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Presentaciones de La Madeja nº 9: Fronteras

La palabra fronteras nos pone en alerta, nos avisa del precipicio. Si la vinculamos a los feminismos, la combinación nos resulta más perturbadora todavía. ¿Qué fronteras hay dentro de los feminismos?, ¿somos conscientes de todas ellas?, ¿estamos más sensibilizadxs con unas que con otras?, ¿por qué?, ¿son las fronteras intrínsecas a los feminismos? Éstas y otras preguntas, porque fronteras hay muchas, recorren este número de La Madeja que es en realidad ya el décimo.
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Próximas presentaciones

Si tienes interés en organizar una presentación, ponte en contacto con nosotras: lamadeja@localcambalache.org

Ya la hemos presentado en:

14ª Feria del Libro de Cambalache

El viernes 26 de octubre a las 20h. Presentación del libro Las periodistas de la Fronde (La Linterna sorda, 2018). Con Elena Pintado (autora).
La Fronde (‘El Tirachinas’) apareció en París en 1897 y fue el primer periódico francés de amplia tirada (200.000 ejemplares) dirigido y escrito únicamente por mujeres, bajo la dirección y financiación de Marguerite Durand. Además, todo el proceso de creación y distribución del periódico también era realizado por 600 trabajadoras: desde la composición tipográfica, la impresión, la contabilidad, pasando por la publicidad, la distribución y la venta. Las periodistas de La Fronde aparece publicado en la colección Lo que no debe decirse de la editorial La Linterna Sorda. Esta colección está dedicada al pionero periodismo de combate. Las periodistas militantes de mediados del siglo XIX y principios del XX vertieron mucha tinta reclamando la emancipación integral de las mujeres.

El miércoles 7 de noviembre a las 19.30h. Documental LA CIFRA NEGRA de la violencia institucional. (Empatik films, 2018, 84′) Dirección: Ales Payá.
Torturas, malos tratos y otras vulneraciones de derechos humanos se siguen produciendo hoy en el Estado español por parte de funcionarios públicos encargados de la custodia de detenidos y penados. ¿En qué condiciones se tortura en España? ¿Por qué cuesta tanto denunciarlo? ¿Qué consecuencias tiene para las víctimas y para quienes vulneran la ley? Víctimas, abogados, jueces, policías, defensores de los derechos humanos y otros expertos analizan sus causas y apuntan posibles vías de superación de una lacra que pone en entredicho nuestro Estado de derecho.

El jueves 8 de noviembre a las 19.30h. Documental Tarajal. Desmontando la impunidad de la Frontera Sur (Metromuster y el Observatorio DESC, 2016, 80′). Dirección: Xavier Artigas, Xapo Ortega.
Denuncia los hechos ocurridos el 6 de febrero de 2014, cuando al menos 15 personas murieron ahogadas en Ceuta, en la frontera entre España y Marruecos. Un grupo de más de 200 personas migrantes intentaron entrar por la playa del Tarajal y fueron rechazadas por efectivos de la Guardia Civil con balas de goma y botes de humo cuando aún estaban en el mar. El objetivo: reabrir la causa que fue archivada el pasado mes de octubre sin que se haya depurado ninguna responsabilidad policial ni política. El trabajo muestra el testimonio de expertos en el fenómeno migratorio, periodistas, juristas, portavoces policiales, activistas y declaraciones de responsables del Ministerio del Interior, que se contraponen para construir un relato que evidencia las contradicciones y, sobre todo, la sospecha de que no se trata de un simple caso de negligencia policial, sino que responde a una estrategia planificada en la aplicación de las políticas de control migratorio.

El viernes 9 de noviembre a las 20h. Presentación del libro Calais frente a la frontera. Textos y entrevistas (Doble Vínculo, 2018). Con lxs editorxs.
Con la destrucción de la Jungla de Calais en otoño de 2016 y la dispersión de sus ocupantes por toda Francia, el Estado pretendió hacer una acción humanitaria. En realidad, este desplazamiento de población se inscribe en la línea de gestión de la “cuestión migratoria” en la región de Calais, entre el acoso policial y el paternalismo de las asociaciones. Desde hace unos veinte años, de la nave Sangatte al Centro de Retención de Coquelles, de la creación de la jungla de Calais a su desalojo, miles de personas exiliadas se han visto atrapadas frente a la frontera, el último obstáculo antes del Reino Unido. Se recogen aquí sus palabras, así como la de militantes solidarios y solidarias, con la esperanza de que sean de utilidad para las luchas en curso y para las futuras.

El sábado 10 de noviembre a las 12:30h. Cuentacuentos Cuentos en familia. Con Tras la Puerta Títeres.

Contar a las familias, contar con las familias, contar a un familiar, que un familiar te cuente, contar con un familiar. Este juego palabras será la sesión de narración que verás y escucharás. [Recomendado para edades de entre 3 a 10 años]

 

El sábado 10 de noviembre a las 20h. Presentación del libro Panteras negras, al servicio del pueblo: manifiestos y programas de intervención social (Libros Corrientes, 2018) y de la editorial Libros Corrientes. Con lxs editorxs.
Este volumen expone y analiza la ambiciosa estructura de servicio comunitario ideada y llevada a cabo en la medida de las posibilidades en los barrios y guetos del territorio estadounidense desde finales de los años sesenta por el Partido de las Panteras negras. El estilo de vida comunitario, la integración en la comunidad y la concienciación política estaban presentes en la construcción teórica de cada programa. Los textos van precedidos de un capítulo introductorio de la mano de JoNina M. Abron, profesora universitaria, activista, ex-miembro del Partido de las Panteras Negras y última editora del periódico Black Panther.


El miércoles 14 de noviembre a las 19.30h.
Presentación del libro Otra mirada al sistema de salud mental (Editorial Descontrol, 2018). Con dos integrantes de Xarxa Gam (co-autorxs).
A veces perdemos la noción de la realidad, delante de tal situación se nos somete al encierro y el aislamiento entre muros de un hospital psiquiátrico. El llamado ingreso, a menudo es cruel y conlleva la tortura sistemática propia de una institución reaccionaria. Pero la dominación va más allá de estar dentro, también se aplica fuera. Esta «otra mirada al sistema de salud mental» muestra pequeños apuntes de cómo subvertir toda represión y coacción de la institución, que nada tiene de humana, sin un trato respetuoso como sería una terapia sana. Da una pincelada para entender el conflicto y destroza los privilegios de la normatividad. Desde el primer día que fuimos diagnosticadas hasta ahora, nos hemos armado para crear alternativas terapéuticas y en eso estamos, con cada paso buscando soluciones y practicándolas.

El jueves 15 de noviembre a las 19.30h. Presentación de la editorial Wanafrica. Con Oumar Diallo Seydi, coordinador.
Ediciones Wanáfrica nace en 2014 con el objetivo inicial de publicar y dar a conocer, en lengua castellana y en catalán, una selección de obras literarias, escritas originalmente en diferentes estilos en lengua francesa e inglesa como narrativa, ensayo, diccionarios y manuales de lenguas africanas, literatura infantil y cómics, por autores africanos y antillanos, las cuales, pese a su indiscutible interés, son desconocidas por el público español. En 2017 la Editorial decide ampliar su línea de trabajo con la incorporación de los autores y las autoras de origen africano residentes en España, ofreciéndoles de este modo, una posibilidad más de publicar sus trabajos con absoluta libertad y respetando siempre la originalidad de sus obras y pensamiento, tanto en cuanto respecta al lenguaje como al contenido y extensión de las mismas, sin más restricciones que la calidad y el rigor exigible en este sector de actividad y sin discriminación de ningún tipo. Todo ello, con el objetivo de convertirse en editorial de referencia para la diáspora africana afincada en España.

El viernes 16 de noviembre a las 20h. Charla-debate Literatura y memoria. Con Alfons Cervera, autor de La noche en que los Beatles llegaron a Barcelona.
“Ahora, cuando se ha conseguido una cierta recuperación de la memoria de la izquierda negada a muerte por el franquismo y la transición, surge a cada paso la recuperación de la memoria de los vencedores, si no directamente, que a veces también, sí amparada esa recuperación en un nuevo diseño moral de los protagonistas de la historia: los falangistas no fueron tan malos, la guardia civil que hacía chichinas a los del monte y a los del pueblo sospechosos de apoyarles estaban allí pegando tiros obligados por el hambre, las atrocidades las cometían los guerrilleros, en la contienda bélica no hubo vencedores ni vencidos, o sea, todas esas monsergas que el relativismo moral tan en boga está imponiendo en la cultura de este país. Y no, las cosas no pueden ser tan simples ni tan estúpidamente interesadas. La memoria a recuperar es la memoria de un tiempo destrozado y un país no puede andar por ahí con la memoria demediada. Lo que un país se tiene que cuestionar es si el miedo a recordar es una moneda que te sirve para vivir. No se puede vivir con media memoria en un lado y otra media en otro. Se recuerda todo junto y eso será un signo de madurez que tanto necesitamos y que hoy por hoy tanto echamos en falta alguna gente.”

El sábado 17 de noviembre a las 19h. Presentación de la publicación periódica feminista La Madeja nº 9: Fronteras. Con las editoras.
La palabra fronteras nos pone en alerta, nos avisa del precipicio. Si la vinculamos a los feminismos, la combinación nos resulta más inquietante todavía. ¿Qué fronteras hay dentro de los feminismos?, ¿somos conscientes de todas ellas?, ¿estamos más sensibilizadxs con unas que con otras?, ¿por qué?, ¿son las fronteras intrínsecas a los feminismos? Éstas y otras preguntas, porque fronteras hay muchas, recorren este número de La Madeja que es en realidad ya el décimo.

 

Presentaciones del nº 8 de La Madeja: Sexualidades

Después de haber buceado en nuestros miedos, teníamos ganas de un número más alegre y disfrutón. Decidimos entonces abordar las sexualidades –en plural, porque, como nosotras, son diversas– intentando dejar a un lado sus sombras y centrándonos más en el placer, el goce, el erotismo; reivindicando unas relaciones basadas en el consentimiento, el diálogo y el respeto. Pero las sombras se han negado a irse y, una vez que nos ponemos a darle vueltas a la sexualidad, aparecen, una y otra vez. Hay ganas de hablar, aunque también asusta. A quién no le cuesta desnudarse si no hay intimidad, confianza, seguridad… Hablar de sexualidades es abrir una caja de pandora, que nos trae placeres y dolores, y nos enseña que también en esto tenemos que acompañarnos, con cuidado, para aprender juntxs. [descargar en PDF]

Si tienes interés en organizar una presentación, ponte en contacto con nosotras: lamadeja@localcambalache.org

Ya la hemos presentado en:

 

13ª Feria del libro de Cambalache

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sábado 4 de noviembre a las 19h
Presentación de la 13ª feria del libro con proyección documental: Gurumbé. Canciones de tu memoria negra (2016, 72’). Con Miguel Ángel Rosales (director).

viernes 10 de noviembre a las 19h
Charla-debate Tres miradas mujeristas: Aidoo, Emecheta y Nsue, con Marta Sofía López.

viernes 10 de noviembre a las 21h
Presentación del libro de relatos El bombero de Pompeya  (Libros de la Herida, 2017) + pincheo, con Miguel Ángel Argüez (autor) y del poemario Escalones que descienden hacia arriba (Luces de Gálibo, 2017), con David Eloy Rodríguez (autor). [+ pincheo]

el sábado 11 de noviembre a las 12h
Actividad infantil. Encuentro con los libros: La  pequeña gran aventura de la araña Juliana y El libro de los deseos, ambos editados por Libros de la Herida, con David Eloy Rodríguez y Miguel Ángel Argüez (autores).

el sábado 11 de noviembre a las 19h
Presentación del libro: Trincheras permanentes. Intersecciones entre política y cuidados. Con Carolina León (autora).

el sábado 11 de noviembre a las 20.30h
Presentación de la revista feminista La Madeja nº 8: Sexualidades (Cambalache, 2017). Con Irene García Roces, Inés Herrero Riesgo e Irene S. Choya (editoras). [+ cena de traje]

el jueves 16 de noviembre a las 19.30h
Presentación del libro: Las falsas promesas psiquiátricas, La Linterna Sorda, 2017. Con Guillermo Rendueles (autor).

el viernes 17 de noviembre a las 20h
Presentación del libro: Cervantes libertario (Corazones Blindados y Fundación Anselmo Lorenzo, 2016) y Los dibujos del paraíso de las islas. Una utopía libertaria en imágenes OP (CEDCS – VP/Fulminantes, 2015). Con Emilio Sola (autor).  

el sábado 18 de noviembre a las 19h
Encuentro con Pepitas de Calabaza editorial.

el sábado 18 de noviembre a las 20.30h
Presentación del libro: Vidas a la intemperie. Nostalgias y prejuicios sobre el mundo campesino con Marc Badal (autor). [+ pincheo]

el sábado 11 de noviembre a las 22h
Concierto: Antón Menchaca (presentación nuevu discu)

el domingo 26 de noviembre a las 12h en el Teatro Filarmónica
Cierre de la 13 ª Feria del libro. Teatro: Catalina y los bosques de hormigón. La Vereda Teatro.

 

Presentaciones del nº 7 de La Madeja: Miedos

portadamadeja7El número 7 de La Madeja es un monográfico sobre miedos. ¿Cuáles son los miedos que sentimos? ¿Por qué? ¿Qué nos quieren decir? ¿Qué hacemos cuando los sentimos? ¿Cómo los manejamos? ¿Qué tienen que ver los miedos con el poder? ¿Por qué reflexionar sobre ellos desde los feminismos?  Para darle vueltas a estas preguntas, la lectura y el encuentro, el diálogo.

Si tienes interés en organizar una presentación, ponte en contacto con nosotras: lamadeja@localcambalache.org

La Madeja nº 7 Miedos se ha presentado en:
el local cambalache (Oviedo)
la Libélula Huerta (Avilés)
La Revoltosa (Gijón)
Bakakai (Granada)
Traficantes de Sueños (Madrid)
La Repartidora (València)
La Llocura (Mieres)
La Libre (Santander)
Louise Michel (Bilbao)
La Semiente (L’Entregu)
Biblioteca municipal de Binéfar (Huesca)
CSA Kike Mur (Jornadas Anarcofeministas de Zaragoza)
DeTacón (Huesca)
La Otra (Valladolid)
Sestaferia (Gijón)
La Casa Azul (Navia)
Ítaca (Murcia)
La Tejedora (Córdoba)
Sukubo (Gasteiz)
Encuentro con Pikara Magazine: Lo editorial como acción política desde el feminismo (Bilbao)
CSA La Teixidora (Barcelona)
Ret-Marut (León). Organiza: Femicletacción
Charla: Dándole vueltas a los amores, dentro de las Jornadas Marcando Pezón (Valladolid)
local de la CNT de Almería
CS A Galleira (Ourense)
CS A Cova dos Ratos (Vigo). Organizan: Nós Mesmas e PFG.
libraría Lila de Lilith (Compostela)
CS A Comuna. Organiza: Revirada Revista Feminista.
Taller Bohemia (Majadahonda). Organiza: Colectivo MuMa
Fantabulosa, Feria del libro itinerante (Ribadesella)
Jornadas Octubre Rojinegro (Granada)

Próximas presentaciones del nº 6 de La Madeja: Cuidados

portada_Madeja6El último número de La Madeja es un monográfico sobre cuidados. 

Si tenéis interés en organizar una presentación, ponte en contacto con nosotras: lamadeja@localcambalache.org

Lo hemos compartido ya en el T.C.A.T Fuerte Fest (Zaragoza), en nuestro local en Oviedo, en La Revoltosa (Xixón), en OIHUK y Pikara (Bilbo), en el CSA Jaén en Pie invitadas por Comando Sororidad, en La Semiente (L’Entregu), en la librería Bakakai (Granada), en Sukubo (Gasteiz), en La Libre (Santander), en el local de CNT (León) invitadas por Femicletacción, en las I Jornadas de mujer y desigualdad en Llanera, en La Fábrica (Mieres), en La Mala Mujer (Madrid), en Taller Bohemia (Majadahonda) invitadas por el colectivo MuMa,  en La Villana de Vallekas (Madrid), en el Wash-bar Gondomatik (Valladolid),  en la librería La Rossa (Valencia),  en la Feria del libro feminista de Alacant, en La Fuga (Sevilla), en el Ateneo Cultural Ecijano (Écija), en La Casa Azul (Navia), en Ítaca (Murcia), en Aldea de San Miguel (Valladolid), en La Ele (Barcelona) y en La Mínima (Málaga).

También puedes escucharnos en Coordenadas (Radio 3) a partir del minuto 47′ o leer un artículo publicado en Último Cero.

Editorial (La Madeja nº 1)

¡Ya tienes entre tus manos el número 1 de La Madeja! Increíble en estos tiempos que corren, ¿no? Nosotras todavía nos estamos acostumbrando. Aunque ya vamos siendo conscientes de que la imaginación e ilusión iniciales han tomado cuerpo y se han hecho realidad con dos números en seis meses. En este tiempo más de 30 personas han aportado textos, imágenes, diseños, correcciones e ideas; casi 400 han comprado el número 0 –esperamos que lo hayan leído–; muchas nos han animado, se han preocupado por la marcha del proyecto, lo han contado a otra gente…

¿Todo genial? Pues no, claro que no. Queremos contaros algunas de las alegrías y dificultades –habituales por otra parte en cualquier grupo que se junte para llevar a cabo una actividad continuada en el tiempo–. No estamos muy seguras de si narrar estos entresijos es feminista o simplemente una manera de contar diferente, pero creemos que es importante.
Empezamos esta andadura de idear y gestionar la revista tres personas, luego pasamos a ser cinco en un grupo más o menos estable y ahora volvemos a ser tres –no las mismas tres del principio– con posibilidades de llegar a ser una o incluso a la autodisolución. Desde luego que las matemáticas aquí no pintan nada –o casi nada–. Tiene más que ver con que nuestra profesión no es la de editar revistas –ni aspiramos a ello–; unas estudian, otras tienen trabajos precarios, otras migran… y en algunas incluso se dan todas las circunstancias simultáneamente. También está relacionado con la militancia misma en unos movimientos sociales numéricamente mermados y con las características intrínsecas que conllevan la participación en un grupo –en este caso feminista–: uso del poder entre las personas, diferentes perspectivas con respecto a la concordancia entre discursos y prácticas, dificultades en la comunicación interpersonal, (des)afectos, problemas para encontrar tiempos y espacios de confluencia… Esto no es una amenaza de cierre de La Madeja, pero sí un compartir que cuesta mucho esfuerzo personal y colectivo sacar adelante proyectos como éste, que las personas que estamos en ello lo hacemos con mucho gusto y responsabilidad pero que somos humanas, nos cansamos o nuestras circunstancias vitales cambian. Y aquí las matemáticas sí tienen algo que decir: si el grupo de trabajo es de 10 en vez de tres personas, los ires y venires de unas y otras no suponen un cuestionamiento constante de la permanencia del proyecto.

Una de las motivaciones que teníamos era la de conocer a otra gente, dialogar y debatir con ellas desde los feminismos, que la revista sirviera de herramienta de trabajo, que nos ayudara a tejer redes. Tras la experiencia de estos últimos meses, sentimos que la revista ya es un punto de encuentro, una excusa para el debate, un lugar para la reflexión de un número amplio de personas.

También sospechábamos que en esta andadura aprenderíamos muchísimo. Todavía de vez en cuando nos miramos entre satisfechas e incrédulas al ver confirmado ese presentimiento. Creemos que es importante que las personas nos auto-organicemos para decidir y construir nuestros propios procesos de aprendizaje; que vayamos adquiriendo los saberes a la vez que hacemos aquello para lo que queríamos aprender. La Madeja nos parece una buena forma de hacerlo.

Os presentamos aquí un nº 1 con casi las mismas secciones que el anterior –aunque en otro orden–. Seguimos convencidas de los lugares desde los que queremos contar: desde las identidades, las relaciones interpersonales y sociales, los cuerpos, los márgenes, las fronteras, las luchas; y defendemos que ser y estar feminista es ocuparse, denunciar y luchar contra todas las injusticias, no sólo aquellas que soportan las mujeres por el hecho de ser mujeres.
En este número continuamos explorando diferentes formas de contar, la multiplicidad de lenguajes. Quizás por desconocimiento, quizás por intuición; puede que porque algo no nos cuadra y vamos a ver si en espiral lo vemos mejor. Veréis también que ilustramos poco y (nos) preguntamos mucho. Plantarnos ante preguntas nos convierte en sujetos, en protagonistas, en responsables de encontrar respuestas. Formular preguntas es una muestra de curiosidad, de humildad, de disconformidad con mensajes como: “éste es el único camino”, “el gobierno no puede hacer otra cosa” o “hay que trabajar más y ganar menos”.
Precisamente el dossier de este número surge a través de una pregunta. La Madeja es editada por la asociación Cambalache, colectivo social que a lo largo de los últimos años ha realizado junto con otros grupos un trabajo teórico y práctico importante en el tema de las migraciones. De ahí que nos preguntemos qué supone analizar, denunciar, trabajar los procesos migratorios, sus causas y consecuencias desde una perspectiva feminista.

También indagamos en este ejemplar sobre cómo y por qué aprendemos a ser mujeres y hombres, qué estrategias de resistencia social y laboral han tenido las mujeres en diferentes contextos. Investigamos en maneras de situarnos y entrelazar luchas cuando diversas características son motivo de discriminación y concurren en las mismas personas o colectivos, como las dis-capacidades y las orientaciones sexuales. Éstos y otros temas son los que encontraréis en estas páginas.

Esperamos que disfrutéis leyendo la revista, que os anime a seguir o a empezar a ver y a estar en el mundo con perspectiva feminista. Los comentarios, críticas y valoraciones que algunas personas nos habéis comunicado con el nº 0 nos han sido de utilidad, así que nos gustaría que siguierais haciéndolo. Nos encantaría, además, que este proyecto ilusionara a gente con ganas y disponibilidad para construirlo y alargarlo en el tiempo y en el espacio.

Y tú, ¿qué opinas? (La Madeja nº 1)

Esta sección nace con la idea de recoger las opiniones, tanto positivas como negativas, pero siempre respetuosas, de las personas que leéis nuestra revista. El objetivo es fomentar la participación, recogiendo vuestras ideas sobre temas que se aborden en estas páginas, otros que consideréis de interés y también para opinar sobre la propia revista. Es pues un espacio para compartir aprendizajes, experiencias, propuestas…

Hemos pedido a diferentes personas su opinión sobre el tema del dossier de este número a través de la pregunta: ¿Qué significa para ti migrar? Al contestar, inevitablemente se han tenido que poner en la piel de otras personas, sin dejar por ello de hablar de ellas mismas. Éstas son algunas de las respuestas recibidas:

Para mí, migrar significa trasladar tu lugar de residencia; puede ser a un lugar lejano, a otro país, a otra cultura o simplemente a otro barrio o ciudad cercana. Sin embargo en todos los casos significa volver a empezar, ubicarte, descubrir las calles, las personas, los lugares, las costumbres, sentir la añoranza de lo que conocías y la fuerza de las nuevas posibilidades que se abren ante ti. (Beatriz Aijón)

Migrar es dejar atrás tu pueblecito, ciudad, región, país o incluso este mundo en busca de la felicidad.

Para algunos felicidad es un trabajo que les permita hacer realidad su sueño, para otros un plato de comida y un futuro que dar a sus hijos; hay quien migra por amor, quien huye del pasado, quien lo hace por la fuerza y también quien que se quita la vida para viajar a otro mundo más tranquilo.

Migrar es también convertirse en otro, el que se va nunca será el mismo que si se hubiese quedado. Migrar es imaginar, añorar, sufrir, llorar, reír, luchar y para algunos, ser feliz. (Yolanda Macías)

MIGRAR: Es dejar tu tierra, tu familia, tus amig@s, tu vida; para buscar en otro lugar lo que te falta. La causa más común es la falta de solvencia económica, pero existen muchas razones, huir de guerras o persecuciones, por amor, mejora salarial… (Juan Sánchez)

En las migraciones se mueven coordenadas importantes como son las raíces y todo lo relacionado con la identidad. Se pone a prueba la capacidad de adaptación, de buscarse la vida, en otro contexto y en otro idioma, buscando la mejora en las condiciones de la supervivencia, en muchos de los casos.

Migrar, en definitiva, debería -en mi opinión- ser algo que al menos una vez en la vida vivamos todos, aunque sea como en mi caso desde al comodidad de este lado occidental de Europa. Nos regalaría algo más de tolerancia en esta aldea supuestamente global, pero donde las diferencias cada vez abren una brecha mas profunda entre los primeros y los últimos mundos. (María Navarro)

Yo migré con muchísima ganas de hacerlo y porque quise, y aún así, al principio fue durillo, así que me imagino que quien lo haga por obligación o a disgusto tiene que pasarlo realmente mal. (Noemí Caldevilla)

Migrar, cambiar de residencia a otra región o país, buscando la oportunidad de mejorar la situación. Creo que para comprender bien a los que migran hay que haberlo experimentado personalmente. (Miguel)

Nuestro malestar sin nombre (La Madeja nº 1)

Irene S. Choya[1]

el-malestar-sin-nombre_1El malestar sin nombre. O el problema que no tiene nombre. Algo así dijo Betty Friedan en los años sesenta para explicar lo que les pasaba a muchas mujeres norteamericanas que tenían todo lo que habían soñado –marido, ser madres, una bonita casa…– y, sin embargo, sentían una especie de vacío[2]. Y algo así tal vez tengamos que utilizar algunas de nosotras para explicar lo que nos pasa.

Tenemos un empleo –seguramente no aquel con el que soñamos, pero al menos uno– y vidas interesantes llenas de actividad –a veces, incluso frenética actividad– y, sin embargo, sentimos una especie de vacío. Ken Bugul[3], después de conocer lo que le ofrece a una mujer el mundo occidental, lo resuelve volviendo al harén. Pero nosotras no tenemos un harén al que volver… ¿O es el tener pareja, ser madre y una casa bonita nuestro harén? ¿Queremos volver a aquello de lo que huimos? Ni siquiera lo conocimos, pero tal vez crecimos con ese anhelo y de eso sí huimos, pues a nosotras también nos enseñaron a soñar con un príncipe azul al que cuidar[4]. Sabemos que está dentro de nosotras y eso nos asusta. No sólo lo vemos en “las otras”, en las que han cumplido con “la norma”. Lo observamos en nosotras mismas, en pequeños detalles que nos traicionan. Y entonces nos enfadamos. No nos entendemos. No sabemos quiénes somos. Solemos taparlo, esconderlo, con un poco de actividad y con mucho de discurso, o al revés. Pero está ahí. Y duele. Y lo vivimos como si fuera un fallo, como si no fuésemos tan perfectas como quisiéramos. Y nos preguntamos por qué esas incoherencias, esas contradicciones. Nosotras que tenemos claro lo que queremos, o al menos lo que no queremos.

el-malestar-sin-nombre_2A veces nos lanzamos desbocadas a la búsqueda de alternativas, a inventar relaciones y afectos no escritos, a nadar contracorriente. A veces nos quedamos paralizadas por el miedo, negándonos la posibilidad de lo desconocido y la certeza de lo conocido[5]. Pero siempre sufrimos. Siempre nos sentimos culpables porque no somos lo que deberíamos: ni las mujeres que no quisimos ser, ni las que soñamos.

Y, como aquellas mujeres de las que hablaba Betty Friedan, lo vivimos como un problema individual. Algo que es mejor no contar porque es mostrar una fisura en nuestro bien construido armazón de “mujer feminista”. Pero ahora, como entonces, el problema no es individual, es colectivo, es político. Nos hemos construido contra el modelo establecido, siempre luchando contra normas, roles, estereotipos. Derrochando energía para demostrar que podíamos ser de otra manera. Y, por el camino, nos olvidamos de mirar en nuestro interior y de alimentarlo. Luchar cansa mucho y no tenemos el “reposo de la guerrera”, porque la lucha, esta vez, sí que no diferencia tiempos y espacios. Y nos agotamos. Y nos sentimos vacías. Y nuestro cuerpo se rebela y reclama atención. Y no tenemos herramientas para escucharnos en esos otros lenguajes, que también son nuestros. Como no tenemos apenas modelos de las mujeres que queremos ser o de las relaciones que queremos tener.

Y va siendo hora de parar y construir desde nosotras mismas, escuchándonos de verdad, con nuestras contradicciones y nuestros miedos, confiando en que sabremos encontrar caminos o crearlos, sin pretender explicarlo todo, sin tener que rendir cuentas más que a nuestro propio deseo de ser otras, más libres, pero también más felices, sí[6]. Pero así, en plural, de la mano de las otras, porque esta tarea sólo puede ser colectiva.


[1] El borrador de este texto lo escribí del tirón el 18 de septiembre de 2009, en un avión que me llevaba de Asturias a Tenerife, tras una interesante conversación con una amiga y al encuentro de otra con la que también compartí muchos ratos en los que nos contamos, nos construimos nosotras mismas. Lo he revisado un año después con las aportaciones que me han regalado buenas amigas; aprovecho para darles las gracias por ellas.

[2] Evidentemente, ese sueño había sido construido a conciencia: esas mujeres habían sido educadas para casarse, ser madres y mantener la estabilidad emocional del hogar, es decir, para ser “las perfectas amas de casa”. FRIEDAN, Betty (1963) La mística de la feminidad, reeditado en castellano en 2009 por Cátedra.

[3] BUGUL, Ken (1982) El baobab que enloqueció y (1999) Riwan o el camino de arena, publicados en castellano en 2002 y 2005, respectivamente, por la editorial Zanzíbar.

[4] A nosotras nos ofrecieron un modelo muy “completo”: estudiar y tener un empleo, tener pareja, ser buenas madres, estar siempre guapas y delgadas, disfrutar del tiempo de ocio (es decir, consumir), etc., etc. Marcela Lagarde, en este sentido, dice que los mandatos de género no han variado tanto, sino que se han ampliado, de forma que es imposible cumplirlos. En la misma línea, aunque no lo hayan escrito nunca, muchas de nuestras abuelas nos dicen que ellas lo tenían más fácil que nosotras, porque no había que hacer/ser tantas cosas.

[5] Esta frase, que tanto dice, es de Ana García Fernández.

[6] Me ha costado mucho escribir esta palabra: “felices”. Nieves Muriel, en las últimas jornadas feministas en Granada, recogía una pregunta que una vez lanzó a sus alumnas Luisa Muraro y nos invitaba también a jugar: “¿Pensar os hace felices? ¿Es esta una pregunta, de esas que como el viento abre la puerta todo el rato de la cocina en la que trajino?”. Nos da incluso una pista de la mano de Simone Weil: “A veces hay que hacer violencia al pensamiento; a veces, inmovilizar el cuerpo y dejar que el pensamiento se agote. Pero hay que preparar al cuerpo para que no escuche sino a la parte superior del alma”. Lo curioso, sin embargo, es que el viento abría la puerta de mi cocina no para darle vueltas a cómo hacerlo si no para golpearme en la cara con una pregunta previa: ¿es “lícito” querer ser feliz? (Podéis encontrar el texto en: http://www.feministas.org)

Desaprendizajes [6 retales] (La Madeja nº 1)

Carmen Camacho

desaprendizajes_1

Erais vosotras más pueblo que nadie (¿no fue al
someteros los Hijos del Señor a Su Ley como empezó esta
desgraciada Historia?), erais vosotras la riqueza, más que
todos los tesoros de las minas y los mares.
Agustín García Calvo

la abuela acaba de llamarme: bajé a la plaza / ya son las fiestas / hacía años
que no pasaba por la calle Llana / lo vi en el escaparate / te lo he comprado /
precioso y beige, / flores chillonas, / un mantón de Manila.

comienza el juego. tejemos clandestinas:

hay un vínculo, sutil, tan mudísimo que de él me cuesta hablar. nunca
tuvo palabras, apenas símbolos, esta trabazón de las nosotras. veréis: sucede
que algo se esconde debajo de sus mantones y sus tocas, que algo por debajo
embozan, envuelven. y me lo dan. yo tengo:

· 1·

la toca malva de las noches ídem de la madre del padre, y el frío que fue
recogiendo por las calles cuando salía a deshoras con la perra a buscar a sus
varones.
por más que la lavo no se le va la noche.

desaprendizajes_2

· 2·

rojo, negro, amarillo, verde. los colores salvajes con los que la hermana
del padre airea su luto, ríe sin falta, da. hace de un cuadrado un rombo, lo
dobla y se inventa el triángulo, me lo arrebuja en los hombros para continuar,
con proporción áurea, cagándose en la geometría. en la geometría y en la
gramática: que a la par que teje se deslengua. dice verdad, o lo que es igual,
miente al idioma oficial del Imperio. sabe más rica su lengua.

· 3·

con tiza azul, no sé cómo se llama, tiza azul, será, no sé, digo yo. ignoro
terriblemente cosas demasiado importantes: los puntos cardinales, la fecha
de la fruta, qué hacer con este amor, la flor de la pimienta. la hermana de
la madre de la madre y su hermana, la madre de la madre, la del mantón
de Manila, el dolor en la rodilla si vienen nublos, mis ellas, sí que saben. de
pequeñas se escondieron de la guerra en una huerta. saben matar el chivo,
hacer jabón y plantar cuando anochece. pues ellas, con tiza azul y un retal,
cortaron mis disfraces.
fui caperucita, el arlequín, dulcinea, la flor.
pero lo que de verdad les gustaba era verme de mamarracha,
sólo en privado, solas en privado. nos disfrazábamos.
risa y pudor les diera saber que estoy contando.

desaprendizajes_3

· 4·

el mantón de Manila, hoy. ni a tu madre ni a tu abuelo ni a nadie. que te lo
compraste tú. pordiós, que no se vayan a enterar. la madre de la madre habla
conmigo a través de pequeños actos subversivos. sola no pudo con el Señor
que manda en su cuerpo y su destino. ni ella ni ninguna. consiguió hacer de la
religión superstición, de su hombre su pena, del dinero escondrijos con los que
comprarme esta mañana un mantón de Manila. ya es bastante.
con él me regala planes furtivos, coartadas fundadoras, escaramuzas por
teléfono: dónde lo esconde, cómo lo recojo, cuándo voy. cómo lo hacemos.
y un territorio liberado, de pájaros exóticos, rosas rojas, violetas violeta.
beige.

