de inspiración libertaria, entre los adherentes de SIA se encontraban también militantes de UGT.

23 Ver nota 8.

Queremos espacios libres de machismo

El grupo de consumo responsable de Cambalache lleva doce años funcionando de manera semanal. En este tiempo hemos organizado la preparación y recogida de entre treinta y cuarenta cestas durante más de seiscientas semanas; con ellas apoyamos la producción local de alimentos agroecológicos en Asturies y establecemos vínculos directos entre consumidoras y productoras. El grupo nunca hubiera sido posible sin una relación de confianza y apoyo mutuo con nuestras productoras locales. Muchas de ellas, la mayoría, están con nosotras desde el principio. En este camino juntas hemos compartido espacios de debate y formación, y hemos aprendido de su forma de hacer y estar. Todo ello desde la complicidad del trabajo cotidiano y la idea de compartir un análisis político sobre la situación del medio rural asturiano.   

¿Por qué tenemos la necesidad de explicar esto? Porque hace unas meses decidimos romper esa relación de apoyo con uno de los productores del grupo. La decisión se tomó en asamblea tras leer un texto que el productor colgó en el blog de la organización a la que pertenece, CNT Oviedo. No queremos entrar a valorar aquí los contenidos del texto, pero sí explicitar que se enmarcan en la línea del neomachismo, es decir, la de aquellos que pretenden no ser machistas (o incluso se denominan feministas) para, a continuación, atacar los feminismos y a las feministas.

Nosotras no podemos, ni queremos separar las identidades políticas de nuestro proyecto. Trabajamos de forma transversal el feminismo, las migraciones y la agroecología. Unas veces nos sale peor y otras mejor, pero no entendemos unas sin las otras. No podemos ser antirracistas sin ser feministas. No podemos ser feministas sin luchar por la soberanía alimentaria. Por tanto, la decisión que hemos tomado es nuestra respuesta a dicho texto.

¿Por qué decidimos hacer pública nuestra decisión?  Porque estamos cansadas de que los discursos y actitudes machistas se critiquen con la boca pequeña o no tengan consecuencias, incluso en nuestros espacios colectivos. No queremos hacer pedagogía feminista todo el tiempo. Podemos acompañar y compartir espacios de debate, pero hay necesariamente una labor de reflexión que nuestros compañeros tienen que emprender por sí mismos. Para nosotras, ser feministas es un trabajo constante; para vosotros, debería serlo también.

Estamos hartas de tener que explicarnos por esta decisión tomada en asamblea, de tener que justificar por qué respondemos con actos además de con palabras. Y, aún así, lo hacemos con este texto por última vez.

Cualquier persona tiene la libertad de escribir lo que considere oportuno y difundirlo por internet. Nosotras tenemos la libertad de decidir con quién compartimos nuestros espacios. Queremos que Cambalache sea un espacio en el que nos sintamos seguras y trabajemos desde relaciones de confianza y apoyo mutuo. En este caso, esas relaciones ya no existen.

Seguiremos tejiendo redes de apoyo con otros colectivos feministas.

Seguiremos trabajando para lograr que un día todos los espacios sean seguros para las mujeres pero, mientras tanto, también seguiremos creando espacios sólo para nosotras.

Seguiremos exigiendo con hechos, además de con palabras, que nuestro colectivo sea uno de esos espacios seguros.

Cambalache

Mentiras y alambradas I y II

Lo sucedido en Lampedusa y Ceuta no son anomalías, sino la normalidad de la frontera

Eduardo Romero – publicado en www.eldiario.es

Aspecto de la concertina de Melilla. Foto: Jesús Blasco de Avellaneda

Hay algo de efectos mucho más profundos que la manipulación, incluso que la mentira. Anders, Pasolini, Alba Rico nos han hablado de ello en diferentes momentos desde que, a mediados del siglo XX, una parte de la humanidad se convirtió en consumidora compulsiva de un ingente número de mercancías, incluida la mercancía televisiva. “En vez de recorrer nosotros mismos los caminos, ahora es el mundo el que nos «recorre»”, señalaba Anders. “Ningún centralismo fascista ha logrado lo que el centralismo de la civilización de consumo”, escribía Pasolini. Y Alba Rico caracterizaba la nueva psicología del consumidor como de“máximo sentimentalismo y máxima indiferencia”. Estos tres autores nos alertan, en definitiva, de la generalización de una percepción de los hechos sociales caracterizada por la ausencia de memoria, de imaginación y de responsabilidad.

