Identidades políticas en tránsito

Irene Saavedra Valero
Activista de TríbadAS* y Xega

Precisamente, el tema de las identidades políticas llevo pensándolo mucho tiempo, en realidad, años, pero nunca me he puesto a escribirlo. Agradezco a La Madeja que haya elegido este tema, desde mi punto de vista muy controvertido teóricamente y en la práctica también.

Personalmente, el hecho de ser lesbiana no me define como persona. En estos momentos, es mi orientación sexual nada más, aunque durante muchos años sí me definió absolutamente. Esto que puedo concebir hoy como un error de juventud, no lo es en absoluto. Todo tenía su contexto. A finales de los 80 era necesario tener una identidad política como feminista lesbiana dentro de un Movimiento Feminista que, en Madrid, se iba resquebrajando y en el que anteponíamos el ser feministas al hecho de ser lesbianas. Siempre era urgente el aborto, el acceso al trabajo remunerado, la paridad, la violencia, los planes de igualdad, etc., pero siempre dirigido a mujeres heterosexuales. Para ser justas, cuando el Movimiento Feminista de Madrid se divide, la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas (CEOF) organizó y apoyó la Plataforma Antidiscriminatoria: Lesbiana que no te discriminen, que presentamos a los medios y a la sociedad por primera vez conjuntamente. Esa misma Coordinadora es la que organizó estas últimas jornadas feministas de Granada.

Hoy el hecho de ser lesbiana no me dice nada en el aspecto personal, es una orientación más. Pero como lo poco que me queda del Movimiento Feminista tradicional y clásico es «lo personal es político», he comprendido que me encuentro mucho más a gusto definiéndome como persona y que tengo y quiero una identidad política como lesbiana; que la cambiaré según el momento y lugar donde me encuentre; que no me importa la orientación sexual, ni la identidad de género, sino incluir toda la diversidad y pluralidad posible: todas hemos abortado, todas somos lesbianas, todas somos trabajadoras, todas somos putas (uy, perdón, casi todas), todas somos inmigrantes, todas somos trans, todas somos heteros, todas bisexuales, etc.

Pero es imposible avanzar teóricamente en las identidades políticas si el Movimiento Feminista no actúa y sigue callado, no renueva su teoría y se desliga, de una vez por todas, del Feminismo Institucional. No digo que las instituciones no sean necesarias, tienen que seguir realizando su trabajo, pero el feminismo activista y de vanguardia de hace unos años ha sido absorbido por estas instituciones. Todo ello y el cansancio, imagino, han llevado a que en estos últimos años se haya perdido acción en la calle y, sobre todo, frescura en la teoría y en el debate. En las Jornadas que hicimos en Xixón en noviembre de 2009, donde nos juntamos más de 100 feministas lesbianas de 53 organizaciones, en la ponencia sobre Feminismo y Lesbianismo concluimos que algo ocurre para que las lesbianas feministas de cada rincón del Estado, incluida Asturies, expresemos reiteradamente en nuestros espacios un sentimiento de decepción con el Movimiento Feminista. De cada rincón del país nos llegó el sentimiento de que nuestra lucha no es la de todas para una parte importante del mismo. Es decir, una realidad largamente retrasada en la cola de prioridades.

Por ir respondiendo a algo, a estas alturas tampoco me identifico con una identidad lesbiana única, encorsetada y etiquetada, que forma parte de un concepto globalizado de la «comunidad Gay». Como decía Paco Vidarte*, en su Ética Marica:

«¿Constituye una justificación suficiente el hecho de ser gay para no tener que asumir más responsabilidades con la sociedad ni con otro tipo de injusticias que nada tienen que ver con la homofobia? Soy marica, luego estoy salvada. Soy marica, pero me caso. Soy marica, luego exenta de ser solidaria. Soy marica, luego justificada para no preocuparme más que de mi culo. No basta con ser marica para que tu existencia esté justificada. No basta con ser marica para que se te considere un tío legal. No basta con ser pobre, negro, bollera, parado, trans, proleta, sin techo para poder pasar del resto de la gente porque bastante tenemos con ser negros, pobres, maricas como para preocuparnos por los demás, aparte de que no se metan con nosotros…»[1].

Podéis sustituir el sujeto «marica» de la primera parte por «bollera» pero también por «feminista».

Formar parte de una asociación como XEGA (Xente LGTB Astur) ha sido todo un acierto, abrir mis conceptos del feminismo lesbiano o bollero que venía reivindicando −ya me resultaban pobres− y compartirlo con compañerxs, cada unx con sus identidades merece todo el esfuerzo que estamos haciendo algunas feministas lesbianas, junto a las personas trans, gais, bi, etc. Debatir con ellxs sobre masculinidades fue muy enriquecedor. Creo que como identidades políticas vamos bien encaminadxs, pero en Asturies no hay manera de crear puentes con el Movimiento Feminista asturiano. Creo que es urgente y necesaria la interseccionalidad del movimiento LGTB y el Movimiento Feminista: «todas a una» es el camino para un feminismo enriquecedor, integrador y como dijo Justa Montero* y otras colegas en las Jornadas de la CEOF, en Granada, un Movimiento Feminista Inclusivo.

El feminismo clásico debe tomar buena nota de la urgente necesidad de repensar un feminismo diverso que deje de basarse en el heterocentrismo, en el binarismo (hombre/mujer, biológicos) y en los postulados tradicionales. Hace falta ampliar los márgenes para dar cabida a los anhelos y necesidades de un feminismo diverso, articulado, donde las alianzas y puentes entre movimiento LGTB, feministas, inmigrantes, prostitutas, trans, intersex, insurrectxs, etc., −como lo llama Gracia Trujillo*: «los bajos fondos del feminismo»− tomen el protagonismo reclamado y comiencen a estar dentro de la agenda de prioridades de la reivindicación feminista. Aquí me encuentro más a gusto. De las Jornadas Feministas de Granada de hace un año me traje una agradable sorpresa. Seguimos en la brecha, con nuevos feminismos que se están gestando. Una amiga el otro día me preguntó qué es el transfeminismo: pues no sé muy bien qué dirá otra gente, pero para mí es la evolución natural del feminismo.


[1] Vidarte , Paco, (2007), Ética Marica, Madrid, Editorial Egales.