· 5·

la madre. la madre directa de la hija que no sé si soy, cuando mira un
echarpe, ve un echarpe.

desaprendizajes_4

· 6·

yo tengo los ojos llenos de arena. atrofiadas las sentideras de la parte
izquierda.
aún así, ahí voy. trato de entender cuál es mi parte entre ellas todas.
para hacer, deshago,
pero honro al hilo leve.
desbarato de la labor su silencio,
pero no grito.
beso las costuras, agradezco el secreto
pero no callo:
desnuda soy menos obvia.

Aprender a «ser hombre». Voces encarnadas (La Madeja nº 1)

«No se qué se define como
masculino. Pero aquellos
elementos como robustez,
insensibilidad, practicidad,
resistencia, vigor y tantos otros
que suelen emplearse para
definir la masculinidad, caen
obsoletos frente a la lucidez de la
cotidianeidad.»

«Creemos que el feminismo es una teoría política que propone un cambio de la sociedad en la que vivimos y que cuestiona las bases mismas que estructuran dicha sociedad. Tales bases han discriminado tradicionalmente a la mitad de la población: las mujeres, por su sexo, colocándolas en una situación de desigualdad frente a los hombres e imponiéndoles roles que en muchas ocasiones ellas mismas reproducen. Pero este sistema encierra igualmente a los hombres en unos roles que también hay que cuestionar».

Eso escribíamos en el editorial del número 0 de La Madeja. Muchas mujeres, además, hemos cuestionado y nos hemos rebelado frente a los roles que sentimos nos han impuesto por y para «ser mujeres»; tantas y con tanta fuerza, que las ideas y las prácticas de lo que es «ser mujer» han cambiado –al menos en parte–. Dado que convivimos cotidianamente con los hombres –la otra mitad de la población–, pensamos que «algo» les tiene que haber removido a ellos, y que tienen que producirse cambios en los significados y experiencias de «ser hombre» por necesidad y por deseabilidad. En este sentido, en las últimas décadas se han organizado algunos grupos de hombres para trabajar y reflexionar sobre el tema de las «nuevas masculinidades».

Queremos empezar a tratar el tema de las masculinidades dirigiéndonos a hombres queridos, cotidianos en nuestras vidas. Nos preguntamos si nos cuesta lo mismo hablar de los cambios de roles e identidades, qué han pensado y cambiado, qué tenemos las mujeres que ver en esos procesos. Éstas son las preguntas que les lanzamos, pidiéndoles que hablaran desde lo vivencial –algo a lo que en general estamos más acostumbradas las mujeres–, y que no dejaran mucho tiempo para la reflexión –en parte para que no les entrara el miedo, en parte para que contaran desde la emoción–.

¿Cómo sientes que te han enseñado a ser hombre? ¿Qué mandatos de género has tenido? ¿En qué te has distanciado? ¿En qué no? ¿En qué querrías distanciarte?


«Me cuesta distanciarme y pensar en cómo me han enseñado a ser hombre. Un aspecto destacable, quizá el que más, es la sexualidad: mucho sexo, muchas relaciones, mucha experiencia… En otro orden de cosas, el llevar la voz cantante, el cuidar más que ser cuidado. Con el tiempo me he distanciado de algunas de estas cosas, aunque más que un proceso constante, creo que se trata más de algo irregular, muy sujeto al entorno concreto (el espacio, las relaciones sociales) en el que uno se ve inmerso. Lo que más me sigue costando, sin embargo, es dar el corte cuando, en el curso de una conversación, alguien hace un comentario machista. Me gustaría distanciarme más en ese aspecto, ser más firme, más rotundo».


«Creo que me han enseñado a ser hombre de forma tradicional y con los dos roles (masculino y femenino) bien diferenciados, pero con algún elemento progresista. Por ejemplo, en lo que se refiere a tareas domésticas, tanto hombres como mujeres participábamos en ellas (limpieza, cocina, bricolaje, etc.). Mandatos de género he tenido muchos, tanto de tipo actitudinal como de aspecto y presencia. Por ejemplo, siempre supe que si hubiese querido tener el pelo largo o ponerme un pendiente no iba a ser bien visto y originaría un conflicto. Así todo, en mi familia, los mandatos de género siempre han sido más estrictos para las mujeres que para los hombres. Me he distanciado totalmente en la segregación de tareas, aficiones y gustos, etc. en función del sexo del individuo. Así todo, la educación recibida te deja un ‘poso’ que hace que determinadas actitudes o estéticas aún me llamen la atención, y me gustaría que dejaran de hacerlo. Por ejemplo, ante expresiones de afecto públicas de parejas homosexuales o un punk al mejor estilo de los 80, ¡pues me suelo quedar mirando como si fueran extraterrestres!».


«Algunos mandatos de género que he percibido, algunas preguntas que me surgen:
–El color de la ropa, aunque yo de eso no me acuerdo, ¡bueno, sí! ¡de los mandilones de la guarde sí que me acuerdo! Sí, la guarde, que entrañable, ya con sus baños separados para niños y niñas…
–Los juguetes: G-Joe´s vs. Barbies. Todo un clásico. Yo de eso me libré algo más, pero no del todo, evidentemente.
–En mi caso, compartiendo habitación con mi hermano: ¿por qué no con mi hermana o rotando cada cierto tiempo?
–Las relaciones con la familia, con los amigos, lo que veía en la tele -que de pequeño la veía, y mucho-, la publicidad.
–Las relaciones que veía (y que sigo viendo) entre homosexualidad y falta de ‘hombría’. Por cierto: ¿hay equivalente a la palabra hombría para las mujeres? ¿Tiene el mismo sentido de orgullo que pueda tener hombría?».


«Como muchos, pienso que durante mi niñez y pubertad temprana la moral católica y la negligencia familiar me hicieron un adolescente temeroso. Como a muchos, el conocimiento de mi cuerpo y sus alcances me fueron dados gracias a la curiosidad. (…) Como a muchos, la sexualidad me tomó desprevenido. La caudalosa libido hacía sus gracias y yo me preguntaba. Las respuestas llegan muchos años después (…). Cómo muchos, vivo incómodo en este sistema. Veo a mi alrededor que la teoría de la tuerca y el tornillo que supe aprender adolece de ceguera, de malversación y de falacia. Como muchos, veo que el placer no es unívoco, no es legal, no es derecho.

No sé qué se define como masculino. Pero aquellos elementos como robustez, insensibilidad, practicidad, resistencia, vigor y tantos otros que suelen emplearse para definir la masculinidad, caen obsoletos frente a la lucidez de la cotidianeidad».


«Enseñanza: ser hombre.
Bueno, fácil: educación en escuela masculina, instituto masculino, servicio militar masculino… total: 20 años de educación exclusivamente masculina.
Mandatos de género.
Si te cruzas por una acera con una mujer de la edad que sea y llueve, déjale la parte protegida de la susodicha acera y con gran caballerosidad sal a la intemperie y sus charcos. Es más, si la fémina en cuestión ha de cruzar la acera, apresúrate a quitarte la chaqueta y tenderla límpidamente sobre el charco para que pueda atravesar la calle sin mancharse ni una pizca los zapatos. Si vas en un barco y comienza a hundirse, los niños y las mujeres primero. Si vas en coche con mujeres y pinchas el marrón del pinchazo es cosa tuya».


«Cuando trato de encontrar recuerdos (…) me doy cuenta de que no tengo la sensación de una presión continua familiar o social, un agobio permanente respecto a cómo debía comportarme para ser ‘un hombre’. Supongo que esto puede significar que no he tenido una presión ‘especial’, aunque también puede implicar –glub– que haya (…) naturalizado conductas, valores… que me resultaban ‘normales’.

Una situación que enseguida se me aparece al pensar sobre ello: comida familiar, de familia extensa. Roles de hombres y mujeres. Ellos copando la conversación, hablando de política, de fútbol y, sobre todo, siendo graciosos. Ellas pendientes de niñas y niños. Ellos cocinando viandas especiales, ellas haciendo el trabajo sucio de cocina y fregada. Siento la ansiedad adolescente de participar en la conversación masculina, de ser también gracioso, de copar la atención de todos y todas, en esa competición por ser protagonistas de la comida. También me hago consciente de ello, me siento mal y, con el paso de los años, desarrollo estrategias para romper con ese esquema. La más eficaz, colocarme en la mesa de niñas y niños: es mucho más fácil no competir en esa mesa que en la de las personas adultas. Participar en el ‘trabajo sucio’, casi siempre con las mujeres, es otra buena manera de romper con los roles asignados.

Otro ejemplo especialmente crudo. Advertencia paterna por desarrollar una relación especial con otro hombre, durante mi adolescencia, que me doblaba la edad. Una relación ‘rara’, poco convencional, entre un niño adolescente y un adulto. ¡Te pasas el día con ese chico! ¿Y cuál es el problema? ¡Qué van a pensar… ya sabes lo que van a pensar! No, no lo sé. ¡Pues que sois maricas! Nunca hubiera anticipado esa reacción de mi padre, ni se volvió a repetir nunca más».

Migraciones (La Madeja nº 1)

Relato de un camino: una perspectiva feminista de las migraciones

Cuando decidimos que el tema central de este número fueran las migraciones, nos surgieron muchas preguntas: ¿qué significaba una mirada feminista de las migraciones?, ¿hablar sólo de la situación de las mujeres migrantes, del lugar que ocupamos en los procesos migratorios?, ¿o hablar también y particularmente de la situación de las mujeres migrantes?; ¿qué significaba para nosotras, mujeres feministas de aquí y de allí, el encuentro con otras mujeres?; ¿dónde queda la teoría?, ¿en qué medida nos ayuda a construir discursos y prácticas feministas acerca de las migraciones? En fin, ¿qué podíamos decir nosotras sobre las migraciones? Y sobre todo… ¿cómo íbamos a decirlo?

Las decisiones fueron tomadas colectivamente e implicaron, por ello, mucho tiempo de reflexión sobre las palabras, las perspectivas, los números – «a veces también importan»–, las tonalidades, etc. Hablar de las migraciones suponía hablar de los motivos macro, es decir, de las circunstancias políticoeconómicas que producen los procesos migratorios: se trata justamente del ciclo de (re)producción capitalista, pero no sólo de bienes de consumo para las personas, sino también de personas como bienes de consumo. La mirada que intentamos construir supone, para nosotras, un análisis crítico de la sociedad capitalista globalizada en la que vivimos, una sociedad en la que es necesaria la existencia de personas que, por no tener nada más que intercambiar, sólo tienen su propia vida, su fuerza de trabajo, con la que pagarán el precio necesario para la supervivencia. Denunciar esta realidad fue uno de los motivos que nos llevó a plantear este dossier.

Las palabras y los estilos: cambio de perspectivas…

Como pensamos que las palabras también construyen la realidad, decidimos hablar no sólo de inmigraciones, sino de migraciones. Este matiz nos permitía cambiar la perspectiva, dibujar cartografías no centralizadas –repitiendo historias, contando desde el centro lo que está en la periferia– desde las que abordaríamos los tránsitos geográficos en ambas direcciones: las inmigraciones siempre suponen emigraciones. Intentamos hacerlo desde una mirada histórica, geográfica y políticamente situada, es decir, asumiendo el contexto desde el que escribimos. Por ello, mayoritariamente, los textos giran alrededor de la realidad de las personas inmigrantes, es decir, de las circunstancias en las que viven en el Estado español. Pero también quisimos tener en cuenta el significado que tiene para ellas dejar su lugar de origen y el análisis de esas realidades previas. Se estableció de esta manera un laberinto de palabras cruzadas, frente a las que nos sentimos interpeladas. Pero… ¿cómo contaríamos esta pluralidad de enfoques?

Una vez más, la elección fue la diversidad de estilos. Las palabras, entonces, recorrieron espacios poéticos, académicos, periodísticos y también estadísticos. Digamos que intentamos construir esta mirada multifocalmente. Por ello, encontrarán en el dossier no sólo los análisis y reflexiones sobre los que vienen trabajando algunas compañeras, sino también, las observaciones e impresiones que otras tenemos de la experiencia de migrar. En este sentido, creemos que una mirada feminista implica pasar del análisis macropolítico a las historias particulares de quienes (so)portan estas realidades, porque sólo así es posible sentir, (re)conocernos en las mismas. Encarnar las historias impide desviar la mirada. Como dice Eva Martínez: «Cada día se hace más difícil –debe hacerse más difícil– continuar con nuestra vida cotidiana: caminar tranquilamente por las calles, tomarnos algo en un bar, coger un autobús, sabiendo que ese vendedor ambulante que nos ofrece películas en la plaza o en el bar puede ser detenido en cualquier momento o que subirse a un autobús puede significar un viaje directo al CIE para cualquiera que no tenga papeles»*.

Hablar desde una mirada feminista supone, por supuesto, hablar de mujeres, de quienes salen menos en los medios y las estadísticas. Hablar de mujeres es no sólo hablar de aquellas que llegan al Estado y que son invisibilizadas desde las estadísticas oficiales –por trabajar en el servicio doméstico, la prostitución y, en general, en los cuidados−, sino también, de las mujeres que se quedan allá, de aquellas compañeras –madres, hermanas, hijas mayores, tías, vecinas, etc.– que sostienen las migraciones de hombres y mujeres. Pero creemos, además, que pensar esta problemática desde una perspectiva feminista es también hablar de hombres: de sus propios caminos, de sus preguntas y dificultades, de sus situaciones; de cómo, a veces, también realizan trabajos de cuidados, no sólo como trabajos asalariados, sino también como modo de ocupar(se) de esas tareas que ya no pueden realizar las mujeres. ¿Supondrá esto cambios en los roles de género?

Los encuentros y las migraciones de los feminismos

Las migraciones producen encuentros y desencuentros inevitables. Encuentros de mujeres que venimos de latitudes, culturas, y realidades distintas; que hemos crecido de diferentes maneras y hemos, cada una, optado por un modo posible de hacer frente a nuestras circunstancias. En el encuentro, estas diferencias salen a la luz interpelando nuestras historias y reivindicaciones.

Se trata, entonces, de cómo nos encontramos, de qué hacemos, sentimos, sufrimos cuando estamos junto a otras. Los feminismos pueden y deben pensar acerca de estos encuentros con otras que nos traen su mundo al nuestro. Habrá que transmigrar en los saberes de aquí y de allá, inventando espacios que nos permitan seguir construyendo un modo posible de estar juntas.

* MARTÍNEZ, Eva (2010), «Prólogo» en Romero, Eduardo, Un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial. Migraciones, fronteras y capitalismo, Oviedo, Editorial Cambalache.

Las migraciones y la huida de la(s) crisis (La Madeja nº 1)

Eduardo Romero

De este lado de la valla que separa frica de Europa, de este lado del control policial que limita América Latina y la UE, la crisis ha podido presentarse como un hecho de carácter temporal
–incluso efímero – y, sobre todo, como una anomalía fruto de los excesos. Medio siglo de continua expansión del consumo de masas en esta pequeña porción del planeta y de disolución –en plena bacanal de imágenes y de tecnologías «informativas»– de la memoria histórica de los pueblos, han generalizado la ridícula impresión de que el crecimiento económico y el aumento del «nivel de vida» del conjunto de la población iban de la mano y, además, eran «para toda la vida».

Sin embargo, lo anómalo y extraordinario era precisamente esa expansión aparentemente sin límites, iniciada a partir de los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial –matar millones de personas y devastar países enteros es un estupendo punto de partida para comenzar a hacer negocios– y prolongada mediante la aceleración de la destrucción ecológica del planeta, la intensificación de la explotación de los seres humanos, el consumo de los ingresos futuros (hipotecas, grandes obras públicas, etc.) y, por supuesto, nuevas aventuras bélicas capaces de acabar con población y capitales «sobrantes», además de garantizar recursos estratégicos a las grandes potencias capitalistas.

Para retrasar la crisis en Europa y en Estados Unidos, fue necesario expandir y profundizar esta destrucción ecológica y social en otras partes del planeta; mejor digamos: en la mayor parte del planeta. Una de las principales consecuencias de este proceso ha consistido en que cada vez es más anómalo entre la población mundial un ¿derecho? que quizás hayamos dado por sentado demasiado rápido: el de vivir en la propia casa. Y con la palabra casa no me refiero a una vivienda, más o menos digna, sino a la casa a la que se refiere mi amigo Abdel –que no la ha visto desde hace siete años; ahora tiene 19– cuando dice: «aunque sólo sea por unos días, necesito volver a casa».

Poder vivir en casa es una experiencia cada vez más restringida. Así que las migraciones –que también se nos han presentado como hechos extraordinarios fruto de «efectos llamada»– son, al igual que las crisis, la «normalidad» del capitalismo. Basta una pequeña dosis de memoria para corroborarlo: hoy hay casi seis millones de inmigrantes en el Estado español, pero hace apenas medio siglo, en una sola década –la de los años 60– tres millones de personas emigraban del campo a la ciudad en el Estado español y más de un millón se dirigía a otros países de Europa. Sin millones de personas dispuestas a convertirse –por las buenas o por las malas– en una fuerza de trabajo barata y servicial, la historia de la Unión Europea hubiera sido otra. Sin millones de personas aterrorizadas por los Centros de Internamiento de Extranjeros, las redadas racistas y las deportaciones, dispuestas por tanto a trabajar en condiciones  impensables para buena parte de la población autóctona, el crecimiento económico del Estado español entre 1994 y 2007 hubiera quedado en suspenso.

Si ampliamos nuestra mirada al conjunto de la historia del capitalismo, comprobaremos que los orígenes del mismo están íntimamente ligados a la desposesión de poblaciones enteras, principalmente comunidades campesinas, impelidas a emigrar para salvar la vida. Por otro lado, la continua expansión de la población urbana, que hoy en día es casi tanta como la rural, es un síntoma de que los procesos de «acumulación originaria» no se limitan a los orígenes históricos del capitalismo; por el contrario, están plenamente vigentes y son una de las causas principales de que las migraciones interiores –del campo a la ciudad, de territorios ecológicamente devastados a otros menos degradados, de zonas de guerra a territorios libres de conflictos bélicos– son los movimientos de población más numerosos hoy en día.

Poder vivir en casa es una experiencia cada vez más restringida. Así que las migraciones –que también se nos han presentado como hechos extraordinarios fruto de «efectos llamada»– son, al igual que las crisis, la «normalidad» del capitalismo.

Por diversos motivos, el papel de las mujeres siempre ha sido relevante en las migraciones bajo el capitalismo, y probablemente su importancia no ha hecho sino acentuarse. Su posición subordinada a los hombres respecto a los derechos de propiedad no solamente ha provocado su marginación a las peores tierras o la prolongación de su jornada laboral hasta la extenuación para suplir el trabajo de los hombres, reclutados para los cultivos comerciales o emigrantes a las ciudades; sino que muchas mujeres han encabezado el éxodo hacia las
áreas urbanas: a finales del siglo XIII en Europa –como señala Silvia Federici en su libro
Calibán y la bruja– pero también a principios del siglo XXI, desplazadas por los monocultivos
comerciales y «atraídas» por la expansión de la economía informal y los servicios en las gigantescas conurbaciones de las periferias.

El protagonismo de las mujeres en las migraciones internacionales remite a procesos, en las periferias y en los países capitalistas «avanzados», claves en el desarrollo crítico del capitalismo: el colapso de las ciudades periféricas empuja a muchas mujeres –generalmente principales o únicas proveedoras de recursos para sostener a sus familias– a aventurarse al periplo de la migración transoceánica, dejando atrás a abuelas o hijas a cargo de las personas dependientes de la familia. Este movimiento no sería posible sin la concurrencia de un proceso complementario en los países «centrales»: sus mercados de trabajo están ávidos de mujeres jóvenes dispuestas a ocupar empleos en sectores vinculados al trabajo de cuidados, condición necesaria para que las mujeres autóctonas se incorporen masivamente al trabajo asalariado; y sus gobernantes y empresarios codician la llegada de mujeres inmigrantes que contrarresten –aunque sea parcialmente– la tendencia de las mujeres autóctonas a tener
menor descendencia*: el envejecimiento y la disminución de la población activa no son una amenaza menor para el capital europeo.

Romper con los límites ecológicos y humanos es tarea conocida por el capital, que desearía que las mujeres europeas pariesen hijas e hijos a la vez que se incorporan a los tramos más precarios del trabajo asalariado, y además siguiesen cargando con todo el trabajo de cuidados del que se pueden desentender los hombres. Por el momento las migraciones son, también, otra huida hacia delante para contener esta crisis.

*No es que las mujeres europeas consideren «necesariamente» que la maternidad es una cosa
del pasado, una desgracia o una esclavitud; pero quizás se es esclava cuando además de ser
madre debes trabajar 40, 50 ó 60 horas a la semana a cambio de un salario.

Tierra de frontera (La Madeja nº 1)

Laura Casielles

Los dueños de las puertas son enemigos nuestros
es una mierda eso que dicen de que no hay enemigos
a cada centímetro que avanzamos
conocemos a un nuevo enemigo
y los más antiguos que tengo
son los dueños de las puertas.
(Pedro del Pozo)

-I-

En Yacoub Al Mansour, al final de la cuesta se puede ver el mar. Por lo demás, hay un jardín donde suenan los djembés y un restaurante que este viernes va a preparar cuscús a la manera de Senegal.

En el primer centro de acogida a migrantes del país, que se alza como una fortaleza en el corazón del barrio, nos dicen: «lo que tradicionalmente querían estas personas era llegar a Europa, pero cada vez más gente se queda a vivir aquí, así que lo importante es que la población inmigrante y la marroquí se conozcan».

Cuesta abajo, al final de las calles, sigue estando el mar.
Hay quien continúa viéndolo como la puerta para irse.
Hay quien empieza a mirarlo para ver llegar.

-II-

«Una de las cosas que hace que los jóvenes mantengan el deseo de irse es que saben, a una edad temprana y con carácter irreversible, que nunca tendrán el derecho de ir a Europa. Cualquier niño sueña que va a ir a un partido de su equipo en Barcelona, que se va a hacer una foto con la torre Eiffel: pero a él se le priva del sueño. Les llega la misma información, las mismas películas, los mismos productos que invaden los mercados, y todos dicen: ‘globalización, el mundo es pequeño. Pero tú no, tú no puedes viajar’.

(…)

Esto es así, pero también hay que preguntarse: ¿qué pasa en un país para que nadie se quiera quedar?»

(Amina Bargach, psiquiatra, entrevistada durante un encuentro profesional sobre menores migrantes. Julio de 2010)

-III-

tierra-de-frontera_1 tierra-de-frontera_2

La tribu de Fatna, la de los bereberes Ait Sgugu, vive del pastoreo al pie de las montañas en Azaghar, en unas tierras que por tradición les pertenecen de manera colectiva. Ahora, un proyecto del Ministerio de Agricultura pretende cultivar allí una planta llamada atriplex.

(Viven del campo: el convenio dice que va a crear empleo en el campo. El bosque es su país: el convenio dice que va a proteger el bosque. En sus casas no hay nada superfluo: el convenio dice que va a hacer las tierras rentables.)

Junto al fuego, lejos de donde discuten a gritos los representantes de la comuna con los delegados que han venido de la ciudad, Fatna nos dice que durante los cinco años que la planta tarda en crecer, quinientas familias se quedarán sin pasto para las ovejas y vacas que son su único sustento. Nos cuenta en secreto que, desde que se negaron, cada semana un coche de policía corta la única carretera que lleva al pueblo, para que no pueda llegar el camión con el que van al zoco más cercano a cambiar leche por verduras, lana por jabón.

«El proyecto los condena a irse a la ciudad, donde, como no tienen nada, tendrán que vivir en los barrios de chabolas, en los que nacen la pobreza y la delincuencia», explica nuestro traductor. «Si se implanta, ¿de qué sirve que hagan luego aquí una escuela o una carretera? La gente ya se habrá tenido que ir».

– IV –

Al norte, al sur, al este, al oeste, en las ciudades y las aldeas, sobre los chamizos y en lo alto de los inmuebles, un mar de parabólicas ha cubierto el país.

Dicen las abuelas que antes se podía recorrer la ciudad entera saltando de terraza en terraza.

Ahora lo que es realmente fácil es saltar de Eurosport a la MTV.

-V-

La revista de prensa deja sobre la mesa un fardo de pájaros muertos.
Diario Aujourd’hui, 3 de septiembre de 2010:

Lo que cambia para la mujer durante el ramadán
Además del aspecto vestimentario, la mujer marroquí tiene durante el mes de Ramadán un gran cambio en sus costumbres: dormir poco y esforzarse mucho para ocuparse mejor de sus tareas domésticas. (…) Ella sabe que tiene la misión de mantener un ambiente cálido y festivo en su hogar. (…) «No encuentro las palabras para explicar mi alegría por encontrarme, tras la ruptura del ayuno, acompañada de mi familia y saboreando los platos que he preparado para ellos». (…) Pese al aumento de sus tareas domésticas durante el Ramadán, la mayoría de las mujeres afirman que no tienen queja, porque el mes de cuaresma pone en valor su rol tanto en la sociedad como en sus hogares.

-VI-

Todo lo que necesitaron nuestras madres lo he aprendido aquí. No hay mujeres solas en los cafés ni en los parques. No hay mujeres solas en la plaza de las flores. Todo el tiempo oímos sordos, sórdidos, silbidos que pronuncian: «gazelle».
«Gacela»: el epíteto de amor de los viejos poetas es secuestrado por voces que nos hacen caminar mirando al suelo. Queremos rogar: no convirtáis el deseo en un arma ni en una moneda.
«Gazelle»: ¿qué hacer entonces con tu cuerpo?
Puedes taparlo, puedes obviarlo, puedes odiarlo.
Puedes irte.
De vez en cuando, una brisa sacude la ciudad. Una deja de tapar, de odiar, de obviar. Deja de
pensar en irse lejos, y, a cuerpo abierto, responde: «shuma alek».
«Me avergüenzas».
Levantamos entonces la vista.

– VII-

tierra-de-frontera_3tierra-de-frontera_6La plaza de Tetuán es una
metáfora de la palabra poder.
Hasta 1973 era un rincón popular.
Entonces hubo una revuelta en la
ciudad. Tras acabar con ella, se quiso que nadie olvidara quién manda aquí. Por eso, se construyó un palacio en una esquina, y se cerró con vallas todo el perímetro de la explanada.
— ¿Y por qué era la revuelta, Brahim?
— «Es que después de la independencia todo cambió. Acabó el protectorado español, pero nos
pusieron como soberano a un rey que no conocíamos y nos impusieron la religión islámica. Nuestros hijos tenían problemas en la escuela porque no hablaban francés. Cuando la independencia, Francia supo guardar sus intereses. Se las arregló para que su idioma siguiera siendo oficial, e hizo acuerdos para que sus empresas tuvieran prioridad para instalarse aquí. Nosotros queríamos un país independiente, pero tuvimos una colonización nueva. Por eso fue» –explica Brahim–.

– VIII-

Las puertas se mueven:

Ceuta, 7 agosto 2000 (EFE).- Un total de 333 inmigrantes, procedentes de diferentes localidades de Marruecos, han sido detenidos en la denominada «operación feriante», puesta en marcha en Ceuta para impedir el acceso a la península de inmigrantes ocultos en las atracciones que han participado en los festejos (…) Los inmigrantes fueron detenidos cuando se ocultaban en el interior de los portamaletas, los techos y en los amasijos de hierro a que quedan reducidas las atracciones (…) En la operación han participado agentes del Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil y Policía del Puerto.

Rabat, 30 agosto 2010 (EFE).- Más de 150 subsaharianos candidatos a la emigración clandestina han sido detenidos en las últimas horas por las fuerzas de seguridad marroquíes en la ciudad de Uxda y en las provincias de Nador y Driuch (…) [Se trata de] subsaharianos de diferentes nacionalidades que habían entrado clandestinamente en Marruecos y se refugiaban en zonas boscosas en los alrededores de la ciudad y junto al campus (…) Esta vasta operación contó con la labor conjunta de la Gendarmería Real, las Fuerzas Auxiliares y cuerpos locales de la región.

– IX –

Mujeres de negro, contadme por qué gritáis.
Fatiha, Corán en alto, fornida como un muro de hiedra: «Reclamamos, reivindicamos, exigimos, una investigación seria». Los atentados de Casablanca del 16 de mayo del 2003 tuvieron 45 víctimas, contando a los kamikazes. Pero, pese a toda la muerte, «es imposible que los miles de personas que fueron detenidas y torturadas estuvieran detrás».
Hanae, ojos verdes que arden en el pequeño hueco que deja el niqab: «Los arrestaron por ser amigo de, por ser vecino de, por vivir en una calle, por llevar barba». Tendrá 22 años. Su marido está en la cárcel de Tánger. Su hermano también. «Si no les llevamos nosotras la comida, no tienen qué comer. Y no todas las familias pueden llevar comida, y si yo llevo a mi hermano lentejas, no va a coger él su plato y comérselo. Y, ¿cómo va una a comprar lentejas para todos?».

tierra-de-frontera_4Cincuenta mujeres cubiertas de tela negra gritan ante la prefectura de Rabat. Cientos de hombres a los que aman empiezan hoy una huelga de hambre en todas las prisiones del país. «Lo que pedimos es muy simple. Queremos que nos traten como ciudadanos de un país que respeta a sus ciudadanos, no de un país que vende a sus ciudadanos».
En la redacción de los periódicos, los jefes dicen: «una manifestación de cincuenta mujeres no es noticia».
Hanae, ojos verdes que arden en el pequeño hueco que deja el niqab, cuéntame por qué gritas.

– X –

El nuevo puerto de Tánger Med puede acoger 600.000 camiones. Entran en las bodegas de los barcos como en el vientre de adormecidas ballenas. Fresas. Tomates. Naranjas.
En un cuarto pequeño, en una pantalla se registran líneas de luz, que, para ojos expertos, indican si todo va según es debido. Es decir: si no pasa nadie que no tenga que pasar.
Una de las líneas, por ejemplo, mide el calor que despiden las mercancías y se asegura de que sea el que tienen que despedir: los tomates tienen temperatura de tomates, no de cuerpos humanos nerviosos.
Otra máquina es capaz de detectar si dentro de los camiones se perciben latidos de corazón.
Latidos de corazón.

tierra-de-frontera_5Desde arriba, desde los arcenes, se ve el puerto en toda su extensión.
Apoyada en los guardavías, siempre hay gente.
Miran partir los barcos.

En primera persona: historia de un diá-logos (La Madeja nº 1)

Lorena Fioretti

Esta sección que hemos denominado en primera persona es, desde siempre, un diálogo, porque creemos que todo saber, es decir todo logos, se construye a partir de un encuentro. Pero este saber ha sido, en general, construido en la tradición occidental a partir de la separación sujeto-objeto: hay alguien que desde una «distancia óptima» tiene el poder de nombrar la realidad de otras personas. Creemos que es necesario desarticular estas relaciones, acortar distancias, mezclarnos, difuminar fronteras. Alzar la voz.

Desarticular esas distancias implica conocer el lugar desde el que hablamos. Quien escribe estas palabras, acoge las palabras de otras desde su propia experiencia migrante. ¿Existe por ello alguna diferencia? Como en todo encuentro, se juegan siempre procesos de identificación que, claramente en este caso, tienen que ver con la situación de emigrar/inmigrar. Pero creo que estos procesos son siempre parciales; así, con algunas personas comparto la experiencia siempre singular del «destierro» y con otras, la de ser mujer, trabajadora, latinoamericana, estudiante, etc. ¿Cómo influye esto a la hora del encuentro? No lo sé. Pero en todo caso, lo importante es el hecho de que toda palabra supone una demanda de atención, de reconocimiento, de amor; implica a alguien que sostenga esa historia desde la escucha, porque la palabra dada como un don siempre supone un entre-dos. Esa es la posición que intenté ocupar.

Y en este hacer-nos, es decir, nombrarnos colectivamente, nos preguntamos dónde queda el nombre, nuestro nombre. Si los saberes son construidos a partir de las generalizaciones, de lo estadísticamente significativo, nosotras queremos saber de lo particular, de las historias singulares en las que estamos enredadas. Por ello, creo que los nombres propios importan ya que nos muestran cómo cada una, frente a la realidad en la que vivimos, intenta, a su manera, transformarla. Pero pensamos también que es necesario cuidarnos frente a una realidad en la que las situaciones de discriminación y persecución se extienden cada vez más. Por esto optamos por el anonimato, insistiendo en la importancia que cada una de estas historias tiene para nosotras.

Compartamos entonces tres historias, tres soledades, tres proyectos de vida, tres realidades distintas.

¿Por qué decidiste emigrar?