No es culpa de los medios de comunicación ni del Ministerio del Interior que no conozcamos la verdad. Porque sabemos la verdad. Sabemos que más de 20.000 personas se han ahogado en la frontera sur desde el año 1988. Sabemos que otras miles permanecen desaparecidas. Nos consta que su “desgracia” no responde a designios divinos: los violentos dispositivos fronterizos o los naufragios por la voluntad policial de impedir el paso son noticia recurrente. Conocemos incluso la existencia de naufragios en alta mar de los que nadie da cuenta, producto de rutas cada vez más largas y peligrosas para sortear la militarizada frontera. Sabemos también que los barcos de la OTAN han dejado morir a inmigrantes en alta mar. Y no nos cabe ninguna duda de la connivencia entre los cuerpos policiales españoles y norteafricanos, sea para disparar balas contra los cuerpos de quienes saltan la valla –en el año 2005–, para disparar balas de goma contra quienes nadan hacia una playa o para abandonar en el desierto a inmigrantes detenidos en redadas en Marruecos o Argelia. Sabemos también que los cuerpos policiales marroquíes y argelinos –nuestros socios– violan sistemáticamente a las mujeres que transitan hacia Europa.

Dentro de nuestras fronteras sucede algo parecido. La muerte de Osamuyi en un vuelo de deportación, asfixiado por la mordaza policial, fue publicada en todos los medios. ¿Y quién puede ocultarnos que existen Centros de Internamiento de Extranjeros en el Estado español? Conocemos su existencia, y también sabemos que personas encerradas en sus muros mueren: Samba murió en el CIE de Aluche; Mohamed, Idrisa y Alik, en el de Zona Franca. Cada muerte salió en todos los periódicos. Como también son públicas las decenas de informes que demuestran las atrocidades cometidas en el interior de estas cárceles racistas.

De las redadas no hace falta que nos informen los medios de comunicación. Basta caminar por las calles para verlas, basta circular por las estaciones de trenes o autobuses, o por determinados barrios, para saber que el ministro de turno –cuando las niega– miente. Su mentira –en este caso– sólo puede poner en evidencia a Alfredo Pérez Rubalcaba o a Jorge Fernández Díaz.

Precisamente porque ya sabemos, he renunciado hasta ahora a sumar palabras a la efervescencia mediática en torno a Lampedusa y Ceuta. Todo el mundo sabe la verdad. Y acumular escritos que hablan de los centenares de muertos en aguas italianas o de las quince personas asesinadas en la colonia española en Marruecos puede provocar un efecto perverso: que pensemos que Lampedusa y Ceuta –fruto de esta atención desmedida– son una anomalía. Que la frontera sur europea funciona normal y pacíficamente y que, de vez en cuando, operan la bajeza moral y la violencia policial, y es entonces cuando se produce un trágico accidente y un terremoto político. Pero es al contrario: la anomalía en la frontera sur sería que hombres y mujeres migrantes la cruzaran de sur a norte con la misma naturalidad con que millones de turistas, militares, diplomáticos, cooperantes y empresarios europeos y españoles la cruzan de norte a sur. La normalidad es que los policías disparen y las personas migrantes mueran. La normalidad es que se hundan las embarcaciones y no reciban socorro. La normalidad son los muros y las alambradas. Si Lampedusa y Ceuta fueran la anomalía, sería imposible contar decenas de miles de cadáveres en la frontera.

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Hay algo mucho más profundo que la mentira. Pero no minusvaloremos los efectos de ésta. A veces la mentira es tan obscena, tan rastrera y despreciable, que no queda otra que abandonar el silencio para combatirla.

El lunes pasado el diario El País titulaba en su portada: “30.000 subsaharianos preparan el salto a Europa por Ceuta y Melilla”. El subtítulo tampoco tenía desperdicio: “Los intentos de entrada «desestabilizan y crean alarma social»”. La fuente en la que se basa El País para redactar su principal noticia de portada –semana y media después de las quince muertes en Ceuta– es un informe de “la inteligencia española” que señala la “enorme presión migratoria” en torno a las “dos ciudades españolas”. Organizaciones criminales, saltos masivos, empleo de la violencia por los subsaharianos, son algunas de las perlas de la ejemplar portada.

No nos escandalicemos. Esta portada tampoco es anómala o excepcional. Ya hace más de una década –en el año 2003– el Consejero de Economía canario había declarado en los medios: “O creamos allí una zona de prosperidad o nos invaden 20 millones de africanos”. En 2006, El País y muchos otros medios se sumaron con furor a la campaña política y mediática que colocó en portadas y noticiarios a la llamada “crisis de los cayucos”. Dicha campaña convertía la llegada de inmigrantes a Canarias en un grave problema demográfico. Y al calor de dicha campaña, el gobierno español –el de Zapatero y Rubalcaba–  aprobó el Plan África, un plan –palabrería aparte– diseñado para militarizar y externalizar la frontera y parautilizar la excusa de la inmigración ilegal para promover intereses neocoloniales en África. Intereses pesqueros e intereses petrolíferos y gasísticos formaban parte de aquella “ofensiva” diplomática y comercial.

¿Cuántos migrantes llegaron a Canarias en 2006? Precisamente treinta mil, el mismo número que ahora –según El País y la “inteligencia española”– aguardan el salto por Ceuta y Melilla. Desparramemos un puñado de cifras: en 2006 vinieron a España más de 400.000 inmigrantes, lo que convertía en residuales a las treinta mil entradas por Canarias. Y es que en el período 2000-2008 entraron en el Estado español más de 5 millones de inmigrantes, con llegadas anuales –en algunas ocasiones– de más de 700.000 personas. En el año 2006 visitaron Canarias 9,5 millones de turistas. ¿Y treinta mil inmigrantes eran un grave problema demográfico?

Actualmente hay más de 6 millones de inmigrantes en el Estado. Si exceptuamos Marruecos, el número de inmigrantes con tarjeta de residencia procedentes del continente africano es del 4,5 por ciento. El otro 95,5 por ciento procede de otros continentes. ¿Cuál ha sido la avalancha subsahariana por la frontera sur? A lo largo de todo el año 2012, último año del que ha aportado cifras el Ministerio del Interior, las entradas de inmigrantes por Ceuta y Melilla, en todo un año, no llegaron a las 3.000.

Las cifras de El País dañan la inteligencia.

La “inteligencia española” es la misma que disparó las balas de goma.

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(2ª parte)

La Ley de Extranjería crea un estado de excepción para los inmigrantes que facilita su explotación laboral.

Interior del CIE Zona Franca de Barcelona. Foto: EFE

Interior del CIE Zona Franca de Barcelona. Foto: EFE

Hay algo mucho más grave que la mentira. “El todo es la mentira, especialmente, el todo”, escribía Anders. El sobreconsumo de imágenes y noticias sobre la frontera sur no ha provocado una masiva protesta contra la política migratoria. La sobreestimulación comunicativa de la televisión, la prensa escrita, los medios digitales y las redes sociales nos instala en una digestión continua de informaciones, tan exhaustiva como impotente. La sociedad hiperinforma(tiza)da suele mirar para otro lado.

El mercado mediático nos propone la radical descontextualización de los procesos sociales. La mirada televisiva nos ofrece atajos para comprender la realidad: para que percibamos al inmigrante subido a la valla como un asaltante, previamente hemos tenido que despojarle de su humanidad. Lo vemos como una aparición súbita, como un ser sin pasado y sin futuro. Existe porque lo vemos. Existemientras lo vemos.