Soy una persona que trabajé desde los siete años en el campo porque mis padres eran campesinos. Cuando tenía 12 años, un hombre dueño de una de aquellas fincas se enamoró de mí, pero él era un hombre viejo. Mi padre estaba de acuerdo con todo porque había dinero. Entonces a los 14 le dije a mi madre que me iba a vivir a la ciudad, ella me dijo que se iba conmigo. Las mujeres de antes no eran como ahora, aguantaban más. Mi padre dijo que todos nos íbamos juntos a la ciudad, pero que mi hermana y yo –las mayores– teníamos que empezar a trabajar afuera. Empecé entonces a trabajar en casas. A los 15 años conocí a un chico y me enamoré, pero mi padre estaba obsesionado con otro hombre que tenía dinero, pero yo le dije que no. Entonces mi padre me echó de casa. Vivía sola y trabajaba en casas de familia.

Proyecto migratorio

Un día le conté a un amigo que estaba muy aburrida, dormíamos malamente, sin cama, sin nada y yo quería ver a mi mamá bien. Ella había sufrido muchísimo toda la vida, yo quería ayudarla, pero no me alcanzaba. Él me contó que tenía dos primas en España que trabajaban en casas de familia y que les iba muy bien. Nunca en la vida había pensado en salir de Colombia, era muy inocente, no se me ocurría esa posibilidad. Yo tenía para ese entonces 19 años. Supuestamente venía a trabajar en una casa de una señora en Madrid.

Experiencia migratoria real

Me dieron una dirección. Aquí me recibió un hombre español, me subió a un coche, habló con alguien por teléfono y le dijo cómo era. Ahí me di cuenta que me llevaban a un puticlub y dicho y hecho, me llevaron para La Felguera. Todas éramos jóvenes y extranjeras. Cuando llegué me quitaron los papeles y me dijeron que hasta que no terminara de pagar la deuda no me los darían. Esa misma noche me pusieron a trabajar. Fue horrible, nunca se me olvidará el primer día. Todas las mujeres lloraban, pensaban que venían a trabajar normal. Vivíamos en el mismo club y trabajábamos todos los días. Se quedan vigilándote para que no vayas a contar nada, pero yo me atreví. Cuando terminas de pagar la deuda, te devuelven el pasaporte, pero si te escapas antes ellos te matan a alguien en Colombia, a algún familiar. Un día vino al club un cliente que era muy joven y nos enamoramos de verdad. Él me ayudó a conseguir un trabajo de camarera en un hotel. Yo no podía trabajar en la barra porque no sé leer y escribir. Allí conseguí mis papeles y tengo mi nacionalidad española.

Relaciones afectivas

Con las chicas del club muy bonito, bah, había de todo, algunas eran malas, pero la mayoría nos hicimos amigas, pero no supe más de ellas cuando me fui. Con la gente de aquí: con la familia de este chico, muy mal. Un día encontré al hermano y me dijo de todo solo por ser extranjera, no me conocía de nada. Los  padres querían que tuviera una novia española. Él me dijo que tendría una novia española pero que yo sería su novia de verdad. Le dije que no. Fue horrible. Luego conocí al padre de mi hijo, el padre no se hizo cargo. Lloré mucho, pero decidí parar para que el niño crezca bien, entonces me dije: voy a cuidarme. Pasé todo el embarazo sola, pero cuando me encontré sola con el niño me dio una depresión tan horrible.

Ahora trabajo en casas y vivo tranquilamente. No volvería a Colombia a menos que me ganara la lotería (risas) para comprarme una casa en Barranquilla. Se extraña, ¿para qué te voy a engañar?, yo quisiera estar con mi familia. Cuando vas todo el mundo se te acerca porque piensa que llevas dinero, pero no es así. A mi madre siempre le ayudo, con lo que puedo.

Yo ya me siento de acá. Cuando viajo a Colombia me siento mal, todo me sabe horrible, me siento extranjera. Pero después me acostumbro. Pero no voy a volver, no voy a quitarle al niño la oportunidad de vivir en España y tener lo que yo no tuve. Además yo deseo encontrar un buen hombre, eso es lo que tengo ahora en mente. No me arrepiento de haber venido, pasas cosas malas pero también cosas buenas. Yo hice lo que hice para salir de esa miseria tan horrible. Yo no soy capaz de vivir allí, aquí te apetece algo y lo puedes comprar. Allí se vive muy malamente, no te puedes alimentar bien.

Acá yo me siento un poco mal porque me miran a mi hijo como extranjero, por ejemplo en el parque. Cuando llegué al piso una vecina me preguntó si tenía marido, me lo preguntó porque era extranjera. Es horrible. Quisiera que no fuera así porque luego la gente que me conoce está muy contenta conmigo.

Perspectiva de futuro

Ahora tengo unas ideas. A mí me cuesta mucho leer y escribir, entonces este año quiero aprender a hacerlo mejor para poder hacer un curso de cosmética. Es que tampoco quiero tener 40-50 años y seguir trabajando en casas.


¿Por qué decidiste emigrar?

Es muy doloroso escuchar que estamos aquí por el «efecto llamada», hay que contar la otra versión de la historia. Nosotros no vivimos 100 años, en Senegal el promedio de vida es de 60 años. Por eso, llega un  momento en la vida yo ahora tengo 46 y soy consciente de eso. No decidimos viajar para volver con una cadena de oro, sino para ayudar a nuestras familias que son muy extensas. Nosotros nos consideramos como sacrificados. Yo lo siento mucho por mi mujer y mis hijos, ellos deberían tener a su padre al lado. Yo, por ser el hijo primogénito, me sacrifiqué. Tengo la obligación de ayudar económicamente. Cambiar esto será una tarea muy difícil porque implica cuestionar la poligamia, la contracepción, el sistema de pensiones, etc. Hay que dejar de tener hijos de esa manera. Yo sabía que no era fácil. Me costó mucho tiempo conseguir un visado, mientras más pobre eres más cosas te piden. Yo había terminado de estudiar hacía muchos años, en ese momento tuve que empezar a ganarme la vida, no se puede estar toda la vida bajo la protección de los padres: tenía que encontrar un trabajo para ayudar a la familia porque mi padre tenía un trabajo liberal y con la apertura del mercado a productos norteamericanos y europeos, el negocio empezó a ir mal.

Encontré un trabajo en una multinacional: me seleccionaron después de una entrevista a la que concurrí por un aviso en el periódico. No conocía a nadie, yo no estaba enchufado. Empezaron a pasar cosas que me parecían muy raras. Decidí marcharme entes de que me echaran. Promocionaban a mucha gente pero a mí no, las cosas son así en Senegal. Aguanté mucho tiempo pero la corrupción es muy fuerte. Ese lugar era la selva, no se cumplía la ley. Si uno no acepta la corrupción, se convierte en un enemigo. Luego me harté. Yo quería volver a Dakar. Se manda a esa región a los «sin padre» o lo que se llaman huérfanos.

Luego trabajé en la  enseñanza, daba clases de inglés en una escuela. Yo quiero un trabajo, pero no  cualquier trabajo. Intenté muchas cosas, emprendí muchos proyectos, pero las cosas no podían seguir así. Entonces decidí irme. Lo hablé con mi mujer, ella tenía que comprenderme y ayudarme, yo lo hacía para salvarla. En Senegal yo había perdido toda esperanza. Ella me sigue apoyando mucho moralmente. Este proyecto es de los dos. Ella cuida mucho a mis hijos y también ayuda económicamente porque compra y vende mercancía. Ella es muy combativa, tiene una mentalidad muy fuerte.

Proyecto migratorio y experiencia migrante real

Llegué aquí hace tres años y pico, previo paso por Francia. Yo no sabía que iba a terminar en un país en el que se habla otra lengua. Es que España está aquí, cerca de África, pero nunca pensé que viviría aquí. Sufrí en Francia muchos problemas de persecución, sobre todo institucional. Yo pensaba que siendo un país francófono todo sería más fácil, pero no fue así. Entonces decidí marcharme. Son muy hijos de puta los gobiernos, ahora se habla de la inmigración «seleccionada», nosotros queremos la inmigración concertada. Obtuve después de mucho tiempo la visa de turista, falsificando papeles demostré que tenía mucho dinero. Si hubiese tenido tanto dinero hubiese montado algo allí, ¿no? Algunos amigos que estaban aquí en Asturias me dijeron. Antes yo no sabía nada de España. Ellos me dijeron cómo se vivía aquí. Desde que llegué aquí no volví a salir hasta que conseguí los papeles.

Casi todos los inmigrantes tenemos un proyecto muy claro de lo que se viene a buscar y de lo que se quiere hacer luego, pero sin cifras, nosotros somos africanos, allí la tradición oral es muy fuerte. Estamos aquí para conseguir un capital suficiente para montar algo en Senegal: un negocio, un restaurante, etc. Sabemos que si no tenemos algo concreto no podemos seguir viviendo, además en Senegal no hay jubilación (sólo los funcionarios cobran). La jubilación son los hijos, por eso la gente quiere tener muchos. Por eso quieren que te cases temprano para que antes de llegar a los 40 te puedan ayudar.

Mi proyecto está cambiando porque yo no había contado con que podía conocer a más gente, compartir ideas y que podía tener un porvenir junto a ellos. Hoy mi proyecto puede ser la integración, ¿por qué no? Si encuentro un hueco… Qué importa dónde estemos, lo importante es estar contento, comer y hacer cosas que nos enorgullezcan. A toda mi familia no puedo traer, pero a mi mujer y a mis hijos… Otra alternativa es abrir un puente entre España y África, entonces podemos estar un poco aquí y un poco allí.

¿Cuáles son las cosas de aquí que más te han cuestionado?

Yo no sabía que había tantas diferencias. Yo no puedo vivir sin la otra parte de mi que sois vosotras. Creo que todos y todas tenemos que ir juntos, al trabajo, en la casa. Tenemos que mezclarnos. Con el tema de la mujer, nosotros al principio sólo vemos el lado femenino. Antes de entenderlo te cuesta mucho. Por ejemplo, en las asociaciones, tenemos problemas de entendimiento, de interpretación. La primera cosa que solemos preguntar es si una mujer está casada, si no, el campo está libre. Eso también genera muchos malentendidos. A nosotros nos han educado así. Una chica y un chico no pueden ser amigos verdaderos. Poco a poco fui entendiendo que una chica y un chico pueden tener otro tipo de relaciones. Aquí sin mujeres no hay nada, aquí hay que hacer con las mujeres.

¿Qué extrañas de Senegal?

Extraño ese calor humano, pero ahora muy pocas veces, porque casi siempre estoy con mucha gente. Creo que me estoy transformando poco a poco y no sé si eso es un peligro. Ahora tengo miedo de, por ejemplo, comer ciertas comidas africanas. Antes no le daba importancia a las consecuencias de nuestra alimentación. Pero el cambio no es fácil porque hay algo heredado que se ve herido. De vuelta a Senegal, ¿eres el mismo o has cambiado? Yo no quiero cambiar, yo quiero ser el mismo que conocieron. Pero cambiar tiene también algo de positivo. Debo tener el coraje de poder decir «esto no», porque nos puede costar la vida. Pero por el resto, yo voy a seguir siendo el africano que conocieron.


¿Por qué decidiste emigrar?, ¿cómo fue el proceso migratorio?

Decidí emigrar hace cuatro años luego de terminar los estudios –estudié en la Universidad una licenciatura− porque no hay trabajo en mi país. Antes de venir aquí estuve casada y me divorcié. Allí trabajé un tiempo en la enseñanza. No es común que las mujeres emigren solas, mis padres no estaban de acuerdo pero cuando yo decido algo, lo hago. El proyecto inicial era seguir estudiando aquí, pero no pude.

Al principio no encontraba trabajo entonces cambié de ciudad y trabajé en una empaquetadora de frutas. Era mejor que trabajar en el campo o en un bar. Pero todo era muy difícil: no sólo el tema del trabajo, sino el religioso. Allí conocí a mi actual marido, fuimos a Marruecos a casarnos. Volvimos a España, a él le iba bien en la construcción, pero ahora tenemos muchos problemas: él no tiene trabajo fijo y yo trabajo en una casa sólo cuatro horas por semana.

¿Qué extrañas de tu tierra?

Extraño a la familia. Si pudiera tener una casa allí para mí sola, volvería. Lo que yo no quiero es vivir con mi suegra, mi cuñado o con mi madre y mis hermanos. Cada uno hace su vida. Yo tengo experiencia en la Cruz Roja, podría trabajar en algo relacionado a eso. También quisiera que mi hija pudiera aprender árabe y vivir una vida con nosotros normal. Para mí aquí es muy difícil por ser inmigrante, sólo por ello todas las personas nos tratan mal. Muy poca gente nos trata bien. Se sufre mucho. La gente no sabe nada de nosotros, creen que somos sólo personas muy pobres, que no tenemos valores ni opiniones acerca de las cosas, ni personalidad, en definitiva, no saben cómo vivimos en Marruecos y entonces hay muchos prejuicios.

Me gusta que en Europa haya leyes y democracia. En general aquí toda la gente vive bien. En Marruecos hay poca gente que tiene mucho dinero, pero la mayoría vive malamente. Además no me gusta la relación entre hombres y mujeres. Los maridos nunca ayudan a las mujeres allí –aunque nosotras también trabajamos fuera de casa−, las tratan siempre mal. En cambio aquí es diferente. El problema no es la religión, ésta dice que los hombres deben ayudar a las mujeres. Aunque los hombres vivan aquí y vean otras cosas, siguen comportándose como si estuvieran allí con respecto a eso.

Otro tema es el de los modos en los que se establecen las relaciones entre hombres y mujeres. A mí me parece mal que la gente no se case, pero también me parece mal la poligamia, yo no puedo vivir con otras mujeres. Si yo puedo trabajar y hacer las cosas de la casa, ¿por qué buscar a otra? Ya le dije a mi marido que si tiene otra esposa, yo me marcho. Me parece mal que sea una obligación.

El proyecto por ahora es encontrar un trabajo y seguir en España para juntar dinero y así poder comprar una casa en Marruecos y tal vez vivir un poco allí y un poco aquí, después que mi hija decida dónde quiere vivir.


Este trabajo no hubiera podido realizarse sin la inestimable colaboración de Pili Quintana de Asturias Acoge, por su escucha siempre atenta y sus palabras de acompañamiento. Por ello, muchas gracias.

Empleo, migraciones y género: apuntes de la crisis (La Madeja nº 1)

Pedro Menéndez

Resulta paradójico recurrir a la estadística[1] para abordar de forma conjunta mujer(es) y trabajo(s). Es conocida la secular falta de datos sobre las actividades no remuneradas que, hasta su (re)incorporación al mercado laboral y aún hoy en épocas y espacios concretos, han ocupado la mayor parte del tiempo de las mujeres. Partimos, por tanto, de unas estadísticas mutiladas o, más bien, mutiladoras, más aún cuando se trata de mujeres inmigrantes. Las afiliaciones a la Seguridad Social, por ejemplo, sólo aportan los datos de las extranjeras con contrato, y para acceder a él resulta imprescindible la condición de ciudadanía (o el consabido permiso de trabajo)[2]. Así que, «libres» ya de las inmigrantes sin papeles, invisibilizadas en la economía sumergida, abordemos esas estadísticas, muchas de las cuales – conviene tenerlo presente – son elaboradas por un gobierno que es parte interesada en la cuestión.

Los tres últimos años han sido el escenario de una crisis que, en el caso del Estado español, ha sido también una crisis de empleo. 2009 acabó con más de cuatro millones de personas en paro, de las que un millón eran inmigrantes. ¿Cómo ha afectado esa pérdida de empleo a las extranjeras? Según las últimas Encuestas de Población Activa, están soportando mejor la destrucción de puestos de trabajo que, sobre todo en 2008, se cebó con el sector de la construcción[3]. Si bien tradicionalmente la tasa de paro de las inmigrantes es superior a la de los hombres, en los dos últimos años la tendencia cambió. El paro masculino pasó del 8,8% en 2006 al 33,1% en 2009, mientras que en el caso de las extranjeras el incremento fue más moderado, del 16,1% al 25,5%. Así todo, entre el cuarto trimestre de 2007 (inicio de la crisis) y el mismo periodo de 2009, se produjo un aumento de 210.400 desempleadas, más del doble[4]. Y un dato significativo: la tasa de paro más alta recayó en africanas (sobre todo marroquíes) y asiáticas, con el 44,7%. Por sectores, el paro ha arreciado con más fuerza entre las trabajadoras del sector servicios. En 2009, 211.800 desempleadas, más del 50%[5], procedían de la economía terciaria. Las nacionalidades más afectadas fueron la ucraniana, argentina, peruana, dominicana y china. Como nota positiva, aunque cuantitativamente de poca importancia, desciende el número de desempleadas en dos sectores, la agricultura y la industria.

No sólo las tasas de desempleo han bajado, las afiliaciones de extranjeras a la Seguridad Social ofrecen porcentajes más halagüeños. En 2009 fueron el 43,5% de los contratos laborales firmados por inmigrantes. El dato mejora el 42,2% de 2008 y el 39,3% de 2007[6]. En cualquier caso, este crecimiento porcentual parece estar más relacionado con la pérdida de afiliación entre el colectivo masculino que con un aumento significativo de las altas laborales entre las extranjeras. Además, ese 43,5% es aún inferior al porcentaje entre el total de población foránea, en el que las mujeres son el 44,8%.

Pero los datos anteriores no reflejan las diferencias entre inmigrantes de distintos países. Ya se ha mencionado la tasa de paro entre africanas y asiáticas, aproximadamente el doble que las de latinoamericanas y europeas. En cuanto afiliaciones a la Seguridad Social, en números absolutos destacan las rumanas, las ecuatorianas, las colombianas y las marroquíes. Sin embargo, las últimas sólo suponen el 23,9% de las altas laborales de sus compatriotas[7]. Los porcentajes más altos son para bolivianas y dominicanas, con casi el 64%. Ucranianas, colombianas y ecuatorianas también son mayoría en la Seguridad Social respecto a sus compatriotas masculinos.

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empleo_3¿Qué lectura cabe hacer de estos números? Si nos quedamos en los análisis de carácter más bien amable, como los que jalonan el último informe de Miguel Pajares, positiva o, al menos, esperanzadora. Sin embargo, las cifras ocultan la generalizada explotación de la población inmigrante. Por citar dos cuestiones, en el marco de la división sexual del trabajo es reveladora la especialización de las extranjeras en el servicio doméstico. Sin contabilizar a las sin papeles, en la última década se han duplicado las afiliaciones en el Régimen Especial del Hogar, y más de la mitad, casi 180.000, son personas inmigrantes[8]. En segundo lugar, el mencionado incremento en las tasas de actividad y de ocupación y en las listas de la Seguridad Social está vinculado al proceso de incorporación de las mujeres al mercado laboral. La feminización de la fuerza los porcentajes a costa de responder a las «necesidades» de determinados sectores de actividad: salarios más bajos[9], temporalidad, peores empleos, percepción de menor combatividad, etc.

empleo_4Estas estadísticas positivas son en parte el reverso de las estadísticas negativas de los trabajadores extranjeros. En 2008, la destrucción de empleo en la construcción llevó al paro a muchos inmigrantes, y fueron las mujeres quienes nutrieron las listas del INEM en busca del empleo perdido en la familia. Ese año, el «efecto del trabajador añadido» fue femenino. Pero no siempre es una sustitución completa, pues los nuevos salarios son más bajos. En 2009 la tendencia se invirtió; la destrucción de empleo llegó al sector servicios. Sería interesante conocer cuántas familias perdieron ambos empleos en ese periodo.

Respecto a la inmigración «ilegalizada» y a la economía sumergida, ya se apuntó al inicio las limitaciones que la estadística encuentra en esos campos. En cualquier caso, existe una disyuntiva sobre su evolución en los periodos de crisis como el que nos atañe. Desde algunas atalayas (sindicatos, medios…) se ha señalado un incremento de inmigrantes sin papeles y de trabajo informal como consecuencia de la recesión. En su informe de 2010, Miguel Pajares argumenta que no hay datos disponibles para afirmar o negar tal incremento, ni para certificar si la proporción de trabajo sumergido entre los extranjeros aumenta o disminuye[10]. Lo que sí se antoja importante en este contexto es reseñar un cambio en la procedencia de esta inmigración. En años precedentes llegaba desde el exterior. Desde 2008 ha crecido la proporción de quienes sufren irregularidad sobrevenida, es decir, personas que han perdido la autorización de residencia y trabajo por la imposibilidad de renovarlas. Hoy, la crisis no sólo importa inmigrantes sin papeles; también los crea dentro de las fronteras del Estado, al despojarles de unos permisos cada vez más caros de preservar ante la precariedad del empleo.

[1] Fuentes consultadas: Encuesta de Población Activa, Instituto Nacional de Estadística (INE); Encuesta de Migraciones, Instituto Nacional de Estadística (INE); Boletín de Estadísticas Laborales, Ministerio de Trabajo e Inmigración; Observatorio Permanente de la Inmigración; Pajares, Romero, Miguel, Inmigración y mercado de trabajo. Informe 2010; Romero, Eduardo (2010), Un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial. Migraciones fronteras y capitalismo. Oviedo, Editorial Cambalache.
[2] Y en el caso del padrón municipal, no pocas sin papeles evitan registrarse por miedo, valga la redundancia, a los registros domiciliarios. En cualquier caso, el padrón aporta una información de carácter poblacional, pero nada nos dice sobre la situación laboral de las personas inscritas.
[3] De 404.625 extranjeros afiliados en marzo 2007 se pasó a 210.735 a 2009.
[4] Aunque el año pasado «sólo» representaron el 27% del desempleo extranjero. En el mismo periodo, el número de desempleados entre los varones inmigrantes se cuatriplicó, al pasar de los 202.800 a los 661.000
[5] El porcentaje puede ser mayor, ya que la EPA contabiliza aparte a las paradas de más de un año, muchas ellas procedentes del sector servicios, que en 2009 ascendieron a 123.300.
[6] Cabe resaltar que el aumento más significativo de afiliaciones a la Seguridad Social por parte de extranjeras se produce en 2005, debido al proceso de regularización que rescató gran parte del trabajo sumergido vinculado al servicio doméstico.
[7] El más bajo de las once nacionalidades seleccionadas.
[8] De ellas, 157.155 son personas extracomunitarias.
[9] Entre 1994 y 2006, la diferencia salarial entre sexos aumentó del 39% al 43%.
[10] A pesar de ello, Pajares tira de los datos del padrón y del número de autorizaciones de residencia, una práctica con demasiadas lagunas para tomarla en consideración, para apuntar en una dirección: en los últimos años, la diferencia entre los primeros y las segundas (el resultado sería el supuesto número de inmigrantes irregulares) disminuye. En definitiva, Pajares parece alinearse con las tesis más institucionales, que apuntan a una reducción de la inmigración irregular en este periodo de crisis.

 

Centros de Internamiento de Extranjeros. Especificidades de Género en el Cie de Aluche (La Madeja nº 1)

Alejandra Calvo Martínez,
Cristina Regodón Fuertes.
Ferrocarril Clandestino


Dentro de las ciudades hay «lugares» en los que la libertad de movimiento e incluso los derechos básicos de las personas quedan condicionados por la ciudadanía o la carencia de ella. Son nuevas fronteras (internas) entendidas como forma de control selectivo de los que parecen no pertenecer a ese lugar. Tanto en el momento actual como durante la creación de los Estados-Nación, siempre han sido dispositivos que marcan una línea.

Nos encontramos con la perversidad de un sistema que parece estar creado para
amedrentar, criminalizar y castigar con la medida penal del encierro a personas que sólo han cometido una falta administrativa.

Podemos distinguir en nuestra ciudad diferentes formas de exclusión/inclusión. Una escena tan cotidiana como salir del metro, estar en un bar o ir a hacer la compra puede no ser tan convencional y acabar en una detención y en un posterior encarcelamiento. Dentro de estas fronteras internas nos encontramos quizás con la forma más brutal de las mismas en la figura de los Centros de Internamiento de Extranjeros, CIEs. Su existencia legal data, en nuestro país, de 1985, pero no fue hasta 1999 cuando se creó una norma legal que los regulase.

Los CIEs se definen como establecimientos públicos de carácter no penitenciario, donde se retiene, por un plazo de hasta 70 días, a las personas extranjeras en situación irregular identificadas en la calle, en espera de la deportación. Aquí nos encontramos con la perversidad de un sistema que parece estar creado no sólo, como indica la norma, para ejecutar una medida cautelar contra aquellas personas con orden de expulsión, sino para amedrentar, criminalizar y castigar con la medida penal del encierro a personas que sólo han cometido una falta administrativa, no penal: no tener su documentación regularizada.

Los poderes públicos tratan de mantener la opacidad sobre lo que ocurre dentro de los CIEs. Es difícil encontrar datos estadísticos de la Administración sobre la ocupación de estos centros, los motivos del internamiento o las expulsiones ejecutadas. Los pocos datos de los que dispone la opinión pública provienen de informes del Defensor del Pueblo, artículos de prensa, de los informes recabados por distintas organizaciones sociales, ONGs1, etc. y algunos datos aislados de la policía.

La combinación de elementos de arbitrariedad y confidencialidad dan lugar a la impunidad, que caracteriza los abusos cometidos dentro del mismo. Estas agresiones violan los derechos fundamentales y constitucionales de estas personas que, no olvidemos, se encuentran bajo tutela del Estado español.

Especificidades de las mujeres en el CIE

Resulta imposible abordar la realidad de las mujeres en el CIE sin tener en cuenta la perspectiva de la interseccionalidad de las discriminaciones que sufren. Se denomina Interseccionalidad a la teoría que propone y examina cómo diferentes categorías de discriminación, construidas social y culturalmente, interactúan en múltiples y, con frecuencia, simultáneos niveles, contribuyendo con ello a una sistemática desigualdad social2.

Esta interseccionalidad de la discriminación sufrida por las mujeres migrantes tiene su expresión física en el CIE3, siendo las retenidas las que se llevan la peor parte en el reparto de espacios: sus celdas se ubican en la planta baja del edificio, lo que hace que sus ventanas (con rejas) tengan una visión limitada. Esta posición del módulo de mujeres supone también un aumento de los niveles de humedad y frío que sufren. De la misma forma, las mujeres internas en el CIE de Aluche tienen un patio notablemente más pequeño que el de los hombres y mucho menos accesible. Habitualmente, y dada la prohibición de salir de las celdas de noche, las internas tienen que hacer sus necesidades en bolsas que cuelgan de sus ventanas, y que al menor golpe de viento caen a su propio patio que, a diferencia del de los hombres, no es limpiado nunca.

A esto se pueden añadir otras terribles condiciones de higiene con las que las autoridades del CIE someten y deshumanizan a los internos e internas. Por ejemplo, el hecho de que las mujeres carezcan del material higiénico femenino básico (compresas, tampones, etc.) es otra de las imágenes habituales que nos encontramos dentro. Y es que, cuando se convierte a una persona en un número, se deja de atender a su condición humana y, por ende, a su género. Prueba de ello es que los miembros del Cuerpo Nacional de Policía que gestionan el módulo de mujeres son en su mayoría hombres. Teniendo en cuenta que hasta hace poco no había puertas en los baños del CIE de Aluche, es posible baremar en su justa medida la existencia de estrategias de humillación y cosificación sistemáticas.

Por otro lado, pero en el mismo sentido, un embarazo en un Centro de Internamiento de Extranjeros, es una situación indeseable a la luz de cualquier tipo de prescripción facultativa –médica, psicológica, etc.−, lo que desencadena, en ocasiones, la pérdida del embarazo. Son comunes los casos de mujeres internadas tras el parto y en el período de lactancia que se han visto separadas de sus hijas, con la consiguiente situación de desgarro emocional y la total vulneración de los derechos de la madre y la hija.

A modo de conclusión

El tono de denuncia inevitable al describir la realidad de las «internas» y los «internos» del CIE de Aluche se construye desde la indignación más absoluta al constatar que esto ocurre dentro de esas fronteras que tanto se defienden desde la Unión Europea como guardianas de la seguridad, la paz y los derechos humanos. Nada más lejos de la realidad. No creemos que mejorar las condiciones existentes en estos centros sea la solución. Abogamos por el cierre de los CIE, Guantánamos Europeos, que humillan, criminalizan y echan por tierra todos los derechos que por ser personas nos son inherentes.

1 Informe CEAR, Informe Ferrocarril Clandestino, SOS Racismo y Médicos del Mundo y los Informes Anuales del Defensor del Pueblo.

2 BROWNE, Irene-MISRA, Joya (2003), «The Intersection of Gender and Race in the Labor Market», Annual Review of Sociology.

3 Nos referimos al CIE de Aluche en Madrid.

Entre unas y otras: cadenas globales de cuidados (La Madeja nº 1)

Irene S. Choya

Si la teoría feminista blanca
americana no necesita lidiar con
las diferencias entre nosotras y las
consiguientes diferencias en nuestras
opresiones, entonces, ¿cómo afrontáis
el hecho de que las mujeres que
limpian vuestras casas y atienden a
vuestras criaturas mientras asistís
a conferencias sobre teoría feminista
son, en su mayor parte, mujeres
pobres y mujeres de color?
Audre Lorde, 1984.

Porque sin nosotras no
se mueve el mundo.
Territorio Doméstico, 2010.

En una familia la hermana mayor ha de hacerse cargo de sus hermanos pequeños y de la abuela, así como de la casa. Su madre se marcha a trabajar. Se va lejos y no sabe cuándo volverá. A partir de ahora, será una voz a través del teléfono y el dinero enviado cada mes.

En una familia es una empleada doméstica la que se encarga de la casa y del cuidado de la bebé. Su madre ha terminado la baja maternal y se marcha a trabajar. Regresa cada noche para ver cómo su hija aprende palabras nuevas que ella no le enseña.

Entre una y otra familia miles de kilómetros de distancia y, sin embargo, algo les une: un hilo invisible tejido, a veces sin saberlo, entre tantas mujeres que a través de los cuidados y los afectos forman una cadena global llena de ausencias y presencias. La que se va. La que se queda. La que contrata a otra para poder irse. La que está aquí pero piensa allá. La que se siente culpable porque no está en casa. La que se siente encerrada por no poder salir de casa.

Los cuidados son algo así como «lo personal es político» en el ámbito económico, dice Amaia Pérez Orozco. Y es que nos permiten ver en lo concreto, en lo cotidiano, la insostenibilidad de nuestro modelo de organización social. En los países de la periferia, la extensión del capitalismo hace cada vez más difícil la vida y muchas personas se ven obligadas a emigrar. En los países del centro, por otro lado, vivimos lo que se ha denominado la «crisis de los cuidados». Ambas realidades están relacionadas y se encarnan, sobre todo, en las mujeres migrantes. Pero expliquemos antes, aunque sea sólo con breves pinceladas, algunas cosas para entendernos.

La crisis de los cuidados1 es una ruptura con el modelo previo de reparto de los mismos, que sostenía el conjunto del sistema socioeconómico. Un modelo que respondía a la llamada división sexual del trabajo: para las mujeres los cuidados, el trabajo invisible, el no-trabajo; para los hombres el trabajo reconocido como tal, el asalariado. Así, la economía «real» se ocupaba de la producción mientras la reproducción era algo que ocurría de forma «natural». Ese modelo de familia2 –hombre ganador del pan/mujer ama de casa– comienza a tambalearse por varios factores: el envejecimiento de la población, la incorporación de muchas mujeres al trabajo asalariado3, una organización de las ciudades que favorece el aislamiento y obliga al transporte motorizado, la precarización del mercado laboral, la pérdida de redes sociales. En este contexto, las necesidades de cuidados aumentan mientras las cosas se ponen cada vez más difíciles para satisfacerlas.

Esta crisis parece que, inevitablemente, ha de dar lugar a un cambio en la distribución de los cuidados, en nuestra organización social. Sin embargo, éste no se produce. El Estado responde con parches y privatizaciones de los servicios públicos. Los mercados –es decir, las empresas– no asumen ninguna responsabilidad, aunque sí se toman los cuidados en serio cuando generan beneficios. Así pues, son los hogares quienes siguen haciéndose responsables de los cuidados. Y dentro de ellos, las mujeres, pues los hombres en su conjunto4 siguen sin implicarse. Ellas son quienes se inventan mil y una formas para tratar de conciliar tiempos, espacios y tareas; quienes sufren en sus cuerpos, en sus vidas, el desgaste que conlleva. Ellas son quienes, en esa loca carrera, buscan todos los recursos disponibles a su alcance: los pocos servicios públicos existentes, la familia extensa o la contratación de los cuidados. Y ahí nos volvemos a encontrar con mujeres: por un lado, las abuelas (qué sería de tantas familias sin ellas); por otro, las cuidadoras profesionales. Y es que los cuidados, cuando son remunerados, son también desarrollados mayoritariamente por mujeres y de nuevo, poco reconocidos. Pues, ¿qué condiciones laborales caracterizan este sector? Los trabajos de cuidados son trabajos precarios. Pero algunos lo son más que otros. ¿Quiénes están ocupando los trabajos más precarios? Las mujeres inmigrantes5, que suman a la precariedad del trabajo doméstico, la mayoría de las veces, la invisibilidad y vulnerabilidad que provoca no tener papeles6.

La división sexual del trabajo continúa, por lo tanto, aunque con cambios. El género sigue condicionando el posicionamiento de cada quien en un sistema económico jerárquico, pero las diferencias entre las propias mujeres aumentan. Unas vienen a sustituir a otras y otras tienen que sustituir a las primeras. Se produce una «transferencia» en los cuidados, que suaviza y «deslocaliza» la crisis. Perdemos, así, su potencialidad, volviendo a dejar en el ámbito de lo privado lo que debería ser un debate público. Pero no podemos dejar pasar esta oportunidad…

Los cuidados han de seguir siendo un eje central del feminismo, pues nos permiten poner la mirada en el sostenimiento de la vida e interpelar al capitalismo desde cuestiones concretas, que posibiliten transformaciones estructurales. Mucho hay por hacer: defender la existencia de unos buenos servicios públicos y una reducción generalizada de la jornada laboral, que nos permita ejercer nuestro derecho a cuidar y también a no cuidar; exigir un cambio del régimen especial del trabajo doméstico; redistribuir todos los trabajos, no sólo los remunerados, reflexionando sobre cuál es el trabajo socialmente necesario y, por lo tanto, cómo queremos vivir, pero todas…

Porque poner los cuidados en el centro nos da la oportunidad de contar con compañeras y compañeros de viaje: quienes luchan por los derechos de las personas migrantes, por la soberanía alimentaria, por los servicios públicos, por el decrecimiento, etc. Pero, esta vez, no nos olvidemos, la lucha empieza en casa.

1 Hablamos de cuidados y no de trabajo doméstico para dejar claro que las necesidades humanas son de bienes y servicios, pero también de afectos y relaciones. Es decir, necesitamos alimentarnos de forma adecuada, vivir en un lugar cómodo y aseado, pero también compañía y afecto, aprender a relacionarnos y a vivir en comunidad. Los cuidados se extienden más allá de las tareas materiales y del espacio doméstico.

2 Decimos modelo porque siempre han existido otras realidades (mujeres obreras, madres solas, mujeres campesinas, etc.), pero éste era la norma, la que funcionaba en el imaginario y hacia la que había que tender.

3 Siempre hubo mujeres en el mercado laboral volviéndose locas para cumplir como asalariadas y como amas de casa a la vez, pero hasta que esta realidad no se extendió a las clases medias no se convirtió en un problema público.

4 Sí, hay hombres que cuidan. Pero ni son la mayoría ni suelen asumir realmente la responsabilidad. Es fácil de ver, cuando analizamos los usos del tiempo de unos y otras, qué tareas se reparten y cuáles no, quién sigue asumiendo la organización y coordinación, quién se relaciona con la empleada de hogar si la hay, etc.

5 En algunos casos, como en el cuidado de hombres mayores, cada vez es mayor el papel de los inmigrantes. Cabe preguntarse si esos hombres, tras esa experiencia, cambian su percepción del trabajo de cuidados y su papel en los roles familiares.

6 Son invisibles no sólo porque no existen en las estadísticas, porque no tienen derechos, porque trabajan tantas horas que es difícil verlas en la calle… También son invisibles porque como «mano de obra» sólo cuentan como trabajadoras y no como cuidadoras de sus propias familias. Pero muchos de sus deseos, de sus preocupaciones, de sus malestares, tienen que ver con lo que han dejado lejos, con las dificultades que conlleva cuidar en la distancia. ¿Quién las cuida a ellas?
Fuentes y más información (artículos disponibles en Internet)
PÉREZ OROZCO, Amaia. «Feminismo anticapitalista, esa Escandalosa Cosa y otros palabros».
___ «Amenaza tormenta: la crisis de los cuidados y la reorganización del sistema económico».
TERRITORIO DOMÉSTICO. «Cadenas globales de cuidados y derechos de las trabajadoras de empleo de hogar».

Los lunes a la plancha (La Madeja nº 1)

E.M. Álvarez

¿En qué se parecen una fábrica de airbags, una lavandería industrial y un geriátrico? A primera vista, en pocas cosas, salvo en el hecho de que son empresas. Sin embargo, tienen algo más en común: casi la totalidad de sus plantillas está compuesta por mujeres, mujeres que tuvieron que enfrentarse a esas mismas empresas. Y, además, todas están (o estaban) ubicadas en Asturies.

A lo largo de este texto me gustaría compartir las experiencias de estas mujeres, que se vieron obligadas a resistir en una situación tan dura como es un conflicto laboral. No por nostalgia, sino porque nos empujan a repensarnos como mujeres trabajadoras fuera y dentro de nuestras casas. Y no sólo nos interrogan a nosotras: también a los hombres, que comparten ambos espacios, y a una idea de trabajo forjada a golpe de invisibilización.

¿Un conflicto? Por ser mujeres, varios
Autotex-Airbag S.A. (Llanera), Lavachel S.A. (Xixón), Centro Gerátrico Mapfre-Quavitae (Uviéu) o «Edad Dorada»-Mensajeros de la Paz (Noreña), pero también Nestlé Litoral, Obrerol, o –hace ya tantos años que se borró de la memoria colectiva– IKE (Confecciones Gijón S.A.)1, representan la precariedad para muchas mujeres en Asturies.

A algunas de ellas tuve la suerte de conocerlas en pleno conflicto. Son mujeres resueltas y fuertes, con responsabilidades familiares; apenas unas pocas tienen afiliación política o sindical y ninguna parece dispuesta a valorar y reconocer(se) su lucha. Las ocasiones en las que nos encontramos –en medio de una movilización casi siempre– expresaban sus dudas y mostraban una enorme humildad. No dejaba de resultarles extraña esa nueva circunstancia en sus vidas: por una vez eran las protagonistas y no «meras acompañantes»; se escuchaban y discutían; tomaban decisiones fuera de sus casas y asumían las consecuencias. Me costaba entender que cada una de ellas hubiese llevado su lucha «particular» sin llegar a contactar con las otras. Imaginaba el potencial que podían tener todas sus experiencias y reflexiones juntas.

Me parece muy importante entender las dificultades añadidas que superan por el hecho de ser mujeres. Los esfuerzos que hacen por pasar de los espacios privados –entiendo como tales, en muchas ocasiones, también los lugares de trabajo asalariado– a los públicos, y más cuando es por una necesidad urgente como un conflicto. El miedo a equivocarse, la vergüenza de hablar en público por primera vez; el sentimiento de culpa por «robarles» horas a sus hijas para estar en una asamblea o un encierro; la incomprensión de maridos y compañeros… Todos parecen obstáculos del pasado, sin embargo no pueden ser más actuales.

Foto: Silvia Cuevas-Morales

¿A las barricadas?
Me preguntaba muchas veces si nuestras formas de lucha podrían ser distintas de las de los compañeros; ¿había que aprender a hacer una barricada?, ¿seríamos capaces de salir a la calle sin ir «en procesión»?, ¿nuestros panfletos hablarían de nosotras o de «la lucha de la clase obrera»? Cada una lo resolvió como pudo: las compañeras de Lavachel hicieron su protesta en agosto, para asombro y rechazo de un sindicalista experto, que no entendía que precisamente porque «todo el mundo estaba de vacaciones» era el mejor momento para denunciar a una empresa que lava la ropa de varios hoteles de Xixón.

En el caso de Autotex, decidieron entrar en la fábrica. Más que decidir, propiciaron la ocasión para que entraran –corriendo y sin planificarlo mucho– tres mujeres que acabaron encerradas en los baños de la nave, nerviosas y un poco incrédulas ante lo que acababan de hacer: dar el primer paso para lo que sería una ocupación en toda regla.

¿Seríamos capaces de implicar a otras en nuestras luchas? Una tendencia individualista, quizás muy arraigada en nuestra sociedad –y fomentada por los empresarios a través de sus medios de comunicación– es pensar que los conflictos de otras personas nada tienen que ver con nosotras. Pero, ¿qué ocurre en el caso de los centros geriátricos como los de Mapfre o Mensajeros de la Paz? ¿Vamos a desentendernos de las condiciones laborales de las mujeres que cuidan de nuestras abuelas y abuelos? ¿Y si lo hacemos extensivo al cuidado en domicilios, casi siempre a cargo de mujeres inmigrantes sin papeles? Las compañeras de Mapfre rompieron esa «separación» y consiguieron que las familias de las personas internas las apoyaran en sus concentraciones.

Nuestros salarios no son iguales, ¿y nuestras luchas?
En 1868 los trabajadores textiles de Igualada se movilizaron para denunciar el empleo de las mujeres en las fábricas del pueblo. Tenían miedo de ser desplazados por estas y por los niños, que constituían una mano de obra más barata. Con esta movilización consiguieron que los empresarios aceptaran el despido masivo de las mujeres una semana después.

¿Es nuestra situación muy distinta de la de aquellas mujeres? A bote pronto diríamos que sí, pero… Históricamente se ha considerado que nuestros salarios son secundarios; es decir, que es el marido o compañero quien debe sostener con su sueldo a la familia; por tanto la mujer siempre cobrará menos2, pues no deja de ser un complemento. Supongo que eso pensaba Jorge Francisco Gumiel Díaz, propietario y gerente de Lavachel, cuando pagaba a sus empleadas 570 euros por jornadas de 40 horas semanales, mínimo. Como repetían ellas en sus consignas y pancartas: «Vivo con 570 €, ¡inténtalo tú, Gumiel!».

Desde luego la cuestión de los salarios no es más que la punta del iceberg de las distintas condiciones en que hombres y mujeres accedemos al mercado laboral, pero con este texto no pretendo entrar en ellas3. Lo que sí quería es mostrar ejemplos concretos de esas condiciones: las trabajadoras de Lavachel o Mapfre obtienen unos salarios miserables a cambio de una carga de trabajo desmedida, de un trato despectivo y de un reconocimiento nulo. ¿Es su comparable situación con la de otras trabajadoras y trabajadores? Probablemente sí, con la de las personas inmigrantes sin papeles que trabajan muchas veces a cambio de alojamiento y comida, incapaces de denunciar su situación por miedo a ser expulsadas del país. ¿A dónde van a expulsarnos a nosotras?

Son mujeres resueltas y fuertes,
con responsabilidades familiares; apenas unas
pocas tienen afiliación política o sindical y ninguna
parece dispuesta a valorar y
reconocer(se) su lucha.

¿Quién te lo tiene que decir?
Para preparar este texto se organizó, el sábado 16 de octubre, un encuentro que llamamos «Mujeres en movimiento», al que invitamos a algunas de las protagonistas de los conflictos relatados aquí.

Al encuentro, aparte de las invitadas, asistimos ocho personas.

Me conformaría con que la próxima vez que alguien organizara una actividad con mujeres con tantas cosas que decir como María Jesús, Ilemi, Noelia, Pilar, Cristina, Covadonga o Elisa –mujeres de carne y hueso y no iconos de cartón piedra– hubiera más personas compartiendo y arropando sus luchas de cada día. Porque el juego de palabras del título no deja de mostrar una realidad objetiva: las mujeres que se quedan sin trabajo asalariado es posible que no tengan tiempo de quejarse «los lunes al sol»; continuarán haciendo desayunos, comidas y cenas; mantendrán la casa limpia; cuidarán de las personas enfermas; y seguirán buscando, fuera de sus casas, un salario «complementario». O no.


1 Para recuperar la memoria de este conflicto: PRIETO FERNÁNDEZ, Carlos (coord.) (2004), IKE, retales de la reconversión, Madrid, Ladinamo libros

2 A modo de recordatorio: según datos del Ministerio de Igualdad (2010) las mujeres cobran, de media, un 16% menos que sus compañeros de trabajo.

3 Entre las muchas obras interesantes que tratan el tema, recomiendo: Laboratorio feminista (2006), Transformaciones del trabajo desde una perspectiva feminista (producción, reproducción, deseo, consumo), Madrid, Tierradenadie ediciones.

Crisis y decrecimiento (La Madeja nº 1)

Miguel Moro Vallina

Como si de una fatalidad se tratase, las crisis vienen a frustrar, en los momentos más inesperados, las esperanzas de crecimiento ilimitado, de aumento sostenido en los niveles de producción y de consumo. La de la década de 1930 dio al traste con los «felices veinte», la de la década de los 70, con los «treinta años gloriosos» (1940-1970) de crecimiento y políticas del bienestar en Europa; en la actual, de modo análogo, la tozuda realidad ha puesto fin a la fiesta del ladrillo y la hipoteca y ha dejado en evidencia la promesa, tantas veces reiterada, de la economía inmaterial y de los servicios.

Bajo el inocente nombre de economía, la ideología de nuestro tiempo evita el término más preciso de capitalismo, una organización social basada en la producción de valor mediante el trabajo humano. El capital, actor todopoderoso en este sistema de relaciones sociales, compra y emplea la fuerza de trabajo en un proceso de producción de mercancías cuya finalidad es la producción de beneficio, de plusvalor. Ese plusvalor incrementa la masa de capital en un proceso de acumulación carente de fin, que reduce a las personas a una doble condición de portadoras de fuerza de trabajo y consumidoras de mercancías.

¿A hombres y mujeres por igual? No. El capitalismo no produce el patriarcado, pero dota de una nueva concreción a las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Una concreción que tiene mucho que ver con el papel que, bajo el imperio del trabajo asalariado, desempeñan las mujeres como reproductoras de la fuerza de trabajo. Este ámbito constituye un elemento fundamental del análisis materialista de las relaciones entre capitalismo y patriarcado1.

El capitalismo, en virtud de la dinámica que lo anima, tiende permanentemente al crecimiento, a la búsqueda de nuevos mercados, a la conquista de nuevas áreas sociales (materiales, cognitivas, discursivas, afectivas) que se ven subsumidas, imbuidas en su lógica. Pero el proceso no está exento de escollos y problemas, pues la naturaleza misma de la mercancía, el dinero y el capital presenta un carácter dual, contradictorio. En las crisis, esas contradicciones eclosionan violentamente y la realidad se presenta paradójica: personas sin trabajo y capital ocioso, falta de liquidez en la economía y «exceso de ahorro» en las familias, necesidades crecientes y mercancías que no logran venderse…

La economía evita computar aquello que escapa a su lógica: las externalidades de la contaminación y la destrucción del territorio aparecen como un resultado banal del crecimiento inmobiliario; los recursos fósiles se valoran según su coste de extracción, aunque su formación ha requerido cientos de millones de años; el trabajo de cuidados, esencial para la reproducción y el sostenimiento de la vida, desaparece subsumido bajo el valor abstracto de la fuerza de trabajo.

La continuidad de la acumulación requiere de la constante producción de valor, de mercancías. La propuesta del decrecimiento atenta contra ese precepto fundamental, propugnando la reducción de necesidades y deseos, el ahorro energético, la equidad social y la vuelta a circuitos cortos de producción y comercialización2.

¿Qué es el decrecimiento? Es el cuestionamiento de las bondades absolutas del crecimiento económico, la crítica de la equiparación entre consumo y felicidad, entre bienestar, justicia, crecimiento y desarrollo, la propuesta de vivir mejor con mucho menos3. En su devenir histórico, el capitalismo ha dilapidado velozmente los recursos de la Tierra: los bosques, los suelos, los acuíferos, los recursos fósiles. Con ello se han iniciado cambios en la biosfera de carácter irreversible, que amenazan la vida en nuestro planeta tal como la conocemos. Todos los estudios sobre nuestra huella ecológica muestran que hemos sobrepasado con creces la capacidad de recuperación de la biosfera4. Las consecuencias negativas del crecimiento económico sobre la naturaleza, el ser humano o las relaciones Norte-Sur son más visibles que nunca.

La propuesta del decrecimiento, a pesar de su aparente novedad, ha venido impregnando muchas luchas anticapitalistas de los últimos 200 años. La crítica del desarrollo, del maquinismo, la ecología política, la crítica a la urbanización desenfrenada del territorio, la agroecología y el consumo responsable y las reflexiones sobre el trabajo de cuidados… Desde diversas perspectivas, todos estos movimientos han defendido la reducción consciente de los niveles de producción, consumo y deseo de mercancías. La lógica del decrecimiento pone en jaque el fundamento mismo de la acumulación; pero por ello mismo, la retórica del poder trata de adueñarse del concepto y desnaturalizarlo, privándolo de potencia revolucionaria.

Decrecer no es cosa de reducir ligeramente la velocidad de la maquinaria destructiva del capitalismo. Es, por el contrario, una apuesta por modificar radicalmente las relaciones sociales imperantes, por poner en primer plano las necesidades y cuidados frente a los deseos de consumo, la reflexión sobre el bien común frente al individualismo metodológico. Decrecer requiere repensar las relaciones entre el ser humano y la Naturaleza y, muy especialmente, entre hombres y mujeres5. La apuesta del feminismo por descentrar los mercados y poner en el centro del análisis los procesos de sostenibilidad de la vida (A. Pérez Orozco) constituye una invitación a cuestionar, desde una lógica complementaria, el imperio del valor, del capital, del trabajo asalariado. La propuesta de decrecimiento será anticapitalista y anti-patriarcal… o no será.


1 Véase McDONOUGH, Roisin y HARRISON, Rachel (1978), «Patriarchy and Relations of Production», en Kuhn, Annette y Wolpe, Anne-Marie (eds.), Feminism and Materialism.

2 Entre la bibliografía básica sobre el decrecimiento se cuenta el libro de Serge Latouche La apuesta por el decrecimiento (2008). Muchas de las teorías del decrecimiento hunden sus raíces en los conceptos fundamentales de la Economía Ecológica; entre ellos, cabe destacar la aportación de Hermann E. Daly, Steady State Economics (1977).

3 La riqueza no es un estado absoluto, sino «una relación entre las necesidades y los bienes materiales. Es posible ser rico consumiendo mucho o deseando poco». SAHLINS, Marshall, Economía de la Edad de Piedra.

4 Existe una documentación muy valiosa (parte de ella en castellano) sobre decrecimiento en los Proceedings of the First International Conference on Economic De-Growth for Ecological Sustainability and Social Equity, que puede descargarse en http://www.degrowth.eu. En http://decrecimiento.info pueden visualizarse vídeos y audios de diversas charlas sobre la cuestión, entre las que destacamos las de Carlos Taibo y Amaia Pérez Orozco.

5 TUDELA TORRES, Marta, «Feminismo y decrecimiento: puntos en común, posibilidades de encuentro». Ca la dona, p. 64.

Voces rebeldes (La Madeja nº 1)

Melania Fraga

¿Cuántas veces nos hemos sorprendido tarareando alegremente una canción con letra machista, racista o en el mejor de los casos absurda? Entre ritmos pegadizos se nos olvida que las canciones forman parte de nuestro imaginario, de nuestra tradición oral, que crean la realidad. En su mayor parte sitúan a las mujeres como objetos dependientes del amor de un maltratador o como sujetos de consumo. «Sin ti no soy nadie», «te quiero más que a mi vida», «si me pega me da igual, es natural», «tendría que cogerte, desnudarte, pegarte y luego violarte»… son sólo un pequeño ejemplo de lo que podemos encontrar en la amplitud de estilos musicales.

Afortunadamente existen proyectos que demuestran que no es necesario denigrar a las mujeres para hacer música de calidad y pegadiza.

Voces Rebeldes es uno de esos ejemplos que tiene como objetivo, a través del Hip Hop, mostrar la oposición de jóvenes al sistema económico y social que los margina en la periferia de diferentes ciudades del mundo. Porque la música sobrepasa las fronteras del capitalismo uniendo proyectos artísticos.

 

Este proyecto, en el que participan raperos y raperas de Cuba, Argentina, Venezuela, Bolivia y Senegal, se articula en torno a un documental y una exposición fotográfica realizada por Oriana Eliçabe, promotora del proyecto que produce Piraván. Hablamos con ella.

¿En qué contexto nace Voces Rebeldes?
«Quería enseñar la realidad de los países que no salen en la prensa o que cuando salen es para demonizarlos. A través del Hip Hop, muy arraigado en las clases populares, las y los raperos cuentan sus realidades».

¿Cómo es el trabajo de seleccionar a raperos/as para participar, qué os interesa de ellos/as?
«Los raperos y raperas no fueron seleccionados por su gran puesta en escena, ni su producción, ni fama. Lo que interesaba es que las letras fuesen reflejo de sus luchas, no sólo sobre un escenario sino también en sus barrios, ya que su lírica es fruto del contacto directo con las necesidades que se generan en los mismos. A pesar de ello, la calidad artística es muy elevada. Amplifican la voz de su comunidad a través de acciones directas no violentas, a través de sus canciones. El proyecto Voces Rebeldes es una plataforma para continuar esa lucha.

Propuse como objetivo el dar espacio en cada país por lo menos a una rapera o grupo integrado por mujeres, porque en la lucha del Hip Hop también es importante que las mujeres artistas estén representadas, ya que no siempre lo están.

También vimos lo mucho que enriqueció al proyecto el integrar artistas de África, de Senegal en concreto. Muchos de los participantes latinoamericanos no tenían conocimiento de las realidades y necesidades de las y los jóvenes africanos y viceversa».

 

En sus letras anticapitalistas, ¿se tenía también clara la lucha «antimachista»?
«Sí, sobre todo en el caso de las raperas, esa es una de sus luchas dentro de un movimiento que tiende mucho al machismo. Aunque en el caso de los raperos que participan del proyecto, el tema de los géneros también está presente. Fue curioso que la noche en la que se conocieron los participantes, en una de las habitaciones del hotel, hubo una larga discusión sobre este tema. Fue muy interesante el debate, algún día espero poder editar ese material de vídeo».

¿Qué posibilitó el proyecto?, ¿qué espacios creó o abrió?
«El proyecto duró tres años, aunque aún no está cerrado, el grupo creó una red que trabaja y comparte inquietudes. Propició que un montón de realidades dispersas se conocieran. La lucha de los artistas se fortaleció: el ver que hay personas en tantos países trabajando como tú te hace no sentirte solo.

El momento cúspide del proyecto se produjo en Gijón, en los encuentros de Cabueñes de 2009, eso nos dio la oportunidad de juntarnos físicamente, muchos tenían contacto a través del proyecto pero no se conocían cara a cara. La mayoría era la primera vez que salían de su país. Aquí se comenzó a componer un rap colectivo que luego se grabaría en otro encuentro en Barcelona. El hecho de que el proyecto fuera colectivo enriqueció las realidades de los participantes».

¿Hacia dónde va esta experiencia?
«Ahora el proyecto, aunque esté en standby, sigue nutriéndose a través de su blog. Además, contamos con la colaboración de la radio libre Rimas Rebeldes, ubicada en una fábrica recuperada en Argentina».

Mujeres de ojos rojos. Del arte feminista al arte femenino (La Madeja nº 1)

Mujeres de ojos rojos. Del arte feminista al arte femenino. Susana Carro Fernández. Editorial Trea, Gijón, 2010. 264 páginas

Alba González Sanz

El estudio de las relaciones entre arte y pensamiento no suele despertar nuestra sorpresa, salvo cuando tenemos entre manos un libro que viene a llenar un vacío en el discurso, conectando, de forma reveladora, ideas e imágenes importantes. Tal es el caso de Mujeres de ojos rojos, un ensayo a través del cual la autora explora las relaciones entre el pensamiento feminista producido desde los últimos años del siglo XIX a la década del 90 y las manifestaciones artísticas que un grupo de creadoras produjo al calor de esos debates teóricos. El libro es la única monografía en español que aborda esta conexión y, sobre todo, que permite conocer la historia del arte feminista con rigor. El arte como medio para la acción política, para la indagación estética y para la reflexión ética en torno a las relaciones de mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida. El arte y el feminismo, sus conexiones fecundas y escasamente puestas en valor por la crítica especializada. Un análisis lúcido de teorías pero sobre todo de propuestas artísticas revolucionarias cuya contextualización política amplía el alcance de los movimientos feministas que las vieron nacer.

Susana Carro Fernández enlaza a las teóricas (Mary Wollstonecraft, Simone de Beauvoir, Kate Millet, Hélène Cixous…) con las creadoras (Louise Bourgeois, Judy Chicago,Anada Mendieta o Martha Rosler) en un volumen de factura impecable que repasa cronológicamente los hitos y principios del pensamiento feminista pero sobre todo la relación de una serie de creadoras con esas ideas y con el propio medio artístico: tradición, canon, exposiciones, escuelas, técnicas, materiales y enfoques académicos sufren a su vez un replanteamiento desde el arte feminista que busca incorporar a nuestro acervo artístico las voces de muchas mujeres creadoras que se expresaron desde su identidad y en muchas ocasiones padecieron (y padecen) un absoluto silencio entre crítica y público.

Desalojos (La Madeja nº 1)

Desalojos
Miriam Reyes. Editorial Hiperión (2008). 68 páginas.

José María Gómez Valero

Algo maravilloso sucede cuando la poesía logra ser voz de la herida y dejarnos en el alma ese inconfundible sabor a verdad honda que nos conmueve, que nos ayuda a mejor mirar el mundo, transformándonos y haciéndonos crecer. Es la poesía en esas ocasiones un puente en el que nos aventuramos. Un puente en el que encontrarse, en el que sentir, recordar, amar, lo vivo y sus filos, celebrándolo.

Sólidos y vibrantes puentes en los que permanecer nos ofrece la obra de Miriam Reyes, una poeta que sostiene un proyecto de escritura consistente, de largo y fértil recorrido en sus búsquedas –tan lúcidas, tan honestas–, donde una exigente pugna con el lenguaje se anuda con una mirada asombrada y audaz. «Mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos», decía Alejandra Pizarnik.

Después de los excelentes Espejo negro (DVD, 2001) y Bella Durmiente (Hiperión, 2004) Miriam Reyes nos regalaba este Desalojos, un libro desgarradoramente hermoso, estremecido y estremecedor, que rebosa poesía reveladora en cada pulso, en cada giro.

En los poemas que lo conforman nos habla la mujer que es testigo del paisaje que perfilan las pérdidas, quien convive y dialoga íntimamente con los diferentes rostros que depara el hueco. El libro se divide en dos partes: en la primera, más extensa, se compone una intensa secuencia cuyo escenario es el lugar del duelo: alguien narra lo que le acontece cuando una persona de relevancia articuladora en la estructura familiar muere, lo que significa y desencadena su desaparición, lo que mueve, aquello que oscurece y aquello que alumbra.

En la segunda parte los poemas se sitúan a cierta distancia, temporal y espacial, energética, de los hechos: se plantea el desabrigo posterior, las dificultades, la salvación desde el recuerdo, el deseo de duración. Nos lleva el conjunto del libro a reflexionar sobre el dolor del vínculo y la identidad que construye: las puertas que abre al amor y sus extrañamientos. Todo desde una voz cercana que, temblando de frío y serenidad, nos dice y nos guía.

Desalojos es un cuerpo vivo que nos invita a alojarnos en él. Leer un poema de este libro nos aboca a respirar con la respiración del poema, a ver por sus ojos, a estar –a ser– profundamente allí, pase lo que pase allí. Leía a Miriam Reyes en una entrevista: «Escribo para no dormirme, para no perderme, para no olvidarme, para no callarme ni negarme a mí misma, para comprender y aprehender lo que vivo». Sólo nos queda decir: gracias, Miriam, gracias por escribir.


En la web de la autora, www.miriamreyes.com, se pueden leer textos de sus distintos libros editados, además de conocer el interesante trabajo que realiza como videocreadora anudando imagen y poesía.

Siete notas sobre poesía & mujeres

T.S. Norio

1· Pastún (Afganistán, Pakistán)

«En los valles afganos y en los campos de refugiados de Paquistán, las mujeres pastún improvisan cantos de gran intensidad y fulgurante violencia: los landays (‘breves’). Esta forma poética limitada a dos versos crea una instantánea de emoción, apenas un grito, un furor, una puñalada en el pecho. Estos poemas, dotados de un marcado ritmo interno, hablan de amor, honor y muerte, y, valiéndose de estos temas, de rebeldía siempre. Sin duda, nunca un canto tan breve reveló tanto de la inhumana condición de la mujer y de la opresión que la reduce al estado de objeto doméstico y la somete al código pueril de los hombres. Privada de libertad y vejada en sus deseos y su cuerpo, a la mujer pastún no le queda otra salida posible que el suicidio o el canto…

Dame la mano, amor mío, y partamos a los campos para amarnos o caer juntos bajo las cuchilladas.

¡Que el almuédano lance su llamada a la oración del alba, no me levantaré mientras no quiera mi amante! ¡Rápido, amor mío, quiero ofrecerte mi boca!, la muerte ronda por la aldea y podría llevárseme».

[MAJRYH, Sayd Bahodin (2002), El suicidio y el canto, Poesía popular de las mujeres pastún de Afganistán, Madrid, Ed. del Oriente y del Mediterráneo]


2· Celtas (Europa occidental)

«Con todo, en Escocia la tradición oral también influyó mucho en la vida comunitaria. Hasta hace poco tiempo, el espíritu colectivo y las tradiciones se reflejaban perfectamente en el waulking o reunión de mujeres para realizar el encogimiento de los paños de lana tejidos en casa. Una vez empapados en orina rancia, se colocaban los paños sobre una mesa de caballete, en torno a la que tomaban asiento unas doce mujeres. Una de ellas entonaba fragmentos de cualquier narración en verso, y el resto le hacía coro mientras todas golpeaban los paños rítmicamente. De este modo, a través de un viejo procedimiento textil, las mujeres trasmitieron durante generaciones numerosas leyendas y no pocos acontecimientos de la vida local. El waulking llegó a estar prohibido a los hombres, y éstos se desentendieron completamente de él hasta su desaparición, a mediados del siglo XX».

[El hombre en el mundo, t. 2, p. 44]


3· Las palabras y los jefes

«Aparte de esta inclinación tan marcada por las posesiones del jefe, los indígenas aprecian altamente sus palabras: el talento oratorio es una condición y también un medio del poder político. Numerosas son las tribus donde cada día, al alba o al crepúsculo, el jefe tiene que gratificar con su discurso edificante a la gente de su grupo: los jefes pilagas, sherentes, tupinambas, exhortan todos los días a su pueblo a vivir según la tradición.

Pues la temática de su discurso está estrechamente ligada a su función de ‘hacedor de paz […] El tema habitual de estas arengas es la paz, la armonía y la honradez, virtudes recomendadas a todos los miembros de la tribu’. Sin duda hay veces que el jefe predica en el desierto: los tobas del Chaco o los trumais del Alto-Xingu a menudo no prestan la menor atención al discurso de su líder, que habla así en medio de la indiferencia general. Esto sin embargo no debe ocultarnos el amor de los indígenas por la palabra: ¿no explicaba así un chiriguano la ascensión de una mujer al liderazgo diciendo: ‘su padre le había enseñado a hablar’?»

[CLASTRES, Pierre (1978), La sociedad contra el Estado, Barcelona, ed. Monte Ávila, p. 29]


4· Más nanas y menos somníferos

«El gran libro de las nanas, Carme Riera (ed.), El Aleph, 2009. Reúne las canciones de cuna más famosas de la lengua española desde la edad Media al siglo XXI. (…) Primera nana de autor conocido: de Gómez Manrique, alrededor de 1458. (…) Hasta el siglo XIX las nanas eran cosa de mujeres, ‘es decir, cosa de anonimato’. Las mujeres no solían salir de casa. ‘Las primeras nanas firmadas por hombres –Lope de Vega, por ejemplo– son poemas a lo divino: la madre es la Virgen María y el niño, Jesucristo’. (Carme Riera) (…) En el siglo XX la canción de cuna se convierte en un género literario. Ya no son sólo poemas para niños: también hay ironía y dramatismo: la canción para despertar un pie dormido de Gloria Fuertes, la de José Hierro para dormir a un preso o las nanas de la cebolla de Miguel Hernández. Nunca fue un género políticamente correcto. (…) En una conferencia de 1928, dedicada a las nanas, Lorca insiste en la ‘aguda tristeza’ de las canciones de cuna española. No debemos olvidar, dice, que sus inventoras son las mujeres pobres ‘cuyos niños son para ellas una carga’… Carme Riera no está muy de acuerdo. ‘Lorca confunde monotonía con melancolía: el objetivo de una nana es que un niño se duerma… Su tono ha de ser monocorde y no muy alegre’».

[RODRÍGUEZ MARCOS, Javier (29/10/2009), «Más nanas y menos somníferos», El País, p. 37]


5· Quechuas (Perú)

«(Mujeres)
En el jardín de las flores los pétalos de las rosas se abren con esplendor cuando las levanto, se marchitan cuando las pongo en tierra, florecen.

(Hombres)
Solterita viciosa casadita de mal gusto fuiste el fruto de esas orgías amorosas si no hubiesen existido esas orgías piedras o yerbas hubieses sido en estos momentos.

(Mujeres)
Cuando estuve encima de ti y te observé el arpa y violín entonaban aires de alegría y tristeza cuando en posición contraria te observé mi joven amorosa estaba llorando de alegría.

Qachwa (canción para las danzas orgiásticas) recogida en la comunidad de Belen (Pacapauza-Parinacochas, Ayacucho), interpretada durante las noches de luna, después de la cosecha de las papas. La primera estrofa, interpretada por las mujeres, es la invitación de éstas, simbolizadas por las flores y las rosas, a los hombres para que conserven el esplendor de las flores en el jardín hermoso y colorido. En una palabra, es la invitación a la orgía colectiva. En la segunda estrofa, los hombres responden a las mujeres tratándolas de ‘viciosas de mal gusto’, pero dando la evidencia de que estas orgías rituales colectivas son necesarias para la existencia de la humanidad, ya que si no únicamente de ‘piedras y hierbas’ se hubiese poblado la tierra. La tercera estrofa es interpretada por las mujeres; en ella, el gozo y la libido son simbolizados por los aires musicales del violín y del arpa, que siempre se tocan juntos y manifiestan la ternura profunda de los hombres».

[YARANGA VALDERRAMA, Abdón (1994), El tesoro de la poesía quechua / Hawarikuy Simipa Illan, Madrid, Ediciones de la Torre, pp. 151-152]


6· Acholis (Uganda)

«A semejanza de otros pueblos nilóticos –gentes del Alto Nilo, con las que comparten rasgos físicos e idioma–, creen en un Ser supremo, Juock. La supervivencia del poblado depende de las rogativas a la divinidad para que no falte la lluvia, si bien cualquier creyente puede dirigirse a su santuario y exponerle –por mediación de una sacerdotisa– sus problemas personales. Sumiéndose en un trance, estas habilísimas intérpretes de presagios se constituyen en portavoces de Juock. Las sacerdotisas son casi siempre ancianas, o bien mujeres inadaptadas por una u otra razón, tal vez súbitamente enviudadas e incapaces de ajustarse a su nuevo papel en la sociedad».