Frente a la mentira y la manipulación, pero también frente a esta radical descontextualización, es necesario reconstruir la dimensión social, histórica y política de las migraciones. Humanizar a los y las migrantes es precisamente eso: reconocer la dimensión histórica y política que les lleva a subirse a una alambrada rodeada por policías marroquíes y españoles. Rescatar esa dimensión exige entonces denunciar las políticas neocoloniales de Europa y, concretamente, de España y sus multinacionales. Defender la soberanía alimentaria, energética y política de los pueblos implica necesariamente atacar y denunciar el robo español del pescado senegalés o somalí, el expolio de España del gas y el petróleo nigerianos, el asesino acaparamiento de tierras en África para producir agrocombustibles o para especular con el hambre.

No lo olvidemos: de este lado de la valla, la política migratoria de España nunca ha sido una política de cierre de fronteras. El auge económico español succionó –sobre todo en el período 2000-2008– a millones de mujeres y hombres migrantes, fuerza de trabajo barata y servil imprescindible para el crecimiento exponencial del sector de la construcción. La hostelería, el turismo y el trabajo agrícola bajo plástico también dependen de trabajo inmigrante. Y la sociedad española, envejecida como la mayor parte de las europeas, ha necesitado y necesita la presencia de millones de mujeres inmigrantes. Su presencia aquí es ausencia allá. Cuidan de nuestras personas ancianas y de nuestros niños y niñas mientras, desde el locutorio, envían dinero y hablan con la abuela o la hija mayor, que ha quedado a cargo de la familia.

Fuerza de trabajo barata y servil. ¿Cómo se ha garantizado su disciplina y docilidad? ¿Su aceptación de condiciones y salarios miserables? Hasta que se ha generalizado la precariedad y las altísimas tasas de desempleo a toda la población, los y las inmigrantes ya tenían su propia reforma laboral: la Ley de Extranjería. El estado de excepción que ha creado esta Ley –el sofisticado sistema de permisos temporales vinculados a un empleo, la captura de la población clandestina, los CIE, las deportaciones, etc.– ha multiplicado el desarraigo y la inseguridad de las y los migrantes. El capital español, ávido de población desarraigada y, por tanto, debilitada, se ha llenado las manos de plusvalías mediante su explotación laboral. El Estado, con sus Brigadas de Extranjería, sus calabozos y sus torturantes procedimientos administrativos, ha colocado a millones de personas a los pies de los explotadores.

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Ahora que la población autóctona comienza a ser también inmigrante en su propio país, ahora que cada vez más gente cruza la frontera en la dirección contraria, sólo queda luchar, juntas, autóctonas e inmigrantes, contra el recorte sanitario, contra los desahucios, contra la criminalización de las luchas sociales y –cómo no– contra la Ley de Extranjería y las fronteras. La Campaña Estatal por el cierre de los CIEapunta algunos objetivos concretos: acabar con los vuelos de deportación de inmigrantes mediante una campaña de boicot contra las empresas que se lucran fletando los aviones –Air Europa y, en general, empresas del grupo Globalia como Viajes Ecuador, Halcón Viajes o Travelplan–; denunciar y detener las redadas racistas y las humillaciones y maltratos policiales contra la población inmigrante; acabar con los Centros de Internamiento de Extranjeros –y no dejarse engañar por anuncios de reglamentos más humanitarios para gestionar lo inhumano–; son algunos de estos objetivos.

La amenaza no viene del sur. Está aquí, instalada en las vísceras del Estado. Y reprime, explota y mata en nombre de la autoridad.

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Eduardo Romero es coautor del libro Qué hacemos con las fronteras. miembro de la Asociación  Cambalache y de su Grupo de Inmigración. Participa en la iniciativa asturiana «Ruta contra el racismo y la represión», y es autor de varios libros editados por Cambalache: Quién invade a quién. Del colonialismo al II Plan África (2011), Un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial. Migraciones, fronteras y capitalismo (2010), A la vuelta de la esquina. Relatos de racismo y represión (2008), y Quién invade a quién. El Plan África y la inmigración (2007). También ha participado en las obras Frontera Sur (Virus, 2008), y Si vis pacem. Repensar el antimilitarismo en la época de la guerra permanente (Bardo Ed. 2011). Colabora además en la publicación feminista La Madeja.

Para más información, esta entrevista con Eduardo Romero, y este extracto del libro.