[El hombre en el mundo, t. 1, p. 24]


7· La función de la poesía

«‘¿Cuál es la utilidad o la función de la poesía en la actualidad?’ es una pregunta no menos acerba porque la hagan con insolencia tantos estúpidos o la respondan con apologías tantos tontos. La función de la poesía es la invocación religiosa de la Musa; su utilidad es la mezcla de exaltación y de horror que su presencia suscita. ¿Pero ‘en la actualidad’? La función y la utilidad siguen siendo las mismas; sólo la aplicación ha cambiado. Ésta era en un tiempo una advertencia al hombre de que debía mantenerse en armonía con la familia de criaturas vivientes entre las cuales había nacido, mediante la obediencia a los deseos del ama de casa; ahora es un recordatorio de que no ha tenido en cuenta las advertencias, ha trastornado la casa con sus caprichosos experimentos en la filosofía, la ciencia y la industria, y se ha arruinado a sí mismo y a su familia. La ‘actual’ es una civilización en la que son deshonrados los principales emblemas de la poesía. En la que la serpiente, el león y el águila corresponden a la carpa del circo; el buey, el salmón y el jabalí a la fábrica de conservas; el caballo de carrera y el lebrel a las pistas de apuestas, y el bosquecillo sagrado al aserradero. En la que la Luna es menospreciada como un apagado satélite de la Tierra y la mujer considerada como ‘personal auxiliar del Estado’. En la que el dinero puede comprar casi todo menos la verdad y a casi todos menos al poeta poseído por la verdad».

[GRAVES, Robert (1983), La Diosa Blanca, Madrid, ed. Alianza, t. 1, pp. 16-17]

En nosotras la mirada del amo. Buscamos la salida

Celia García Lopez

No serviré a una mitología pavorosa.
Sin embargo mi cuerpo ocupa el espacio
preparado por las acechanzas.
David Eloy Rodríguez

El espacio geográfico es materia y es metáfora. Es cuerpo habitado y es paisaje. Es cosa que se puede ver y es sueño de resistencia simbólica. Una resistencia que crea lugares reales desde donde contar de nuevo el mundo.

Todo esto nos dice Katherine McKittrick [1]en su libro Demonic Grounds: black women and the cartographies of struggle[2], y lo hace a partir del análisis de la realidad geográfica de Estados Unidos, Canadá y el Caribe. Toma como punto central en su relato la llegada de esclavos y esclavas africanas y todo lo que supone. La asimilación de la diáspora africana y la naturalización de ésta fue determinante para la perpetuación de una lógica de biocentrismo, basada en la división entre amos/esclavos, colonizadores/ colonizados. Este modelo de mundo, como nos recuerda McKittrick, determina las categorías de ser humano/ser no humano o civilización/ barbarie y se convierte en discurso legitimador de una realidad que llega hasta nuestros días.

Se trata de contar la historia, la producción de sentido, a través del análisis del control del espacio que habitamos. Esta ocupación espacial no es gratuita, sino punto de apoyo para legitimar los discursos del poder y su capacidad ilusoria de hacer del simulacro naturaleza. Es la construcción de un espacio concreto, según la autora, lo que sustenta, justifica y argumenta la naturalización de la identidad negra.

Así, el racismo y el sexismo no se basan sólo en la construcción de unas identidades centradas en el cuerpo, sino que son también actos espaciales que ilustran las experiencias y conocimientos geográficos de las mujeres negras. La geografía se convierte en algo socialmente producido, un sitio y controladas.

Se trata de ver la dominación racial y sexual como un proyecto geográfico. La naturalización ideológica de las mujeres negras se corresponde con la producción del espacio. Las ideas sobre feminidad negra, superioridad racial y diferencia son ideas espacializadas, ideas que restringen los deseos y oportunidades geográficas de las subalternas. Esa restricción supone un camino que determina un estar en el mundo. Lo que nos propone McKittrick es mirar más allá del análisis que refleja la injusticia y buscar posibilidades de crear nuevas maneras de estar en la realidad, desde ese espacio determinado y acotado por las estructuras lógicas que la construyen. Es decir, entender esos espacios asignados como lugares para la resistencia. Desde esa lucha por resistir se pone en evidencia la falsedad del simulacro y son esos espacios también alternativas para la vida nueva.

Tradicionalmente se ha entendido el cuerpo femenino negro como lugar de desposesión[3], aquello sin geografía, lo cual facilitaba la apropiación del mismo, su uso y abuso. Ahora bien, ¿qué pasa si ponemos nombre al espacio inhabitado, desposeído, al espacio entre las piernas y lo miramos como aquello que puede nombrar o alterar las geografías asignadas al cuerpo? Escribe la poeta Marlene Nourbuse Philip:
«Entre las piernas el espacio/Dentro del útero el espacio/Colonizado como lugar y espacio/El silencio de/El espacio entre/Las piernas/ El silencio de/El espacio dentro/Del útero».

Las geografías, los lugares asignados para el vivir, y las resistencias a los mismos de las mujeres negras que se producen en los márgenes, en las piedras de subasta, en las buhardillas, a través de la literatura; indican que la jerarquía tradicional espacial es al mismo tiempo poderosa y alterable. Esto sugiere que las geografías humanas están siendo conceptualizadas más allá del orden clasificatorio presente. Esa continua resignificación del espacio habitado permite hablar de posibilidades de atravesamiento de las dialécticas dominantes.

Desautomatizar la máquina mirando más allá, cuestionando los discursos anquilosados en una falsa naturalidad que impiden la creación de espacios nuevos. Ver el espacio como lugar desde donde decir, contar, vivir de otra manera, redescubrir miradas, mirar con otros ojos. De eso se trataba.

En una exposición de la artista afroamericana Carrie Mae Weems[4] vimos una serie de retratos: grandes fotografías de fondo rojo, en cada una de ellas una inscripción. Retratos de personas negras: esclavas, prostitutas, niños, familias que son captadas en sus lugares «naturales», espacios impuestos. En la inscripción, inserta en el cuadro, reza una calificación que nos explica qué son para el poder esos cuerpos, de modo que podemos leer «objeto de estudio antropológico» o «negroide tipo» o «el lugar de juegos del amo» o «el espíritu del diablo», por citar algunos ejemplos. Pero he aquí el asombro cuando al mirar vemos que en cada rostro hay una mirada que nos mira a su vez, y nos interroga, que en cada cuerpo algo se resiste a ser asimilado, colonizado, reducido a cenizas, algo que nos deja entrever que «más allá» y «entre» ese espacio asignado existen otros lugares/otras vidas que también, o sobre todo, son reales y verdaderas. En el primer retrato de la obra hay una mujer africana bella, digna, orgullosa. Sobre su cuerpo en blanco y negro, esclavo y libre leemos las siguientes palabras: «desde aquí yo vi lo que estaba sucediendo y lloré».


[1] Katherine McKittrick es profesora titular en el Departamento de Estudios de la Mujer de la Universidad de Queens en Canadá.

[2] MCKITTRIK, Katherine (2002), Demonic Grounds: black women and the cartographies of struggle, Minneapolis, University of Minesota Press.

[3] La historia de la diáspora negra converge con la concepción que se hace del cuerpo femenino negro. Las geografías de la esclavitud fueron geografías de desposesión negra/supremacía blanca, lo cual fue asumido como una inferioridad racial natural y justificó la esclavitud. El vínculo entre propiedad y negritud dio al cuerpo negro un estatus de artículo o cosa, un espacio apropiable, lo cual legitimaba la práctica de venta o intercambio de dichos cuerpos. La apropiación del cuerpo femenino negro a menudo convirtió a éste en espacio público, lugar para la violencia. El cuerpo negro femenino era visto como naturalmente sumiso y sexualmente disponible.

[4] Carrie Mae Weems es artista y fotógrafa. Algunas críticas de arte la etiquetan de fotógrafa social. Los principales temas de su obra son el racismo, las relaciones de género, la identidad personal, la política. La teórica feminista bell hooks escribe un artículo sobre ella en 1996 titulado: «Carrie Mae Weems: Diasporic Landscapes of Longing», en Inside the Visible, editado por Catherine de Zegher, MIT Press.

Los cuerpos del delito: cuerpos capaces/cuerpos dis/incapaces

Cristina Vico Miranda
Celia García López  

Nos pasamos el cuerpo
buscando el tiempo.
Rolando Revagliatti

Hicimos viaje nuestro cuerpo. Trajimos nuevas palabras que hemos ido traduciendo y que a ratos iluminan parcelas de mundo y nos trascienden. Trascender: mirar fuera con ojos vivos/encendidos.

Queremos plantear aquí algunas cuestiones que nos acercan al debate abierto y candente que se vive desde hace algunos años en la teoría feminista estadounidense: la «discapacidad» como categoría de análisis y como sistema de representación.

Las variaciones humanas han venido a mal llamarse discapacidades y han formado una categoría propia que incluye a individuos dispares entre sí pero con algo en común: la desemejanza en lo que al canon de belleza y normalidad respecta. Estos cánones se han ido forjando a lo largo de la historia a través de la medicalización del cuerpo[1] y de las políticas de la apariencia que han dictado qué es lo bello, lo normal y lo sano, marginando aquellos cuerpos que, desprovistos de los valores aclamados por la sociedad, cuestionan las bases en las que se sustentan tales cánones.

Hay otros mundos habitados, fruto de los despojos excluidos por la regla, en los que se mira, se escucha, se piensa y se siente de manera distinta a las lógicas que nos gobiernan casi todo el tiempo, esas que intentan clasificar y ceñir nuestro espacio vital. Son mundos que todas de algún modo conocemos, a pesar del trabajo incansable de homogeneización, asimilación y ocultamiento. Imperios de mentira.

Mirar desde el cuerpo, con el cuerpo, mirar al cuerpo, sentir el cuerpo para conocer la norma, el deseo, la ley. Callejones que vierten luz sobre las construcciones que nos habitan, que cimientan y cementan la vida.

Una alternativa presente en los debates feministas son las políticas basadas en un discurso identitario, cuya estrategia principal es evidenciar las diferencias, darles voz, intentar ser herramientas de resistencia, transformación y flexibilización de las categorías tradicionales. Sin embargo, estas políticas, que cumplen una función fundamental en la desestigmatización de los cuerpos y que ponen de manifiesto los entresijos de la realidad, creemos deben ser sometidas a una revisión continua debido a que la fluidez del deseo y las ambigüedades de las categorías humanas hacen imposible la existencia de identidades fijas[2].

La premisa central de la teoría feminista sobre la discapacidad es que la discapacidad, como la «feminidad», no es un estado de inferioridad corporal, insuficiencia o desgracia. Más bien, la discapacidad es una narrativa sobre el cuerpo culturalmente fabricada, algo similar a lo que entendemos como ficciones de raza y género.

Nos cuenta Toni Morrison que al igual que la negritud es una idea que cala en la cultura norteamericana, la discapacidad también es una ideología dominante, a menudo desarticulada, que nos dice de nuestras nociones culturales acerca de una misma y del otro. Y es que son los significados que da la cultura de forma no gratuita los que ayudan a construir/producir lo que es ser hombre o ser mujer, es decir, los significados culturales producen actores sociales generizados.

Amelia Celaya

Categorizar es centrarse en una peculiaridad concreta del individuo y obviar el resto de sus características, tomar el todo por la parte, poner códigos de barras, señalar al otro por si acaso.

Algunas teóricas –feministas y de los «estudios de la normalidad»[3]– se han negado a conformarse con una sociedad en la que las opciones disponibles para decidir qué vida se elige están, o bien basadas en un estatus racial y/o sexual, o bien ligadas a una característica biológica aislada, y han reclamado el derecho a defender nuestros cuerpos y a ocupar el mundo tal y como somos o tal y como queremos ser, enfrentándonos a las categorías convencionales.

Construyeron/construimos el discurso sobre el que se asienta nuestro hogar pobremente. Discurso basado en la idea de muerte, de tristeza, de producción, de normalización, de regularización. Idea de intercambio, idea de mercado.

Normalizar es incluir dentro de las categorías, rechazar las diferencias. Es necesario desenmascarar las herramientas emergentes de normalización, que se presentan cada vez más subliminales y poderosas, para así dejar de mirar –de mirarnos– con espanto.

Indagar en las formas culturales de pensamiento en lo que al cuerpo respecta y trasgredir las categorías convencionales para crear espacios nuevos que den cabida a otras realidades, intentar con alegría jugar de otra manera, inventando el juego a cada paso.


[1] La medicina, contaba ya Michel Foucault, ha sido la ciencia que de manera hegemónica desde los siglos XVII-XVIII se ha encargado del control de los cuerpos y sus peculiaridades. Sus objetivos han sido principalmente ajustar, regular y, en algunos casos, extirpar dichas variaciones, que son consideradas como algo indeseable. La teoría feminista de la discapacidad pone en cuestionamiento estos principios médicos de cura y rehabilitación y traza una línea divisoria entre las actuaciones médicas destinadas a la «prevención» del sufrimiento, la enfermedad o el daño y aquellas otras dirigidas hacia la «eliminación» de formas corporales devaluadas e inaceptables. Susan Wendell nos advierte que los deseos de perfección y de control del cuerpo son enmascarados por la actitud compasiva y caritativa de parar o prevenir el sufrimiento. Las pruebas genéticas, el aborto selectivo o la medicalización de la intersexualidad serían buenos ejemplos de este proceso de normalización.

[2] Tanto la teoría feminista postcolonial como la teoría queer ponen de manifiesto la imposibilidad de acortar al sujeto/a dentro de unos parámetros identitarios inamovibles. La identidad pasa a ser una compleja red discursiva descentrada. Algunas teóricas que ahondan desde distintas perspectivas en esta cuestión son: bell hooks, Gloria Andalzúa, Judith Butler, Donna Haraway, Chela Sandoval, Teresa de Lauretis.

[3] Lennard Davis sugiere suplantar el término «estudios de la discapacidad» por «estudios de la normalidad».


Fuentes y más información
Algunas autoras para seguir pensando sobre estos temas son Adrienne Ash, Sumi Colligan, Rosemarie Garland-Thomson, Alison Kafer, Catherine J. Kudlick, Ann M. Fox, Lisa Schur, Bonnie Smith.

Otras historias: sobre Emma Goldman 

 

Elena Pintado Miranda

Entre las muchas cosas que te puedes encontrar al navegar por Internet, no es extraño dar con un blog de alguien que recopila fotos de archivos policiales. Y buscando una foto que me permitiera desarrollar un breve artículo sobre Emma Goldman era de esperar que algo así apareciera tarde o temprano, ya que la Goldman fue detenida en más de una ocasión.

Lo cierto es que no era esto lo que andaba buscando. Pretendía más bien una imagen que centrara el tema en la Emma conferenciante de forma más directa, una mujer, una anarquista, hablando en medio de la multitud, y que me permitiera hacer una breve descripción de su vida desde esa perspectiva. Pero me llamó mucho la atención esta foto, evidentemente de una ficha policial, por esa mirada provocadora frente a la cámara y el detalle de que se quitara las gafas en la foto de perfil. No pude resistir pinchar sobre la misma y descubrir hacia donde me llevaba: la página de «Mr. Ed’s Crimminal Mug Shots»[1]. El blog nos presenta la recopilación de fotos como un conjunto en el que hay todo tipo de gente: «famosos, políticos, el rico y el pobre»; desde Al Capone a Michael Jackson, se abre un espectro de personajes entre los que, agrupados todos bajo la característica de haber sido fichados por la poli, no se diferencia al cantante del mafioso, al traficante de armas de una declarada antimilitarista que siempre defendió los derechos de los más desfavorecidos.

Teniendo en cuenta los tiempos que corren y la facilidad con la que los términos se utilizan para englobar todo tipo de realidades, esta mezcla de «criminales» podría haberme dado mucho de qué hablar, pero preferí centrarme en Emma Goldman y averiguar cuál había sido su «delito».

Por suerte, es una de las únicas fotos de la página en la que aparece la fecha: el 31 de Agosto de 1893. No me fue difícil encontrar la historia repasando su propia autobiografía[2]. Emma, emigrante rusa, vivió la expansión industrial de Norteamérica y sus consecuencias: el aumento de la explotación y la precariedad –sobretodo de la gran masa de inmigrantes que llegaban al nuevo mundo buscando una oportunidad–, la pérdida de libertades, los abusos del poder… Fue uno de estos abusos, el que tuvo lugar en Haymarket Square durante una protesta obrera y finalizó con la condena a muerte de cuatro anarquistas, los Mártires de Chicago[3], lo que despertó su conciencia política. Ése fue el comienzo de una lucha que ya no cesaría nunca.

En su autobiografía nos cuenta cómo, en esta fecha, conociendo la situación caótica que atravesaban los miles de parados de Nueva York, viaja desde Rochester para apoyar las acciones que se estaban llevando a cabo. Reuniones, mítines, colectas de comida y una gran manifestación. Estas fueron sus palabras al final de la misma:

«Hombres y mujeres –empecé en medio de un silencio repentino– ¿no os dais cuenta de que el estado es vuestro peor enemigo? Es una máquina que os aplasta para poder sostener a la clase dirigente, vuestros amos. Como inocentes niños depositáis vuestra confianza en los líderes políticos. Les facilitáis ganar vuestra confianza solo para dejar que os vendan al primer postor. Pero incluso cuando no hay una traición directa, los políticos obreristas hacen causa común con vuestros enemigos para manteneros a raya, para evitar la acción directa. El Estado es el pilar del capitalismo, y es ridículo esperar ningún desagravio de su parte. (…). Vosotros también tendréis que aprender que tenéis derecho a compartir el pan del vecino. Vuestros vecinos no solo os han robado el pan, sino que os están chupando la sangre. Seguirán robándoos, y a vuestros hijos, y a los hijos de vuestros hijos, a menos que despertéis, a menos que os volváis lo suficientemente osados como para exigir vuestros derechos. Bien, entonces manifestaos delante de los palacios de los ricos; exigid trabajo. Si no os dan trabajo, exigid pan. Si os deniegan ambas cosas, tomad el pan. ¡Es vuestro derecho sagrado!».

Dos días después Emma Goldman es detenida. Juzgada por incitar a la violencia, la declaran culpable y la condenan a un año de prisión.

Al leer de nuevo su discurso y consciente de que ha pasado más de un siglo desde que lo pronunció, no puedo evitar un sentimiento muy raro frente a la actualidad de sus palabras en estos tiempos de «crisis».

No sería la última vez que pasaría por la cárcel: como anarquista, como pacifista y antimilitarista, como defensora de los derechos de los más desfavorecidos. Apoyó todas las buenas causas y sus palabras siempre hicieron arder las orejas de los que detentaban el poder, estuvieran en el lado que estuvieran.

Esta «criminal» fue una adelantada a su tiempo. Leer su vida es todo un aprendizaje, rescatar sus palabras una vía para re-generar los discursos y lanzar nuevos mensajes acordes a nuestro tiempo. Hagámoslo.


[1] mugshotss.blogspot.com

[2] GOLDMAN, Emma (1996), Viviendo mi vida, tomo 1, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo.

[3] Y que dio lugar al 1 de Mayo como «Día Internacional de los trabajadores».


Para saber un poco más sobre Emma Goldman y de su contexto:

  • GOLDMAN, Emma (2008), La palabra como arma, Madrid, Malatesta – Tierra del fuego.
  • ___ (2008) Fraternalmente Emma: cartas de amor y de guerra. La Felguera ediciones.
  • MUIÑA, Ana (2008), Rebeldes periféricas del siglo XIX, Madrid, La linterna sorda.
  • PEIRÁS, José (2010), Emma Goldman, anarquista de ambos mundos, Madrid, La linterna sorda.
  • Documental: Emma Goldman, una mujer sumamente peligrosa, se puede ver en la siguiente dirección: video.google.com/videoplay?docid=-8944617823561968641#

Identidades políticas en tránsito

Irene Saavedra Valero
Activista de TríbadAS* y Xega

Precisamente, el tema de las identidades políticas llevo pensándolo mucho tiempo, en realidad, años, pero nunca me he puesto a escribirlo. Agradezco a La Madeja que haya elegido este tema, desde mi punto de vista muy controvertido teóricamente y en la práctica también.

Personalmente, el hecho de ser lesbiana no me define como persona. En estos momentos, es mi orientación sexual nada más, aunque durante muchos años sí me definió absolutamente. Esto que puedo concebir hoy como un error de juventud, no lo es en absoluto. Todo tenía su contexto. A finales de los 80 era necesario tener una identidad política como feminista lesbiana dentro de un Movimiento Feminista que, en Madrid, se iba resquebrajando y en el que anteponíamos el ser feministas al hecho de ser lesbianas. Siempre era urgente el aborto, el acceso al trabajo remunerado, la paridad, la violencia, los planes de igualdad, etc., pero siempre dirigido a mujeres heterosexuales. Para ser justas, cuando el Movimiento Feminista de Madrid se divide, la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas (CEOF) organizó y apoyó la Plataforma Antidiscriminatoria: Lesbiana que no te discriminen, que presentamos a los medios y a la sociedad por primera vez conjuntamente. Esa misma Coordinadora es la que organizó estas últimas jornadas feministas de Granada.

Hoy el hecho de ser lesbiana no me dice nada en el aspecto personal, es una orientación más. Pero como lo poco que me queda del Movimiento Feminista tradicional y clásico es «lo personal es político», he comprendido que me encuentro mucho más a gusto definiéndome como persona y que tengo y quiero una identidad política como lesbiana; que la cambiaré según el momento y lugar donde me encuentre; que no me importa la orientación sexual, ni la identidad de género, sino incluir toda la diversidad y pluralidad posible: todas hemos abortado, todas somos lesbianas, todas somos trabajadoras, todas somos putas (uy, perdón, casi todas), todas somos inmigrantes, todas somos trans, todas somos heteros, todas bisexuales, etc.

Pero es imposible avanzar teóricamente en las identidades políticas si el Movimiento Feminista no actúa y sigue callado, no renueva su teoría y se desliga, de una vez por todas, del Feminismo Institucional. No digo que las instituciones no sean necesarias, tienen que seguir realizando su trabajo, pero el feminismo activista y de vanguardia de hace unos años ha sido absorbido por estas instituciones. Todo ello y el cansancio, imagino, han llevado a que en estos últimos años se haya perdido acción en la calle y, sobre todo, frescura en la teoría y en el debate. En las Jornadas que hicimos en Xixón en noviembre de 2009, donde nos juntamos más de 100 feministas lesbianas de 53 organizaciones, en la ponencia sobre Feminismo y Lesbianismo concluimos que algo ocurre para que las lesbianas feministas de cada rincón del Estado, incluida Asturies, expresemos reiteradamente en nuestros espacios un sentimiento de decepción con el Movimiento Feminista. De cada rincón del país nos llegó el sentimiento de que nuestra lucha no es la de todas para una parte importante del mismo. Es decir, una realidad largamente retrasada en la cola de prioridades.

Por ir respondiendo a algo, a estas alturas tampoco me identifico con una identidad lesbiana única, encorsetada y etiquetada, que forma parte de un concepto globalizado de la «comunidad Gay». Como decía Paco Vidarte*, en su Ética Marica:

«¿Constituye una justificación suficiente el hecho de ser gay para no tener que asumir más responsabilidades con la sociedad ni con otro tipo de injusticias que nada tienen que ver con la homofobia? Soy marica, luego estoy salvada. Soy marica, pero me caso. Soy marica, luego exenta de ser solidaria. Soy marica, luego justificada para no preocuparme más que de mi culo. No basta con ser marica para que tu existencia esté justificada. No basta con ser marica para que se te considere un tío legal. No basta con ser pobre, negro, bollera, parado, trans, proleta, sin techo para poder pasar del resto de la gente porque bastante tenemos con ser negros, pobres, maricas como para preocuparnos por los demás, aparte de que no se metan con nosotros…»[1].

Podéis sustituir el sujeto «marica» de la primera parte por «bollera» pero también por «feminista».

Formar parte de una asociación como XEGA (Xente LGTB Astur) ha sido todo un acierto, abrir mis conceptos del feminismo lesbiano o bollero que venía reivindicando −ya me resultaban pobres− y compartirlo con compañerxs, cada unx con sus identidades merece todo el esfuerzo que estamos haciendo algunas feministas lesbianas, junto a las personas trans, gais, bi, etc. Debatir con ellxs sobre masculinidades fue muy enriquecedor. Creo que como identidades políticas vamos bien encaminadxs, pero en Asturies no hay manera de crear puentes con el Movimiento Feminista asturiano. Creo que es urgente y necesaria la interseccionalidad del movimiento LGTB y el Movimiento Feminista: «todas a una» es el camino para un feminismo enriquecedor, integrador y como dijo Justa Montero* y otras colegas en las Jornadas de la CEOF, en Granada, un Movimiento Feminista Inclusivo.

El feminismo clásico debe tomar buena nota de la urgente necesidad de repensar un feminismo diverso que deje de basarse en el heterocentrismo, en el binarismo (hombre/mujer, biológicos) y en los postulados tradicionales. Hace falta ampliar los márgenes para dar cabida a los anhelos y necesidades de un feminismo diverso, articulado, donde las alianzas y puentes entre movimiento LGTB, feministas, inmigrantes, prostitutas, trans, intersex, insurrectxs, etc., −como lo llama Gracia Trujillo*: «los bajos fondos del feminismo»− tomen el protagonismo reclamado y comiencen a estar dentro de la agenda de prioridades de la reivindicación feminista. Aquí me encuentro más a gusto. De las Jornadas Feministas de Granada de hace un año me traje una agradable sorpresa. Seguimos en la brecha, con nuevos feminismos que se están gestando. Una amiga el otro día me preguntó qué es el transfeminismo: pues no sé muy bien qué dirá otra gente, pero para mí es la evolución natural del feminismo.


[1] Vidarte , Paco, (2007), Ética Marica, Madrid, Editorial Egales.

Y tú, ¿qué opinas? (La Madeja nº 0)

portada nº 0 La MadejaEsta sección nace con la idea de recoger las opiniones, tanto positivas como negativas, pero siempre respetuosas, de las personas que leéis nuestra revista. El objetivo es fomentar la participación, recogiendo vuestras ideas sobre temas que se aborden en nuestras páginas, otros que consideréis de interés y también para opinar sobre la propia revista. Es pues un espacio para compartir aprendizajes, experiencias, propuestas…

Para este primer número, solicitamos a diferentes personas su opinión sobre la publicación de una revista con filosofía feminista como la nuestra: qué les parecía la idea y cuáles eran sus propuestas. Éstas son algunas de las respuestas recibidas.

Alumna, 4º ESO
Estoy totalmente en contra. Nos quejamos continuamente de que queremos igualdad, de que si no debe de haber machismo, especialmente en el lenguaje, de donde salen cosas tan absurdas como escribir: «Todas/os las/los alumnas/os acompañadas/os de sus madres/padres deberán/ón» (oh, vaya, debe de ser la costumbre, porque además se pone el femenino primero, no vaya a ser que nos quejemos porque «el hombre está por delante»): Para intentar arreglar ese «problema» se cometen aberraciones como. «l@s profesor@s interesad@s que dej@n» (uy, no, que ahí ya no hace falta…)… Y luego creamos revistas feministas… y tan contentos. ¿Cómo sería la polémica surgida si tras esta se publicara una revista machista? Está claro: los pobres editores lapidados.

Alumna, 4º ESO
Me parece que no se debe ser ni totalmente blanco ni totalmente negro, sino gris, y que por eso no se puede ser ni machista ni feminista, sino intentar ser lo más objetivo posible, aunque uno siempre tire más hacia su sexo. También me parece que no es correcto que se cree esta revista ya que si alguien creara una revista machista las críticas serían abundantes, porque no es lo mismo una revista «feminista» que una revista «escrita por mujeres».

Miguel Ángel Álvarez, profesor
Me parece una idea no sólo estupenda sino también necesaria, pues a pesar de los avances en los últimos años, todavía está muy presente la desigualdad en nuestro entorno, particularmente en los medios de comunicación. Espero pues que sea una revista que favorezca la igualdad, que es finalmente el objetivo del feminismo (que no es lo contrario del machismo, como buena parte de mi alumnado y una pequeña parte del profesorado piensa).

Lucía Fernández, profesora
Desde la coeducación estamos constantemente tratando de buscar alternativas a los propuestas machistas que nos rodean, por lo que la aparición de una revista feminista es un gran paso en un medio editorial tan complicado como el actual, donde continuamente se degrada a la mujer y se la convierte únicamente en objeto sexual. Bienvenida pues una revista que nos ayude a reflexionar sobre lo que pasa a nuestro alrededor, en nuestro entorno más próximo y en nuestra vida cotidiana… para avanzar de forma real hacia la igualdad.

Mariano Hernández, informático
Estoy un poco cansado de tanto rollo de igualdad y de feminismo… Ya hay igualdad y lo que no pueden pretender las mujeres es estar constantemente pidiendo cosas nuevas, que muchas veces van en perjuicio de los hombres, como por ejemplo el tema de los maltratos, que si lo hace un hombre le ponen una pena y si lo hace una mujer, otra diferente. ¿Por qué? ¿No somos todos iguales?

Consuelo García, ama de casa
Hay mujeres que se ponen muy pesadas con este tema y siempre están quejándose, pero los hombres y las mujeres no somos iguales, somos diferentes. Además, las mujeres ya tenemos mucha igualdad. Creo que va a ser una revista muy aburrida, yo no me la voy a comprar.

Elena Kausek, comercial
No sé si feminista se va a ajustar a la definición de esta nueva revista. ¿Feminista o de mujeres para mujeres? ¿Va a haber hombres en la revista, en las fotos, en los textos? Porque muchas veces, lo que hacen las feministas es hacer desaparecer a los hombres, pero eso para mí no es feminista, es lo contrario de machista.

Mario Juárez, médico
Todos los medios deberían incluir la perspectiva feminista, pero desgraciadamente no es así, con lo que contribuyen a mantener o a incrementar la desigualdad. Enhorabuena pues por el proyecto. No lo conozco pero espero que la igualdad entre hombres y mujeres esté presente en vuestras páginas y también en vuestros procesos de creación, decisión y organización.

Irene Bayón, estudiante y futbolista
¿Va a haber deporte femenino? Estaría bien que hubiese más información sobre estos temas, porque en otros periódicos es como si no existiésemos las mujeres en el deporte.

Editorial (La Madeja nº 0)

portada nº 0 La MadejaHace casi un año comenzamos a recorrer un camino que, por ahora, nos ha llevado hasta esto que tienes entre tus manos –o ante tus ojos si nos ves en una pantalla–. Un camino lleno de preguntas, ilusiones, dudas y alguna que otra respuesta sobre lo que queríamos. Comenzamos esta aventura por la que decidimos apostar, arriesgar, angustiarnos y trabajar. La editorial de este número cero está destinada a presentarnos, a presentar nuestro proyecto. Un proyecto que está en proceso de construcción y que anhelamos esté constantemente en transformación, sumando más personas dispuestas también a transformar(se).

¿Quiénes somos?

Somos un grupo de personas que, por una u otra razón, hemos coincidido en la asociación Cambalache en un momento dado. Cambalache es un proyecto social que trata de generar nuevos espacios de encuentro al margen de la mercantilización generalizada. Frente al individualismo y al mercado, creemos en la necesidad de construir lugares de intercambio en los que compartir resistencias. La actividad de Cambalache se organiza a través de diversas líneas de trabajo: inmigración, feminismo, ecología, salud y comunicación.

Las diversas iniciativas que conviven y se entrelazan en la asociación comparten una característica común: hacer política a partir de prácticas concretas que pretenden transformar las relaciones sociales aquí y ahora. Nuestra intención es que los materiales editados sean un complemento de nuestros espacios de formación y de nuestras prácticas sociales, un medio y una herramienta para llegar a otras personas y colectivos.

¿Por qué queremos realizar esta revista?

La realización de este proyecto responde al deseo de aventurarnos en una búsqueda textual, es decir, responde al deseo de escribir, de plasmar en la letra aquellas ideas que cada una desde sus espacios particulares viene trabajando. Por otro lado, pensamos que es un espacio propicio para dialogar, construir, disentir, aprender, socializar conocimientos y reflexiones, no sólo con el resultado final, sino también en la cotidianidad del proceso de elaboración de la publicación. Si bien la idea surge en el seno del grupo de feminismo de Cambalache, excede sus fronteras para conformar un grupo heterogéneo y múltiple en el que desde una mirada feminista se entremezclan diversas voces.

Pensamos que el lenguaje es reflejo de la sociedad que lo utiliza y también herramienta de transformación de la misma. En este último sentido queremos utilizarlo. La publicación quiere ser una apuesta polifónica en la que encontrarás no sólo diversos estilos narrativos (ensayística, cuentos, entrevistas, poesía, reseñas, información, etc.) sino también gráficos.

Pero, de alguna manera, el motor de la propuesta es el hecho de que una publicación periódica nos permite un acto reivindicativo-militante. Es decir, genera un espacio abiertamente político en el que aspiramos a levantar la voz, discutir críticamente, hacer visibles aquellas problemáticas acalladas desde el poder actual, disentir y posicionarnos y, fundamentalmente, dialogar, hacer (nos) preguntas.

¿Qué quiere decir una «publicación feminista»?

Si bien los lineamientos ideológicos que atraviesan esta publicación pretenden ser amplios para poder constituir un espacio de discusión, parten de algunos supuestos que nos gustaría explicitar. Deseamos abordar distintos temas, no únicamente los tratados tradicionalmente por el feminismo, desde una perspectiva feminista. En este sentido, consideramos pertinente aclarar que no existe un único feminismo y que tanto las estrategias como las conceptualizaciones para generar un cambio, pueden variar según los lugares y circunstancias en los que acontezcan, como lo han hecho históricamente. Tratar diversos temas con una perspectiva feminista significa acercarse a los mismos incluyendo una sensibilidad que pueda reconocer que un mismo hecho no incide por igual en las distintas personas que conformamos esta sociedad como consecuencia de cómo se nos identifica dentro de ella. En este sentido, queremos incluir en esta propuesta aquellas perspectivas que normalmente son invisibilizadas en los medios de comunicación tradicional, aquellas a las que habitualmente no damos importancia: biografías, afectos, vida cotidiana, lenguaje, nuevas masculinidades, los márgenes, los cuidados, las relaciones, la sexualidad, etc.

Creemos que, desde este punto de vista, la perspectiva feminista conlleva la crítica al sistema patriarcal y, por ende, al capitalismo, ya que trabajar por un mundo más justo para las mujeres implica también trabajar por todos los otros que se encuentran en los márgenes. Creemos que el feminismo es una teoría política que propone un cambio de la sociedad en la que vivimos y que cuestiona las bases mismas que estructuran dicha sociedad. Tales bases han discriminado tradicionalmente a la mitad de la población: las mujeres, por su sexo, colocándolas en una situación de desigualdad frente a los hombres e imponiéndoles roles que en muchas ocasiones ellas mismas reproducen. Pero este sistema encierra igualmente a los hombres en unos roles que también hay que cuestionar. Además, hoy en día existen muchos interrogantes acerca del significado de ser «mujer» y «hombre» y de la necesidad de romper con estas denominaciones estrechas. Por lo tanto, creemos que el feminismo es algo que debe ser asumido por todas las personas que aspiran a la construcción de sociedades y cotidianeidades más justas.

No desconocemos que esta editorial tiene un carácter de manifiesto, pero creemos que el mismo da cuenta de los orígenes de este camino que esperamos poder compartir con vosotras y vosotros.

En el amor también hay desobedientes (La Madeja nº 0)

Desobedientes. Experiencias y reflexiones sobre poliamor, relaciones abiertas y sexo casual entre lesbianas latinoamericanas. Norma Mogrovejo; marian pessah; Yuderkys Espinosa; Gabriela Robledo (eds.). en la frontera, Buenos Aires, 2009.

Desobedientes. Experiencias y reflexiones sobre poliamor, relaciones abiertas y sexo casual entre lesbianas
latinoamericanas. Norma Mogrovejo; marian pessah; Yuderkys Espinosa; Gabriela Robledo (eds.). en la frontera, Buenos Aires, 2009.

Irene S. Choya

«Este libro surge de la necesidad y de la experiencia».
Así comienza la introducción de Desobedientes. Experiencias y reflexiones sobre poliamor, relaciones abiertas y sexo casual entre lesbianas latinoamericanas. Y me resulta fácil sentirme identificada. Por la experiencia, dolorosa y gozosa, de vivir relaciones amorosas que se salen de la norma; y por la necesidad de compartir esa experiencia con otras personas, de dialogar sobre ella para aprender juntas. Por eso este libro me sacude, me remueve. Porque nace de conversaciones íntimas, porque muestra a mujeres de carne y hueso en constante cuestionamiento y cambio, porque no ofrece respuestas pero sí sugiere algunas preguntas… ¿Quién no ha vivido ratos de confidencias y dudas compartidas con buenas amigas dándole vueltas y más vueltas a eso que llamamos amor?

Por supuesto, os recomiendo su lectura. A poder ser colectiva. Para, así, seguir charlando… Pero, mientras tanto, me gustaría compartir algunas de las preguntas que me ha recordado y/o sugerido este libro.

Empecemos por las palabras. Por la necesidad de inventarnos palabras. ¿Cómo llamamos a las relaciones amorosas que no se identifican con la pareja –o el parejismo, que diría un buen amigo? ¿Poliamor, relaciones abiertas, amor libre, sexo casual, relaciones fuera de la norma, promiscuidad…? No hay palabras que recojan la experiencia múltiple y diversa del encuentro, el deseo, la sexualidad, el erotismo, el amor. Y necesitamos nuevas palabras para nombrar lo que ya vivimos. Nuevas palabras que rompan con la norma rígida que dice que el único amor verdadero es el que se vive entre dos personas –a poder ser, de distinto sexo; no nos engañemos–, monógamas, que forman una familia, que no desean a nadie más porque se completan la una a la otra y que dura para siempre. Ésa es la norma, ya sabemos que la realidad es otra cosa. Pero es la norma la que tiene nombre, qué curioso. Y es que el mito de la pareja es el que pesa en nuestro imaginario, el que aparece en las películas y en nuestros sueños. A él se le dedican poemas y canciones y tantos y tantos suspiros… Y, sin embargo, a pesar de toda esa idealización, existen tantas experiencias –invisibles o, muchas veces, ocultadas– que rompen con el mito. ¿Será que nos gusta conservar la norma para poder saltárnosla? Si no nos hiciera tanto daño, no estaría mal la idea…

Sigamos con los deseos. ¿Cuáles son nuestros deseos? ¿Nos atrevemos a respondernos, de verdad, a esa pregunta? En Desobedientes se plantea que las mujeres lesbianas, si han sido capaces de reconocerse como tales y de vivir con placer su sexualidad, están más abiertas a escuchar sus deseos. Esperemos que el resto –heterosexuales, bisexuales y sin nombre; mujeres, pero también hombres y otros estados intermedios– tengamos la capacidad de escuchar nuestros deseos. Claro que eso implica también interrogarnos por su origen, por su construcción. ¿Qué es lo que deseo y por qué?, ¿cómo se ha construido ese deseo? Fantasías, miedos, carencias, placeres, prohibiciones, inseguridades, rutinas –entre otras muchas cosas– se entremezclan hasta turbarnos. Y, además, nuestros deseos van variando con el tiempo. No se están quietos. Y aunque sepamos que la iglesia, la familia, el Estado, el capitalismo, la tv, alguna que otra novela, y ahora las redes sociales, construyen nuestros deseos que, por lo tanto, no son nuestros; soñamos con encontrar algunas fisuras donde desear libres, o al menos un poquito más libres. Pero tal vez la pregunta que más me importa en este sentido es otra: ¿hacia dónde nos llevan nuestros deseos?

Detengámonos un momento en los cuerpos. ¿Qué expresamos, qué sentimos, qué experimentamos, qué silenciamos, qué nos negamos, qué transmitimos? Los cuerpos. A veces tan presentes y otras tan ausentes. Nos olvidamos de que el cuerpo no es algo que se tiene, sino algo que se es; aunque ese cuerpo se escape de las fronteras de nuestra piel. Es extraño. No somos capaces de adueñarnos de nuestro cuerpo, de vivirnos y conocernos de forma encarnada, y pretendemos adueñarnos de los cuerpos de quienes amamos. ¿A qué tenemos miedo? ¿Por qué necesitamos límites? ¿Y cuáles son? ¡Que alguien los diga alto y claro y para siempre! ¿O mejor no?

Hablemos también de números. Siempre importan. En el amor el número por excelencia es el dos, aunque muchas veces aparece el tres, pero suele durar poco y se vuelve pronto al dos. Pensar en otras combinaciones numéricas parece de locas y, sin embargo, una siempre está amando a diferentes personas al mismo tiempo, aunque con diferentes intensidades y propósitos. Y cada vínculo tiene su especificidad, es único e irremplazable. Pero vuelven los números para empeñarnos en cuantificarlos, en medirlos. Y es que unos vínculos han de valer más que otros. ¿Por qué? Es verdad que sabemos que nuestro tiempo es finito y tenemos que elegir a qué, a quién lo dedicamos. Pero también sabemos que los relojes no sirven para medir la intensidad de una mirada, la complicidad de una risa, el peso de un silencio. ¿Por qué cuantificar, por qué medir? ¿Cómo medimos el cuidado, el mimo, el respeto, la magia de encontrarnos?

Y, cómo no, resulta inevitable interrogarnos por el poder. ¿Cómo amamos? Es decir, ¿qué tipo de relaciones establecemos?, ¿son realmente igualitarias y libres?, ¿respetamos la autonomía y la libertad de las personas a las que amamos o las queremos para nosotras? ¿Nuestras relaciones amorosas nos hacen crecer y volar?, ¿o nos atan y nos hacen pequeñitas? ¿Queremos sinceramente a las otras –con sus proyectos, sus dudas, sus deseos– o nos queremos a nosotras mismas –nuestra seguridad, nuestro gozo, nuestro descanso? Y es que, cuidado, cuando el amor nos habla de fusión total entre dos personas, se olvida de decir que, en general, una se anula en beneficio de la otra. ¿Dónde nos colocamos?

Palabras por inventar, normas para saltárnoslas, deseos construidos que nos llevan hacia algún lugar, vivirnos de forma encarnada y sin medidas, posiciones donde colocarnos… ¿Dónde queda el amor? Las desobedientes del amor hablan de poliamor. Están convencidas de que el amor es el motor del mundo. Pero no el amor entendido únicamente como el sentimiento hacia la pareja. Poliamor como diversidad de amores.

¿Cuáles son mis amores y cómo los cultivo? ¿Y cuáles son los tuyos y cómo los cultivas?

Crónica de un viaje (La Madeja nº 0)

crónica1Inés Herrero Riesgo

Si no recuerdo mal, comenzamos el viaje a las Jornadas Feministas Estatales, que se celebraban el año pasado en Granada, el día 4 de diciembre. Hicimos noche en Madrid y, al día siguiente, por la mañana temprano, emprendimos de nuevo el viaje para llegar a la hora de comer y, acto seguido, empezar a decidir y situarnos: a qué conferencias asistir, dónde se encontraban, quienes íbamos a qué, cuándo y dónde nos volveríamos a reunir, etc.

Para mí fue una de esas experiencias que, antes de vivirla, no lograba imaginar. Y tiendo a hacerlo, tiendo a pensar en cómo será un viaje, con qué me voy a encontrar, cómo me voy
a poder sentir –más o menos–, etc. Pero esta vez, fue imposible. Todo fue totalmente nuevo,
muchas sensaciones inéditas: mucho de lo que vi, de lo que oí, de lo que sentí, no es que no
lo hubiera podido pensar antes, es que no lo esperaba encontrar allí, así, de repente, todo junto y revuelto. Y supongo que eso fue lo que me impactó, lo que me enamoró, lo que me removió
por dentro. Necesité mucho tiempo para poder digerirlo… De hecho, aún estoy en proceso.

Para empezar, supongo que lo primero que ves, lo primero que se ve, son los cuerpos. Había
cientos de cuerpos, o mejor dicho, había miles, porque éramos alrededor de tres mil personas.
La inmensa mayoría mujeres, quiero decir, biomujeres –que nacemos con cuerpo de mujer,
que somos percibidas y reconocidas como tales–. Pero había otros que te dejaban con la duda… Y otros, pero muy, muy poquitos, eran biohombres. Estas dos palabrejas, y muchas más, se oían bastante: biomujeres, tecnomujeres, butch/femme, boys, trans

crónica2Fui consciente de la necesidad que tenemos siempre de saber y reconocer qué estamos viendo, o a quiénes estamos viendo.

A veces, me sorprendía a mí misma intentando etiquetar un cuerpo, mujer u hombre. Fui consciente de la necesidad que tenemos siempre de saber y reconocer qué estamos viendo, o a quiénes estamos viendo. Y fue en la conferencia de Platero, sobre las masculinidades de las biomujeres, donde se trató este tema de las representaciones de la masculinidad, y de cómo se tiende a asociarlo siempre con algo malo, como signo de perversión, que genera rechazo entre las mujeres y entre los hombres.

Por otro lado, el tema de los hombres, que no les dejaran inscribirse en las jornadas, me
decepcionó profundamente. Veo necesario que haya espacios sólo de mujeres, por y para
nosotras, pero también veo necesario que los haya para los hombres, y también que los haya mixtos, que los haya para los trans, para las lesbianas, etc. Pero no entiendo cómo vamos a cambiar la realidad social sin contar con la otra mitad del mundo, sin construir nuevas masculinidades.

crónica3

Para mí fue una de esas experiencias que, antes de vivirla, no lograba imaginar.

A lo largo de los tres días hubo muchas ponencias, mesas redondas y talleres (más de 130). Algunas ponencias, en aquellas donde se esperaba más concurrencia de gente, eran en el salón de actos, como, por ejemplo, la de Nosotras, «las malas mujeres». Debates feministas sobre la prostitución. A esa fui fundamentalmente porque no tenía muy clara mi posición acerca de este tema. Ya había escuchado en otra charla en Oviedo a Cristina Garaizabal –del colectivo Hetaira–, y me había gustado, me medio había convencido con su discurso. Pero, esta vez, que estaba acompañada de Dolores Juliano, me terminé de convencer. Salí de allí con un subidón enorme, pese al debate chungo que se había generado con las abolicionistas, pero con una idea muy reforzada a favor del sector pro-derechos.

Luego estaban las cervezas de después, o mejor, las tapas de Granada. Qué maravilla.
En los bares nos juntábamos, compartíamos y comentábamos las charlas, las opiniones,
reflexiones, etc.

crónica4Y para mí, ver por las calles, o en los bares o restaurantes, siempre a grupos de mujeres (inundábamos la ciudad) dialogando sobre feminismos, era lo mejor. Aún con todas nuestras diferencias, nos unía ese sentimiento de protesta, reivindicación, de ganas de ser escuchadas, de acabar con la discriminación y hacer más vivible nuestra sociedad.

Y no puede faltar un comentario a la manifestación del día 6. Fue la más grande –y con más fuerza– a la que he asistido en toda mi corta existencia, y posiblemente en mucho tiempo, lo seguirá siendo. Fuimos desde la Plaza del Triunfo hasta la de Marina Pineda –tardamos 2 horas tranquilamente–. Estábamos acompañadas por las charangas feministas y gritamos y cantamos frases como estas: «Vamos a quemar la conferencia episcopal, vamos a quemar la conferencia, por machista y patriarcal», «La talla 38 me oprime el chocho», «Somos guapas, somos listas, somos todas feministas», «Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por las calles granadinas», «Me gustan las peras, me gustan las manzanas, y en la cama me meto con quien me da la gana», «Ninguna agresión sin respuesta»

crónica5Después de vivir esos tres días tan intensos en las Jornadas, en los que prácticamente había visto y escuchado sólo a mujeres, el hecho de volver al mundo real y de simplemente salir a tomar un café y ver hombres, eso se me hacía extraño. Pero sobretodo se me hizo extraño y tardé en acostumbrarme –al menos un par de semanas– en concebir otra vez la heterosexualidad como lo normal, como la norma.

Entiendo que haya que dejar transcurrir un tiempo prudencial hasta un nuevo encuentro de esta magnitud, pero estaría muy bien hacer otras jornadas a nivel regional, o a nivel norte/sur, o este/oeste –me da igual el criterio que se siga–, y seguir creando espacios de encuentro y de diálogo, que creo que es lo más importante.

 

Jornadas Estatales Feministas 2009

Treinta años después, el último diciembre se celebraron en Granada las Jornadas Feministas
Estatales, organizadas por la Coordinadora Feminista y la Asamblea de Mujeres Mariana Pineda de Granada. En vista de los materiales entregados, las Jornadas fueron subvencionadas
por el Ministerio de Igualdad, el Instituto Andaluz de la Mujer, la Diputación de Granada, la
Universidad de Granada, la Universidad Internacional de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada. Si bien, al parecer, contaron con un importante apoyo económico, debemos mencionar que la inscripción supuso un coste de 38€.

Como todo acto político, las Jornadas implicaron un espacio de diálogo, de apuestas, de interrogantes abiertos y por venir; pero también fue el escenario de algunos malentendidos,
como la participación de algunos hombres, a los que se les impidió la entrada una vez llegados
al recinto a recoger la acreditación. Además, es interesante comentar que las convocatorias a
los espacios en los que se elaboraron las conclusiones no fueron claramente
divulgadas.

Si bien acudieron a las Jornadas más de tres mil mujeres, muchas de ellas muy jóvenes –lo que significó una grata sorpresa–, la invisibilización de las Jornadas por parte de los medios, tanto locales como estatales, fue casi absoluta. Es cierto que tras una o dos semanas y a raíz de muchas quejas, finalmente se habló de ellas. Pero durante las Jornadas apenas apareció
una referencia en el diario Público. Nada en los periódicos granadinos tras una manifestación de más de tres mil personas que duró más de dos horas…

Podríamos decir que las temáticas propuestas por parte de la organización siguieron dos líneas
generales, por un lado, los debates en torno a las identidades (Identidades como ficciones, Devenires y Luchas Feministas, Cuerpos y Sexualidades, etc.) y por otro lado, por nombrarlos de alguna manera, los temas más «históricos » (Crisis, globalización y acción feminista y
Nuevas representaciones, nuevos contextos, etc.). Ciertos debates estuvieron presentes como temas transversales, tales como la diferenciación entre feminista histórica, feminista
sándwich, y feminista joven; la posibilidad de un feminismo «liberal» y «capitalista» o no, la
constante interrupción de las voces de aquellas «otras mujeres» que no son blancas, ni occidentales, que no se quieren amoldar y plantean interrogantes a los cánones
del feminismo occidental; entre otros. Seguramente debates que siguen –y seguirán– atravesando el feminismo.

Leyes de discriminación positiva (La Madeja nº 0)

Dolores Riesgo Fernández (abogada)

Según la definición del Comité para la Igualdad entre hombres y mujeres del Consejo de Europa, por acción positiva se entiende: «una estrategia destinada a establecer la igualdad de oportunidades por medio de medidas temporales que permitan corregir aquellas discriminaciones que son el resultado de prácticas o de sistemas sociales».

El fin último de las medidas de acción positiva es la integración de los colectivos discriminados. (…) En ocasiones, tienen que ser las leyes las propulsoras de los cambios.

Los orígenes de las actuales leyes de discriminación positiva que existen en nuestro país los encontramos en las denominadas medidas de acción positiva, establecidas en EE.UU. por Ley de 1935, que modificaban diversos artículos de la legislación laboral y que tenían como objetivo la incorporación al mercado laboral de las personas de raza negra que vivían en total discriminación respecto a las personas de raza blanca. Diversas leyes posteriores fueron, entre otras, la Orden Ejecutiva de 16 de marzo de 1961 del presidente John F. Kennedy, requiriendo a las empresas para que concierten con el Gobierno Federal la adopción de medidas de integración de minorías; y la Ley de 1965 del presidente Lyndon B. Jonson, considerando ilegal la discriminación de minorías (por color, raza, religión…).

El fin último de las medidas de acción positiva es la integración de los colectivos discriminados
Vamos a centrarnos en las actuales leyes de discriminación positiva que tienen como objetivo
conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, obviando muchas otras cuyo fin es la integración de otros colectivos minoritarios, aunque debo hacer constar que el espíritu de unas y otras es el mismo: la consecución de la justicia social.

En nuestro país existe una igualdad formal ante la Ley. Así, la Constitución española en su artículo 14 señala: «Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social». El art. 9.2 amplía estas facultades al indicar que «corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; removiendo los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social». Esta igualdad formal no se traduce en una igualdad real por lo que es necesaria la adopción de medidas que consigan la equiparación entre lo formal y lo real.

Las actuales leyes de discriminación positiva que tienen como objetivo la integración y protección de las mujeres, como son: la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección integral contra la Violencia de Género, y la Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo Para la Igualdad efectiva entre hombres y mujeres, se promulgan obedeciendo el mandato que establece el art. 9.2 de la Constitución antes encionado. La Ley de Violencia de Género, en su Exposición de Motivos, dice: «La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión».

No obstante, ambas leyes son objeto de continuas críticas por determinados sectores de la sociedad siendo la Ley de Violencia de Género recurrida en numerosas ocasiones ante el Tribunal Constitucional, pronunciándose dicho Tribunal en mayo de 2008 con una resolución que avala el carácter constitucional de dicha Ley y apoyando la discriminación positiva del citado precepto.

Todos los cambios sociales favorables a los más desprotegidos han creado inseguridad en la clase privilegiada, quien observando cómo se tambalea el poder que viene ostentando, intenta con todos los medios a su alcance detener ese cambio.

Son esos mismos sectores de la sociedad, de mentalidad liberal clásica, los que pretenden tergiversar el verdadero sentido de las leyes de discriminación positiva con el lanzamiento de determinados mensajes cuyo contenido es el siguiente: «hay que recompensar a la persona más cualificada», es decir, «el que vale llega, sea hombre o mujer»; o bien otros aún más sutiles: «la violencia también la sufren los hombres y están desprotegidos». Mensajes que tienen como objetivo la manipulación de la opinión pública con fines partidistas y que son absolutamente falsos. La única verdad que no se dice y que subyace debajo de este tipo de conductas es el miedo a perder los privilegios de la sociedad patriarcal. A lo largo de la historia de la humanidad, todos los cambios sociales favorables a los más desprotegidos han creado inseguridad en la clase privilegiada, quien observando cómo se tambalea el poder que viene ostentando, intenta con todos los medios a su alcance detener ese cambio. Esa es la situación que vivimos actualmente.

Resaltaremos que todas las leyes de discriminación positiva poseen un carácter temporal, es decir, que cuando sean alcanzados los objetivos para los que fueron promulgadas, dejarán de tener vigencia.

La única fórmula que existe para lograr la incorporación de las mujeres a la vida laboral, educativa y a la participación política, es la adopción de medidas de acción positiva. No podemos obviar nuestro reciente pasado, donde leyes promulgadas durante la dictadura franquista discriminaban negativamente a las mujeres por el hecho de serlo; entre otras, normas que impedían a las mujeres salir del territorio español sin permiso de sus maridos si estaban casadas o, si no lo estaban, de su padre o hermano varón, (prohibiendo la libertad de circulación); otras donde se les prohibía vender sus propiedades sin tutorización del marido, abrir una cuenta en el banco, pedir un crédito (prohibiendo el libre acceso a la economía); leyes penales donde el hombre que mataba a su mujer pillada en «flagrante adulterio» podía ser eximido de condena (legitimando la violencia ejercida por los varones); y muchas más que intentaban perpetuar la supremacía del hombre sobre la mujer. Han pasado pocos años desde entonces para lograr un verdadero cambio en la mentalidad y el sentir de la ciudadanía educada en aquellos valores y preceptos. En ocasiones, tienen que ser las leyes las propulsoras de los cambios.

Bienvenidos pues los preceptos que intentan hacer más justa e igualitaria nuestra sociedad.

Enfermeros, ingenieras, administrativos y técnicas físico-deportivas. ¿Casos raros? Las diferencias de género en la elección de estudios y profesiones (La Madeja nº 0)

profesionesIrene S. Choya

Dentro del material didáctico Rompiendo Esquemas1 hay un vídeo en el que se pregunta a chicas y chicos de 2º y 3º de ESO (Educación Secundaria Obligatoria) qué quieren ser de mayores y por qué. Después, la pregunta vuelve a lanzárseles pero con una pequeña variante: ¿y si fueras del otro sexo?

¿Qué creen que responden? La muestra no es representativa, pero sí podríamos atrevernos a decir que ilustra una realidad: «sólo» un 35% del alumnado2 contesta en ambos casos lo mismo. El resto responde lo que cree que al otro sexo le gustaría ser (ellos piensan, mayoritariamente, que ellas querrían dedicarse a profesiones relacionadas con la imagen personal o el cuidado; ellas, que ellos optarían por profesiones liberales, con rápidas inserciones laborales o ligadas al deporte). Aunque alguna persona contesta diciendo una profesión que le atrae pero no cree que le corresponda. Así, una quiere ser profesora de inglés, pero cree que si fuera chico se decantaría por la Educación Física, porque a ellos les gusta más. Y otra querría ser cocinera y, si fuera chico, mecánico, pero argumenta en ambos casos que porque a ella le gusta. Por un lado, cabe preguntarse si suponen bien lo que le «gusta» al otro sexo; por otro, si no existirán todavía sesgos de género a la hora de elegir profesión. Es decir, si por pertenecer a un sexo o a otro, se nos enseña que hay unas profesiones más «adecuadas» que otras.

Es interesante detenerse en un par de apuntes más que nos ofrece el citado vídeo. Por un lado, que el 90% de las chicas y sólo la mitad de los chicos elijan estudios universitarios. Por otro, que las chicas elijan mayoritariamente (el 60%) profesiones que tienen que ver con el cuidado frente a un 17 % de los chicos.

Pero, ampliemos la muestra a ver qué pasa. Según datos del MEC sobre el conjunto de la población (curso 2007/2008), en la formación profesional no existen apenas diferencias de género en cuanto a la matrícula, pero sí en la distribución por familias profesionales. Las mujeres prefieren Administración, Sanidad, Imagen personal y Servicios socioculturales a la comunidad. Los hombres optan mayoritariamente por Electricidad y electrónica, Mantenimiento de vehículos autopropulsados, Informática y Administración.

¿Hubiéramos acertado, sin conocer los datos, dónde encontraríamos a los hombres y dónde a las mujeres?

Veamos qué ocurre en la Universidad3. En este caso, la matrícula de mujeres es ligeramente superior (un 54%), pero donde volvemos a encontrar diferencias significativas es en la elección del tipo de estudios. Si bien en las Ciencias sociales y jurídicas, en Humanidades, en Ciencias de la salud, e incluso en las Ciencias experimentales, las mujeres son mayoría; en las Enseñanzas técnicas apenas alcanzan un 25% en los estudios de ciclo corto y un 31% en los de ciclo largo. Y es que las mujeres están fundamentalmente presentes en estudios relacionados con las tareas de cuidado (destacan la Enseñanza y la Salud); mientras los hombres, aunque también mayoritariamente presentes en las Ciencias sociales y jurídicas (en este caso, en Económicas y Derecho), destacan en los estudios técnicos.

¿Estaban entonces tan desencaminados los chicos y chicas de nuestro vídeo? Pues parece que no mucho. Las elecciones de las chicas están ligadas al rol tradicional femenino de cuidar a otros. Las de los chicos suelen estar más abiertas y, sobre todo, tienen una mejor inserción laboral. Y es que, ¿cómo influye esta llamada segregación formativa en el futuro laboral de hombres y mujeres?

profesiones 2Veamos algunos ejemplos. Según datos del INE4, aunque ha aumentado la tasa de actividad femenina, ésta sigue estando 16 puntos por debajo de la masculina; y el 23% de las mujeres ocupadas tiene un contrato a tiempo parcial, frente a un 5% masculino. En nuestro contexto, Asturias5, las mujeres cobran un 32% menos (un 20% menos en las prestaciones por desempleo).

Podríamos seguir buscando datos que nos dieran pistas sobre cómo afecta a la tasa de actividad el estado civil de hombres y mujeres; quién gana más y a qué se dedica el dinero en las parejas; quién tiene menos proyectos vitales propios porque supedita su tiempo y energía a la familia; quién ocupa los altos cargos en las empresas, en las administraciones, etc.; quién es más vulnerable a las situaciones de pobreza, etc. Pero, seguramente, podamos adivinar la respuesta.

Parece evidente que existe aún una situación de desigualdad entre hombres y mujeres en relación con el empleo; y que esta segregación ocupacional está relacionada con las elecciones formativas de los chicos y chicas y, más en general, con los diferentes proyectos vitales de unos y otras, ligados a los roles tradicionalmente asignados a cada género. Hablamos no sólo de profesiones que siguen considerándose «de mujeres» y «de hombres», sino también del lugar que ocupa en las vidas de unas y otros el empleo, la familia, el ocio, etc. Si queremos modificar ese tipo de elecciones formativas y ocupacionales hemos de incidir en la denominada socialización diferencial de género, es decir, hemos de educar para la igualdad a niños y niñas y eso implica cambios en los curriculum, en las instituciones escolares y, sobre todo, en la formación del profesorado. Pero, a la vez, como sociedad, podemos ir también transformando algunas cosas. Un par de pistas.

Magisterio y Enfermería son buenos ejemplos de lo que se denomina «carreras de mujeres». Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que este tipo de estudios y profesiones están ligados a las tareas consideradas «femeninas», a las tareas de cuidado. Es decir, son una especie de extensión del «espacio doméstico». Las tareas de cuidado son tareas poco reconocidas y valoradas cuando, sin embargo, son imprescindibles para la vida. Esto ocurre tanto en el ámbito doméstico como en el mercado laboral. Para que los hombres quieran «cuidar», asumiendo sus responsabilidades en el espacio doméstico y/o dedicándose profesionalmente a trabajos «feminizados», hemos de empezar a valorar y reconocer las tareas de cuidado y las habilidades y conocimientos que éstas requieren.

¿Qué lugar ocupa el empleo en nuestras vidas? Las mujeres están más educadas para priorizar la pareja y la familia que para tener un proyecto vital propio, que incluya un desarrollo profesional que proporcione autonomía económica, espacios de socialización, autorrealización personal, etc. No se trata de poner el empleo en primer lugar y dejar de dar importancia a lo demás, pero sí de medir las consecuencias en una sociedad capitalista y patriarcal como la nuestra. Por el contrario, en el caso de los hombres, la tarea pendiente puede que sea «descentralizar» el empleo, cuestionando el valor que se le da a éste en la construcción de la identidad masculina y las consecuencias que tiene en sus vidas no prestar la misma atención a otras facetas y espacios.

1 García Iglesias, G. y Sánchez Choya, I. (2007) Rompiendo esquemas. Programa de orientación académica profesional. Oviedo: Instituto Asturiano de la Mujer.

2 Del total de 20 chicas, 8 responden «lo mismo»; en el caso de los chicos, 5 de 16. Es decir un 40 y un 31% respectivamente.

3 Datos del MEC, curso 2005/2006.

4 Instituto Nacional de Estadística, 1º trimestre de 2010.

5 Según estimaciones realizadas por el personal técnico de Hacienda a partir de los datos del IRPF de 2008.

 

¿Es necesario darle más vueltas a la cuestión… del aborto? (La Madeja nº 0)

Es cierto, se trata de una pregunta difícil que no atañe únicamente a este tema «tradicional» dentro del feminismo. Pero éste es un asunto que de tiempo en tiempo sale de nuevo a la calle, sea por una manifestación «espontánea » de los pro-vida, porque en algún lugar del mundo se ha muerto una mujer a causa de las condiciones en las que se ha realizado, porque otra ha sido excomulgada junto con todos aquellos que apoyaron su decisión o porque un gobierno amplía el permiso unas semanas y otro lo restringe otras dos. Las discusiones sobre cuándo empieza la vida y qué peso tiene la misma en nuestra sociedad podrían llenar volúmenes. Aquí, en el estado español, llevamos ya casi dos años retomando dicha cuestión a raíz del proceso cuya consecuencia es la nueva ley que acaba de ser aprobada y que dentro de poco entrará en vigor.

Y es que durante casi veinticinco años, desde 1985, se llevó más o menos bien un escenario en el que si te quedabas embarazada y eras capaz de reunir el dinero suficiente, «podías deshacerte del problema» con la mayor discreción posible. Quizás esto se admitió así porque mejoraba con creces la situación anterior, en la que hasta los métodos anticonceptivos estaban ilegalizados y las cifras de mujeres muertas por «no se sabe qué» eran alarmantes.
Suponemos que para responder a la pregunta que abre esta pequeña introducción sería necesario contestar a otras que tienen que ver con la situación y los roles concretos que tenemos las personas en esta sociedad que hemos construido. A partir de ahí analizar términos como público, privado, autoridad, cuerpo, poder, maternidad, economía, educación, política, sexualidad… etc., etc. y las situaciones que todo ese entramado genera a la hora de enfrentarnos a un embarazo no deseado. Y también suponemos que si ya no hubiera que darle más vueltas a todas esas cosas, también podríamos dar por concluido el debate
sobre el aborto.

Pero no es así, ya que casi ninguno de los diálogos sociales que últimamente se entablan alrededor de este tema, tocan los puntos que acabamos de mencionar en el párrafo anterior y, además, se están llevando a cabo de manera efectiva muy pocas medidas para que ciertas situaciones que tienen que ver con ellos cambien. Creemos que a eso también hay que darle unas cuantas vueltas.

Nuestro objetivo con este dossier no es tanto dar respuestas como crear interrogantes. Interrogantes que no surgen de la nada sino de nuestros propios cuestionamientos. Estos nos han hecho afrontar el tema y obligarnos a mirarlo, a hablarlo, desde distintas perspectivas: aquellas que nos hacen asumir que el aborto es algo más que un simple debate.

El estado de las otras (el aborto en otras latitudes) (La Madeja nº 0)

Lorena Fioretti

Como sabemos, el aborto es una práctica extendida mundialmente. No sólo las mujeres abortamos desde el «comienzo de los tiempos», sino que lo hemos hecho y lo seguimos haciendo, más allá de las diferencias espacio-temporales y culturales que existen. En esta columna no intentaremos realizar un análisis concienzudo y sistemático de la situación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres del mundo, especialmente de la situación con respecto al aborto. La intención es aportar algunos datos que nos permitan visualizar el estado de la problemática más allá de nuestras fronteras. El tema es complejo y los matices múltiples, sólo pretendemos dar algunas pistas que nos permitan la reflexión. Los datos que a continuación ofrecemos son los más actualizados que hemos encontrado, hecho que nos llama poderosamente la atención frente a las espeluznantes cifras que existen.

La OMS estima que cada año ocurren 20 millones de abortos inducidos y señala que la realización de abortos en condiciones sanitarias inadecuadas es una de las causas más importantes de 68.000 muertes al año en el mundo, lo que representa alrededor del 13% de las 527.000 muertes maternas, es decir, por razones obstétricas. El porcentaje es muy desigual según las regiones, alcanzando hasta el 30% de las muertes maternas en algunos países. El riesgo es estadísticamente mayor donde el aborto en condiciones clínicas seguras no es accesible, ya sea por razones legales, sociales, económicas o de otro tipo. Los abortos clandestinos, por tanto, generan un problema de salud pública, por el índice de muertes y por las consecuencias que tienen en la vida de las mujeres. De todas las mujeres que se someten a un aborto en condiciones de riesgo, un número aproximado de entre el 10 y el 50 por ciento necesitan atención médica para el tratamiento de las complicaciones. Abortos incompletos, hemorragias e infecciones son algunos de los riesgos que corren las mujeres al no recibir un tratamiento médico en condiciones adecuadas para garantizar la vida y la salud.

Fuentes: Organización Mundial de la Salud, Unsafe Abortion. Global and regional estimates of the incidence of unsafe abortion and associated mortality in 2000, 4a Edición, Ginebra, 2004, www.who.int/reproductivehealth

 

Situación jurídica del aborto en distintos países del mundo

El tratamiento legislativo varía de un país a otro; actualmente el 62% de la población mundial vive en 55 países donde el aborto inducido está permitido (en general bajo el supuesto del riesgo para la vida de la madre), mientras que el 25% de la población mundial vive en países que lo prohíben y penalizan. Si bien sabemos que las condiciones económicas, religiosas, culturales y las formas que tomen los sistemas políticos en cada lugar influyen en la legislación a favor o en contra de la libertad de las mujeres, es difícil generalizar las variables que favorecerían mejores condiciones. Lo que sí podemos decir es que esas libertades están sujetas, en la mayoría de los países, a la posibilidad que hayan tenido las mujeres de reivindicar su derecho a decidir.

Nota: En la mayoría de los países y supuestos citados, la intervención ha de efectuarse antes de plazos establecidos.

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Abortion_Laws.svg

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Apuntes sobre el derecho al aborto en el estado español (La Madeja nº 0)

Elena Pintado Miranda [1]

La lucha feminista

  • El código penal aprobado en 1870 penalizaba, a través de los artículos 416 y 43 bis el uso y propaganda de los métodos anticonceptivos y el aborto (tanto a las mujeres que abortaban como a las personas que las asistían en el aborto).
  • 1936: Durante la república, en Cataluña, se legaliza la interrupción voluntaria del embarazo. Esta ley contiene como supuesto, entre otros, para llevar a cabo el aborto razones sentimentales o éticas, siendo una de las más progresistas de la época. Al perder la guerra se regresó a la situación anterior.
  • Los métodos anticonceptivos y su propaganda se legalizan en 1978.
  • 1979-1986: Se procesa a las «11 mujeres de Bilbao» y al centro de información sexual «Los Naranjos », en Sevilla, por la práctica de abortos. Hay encierros de apoyo en Barcelona, Valencia, Sevilla, Canarias, Valladolid, Oviedo, Madrid, Zaragoza y Bilbao. En el 82 las mujeres de Bilbao fueron indultadas con el estado de necesidad como atenuante. El proceso contra ocho personas de la clínica sevillana durará nueve años.
  • 1985-1986: El PSOE aprueba una ley de regulación del aborto en la que el aborto se permite dentro de tres supuestos. El movimiento feminista responde a las limitaciones con una campaña que atraviesa todo el estado español: entre otras acciones se realizan abortos colectivos, se hace una campaña de autoinculpaciones, etc.
  • 1994: El gobierno del PSOE presenta un anteproyecto de Ley que introduce un cuarto supuesto de despenalización: las causas económico-sociales. No se llega a llevar a las cortes para su discusión. No se vuelve a tocar el tema hasta 13 años después.
  • 2007-2008: Acoso a las clínicas acreditadas para realizar abortos desde los sectores más conservadores de la sociedad. El movimiento feminista reacciona en defensa de las mujeres que están siendo acosadas. Miles de mujeres se manifiestan en distintos lugares del estado español, se realizan de nuevo autoinculpaciones de hombres y mujeres que se presentan en los juzgados (por haber abortado o acompañar a una mujer en el proceso del aborto).
  • 2008: El gobierno anuncia la presentación de un proyecto de ley para la regulación de la interrupción voluntaria del embarazo. En un principio se plantea una ley de plazos de 21 semanas más una serie de supuestos excepcionales. Para la redacción del proyecto se abre un plazo de 6 meses y crea una comisión de expertos para valorar los términos en los que ha de redactarse dicha ley.
  • Febrero 2009: Se aprueba el
  • Febrero 2009: Se aprueba elinforme de la subcomisión y éste se traslada al gobierno para que redacte el proyecto y dé forma de la normativa referida al aborto.
  • Mayo 2009: Se presenta y aprueba el anteproyecto de ley.
  • Septiembre-Octubre 2009: Se presenta el proyecto de Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo y se abre el periodo de enmiendas. Los puntos más candentes son los referidos a la posibilidad de que una mujer pueda abortar libremente sin el conocimiento de sus padres desde los 16 años y la objeción de conciencia.
  • Octubre 2009: Se archiva el caso contra la clínica Isadora, acreditada para realizar abortos, por no encontrar indicios de ningún hecho constitutivo de delito por parte de la clínica ni por parte de ninguna de las personas que trabajan allí. Las actuaciones de los agentes del Seprona que denunciaron los abortos ilegales son calificadas por el propio juez como «sospechas subjetivas carentes de fundamento» y sus métodos como «técnica inquisitorial tendente a buscar algún delito».
  • Febrero 2010: Se aprueba por mayoría absoluta la nueva Ley del aborto que se espera entre en vigor a lo largo de los próximos meses.

La Ley. 25 años después… ¿esto es lo que queremos?

  • Ley Orgánica 9/1985, de 5 de Julio

En ella el aborto está penalizado siempre que se realiza fuera de estos tres supuestos:

1º: Que sea necesario para evitar un grave peligro para la vida o la salud física o psíquica de la embarazada y así conste en un dictamen emitido con anterioridad a la intervención por un médico de la especialidad correspondiente, distinto de aquél por quien o bajo cuya dirección se practique el aborto. En caso de urgencia o riesgo vital para la gestante, podrá prescindirse del dictamen y del consentimiento expreso.

2º: Que el embarazo sea consecuencia de un hecho constitutivo de delito de violación del artículo 429, siempre que el aborto se practique dentro de las doce primeras semanas de gestación y que el mencionado hecho hubiese sido denunciado.

3º: Que se presuma que el feto habrá de nacer con graves taras físicas o psíquicas, siempre que el aborto se practique dentro de las veintidós primeras semanas de gestación y que el dictamen, expresado con anterioridad a la práctica del aborto, sea emitido por dos especialistas del centro o establecimiento sanitario, público o privado, acreditado al efecto, y distintos de aquél por quien o bajo cuya dirección se practique el aborto.

  • Nueva ley del aborto

Existe un plazo libre de 14 semanas. Durante este periodo cualquier mujer podría abortar sin dar ninguna explicación al respecto. Eso sí, se ha de entregar un sobre a la mujer con información y ha de tener tres días de reflexión antes de llevar a cabo el aborto.

Se mantiene el tercer supuesto por el cual se puede realizar un aborto dentro de las primeras 22 semanas si existe riesgo de graves anomalías fetales o peligro grave para la salud o vida de la mujer. Es necesario un dictamen médico realizado por dos profesionales.

El aborto se prohíbe totalmente desde la semana 23 hasta el final del embarazo excepto si existe una anomalía fetal incompatible con la vida del feto o si el feto tiene una enfermedad extremadamente grave o incurable y todo ello esté confirmado por un comité clínico formado por dos profesionales. La mujer podrá elegir a uno de ellos.

En el caso de que la vida de la madre corra peligro tras el periodo de 22 semanas la ley indica que lo más adecuado es inducir el parto.

Las chicas de 16 y 17 años deberán informar al menos a uno de sus tutores legales, aunque la última palabra siempre será la suya. En caso de que exista conflicto grave con la familia, la responsabilidad de decidir si se ha de informar a los tutores recae sobre el médico que atienda a la menor.

La formación en la práctica clínica de la interrupción voluntaria del embarazo se incorporará en el currículo de las carreras relacionadas con la medicina y las ciencias de la salud.

Se regula la objeción de conciencia. Se acepta el derecho de objetar pero éste ha de hacerse de manera individual y por escrito, de forma anticipada. Es muy ambiguo el tema de los circuitos de atención y los mecanismos de financiación.

Se incluyen los anticonceptivos de última generación en la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud. Aunque se nombran no se regulan, por el momento, los mecanismos para llevar a cabo modificaciones en el contexto educativo que aborden el tema de la educación afectivosexual.

La Interrupción Voluntaria del Embarazo, IVE, sigue siendo un delito en los artículos 145 y 145 bis del Código, salvo en ciertos supuestos, con penas de hasta 24 meses de multa para la mujer que aborte y de hasta cuatro años de cárcel y nueve de inhabilitación para el profesional que lo practique fuera de la ley. También existen penas que van desde los doce meses de multa a dos años de inhabilitación en abortos permitidos por la ley, en los que se produzca alguna irregularidad administrativa.

[1] Información obtenida del díptico «Por el reconocimiento del derecho de las mujeres a decidir». Asamblea Feminista de Madrid. www.feministas.org/madrid

El aborto en primera persona (La Madeja nº 0)

Una de las máximas que rige esta sociedad es aquella que nos dice: «si de algo no se habla, eso no existe». Pensándolo detenidamente, creemos que es cierto, y la prueba está en que a las vidas de las mujeres, sus relaciones, sus problemas –que en muchas ocasiones se desarrollan en el ámbito privado–, no se les ha dado la importancia que implican. Y así, muchas situaciones se han solucionado de las maneras más diversas sin que la idea general «de lo que debía ser» se manchara.

Uno de los ejemplos más claros es todo lo relativo a la sexualidad y la vida reproductiva de mujeres y hombres y, por eso, seguramente, la ley del aborto se mantuvo tal y como estaba desde 1985. Mientras todo se acomoda a lo que se espera socialmente, no hay problema, pero, ¿qué pasa cuando no es así? Yendo más allá, y conscientes de los estrechos márgenes de libertad que tenemos en este sentido, nos preguntamos: ¿realmente en algún caso la vida real puede adecuarse a «lo que debe ser»?

Nosotras hemos empezado a mirar a la gente que nos rodea y a preguntarnos si no merece la pena, como forma militante −¿por qué no decir revolucionaria?−, el hablar abiertamente sobre estos temas, para hacer que la palabra se libere y así conseguir que deje de darnos miedo. Miedo precisamente a advertir que las situaciones vitales no son tan lineales como pensamos.
Hemos entrevistado a tres personas, dos mujeres y un hombre; ellas han vivido el proceso del aborto de manera encarnada; él, estando muy cerca y quizás muy lejos a la vez. Son historias personales reales, pero no aparecen sus nombres; podríamos ser cualquiera de nosotras y nosotros. Son historias de la colectividad.

Entrevista 1

Aborté en una clínica privada de mi ciudad. Decidí ir ahí porque me lo recomendó alguna amiga.

Hola, para esta historia no voy a decir mi nombre, porque es algo que cuando me pasó no conté a mi familia. En todo momento, la que era mi pareja de entonces, vamos a llamarle Rafa, me apoyó como supo en la decisión y en la situación, pero aun así lo peor de aquel momento fue estar sola en el quirófano. Además, al despertar al día siguiente, me apetecía verlo y estar arropada en sus brazos. Pero fue imposible, pues tuvo el teléfono desconectado toda la mañana. Cuando conseguí hablar con él me contó que había salido de fiesta toda la noche y que había llegado a casa de buena mañana… Por eso no me cogía el teléfono, estaba durmiendo. Ese día, por si no me había quedado suficientemente claro el día anterior en el quirófano, comprendí la diferencia entre ser hombre y mujer y lo diferente que afectan estas cosas, por mucho que el hombre se quiera sentir implicado. Al final eres tú, la que estás ahí en el quirófano sola. Moraleja: Las irresponsabilidades se pagan.

¿Por qué y en qué circunstancias tomaste la decisión de abortar?
En ese momento estaba matriculada en la universidad, aunque no estudiaba nada y trabajaba en lo que podía para salir de fiesta. Era una época muy fiestera y en la que había perdido el rumbo en mi vida. No recuerdo exactamente qué edad tenía en ese entonces, la verdad es que no me suelo acordar de los años. Tendría alrededor de 22 años o así. Tardé un poco más de un mes en darme cuenta de que estaba embarazada, en cuánto noté la primera falta, me hice la prueba.

Tomar la decisión me llevó alrededor de una semana, era lo mejor para mí, para el futuro bebé y para Rafa. En esos momentos no sabía ni cuidar de mí misma. ¿Cómo iba a tener un crío? Fue una decisión compartida entre Rafa y yo. El proceso fue duro, en el sentido de que me dolió que Rafa no dudara un instante de que esa era la decisión debida. Fue una contradicción, porque aún sabiendo que era lo mejor para todos (incluyo al bebé), me dolió que ni siquiera lo dudara. Fue un golpe a mi amor por él.

Eso sí, tenía superclaro que no iba a decírselo a nadie de mi familia. No quería hacer sufrir a nadie más y sobre todo a mi madre. Se me encogía el corazón en un puño con sólo pensar que se pudiera enterar. Afortunadamente he abortado sólo una vez. Para mí fue muy doloroso. Es un hecho que he preferido olvidar.

Aborté en una clínica privada de mi ciudad. Decidí ir ahí porque me lo recomendó alguna amiga. El proceso fue fácil: te preguntaban por qué querías abortar y te informaban de la posibilidad jurídica a la que te podías atener y del precio. Como Rafa y yo teníamos el dinero que costaba, pues adelante. No recuerdo si me informaron de todas las posibilidades, es decir, los tipos de abortos que se podían practicar según el caso. Como ya he dicho, mi mente intentó olvidar todo aquello que me estaba pasando desde el primer momento. No sé el nombre exacto del aborto que me practicaron, pero fue por succión o algo así. Recuerdo el sonido y lo mal y sola que me sentía. Eché mucho en falta el tener una mano a la que agarrarme. Fue una experiencia horrible, que se me hizo interminable. Me acompañó Rafa, pero cuando aborté, él estaba en una sala de espera… Él estaba fuera y yo dentro… Encontrándome fatal… Fue muy duro.

¿Sentiste algún tipo de presión al tomar la decisión?
No, la verdad es que no sentí ningún tipo de presión. Entre mis amigos somos muy respetuosos los unos con los otros. Y además, mis mejores amigas y amigos me apoyaron en todo momento. No noté ninguna presión social y lo intenté olvidar…

¿Qué repercusiones, si las tuviste, psíquicas y/o físicas notaste?
Pues no sé, físicamente, estuve fatal la noche después de que me realizaran el aborto y como no tenía mi propia casa, tuve que ir a dormir a casa de mi abuela y estar allí, pero sin contarle nada. No quería matarla del disgusto. ¿Repercusiones psíquicas? Que lo paso fatal cuando voy al ginecólogo, antes no me pasaba, pero ahora me pongo muy nerviosa. Pues, en un principio yo pensé que a mí me iba a afectar menos de lo que en realidad me afectó, que fue bastante. Menos mal que he encontrado un ginecólogo de confianza, porque encima el año pasado me descubrieron que tenía el Virus del Papiloma Humano y me tuve que operar, y ahora estoy de revisiones…

Antes de pasar por esta situación, ¿tenías una opinión respecto del aborto?
Sí, pensaba que era una decisión de cada mujer y que en cada caso era diferente. Pienso que es algo que tiene que estar permitido para todas las mujeres, porque no hay nada peor que traer un hijo al mundo sin quererlo tener, sea por las razones que sea… Por otro lado, me dan miedo las noticias cuando informan de que las chicos de ahora cada vez se inician antes en las relaciones sexuales y que aunque hay mucha información, muchos no conocen los métodos anticonceptivos, o no los utilizan. Los veo muy inmaduros para afrontar una situación como ésta.

En la actualidad, ¿hablas abiertamente de esta experiencia o forma parte de tu intimidad?
Forma parte de mi más estricta intimidad y como ya he dicho, es algo que no me gusta comentar.

¿Cuál es tu relación con la maternidad?
Pues ahora mismo pienso que me gustaría tener hijos, si me da tiempo… Porque tengo 34 años y por ahora mi vida no tiene la suficiente estabilidad como para mantener un churumbel, porque estoy desempleada. Por otro lado, estoy sorprendida positivamente porque por primera vez me ha entrado el instinto maternal y desde hace un año estoy viviendo con un chico increíble con el que sí estoy segura que me gustaría formar una familia.

Entrevista 2

En primer lugar nos gustaría preguntarte sobre el contexto en el cual te enfrentaste a la decisión de tener que abortar

Yo tuve leucemia con 19 años, y eso dejó huellas, entre otras, físicas, en mí. Una de ellas, y en todo momento asesorada por mi hematólogo, era la certeza de que yo era estéril. Además, había mantenido durante más de un año relaciones sexuales sin protección con mi anterior pareja estable, sabiendo, o creyendo, que no había riesgo de quedarme embarazada. Tenía 26 años y acababa de empezar a salir con un chico. Tras un período en que vamos creando confianza, comenzamos a mantener relaciones sin preservativo.

Aunque resulte realmente difícil de creer y un tanto absurdo, fue mi recién estrenado noviete, tras llevar cuatro meses saliendo, el que se da cuenta de mis cambios físicos y de humor (y hace memoria de la última vez que tuve la regla). Me hago la prueba y me percato de la verdad. No tuve duda en ningún momento de la decisión a tomar, porque ya estaba tomada.

Provengo de un entorno muy desestructurado; se me ocurre que es la primera de las causas, entre muchas, por las cuales siempre supe que la maternidad humana no iba conmigo. Yo soy mamá gata (con una gran sonrisa). ¿Qué le voy a hacer? Adoro a los animales y jamás me han gustado los niños. Nunca he sentido que mi cuidado, el cuidado ajeno, mi instinto protector y un montón de factores y cualidades que tengo, tuvieran que pasar por la maternidad humana.

A pesar de llevar muy poquito tiempo, mi novio de entonces era muy tradicional e inseguro (posesivo, dependiente) y encima era católico. Eso no provocó ni un minuto de duda en mi decisión, pero sí una tremenda presión coercitiva por su parte, chantaje emocional y transmisión de culpa. No soy en absoluto inmune a esas cosas, y menos lo era con 26 años.

Así pues, sin duda, me dispuse a abortar. A los pocos días de enterarme ya estaba abortando en una clínica privada, porque no quise ni tantear la Seguridad Social previendo una negativa.

Sin embargo… Lo que son las cosas. La vida se aferra. Yo estaba embarazada de ocho semanas, y ¡era una hormona con patas! ¡Lo que lloré tras abortar! Físicamente me sentía destrozada y «algo» me había sido arrancado de mi ser… Y mientras, yo pensaba: «pero si es lo que quieres; está bien; todo está bien…». Y ni así. La vida se aferra. El pelo crece, los tumores también, y cualquier embarazo atraviesa no sólo el cuerpo, sino la emotividad, porque para llevarlo a término precisa de cooperación del «ser invadido». Yo me lo explico así de racionalmente, pero el dolor fue intenso.

Cuéntanos cómo fue todo el proceso, tanto desde el punto de vista más práctico (a dónde fuiste, cómo se realizó el aborto) hasta el más físico y personal (cómo te sentiste a lo largo del mismo).

Abortar en sí, el hecho físico de abortar, en mí fue dolorosísimo. Yo tengo un umbral de dolor muy bajo, y además hubo de practicárseme un aborto «doble»: tengo útero arcuato (bifurcado), así que el dolor físico fue tremendo y doble.

Lo hice en una clínica privada que funciona en Gijón y Oviedo. Yo soy de Oviedo, pero o bien no existía en Oviedo en aquella época (febrero de 2001) o bien no me enteré y el caso es que fui a Gijón. Me la recomendó una conocida. Fue el único contacto previo que tuve con la clínica en cuestión.

Repito que la decisión fue por no alertar a la Seguridad Social, por miedo. Tal cual. Me trataron con cordialidad en la clínica, pero el proceso quirúrgico fue extremadamente doloroso, y no sé si sólo ocurrió así en mi caso o es en general; no sé si hubiera sido conveniente anestesia general o un análisis previo de mi capacidad de superación del dolor, o un mero estudio de mi útero para no realizar esa doble intervención.

Lo malo es que además llegaba tarde para el aborto farmacológico (pasaba, creo, un par de semanas del límite).

Por otra parte, me sentí un tanto estúpida cuando en la clínica, una vez pagado el dinero, me dicen de manera un tanto liviana que bien podría haberme practicado el aborto gratuitamente en la Seguridad Social debido a mis anteriores problemas médicos (hubiera podido peligrar mi integridad física de haber continuado con el embarazo). Es decir, con los años sí he tenido una sensación de frustración, de falta de información (falta de compromiso propio con mi salud y también responsabilidades ajenas que ahora veo con mayor claridad, como la falta de asesoramiento).

Yo llamé por teléfono, yo me cité para el aborto. Y me acompañaron a Gijón mi mejor amiga y mi novio, quienes estuvieron conmigo en el despacho previo pero no me pudieron acompañar al quirófano. Sí supe posteriormente que oyeron mis gritos de dolor y mis lloros.

Recuerdo haber pensado que me habían engañado cuando me dijeron que el dolor más intenso que es capaz de pasar un ser humano es una biopsia medular, seguido de un parto, que desconozco. En aquel momento me pareció, habiendo sufrido 4 biopsias medulares, que jamás había sentido un dolor tan grande y tan penetrante.

Tras el aborto, tuve que apoyar a mi traumatizado y destrozado novio, y el único apoyo real que tuve fue el de mi incondicional amiga, que me respaldó y entendió en todo momento.

Antes de pasar por esta situación, ¿tenías una opinión respecto del aborto y varió la misma a través de tu experiencia?

Siempre apoyé el aborto, siempre, desde que recuerdo. No tuve ninguna duda cuando me tocó a mí. Además, siempre he pensado que las decisiones en tu vida las tienes que tomar antes de los acontecimientos, porque si no, tu voluntad y tu emotividad están presas de las circunstancias, están secuestradas.

¿Sentiste algún tipo de presión social antes o después de tomar la decisión?

No admití ninguna presión social, que sabía que tendría, por parte de la conservadora familia de mi entonces novio, y de algún conocido mío; no las admití y simplemente mantuve el tema en secreto hasta una vez realizado. No iba a admitir injerencias en un momento tan delicado.

¿Qué piensas hoy en día de la maternidad y del derecho al aborto?

La maternidad me parece un trabajo entregado y laborioso, y es un tema muy, muy complejo. Creo en la crianza natural, en la ausencia de autoridad… No entiendo ni la maternidad social, obligada y alienante; ni la maternidad mística, devota y sacralizadora de la mujer; ni la maternidad autoritaria, ausente y dictatorial. Hay miles de maternidades, como miles de cuidados, que me parecen horribles. Pero el cuidado libre y afectuoso, como la maternidad libre y afectuosa, me parecen compromisos afectivos y solidarios de gran alcance, dignos de mi admiración.

Respecto al aborto, siempre he estado a favor de los plazos, pero ahora he refinado un poco esa tesis, planteando con sumo cuidado mis ideas según en qué foro. Me explico: estoy en una organización anarcosindicalista en la que se defiende sin matices el aborto libre y gratuito; políticamente, estoy de acuerdo; no se le debe restar ni un ápice de autonomía y responsabilidad a la mujer. Dicho esto, y en aras de esa responsabilidad, sumo mi ética y constriño esa decisión a lo que a mí me parece razonable y ético: el aborto debiera ser practicado, si esto es posible, antes de la viabilidad autónoma del futurible nacido. Así pues, existirán excepciones respetables de circunstancias no sabidas o sobrevenidas posteriormente que deberán permitir la libre disposición de la mujer; pero en el mantenimiento de las mismas circunstancias, no abortar a los tres meses y abortar a los seis, no me parece razonable. También es cierto que los casos de irresponsabilidad, que los hay y los habrá, son mínimos y en ningún caso representativos, y no deben jamás limitar la actuación de las mujeres, que como ciudadanas se nos debe presuponer adultas, independientes y responsables.

Entrevista 3

Mi compañera se embarazó en el año 1999. Yo tenía 20 años, ella 22. Estábamos de viaje por América Latina. Cuando nos dimos cuenta de que estaba embarazada, estábamos en un pueblo de Nicaragua.

¿Cómo os sentisteis cuando os disteis cuenta de que tu compañera estaba embarazada?
Fue como un susto, como que nunca habíamos pensado que podía pasar y como que de pronto relacionábamos la relación sexual con su función. Algo que compartimos mucho entonces los dos era que «claro, somos animales mamíferos, y follamos para la reproducción ». A menudo, la sexualidad está representada y es tema de conversación en la sociedad, en los medios de comunicación, con los amigos… como seducción, en términos de cómo tener una sexualidad sana o de hacerlo bien o mal, de pasarlo bien o mal, pero casi nunca se relaciona con la función de tener hijos. Me refiero a la vivencia de los jóvenes.

Habitualmente damos mucha importancia a nuestras vidas intelectuales y afectivas. Y de repente los cuerpos crean algo que no has deseado, que no has pensado, y es mucho más potente que lo que puedes desear o crear a nivel intelectual.

¿Cómo fue el proceso de decidir realizar un aborto?
Nos surgieron muchas preguntas, pero nunca nos planteamos tener el bebé. Estaba muy claro para los dos. Fue una decisión de los dos. Teníamos claro que no lo queríamos, que no podíamos tener ese hijo en ese momento, así que lo que pensamos fue en cómo lo íbamos a hacer. El aborto es una práctica ilegal en casi todos los países de América Latina, pero encontramos rápidamente una Casa de la Mujer en Nicaragua donde una persona muy competente y muy agradable estuvo dispuesta a practicar el aborto en un pueblo.

El embarazo no estaba nada avanzado, así que el aborto fue de muy pocas semanas. Pero no fue con medicación, pues allí lo practicaban con las pinzas. Fue muy doloroso, muy violento. Yo no estuve, no podía, como que nunca se planteó. La mujer que lo hacía nunca mencionó la posibilidad de que yo estuviera presente, ni mi compañera. Creo que como para mí era difícil enfrentarme a esto, no di yo el paso de decir «oye que yo quiero estar, yo quiero acompañarte más». Sentía que no estaba invitado y no hice el esfuerzo de estar… Por miedo. Hoy sí que, con la reflexión que he hecho, hoy sí que tendría que estar. Creo que también no poder haber asistido influyó en el proceso de duelo.

¿Cómo vivisteis ese proceso de duelo que mencionas?
Para nosotros realmente hubo creación, en el sentido de los cristianos también. Hay vida. Sentimos que habíamos creado vida y que habíamos matado esta vida. Es un vocabulario que utiliza la gente que está en contra del aborto, pero es el que uso yo también para hablar de esto. Es un asesinato, sin el sentimiento de culpa, porque estábamos muy seguros, pero sí hay la creación de una vida y su muerte. Lo que pasa es que era una muerte deseada… ¿Cómo hacer el duelo de esto?

Fue algo muy difícil de digerir, de asimilar…, sin tener las palabras para compartir el dolor de mi compañera. Fue muy difícil y no sabíamos compartirlo bien. El dolor fue sobre todo suyo. Yo había vivido algo que había sido difícil, pero de una manera mucho más intelectual; es dolor también, pero no es el mismo registro. Yo me sentí muy desamparado, inútil para apoyarla. Acabé el proceso de duelo 8 años después, sólo hace tres años, cuando nació mi tercer sobrino. Se quedaron embarazadas a la vez mi hermana y la misma chica que abortó en Nicaragua, con otra pareja. Viví unos meses con muchísima presión por dentro sin saber muy bien lo que era… Y cuando nacieron los bebés, fue una liberación importante. Volví a vivir de manera intensa todo lo que había pasado en Nicaragua, pero con una liberación al final.

¿Cuáles crees que deben ser los límites para el aborto?
Creo que la decisión está relacionada con el deseo. Tiene que ser un poco deseado, a veces es poco, pero algo deseado, deseo suficiente para que nazca y un poco más. Un niño no deseado no se va a poder construir de manera equilibrada. Es mi visión. Pero el límite sería éste, más que un límite en el proceso.

Dices que la decisión la tomasteis juntos. Si uno hubiera deseado tener el hijo y el otro no…
En este caso, yo creo que la mujer tiene mayor peso. En este caso hubiera decidido ella. No puedes imponer a otro cuerpo, por fuerza, embarazarse. En caso de no acuerdo es la mujer la que tiene la palabra, pero de hecho.

¿Cómo fue la actitud de la gente cercana?
Estábamos muy aislados, de viaje en un continente donde no teníamos lazos afectivos importantes. Cuando dije que yo me sentía muy inútil frente al duelo de mi compañera… Lo que no sabía hacer yo, quizás una amiga, una hermana o su madre hubieran podido hacerlo, acompañarla mucho mejor. Es muy violento vivir el duelo solo.

Después de un tiempo, lo comunicamos. Lo compartimos con quienes nos parecía importante hacerlo. Mi compañera tuvo la necesidad de compartirlo primero con su madre. Igual que cuando tienes un embarazo deseado, pues habrá una conexión natural con tu madre. Yo, después de meses, sentí la necesidad de compartirlo con amigos cercanos. A mí me cambió. No mucho, pero sí hace parte de mi personalidad haber vivido esto.

La mujer que lo hacía nunca mencionó la posibilidad de que yo estuviera presente, ni mi compañera. (…) Sentía que no estaba invitado y no hice el esfuerzo de estar… Por miedo. Hoy sí que, con la reflexión que he hecho, hoy sí que tendría que estar.

¿Piensas que podrías volver a decidir, junto con tu pareja, interrumpir un embarazo no deseado?
Creo que sí. Volvería a depender de las condiciones en que nos encontrásemos. Porque tú puedes tener un “niño sorpresa”, no esperarlo y tardar unas semanas en alegrarte del embarazo, pero sólo si en el fondo lo deseabas un poco. Pero en el caso de que no lo desees, o de que las dos personas no lo deseen, creo que lo que se impone es no tener al bebé. Pienso que volvería a ser exactamente lo mismo y a lo mejor con la misma violencia. Para nada creo que puedas aprender. Y no creo que a una mujer que tenga tres abortos le vaya a salir mejor el tercero. Es la misma sorpresa y el mismo trauma. No sé por qué, pero creo eso.

Ya para terminar, en la sociedad ¿crees que es prevenible que haya abortos?
En política de prevención, en la época en que yo era adolescente, el SIDA lo ocupó todo. Lo del SIDA era muy fuerte… Estaba muriendo mucha gente, así que fue normal la reacción de la sociedad. Toda la educación afectivosexual que hemos recibido era sobre el SIDA. Las asociaciones venían a sensibilizar, a decirte cómo debías comportarte. Pero eso no te invita a reflexionar mucho, sino a tomar conciencia del riesgo de las enfermedades.
Todo lo relacionado con que mi cuerpo puede generar vida y qué es desear y no desear la vida son temas súper interesantes a los que los adolescentes se apuntarían, porque es una manera de hablar de sexualidad sin hablar de cosas vergonzosas. Hablar de sexualidad de verdad, no de una forma superficial de sexualidad.

Yo aborté (La Madeja nº 0)

Yo aborté
Yo aborté y soy la empleada doméstica del 5ºA,
Yo aborté y soy la funcionaria del ministerio de salud,
Yo aborté y soy la enfermera que te controla la presión,
Yo aborté y soy la profesora universitaria que habla de género,
Yo aborté y soy la quiosquera que conoce tu marca de cigarrillos,
Yo aborté y soy la diputada que vota leyes contra las mujeres,
Yo aborté y soy la jueza que garantiza un estado laico,
Yo aborté y soy la periodista que soporta los chistes misóginos,
Yo aborté y soy la modelo que admirás en las revistas,
Yo aborté y soy la católica que se golpea el pecho en las misas,
Yo aborté y soy la bisexual a la que se le rompió el preservativo,
Yo aborté y soy la deportista exitosa que seguís con fanatismo,
Yo aborté y soy la de la mesa de entrada que recibe tus notas,
Yo aborté y soy la piquetera que corta rutas contra el hambre,
Yo aborté y soy la policía que te detiene porque abortaste,
Yo aborté y soy la desaparecida por los militares genocidas,
Yo aborté y soy todas las mujeres que en este país se ven forzadas a la maternidad,
Yo aborté y soy todas las mujeres que mueren por abortos clandestinos,
Yo aborté y soy todas las mujeres que sobreviven a un aborto clandestino,
Yo aborté y soy todas las mujeres que gritan y reclaman MI CUERPO ES MÍO.

Silvia Cuevas-Morales, Vindicación feminista, Madrid, Noviembre 2009.

Silvia Cuevas-Morales,
Vindicación feminista, Madrid, Noviembre 2009.

Texto de la Campaña nacional por el aborto legal y gratuito en Argentina.
Tomado del vídeo ¡Aborto libre y gratuito!.
Para ver el vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=qcbMGN_HGmE

II Jornada Feminista sobre el aborto: ¿Nosotras decidimos? (La Madeja nº 0)

es mi cuerpo yo decidoLa Plataforma Feminista[1] convocó en noviembre del año pasado una Jornada que se tituló ¿Nosotras decidimos? para debatir en torno a la temática del aborto, en el marco de la elaboración y discusión a nivel del Estado español, de una nueva ley del aborto. La idea inicial de la misma suponía intentar dilucidar el complejo entramado de variables desde el que las mujeres abordamos la problemática del aborto. La Jornada estuvo dividida en dos tipos de actividades: durante la mañana se debatió en grupos reunidos alrededor de cuatro bloques temáticos (aspectos socioeducativos, el aborto como lucha reivindicativa, las diversas variables que entran en juego a la hora de decidir, los aspectos legales, etc.) y en la tarde se realizó un pleno en el que se pusieron en común esos debates.

La objeción de conciencia (…) en la práctica sólo se utiliza en la reproducción de las mujeres. ¿Casualidad?

Teniendo en cuenta las múltiples variables que fueron tratadas durante ese día, a continuación se enumeran las exigencias y reivindicaciones que seguimos considerando prioritarias en la lucha por el derecho al aborto[2]:

  • Despenalización total del aborto, tanto para las mujeres como para las personas profesionales que realizan esta práctica: exigimos que el aborto salga del Código Penal. El aborto, considerado como derecho, dentro de la regulación de derechos y libertades, ha de tener el mismo tratamiento jurídico que el derecho a la huelga, a la libertad de expresión y a la integridad física, por ejemplo. La capacidad autónoma de las mujeres de decidir sobre su cuerpo, su sexualidad y su posible maternidad, puede estar regulada para el sostenimiento y aseguramiento de ese derecho, pero no para limitarlo, privatizarlo, mercantilizarlo y condenarlo, como le interese al poder científico, político o eclesiástico de turno.
  • Creemos que en el aspecto educativo, no se trata únicamente de crear una nueva asignatura, sino también de formar al profesorado y de dotar a las personas de conocimientos y de medios reales para evitar un embarazo no deseado y enfermedades de transmisión sexual. Por lo tanto, junto a la formación en sexualidad, sería deseable que los métodos anticonceptivos fueran accesibles y estuvieran financiados por el Estado.
  • Que sea un servicio incluido en el sistema sanitario público, gratuito y asegurado en todas las comunidades. De nada sirve dotar formalmente de derechos si de facto no se habilitan recursos para su consecución. Es necesaria la normalización del proceso abortivo y el fin de la medicalización del cuerpo de las mujeres. La situación económica personal es doblemente resaltable en las mujeres, teniendo en cuenta la clara feminización de la pobreza o la doble explotación femenina. No podemos tolerar que la situación económica de las personas limite sus derechos, en concreto, el derecho que cualquier mujer ha de tener a abortar cuando lo crea conveniente.
  • Regulación de la objeción de conciencia. Si bien es un punto complejo, existen mínimos en los que se está de acuerdo: no se puede objetar en la sanidad pública y luego que esa misma persona realice abortos en clínicas privadas; tampoco es posible que exista el derecho de objeción en la sanidad pública para el caso del aborto cuando no existe en otros casos (véase vacuna el VPH, ¿alguien puede objetar a la hora de poner esta vacuna?). La objeción de conciencia contiene varios problemas: no es individual, existen actualmente coacciones por parte de facultativos/as jefes/as que imponen su criterio a todo su personal; en la práctica sólo se utiliza en la reproducción de las mujeres. ¿Casualidad?

Para profundizar

Mujeres ante el congreso: mujeresantecongreso.blogspot.com/
Las linces: laslinces.blogspot.com/
Federación estatal de organizaciones feministas: www.feministas.org

 

 

[1] Algunas asociaciones, grupos, partidos, etc., que pertenecen a la Plataforma asturiana por el derecho al aborto.

[2] El siguiente texto es un fragmento del que el Grupo IV de las Jornadas elaboró como conclusiones del trabajo realizado durante ese día. Participaron de la elaboración del mismo: Amaya Carnedo, Eva Garzón, Susana Moral, Isabel Miguel, Elena Pintado, Lorena Fioretti, Ana García y Delia Rodríguez.

Alicia: —es mi cuerpo, yo decido… (La Madeja nº 0)

Lorena Fioretti

En uno de los reflexivos y agudos diálogos que recorren Alicia a través del espejo (continuación de Alicia en el país de las maravillas), del escritor inglés Lewis Carrol, uno de los más entrañables personajes le dice a Alicia: Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos. –La cuestión –insistió Alicia– es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. –La cuestión –zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda…, eso es todo.

La cuestión es saber quién tiene el poder, el poder de alzar la voz y decidir. Este será el hilo argumentativo que intentará hilvanar el presente artículo.

El tema del aborto ha sido abordado desde diversas perspectivas, sustentado o censurado por múltiples y diferentes razones. No pretendo en este artículo seguir discutiendo en el espacio que, tanto los discursos religiosos como los aparentemente laicos, nos proponen: los plazos que deben tenerse en cuenta, la salud de la madre o del feto, las discusiones sobre el comienzo de la vida, etc.; debates que resultan quizás necesarios, pero que no agotan, entiendo, de ningún modo el tema. En este caso, intentaré desplazar la perspectiva desde la que se ha pensado la temática para llevarla al campo de la palabra y por ello, al campo del poder. Creo que en este momento es preciso hablar del poder, de quién tiene el poder de decidir sobre el tema del aborto. Para ello, resulta interesante recurrir a la consigna que protagonizó la última campaña a favor del aborto libre y gratuito que llevamos a cabo algunos colectivos de Asturias el pasado otoño: «Es mi cuerpo, yo decido.»

¿De qué hablo cuando digo «es mi cuerpo, yo decido»? Como sabemos, el lenguaje no es un instrumento transparente que se reduce a la verbalización, en un contexto determinado, de algunas ideas que deseamos transmitir a aquellos y aquellas con los que pretendemos comunicarnos. Cuando dialogamos, hay en juego mucho más. Y porque se trata justamente de un juego, existen, por un lado, leyes que determinan las formas y el contenido de lo que queremos decir, y por el otro, lugares desde los que hablamos. Pero además, cada palabra responde a una construcción histórico-política que no representa, mediante una relación natural, la cosa de la realidad. Las palabras cobran sentido en un juego de diferencias con otras palabras. Así, la palabra mujer (y la construcción real de esta identidad) cobra sentido en relación a la construcción de otras palabras (y de otras identidades) que nombran otras experiencias subjetivas. El cuerpo del que hablamos está indisolublemente unido a un sujeto psíquico-social que se va constituyendo y que nombra, pero sobre todo es nombrado por otros sujetos cuya palabra colectiva recuperamos en el lenguaje. Es decir, las palabras con las que nombramos este cuerpo «femenino» son desde ya denominaciones no inocentes que responden a un claro discurso de poder y que crean, en este caso, nuestro cuerpo como un cuerpo eminentemente «reproductivo», olvidando entre otras cosas, que el mismo es además el lugar del goce. Ha sido este mismo discurso el que ha estructurado el mundo: su lógica bélica, conquistadora, amorosa (lo que debe ser entendido por amor), económica, religiosa, etc. El cuerpo de la mujer en toda esta maquinaria ocupa un lugar esencial. Desde ya, no pretendo desconocer estas complejas determinaciones.

Si las palabras no nombran de manera unívoca la cosa de la realidad, entonces ésta no es un hecho dado, sino un hecho que podemos interpretar/construir de diversas maneras. Y por supuesto, depende siempre de quién lo interprete y de los intereses individuales, pero también y fundamentalmente sociales, que haya en juego en esa experiencia. En esto consiste el juego irrenunciable en el que estamos inmersas. Es fácil suponer entonces, que cuando hablamos, se trata de quién tiene el poder para nombrar una realidad y determinar que su interpretación puede ser impuesta a otras. La pregunta es quién tiene el poder de nombrar, de nombrar nuestro propio cuerpo, de constituirlo y desde qué lugar se construye el derecho a decidir sobre el mismo. Creo que es nuestra propia experiencia, el lugar legítimo para construir este espacio de decisión. Experiencia que transitamos sólo las mujeres.

Las diversas argumentaciones que desde diferentes espacios de poder han intentado determinar quién tiene el derecho de decidir sobre el cuerpo de cada mujer, en el caso del aborto −pero no solo en este caso, sino en general, en todo lo relacionado con la «salud reproductiva» de la mujer−, posiblemente nunca podrán llegar a un acuerdo. En este sentido, lo que nos interesa no es un consenso en relación a la verdad del asunto, ya que la verdad, como dijimos, siempre es una perspectiva y la toma de posición frente a un hecho. Por ello, en esta ocasión, nos interesa la libertad con la que cada mujer nombra el deseo en relación a su propio cuerpo, a su propia vida, cualquiera que sea esa decisión, en tanto experiencia corporal única y personal. En el tema del aborto −y en tantos otros− no se trata ya de saber quién tiene más o mejores razones, sino de saber quién tiene el poder, es decir, la libertad y el derecho de decidir. Y lamentablemente, el poder sobre el cuerpo de las mujeres lo han tenido sistemáticamente los hombres o los discursos engendrados por ellos; o ciertas mujeres que crecieron, como todas nosotras, en el seno de una sociedad estructurada por razones patriarcales, cuando no abiertamente machistas.

El poder de decisión que reclamamos implica una ética que no nos imponga a todas una determinada actuación, sino que nos permita reflexionar y evaluar libremente en torno a nuestro hacer. Reflexión que bajo el supuesto de la responsabilidad nos permita hacer a cada una lo que creamos mejor en tiempo y forma. Sostener la reivindicación «es mi cuerpo, yo decido», supone el hecho de que las mujeres somos capaces de asumir todas las responsabilidades y consecuencias de dicha decisión. Este proceso también implicará, porque compartimos nuestras vidas con otras personas, el acompañamiento −sin paternalismos− científico/ médico y afectivo/educacional oportuno. No correremos el riesgo de hacer de esta reivindicación un supuesto individualista, con el que algunas mentes suspicaces quieran relegar el aborto al campo de lo estrictamente privado, entendiendo por el mismo la más despiadada y clandestina soledad. Finalmente, la reivindicación supone comprometer a quienes se sientan implicadas/os y deseen hacerlo.

alicia

Ordenanzas municipales de convivencia. Las Prostitutas (La Madeja nº 0)

ordenanzas 1

ordenanzas 2

¿Cuál es la «ofensa», que se haga o que se vea? ¿No será, sobre todo, ser mujer pobre y no estar escondida?

Ana García Fernández

Sí, las prostitutas y no la prostitución. También las personas inmigrantes y no la inmigración; las personas pobres y no la pobreza; las y los grafiteros y no las expresiones artísticas libres en la ciudad; la juventud participante en los «botellones» y no el alcoholismo; las criaturas –y no tanto– que juegan en la calle al fútbol o con el monopatín y no el deporte, etc. De esto se encargan al parecer estas ordenanzas municipales «de convivencia» que están apareciendo como setas por todo el Estado español desde que la Federación Estatal de Municipios y Provincias hiciera un documento «tipo» para que hubiera homogeneidad, evitar que cada equipo municipal pudiera pensar acorde con las ideas de la gente a la que representa y facilitarles el trabajo de invisibilizar y castigar a éstas y a otras personas a través de la sanción económica correspondiente –que en ocasiones asciende hasta los 3.000 euros–.

Así, nos encontramos con menciones a masajes en la calle o a aparcacoches espontáneos en lugares en los que su población ni siquiera había pensado en ello. Pero la alusión a las personas que ejercen la prostitución en las vías públicas aparece en casi todos estos textos locales –no importa el signo político del Ayuntamiento en cuestión–. Sanción, sanción, sanción… casi siempre sólo a ellas.

También han aparecido, en casi todas las localidades, diversas personas y organizaciones sociales mostrando su rechazo hacia estas ordenanzas por dos motivos principales: el recorte de libertades que implican tanto para las voces artísticas como para la expresión pública de las ideas de multitud de colectivos y organizaciones sociales; y el ensañamiento que muestran para con las personas con menos recursos que se atreven a no esconderse. Pero pocas voces se han alzado para señalar las consecuencias que estas normativas tendrían en las personas –mujeres principalmente– trabajadoras del sexo que establecen los acuerdos de sus intercambios sexuales en la vía pública, ni para que estas mujeres públicas tengan una voz pública. Silencio, silencio, silencio…

¿Cuál es la «ofensa»: que se haga o que se vea? ¿No será, sobre todo, ser mujer pobre y no estar escondida?

Algunas direcciones de Internet de interés:
https://www.colectivohetaira.org/web/trabajo-sexual.html
https://lacalleesdetodos.blogspot.com

Mujer que migra (La Madeja nº 0)

Elena Rodríguez López.
Asturias Acoge

Cruza el océano, sueña, friega suelos,
investiga, mira las ofertas de empleo,
reflexiona, echa de menos, construye,
siembra, recoge los frutos, envía
cartas, pone copas, escribe poemas, se
prostituye, imparte clases, aprende
idiomas, dirige, te abre la puerta.
No es una mujer; son cientos,
miles. Presentes en cada rincón.
Transparentes como el cristal que
separa tu mundo del suyo. Invisibles e
imprescindibles.

Apuntes para una mirada feminista sobre la inmigración (La Madeja nº 0)

Eduardo Romero

Mariarosa Dalla Costa, feminista italiana que ha analizado las migraciones hacia las principales potencias europeas devastadas por la Segunda Guerra Mundial, relata en su libro Dinero, perlas y flores en la reproducción feminista cómo, ante el control que las mujeres habían conquistado sobre la procreación, «De Gaulle se dirige en 1945 a las mujeres francesas, pidiéndoles de manera desconsolada doce millones de bebés». Dalla Costa apunta entonces cómo la emigración argelina ocupa el vacío demográfico que ponía en peligro la reconstrucción posbélica en términos capitalistas. Esta interpretación de la emigración argelina como «política de repoblación» –añade Dalla Costa– no debe entenderse como mero «restablecimiento cuantitativo» de población sino como una estrategia del Estado para responder a las consecuencias que los procesos de autonomía de las mujeres pueden provocar sobre el modelo de desarrollo. Más que una «política de repoblación» es una política de «restablecimiento de la clase obrera: las mujeres argelinas llegaban con marido e hijos y seguían produciendo hijos, en sustancia destinados a la fábrica». La inmigración argelina a Francia se complementaba, por cierto, con la llegada de inmigrantes procedentes de Italia, España y Portugal. Dalla Costa insiste: «esta relación no hay que interpretarla en términos matemáticos sino políticos. (…) el nexo entre, por un lado, evolución demográfica desfavorable (a la que intentan poner remedio las medidas ‘incentivadoras’ de la natalidad y las expulsiones –o ulteriores marginaciones– de las mujeres del trabajo asalariado) y política de emigración, por otro, viene de antiguo, aunque los políticos rara vez lo hayan puesto en evidencia».

Dalla Costa afirma que el dominio estatal de los índices de fertilidad y natalidad es un asunto planteado por la economía política al menos desde mediados del siglo XIX, vinculado a las necesidades capitalistas de reproducción de la fuerza de trabajo. Después de la Segunda Guerra Mundial se amplía la «ajenidad de intereses» entre los Estados europeos –que pretenden impulsar el crecimiento demográfico– y las mujeres– que rechazan crecientemente «funcionar como apéndices de planes de desarrollo que las quieren garantes de una prole numerosa, sujetas a largas jornadas de trabajo en el hogar y en el campo, y en la fábrica, y en la oficina, y atadas y guetizadas en situaciones de dependencia personal». El abandono del campo y la ruptura con los poderes de mando vinculados a las relaciones familiares son parte de los procesos de conquista de autonomía por parte de las mujeres. Sobre todo en aquellos países –Francia, Alemania, Suiza– donde la clase obrera logra alcanzar salarios más altos y las mujeres rechazan de forma más contundente la procreación, la inmigración aparece como un instrumento para restablecer «una clase convenientemente disciplinada y con unas dimensiones adecuadas».

Ahora que, en el Estado español, tanto se habla de la Europa fortaleza y del cierre de fronteras, convendría recordar que en la última década la población inmigrante se ha multiplicado hasta alcanzar cifras superiores a las cinco millones y medio de personas. El crecimiento económico del PIB español, sobre todo a partir del año 2000, ha descansado sobre las espaldas de mujeres y hombres inmigrantes, utilizados como fuerza de trabajo precaria, vulnerable, desarraigada y sin derechos, en sectores muy intensivos en mano de obra, tanto de la economía legal como de la sumergida. Esta última alcanza porcentajes muy elevados. En el año 2008 el colectivo de Técnicos del Ministerio de Economía y Hacienda (GESTHA) afirmaba que la economía sumergida en España representaba el 23 por ciento del PIB y, en tiempos de crisis de acumulación del capital, es probable que ese porcentaje se haya incrementado.

Los diferentes dispositivos implementados a través de la legislación de extranjería para ejercer el control sobre la población inmigrante –renovaciones del permiso de residencia y trabajo vinculadas a conservar un empleo, controles policiales racistas, apertura de procedimientos de expulsión, internamiento de miles de personas en Centros de Internamiento de Extranjeros–, no son principalmente instrumentos de control de los flujos migratorios. Operan como medios para extender el miedo y la vulnerabilidad entre todo el colectivo, enseñando a este sector de la población, con contundencia, que la estrategia personal más adecuada para permanecer aquí es mantener una actitud sumisa y una presencia lo más invisible posible en los espacios públicos. En un contexto de envejecimiento de la población española y europea y de crecimiento, en la última década, de sectores económicos –construcción, turismo, hostelería, trabajo de cuidados– muy intensivos en mano de obra, la presencia de varios millones de personas en estas especiales condiciones de vulnerabilidad social, laboral y jurídica conforman ese «restablecimiento de la clase obrera» del que hablaba Dalla Costa. Las miserables condiciones de trabajo que se ven obligadas a aceptar estas personas empujan, además, hacia mayores cotas de precariedad al conjunto de la población. Mientras, la llegada de mujeres inmigrantes, con tasas de fecundidad más elevadas y una edad media de maternidad más temprana, contrapesan parcialmente la tendencia hacia un crecimiento vegetativo negativo.

El pasado mes de enero Felipe González intervino en la Conferencia Inaugural del Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social 2010. Sus palabras recuerdan a las de De Gaulle y son una buena muestra de las verdaderas necesidades del capitalismo español y europeo: «Necesitamos a las mujeres en el mercado de trabajo y en la lucha contra el declive demográfico. Tiene que acabar esa cultura absurda de no contratar a una mujer joven porque se queda embarazada. Contrátela, por favor, y sobre todo si se va a quedar embazada», señaló el político socialista entre risas de los asistentes. «Atención: dentro de 20 años nos faltarán 30 millones de activos y dentro de 40 años nos faltarán 50 millones de activos. ¿Cómo se resuelve eso? Ése es el desafío demográfico de Europa», señaló además el expresidente del gobierno español. El discurso habitual de instrumentalización de la población inmigrante en favor de las necesidades del mercado de trabajo queda aquí complementado por la instrumentalización de las mujeres como productoras de hijos e hijas para alimentar la fábrica europea.

«Sobre todo en aquellos países (…) donde la clase obrera logra alcanzar salarios más altos y las mujeres rechazan de forma más contundente la procreación, la inmigración aparece como un instrumento para restablecer «una clase convenientemente disciplinada y con unas dimensiones adecuadas».

El papel de las mujeresinmigrantes en Asturias

El 1 de septiembre de 2009 había en Asturias casi cuarenta mil inmigrantes con tarjeta de residencia. Prácticamente la mitad eran mujeres. Aproximadamente un cincuenta por ciento de las casi veinte mil mujeres inmigrantes con tarjeta de residencia, están incluidas en el Régimen Comunitario, por proceder de países de la Unión Europea.. Las 9.605 mujeres restantes se encuentran en el Régimen General. La mayor parte de ellas, más un número difícil de determinar de mujeres inmigrantes sin papeles –pero que también se cuentan por miles–, son las que sufren de forma directa los múltiples dispositivos estatales que constituyen la legislación de extranjería, bien por estar directamente amenazadas de expulsión, bien por encontrarse en el largo y tortuoso trayecto de renovaciones de su permiso de residencia.

Enseguida destaca un dato al analizar los sectores laborales en los que quedan encuadradas las mujeres inmigrantes: 2.300 inmigrantes, la inmensa mayoría mujeres y extracomunitarias, están dadas de alta en el Régimen Especial de Empleadas del Hogar. Es decir, el 14 por ciento de la población inmigrante dada de alta en la Seguridad Social en Asturias, está en este Régimen. Por el contrario, solamente lo está el 1 por ciento de la población autóctona. El caso asturiano –con sus sectores económicos tradicionales en crisis desde hace décadas y con un envejecimiento de la población aún más acusado– es especialmente destacado en este sentido, pues en el resto del Estado español es solamente el 9,19 por ciento de la población inmigrante que cotiza la que está en este sector. Otra actividad en la que trabaja un número muy importante de mujeres inmigrantes es la prostitución. El número de ellas en Asturias es difícil de precisar, pero algunas estimaciones lo sitúan entre las 1.800 mujeres y las 3.000. De ellas, el 85 por ciento son inmigrantes: la mitad, latinoamericanas, y la mayoría del resto son africanas y europeas del este.

Al número de mujeres adscritas al Régimen Especial de Empleadas del Hogar habría que añadir a otras muchas que trabajan sin contrato. La propia legislación sólo obliga a quien contrata a dar de alta a las trabajadoras que presten servicios por un tiempo igual o superior a las ochenta horas de trabajo mensuales. La base de cotización a jornada completa es de 728 euros, con una cuota a la Seguridad Social de tan sólo 160 euros, un 22 por ciento sobre el salario. De este porcentaje, un 18,30 por ciento lo debe cubrir el empleador y un 3,70 por ciento la persona empleada. En el caso de ser empleadas del hogar discontinuas –es decir, que prestan servicios para uno o varios hogares durante un mínimo de 72 horas mensuales–, la cotización se carga exclusivamente a la trabajadora.

Las ecuatorianas, paraguayas, colombianas y dominicanas son mayoría en Asturias en el Régimen Especial de Empleadas del Hogar. Y es que las mujeres representan más del sesenta por ciento de la inmigración procedente de América Latina, mientras que las africanas son solamente un tercio de la inmigración procedente de su continente.

Ante el desentendimiento de los hombres del trabajo de cuidados y la acelerada incorporación de las mujeres autóctonas al mercado de trabajo –en condiciones mucho peores que los hombres–, el papel de las mujeres inmigrantes como cuidadoras de personas dependientes y de hogares juega un papel cada vez más relevante. De hecho, en los Regímenes Especiales del Hogar y Agrario se han ido incorporando inmigrantes a lo largo de 2009, pese a la crisis: el número de trabajadoras creció en unas 140 personas en el Régimen del Hogar. Tras la espectacular destrucción de empleo en el sector de la construcción, se puede afirmar con más firmeza todavía que el perfil de la persona inmigrante que vive en Asturias no es la del hombre que construye casas o infraestructuras, o se dedica a la venta ambulante. Quizás son los perfiles más visibles. Pero las cifras iluminan los territorios en penumbra por los que transitan miles de mujeres inmigrantes dedicadas al cuidado.

Permisos laborales ¿para quién? (La Madeja nº 0)

Ana García Fernández

Permiso por maternidad, incluso ahora también por paternidad, quince días por casarse, uno o dos por cambiar de casa, tres días por defunción de familiar en primer grado; ausencias y flexibilidad de horarios permitidas por cuidado de familiares dependientes para «conciliar».

Ninguna mención a la amiga hospitalizada, al ahijado cuyos progenitores tienen unos turnos de trabajo imposibles, a la vecina vieja y sola que amaneció enferma y necesita que le hagan la comida, a la tubería rota que sólo puede ser arreglada en horas de trabajo –en las que, casualmente, tú trabajas–.

«Liberación» de horas para dedicar a uno de esos sindicatos que ya más bien parecen la cara amable del Estado o de la empresa que te enseñan tu nuevo lugar de trabajo, te facilitan el acceso a documentación oficial, que intentan asegurar sueldos, vacaciones y permisos para el personal «fijo», mientras sigue aumentando la inseguridad y la precariedad del personal «discontinuo, temporal, sin papeles».

Ceguera laboral para con la participación activa en los asuntos del barrio, del pueblo, de la ciudad… Nada de permisos para una reunión de la asociación de vecinas/os; para dedicar horas a una publicación feminista o ecologista; para reivindicar en la calle derechos y libertades para todas las personas.

No estoy proponiendo que se acabe con los permisos antes mencionados; o sí, que se acaben para que no sea el Estado o la empresa quien decida para qué se puede tener permiso; que se transformen, que no haya que pedir permiso; que tengamos derecho a nuestro tiempo de vida.

Y ahí estamos algunas personas, intentando que los caballos desbocados que tiran de cada una de nuestras extremidades (familia oficial, afectos oficiosos, sindicatos y espacios alternativos de reivindicación de luchas sociales) no nos descuarticen; atónitas, mientras intentamos entender quién ha espoleado esos caballos; empeñadas en que cada persona pueda reconocerse en su propia existencia.

Las «políticas de igualdad» para «todos y todas» expresadas en leyes y planes diversos, que a priori puede parecer que van a reducir las discriminaciones laborales de las mujeres con respecto a los hombres, pueden no tener dicho efecto por no estar las mujeres objeto de discriminación en el lugar en que se pueden aplicar estas normativas.

Puede que un grupo muy determinado de mujeres, aquellas de edad media-avanzada con contratos a jornada completa y estable, tenga mayor facilidad para «conciliar» su esfera profesional con aquella de «cuidar» de las personas dependientes de su familia, aunque esto no tiene por qué ser «beneficioso» para ellas. Pero muchas de las mujeres jóvenes que podrían beneficiarse de una excedencia o de una reducción de jornada por cuidado de hijas e hijos están en el paro o en trabajos precarios donde difícilmente van a poder disfrutar de estos permisos. Podríamos pensar entonces que quizás los hombres empiecen a solicitar excedencias y permisos para cuidar, aunque esto es un imaginar, pues de momento no se ha dado el caso –en 2007, sólo un 1% de los hombres que se acogió a la reducción de jornada lo hizo para el cuidado de hijas, hijos o personas dependientes, frente a un 18% de mujeres que eligió este tipo de jornada por ese motivo (1)–. Y difícilmente se dará mientras la diferencia salarial continúe siendo la antes mencionada.

No estoy proponiendo que se acabe con los permisos [laborales]; o sí, que se acaben para que no sea el Estado o la empresa quien decida para qué se puede tener permiso; que se transformen, que no haya que pedir permiso; que tengamos derecho a nuestro tiempo de vida.

Hay quienes insisten en hacernos creer que las mujeres con hijas e hijos de corta edad ya «concilian» prefiriendo contratos de media jornada o no queriendo estar en el mercado laboral. Sin duda algunas mujeres preferirán esto, pero los datos nos dicen que la mayoría no eligen estas opciones, sino que se ven obligadas a ello: la mayoría de las mujeres que buscan trabajo tienen entre 25 y 44 años, “la principal motivación que argumentan la mayoría de las personas con jornada parcial es el no haber podido encontrar trabajo de jornada completa” (1) y parece ser que algunas empresas prefieren a las mujeres en casa como esposas de sus trabajadores, según se refleja en el testimonio de un estudio sociológico reciente:

«(…) me ha pasado en Mediamarkt, para un puesto de técnico de recursos humanos me preguntaron si estaba casada, yo creo que la entrevista salió bastante bien, pero en el momento en que salió esa pregunta le dije que sí y ya me preguntó si quería tener hijos (…) El caso es que cuando le dije que no quería tener hijos no me creyó. (…) o si se lo creyó, piensa que soy una ‘mujer desnaturalizada’ que no quiere tener hijos… o mentirosa o mala mujer (…)» (3, pág. 85)

Así pues, si no cumples ninguno de los requisitos mencionados, esas leyes no tienen nada que ver contigo. Es como vivir en realidades simultáneas e irrelevantes la una para la otra. En concreto, si eres una persona extranjera «sin papeles» o «con papeles» dependientes de la existencia de un contrato de trabajo, si eres joven –especialmente mujer joven–, o no tan joven, pero trabajas o has trabajado en uno de esos sectores afectados por «la crisis», esas leyes no te afectan.

En una sociedad en la que la tendencia es la precarización de las condiciones del trabajo asalariado cabría pensar que los sindicatos en general, y los mayoritarios en particular, ejercieran mayor presión por mejorar estas condiciones y se ocuparan en mayor medida de esas «bolsas» de gente cada vez más grandes a las que afecta ese empeoramiento de su situación laboral. Pero, por una parte, las leyes y normativas que se aplican a la actividad sindical están pensadas para un mercado laboral en el que la temporalidad de los contratos sea mucho menor de la que hoy en día es. Por ejemplo, para ser representante sindical, tu contrato debe tener un mínimo de tiempo de antigüedad que muchas relaciones laborales hoy no tienen. O sea, que las personas que tienen posibilidades de representar a las y los trabajadores precarios son aquellas que no sufren esta precariedad y muchas veces tienen un sexo, una edad y una situación legal diferente de aquellas personas a las que en teoría representan.

Los permisos laborales también actúan como definidores de cómo debe ser la sociedad.

Por otra parte, la derechización ocurrida en las últimas décadas en los sindicatos mayoritarios –al menos en sus cúpulas–, así como la proliferación de sindicatos corporativos, contribuyen a ese «olvido» de las situaciones laborales precarias. Como dice Rosario Hernández, «nacen nuevas formas de explotación bajo la era del optimismo social de la flexibilidad y la movilidad, y por tanto han de nacer nuevas formas de sindicalismo que cuenten como pilar con el pensamiento y la acción feminista. A nuevas explotaciones nuevas resistencias, resistencias feministas.» (3, pág. 175). Pero aún no han aparecido, o no con la suficiente fuerza.

Me gustaría terminar estas líneas haciendo una llamada de atención sobre cómo los permisos laborales también actúan como definidores de cómo «debe» ser la sociedad, de cómo se comportan diciendo lo que está mejor o peor en tu vida personal. Nos quieren casadas y casados, con hijas o hijos, cuidando a nuestros mayores –para así no tener que pensar como sociedad qué hacer con esa gente que ya no produce, necesita ayuda y se empeña a vivir hasta pasados los 80 años–, y si acaso participando en organizaciones que ya están lo suficientemente adaptadas a las normas del Mercado y que aseguran que no se nos ocurrirá ponerlo todo patas arriba.

Datos: Empleo

Hay una legislación para «todos y todas», siempre y cuando se cumplan unos requisitos previos: tener nacionalidad española o permiso de residencia para trabajar, añadido a tener un contrato de trabajo de larga duración, a poder ser con jornada completa y en una entidad que no te exija no pertenecer a ningún sindicato para contratarte. Entonces sí, entonces esas leyes son relevantes para ti y pueden facilitarte el día a día. Pero esto es lo que ocurre en el Estado español:

  • El 50% de las mujeres en edad de trabajar tienen un empleo, frente al 70% de los hombres. (1)
  • El salario bruto anual de las mujeres es un 25% menor que el de los hombres. (2)
  • Más de 11 millones y medio de hombres tienen jornada completa, frente a sólo 6 millones y medio de mujeres. Sin embargo, el número de mujeres con jornada parcial cuadruplica al de hombres: casi dos millones frente a cerca de medio millón. (1)
  • Entre 2005 y 2007 el 60% de las personas demandantes de empleo eran mujeres, mayoritariamente de edades comprendidas entre 25 y 44 años. (1)
  • La proporción de contratos anuales a mujeres es de 7 temporales por cada 1 indefinido. (1).

 

(1) Estudio sobre la Evaluación de las Políticas de Igualdad en el Ámbito Laboral en España. Informe Final de Evaluación para el Instituto de la Mujer del Ministerio de Igualdad. ECOTEC Research and Consulting Ltd. Noviembre 2008.

(2) Fuente: INE, Encuesta de Estructura Salarial (pág. Web instituto de la mujer).

(3) Pero este trabajo yo para qué lo hago. Estudio sociológico sobre los malestares ocultos de algunas precarias conscientes. Rosario Hernández Catalán. Federación Mujeres Jóvenes. 2009.

 

 

Artemisia Gentileschi: el despertar de la conciencia (La Madeja nº 0)

Marcos García Sánchez

Judit había sufrido mucho. Su pueblo, el pueblo judío, asediado en la ciudad de Betulia por las tropas del general asirio Holofernes, desesperaba después de más de un mes atrapado. Sin apenas agua en sus pozos y con muy poca comida que repartirse, malamente iban a poder seguir aguantando mucho más tiempo. Fue por eso que llegó el día en que Judit decidió quitarse las ropas de viuda, engalanarse para la ocasión, y presentarse –acompañada por una doncella– en el campamento enemigo, pidiendo ver al general con el pretexto de darle una información sobre los asediados. Holofernes, que al poco de tratar con ella se quedó prendado de «tanta sabiduría y belleza», organizó una cena íntima con abundante comida y bebida. Tanta, que acabó la noche durmiendo su borrachera sin apenas tener tiempo de reaccionar en el momento en que Judit –ayudada de su doncella– le rebanó la cabeza con una cimitarra. Pertrechadas con el trofeo, volvieron al alba hacia Betulia sin ser molestadas, ofreciendo la cabeza del general a su pueblo, que no tardó en colgarla de las almenas, consiguiendo de esta forma que los asirios –espantados con la terrorífica visión– se fuesen por donde habían venido y liberando así al pueblo judío del largo asedio.

La historia está sacada del Antiguo Testamento y aunque como ficción patriótica cumplió (y tristemente sigue cumpliendo) muy bien su función, la verdad es que carece de fundamento histórico alguno: la ciudad de Betulia (Beth Eloa, en hebreo significa Casa de Dios) nunca existió, tampoco se sabe de la existencia de ningún general asirio llamado Holofernes y el historiador judío del siglo I Flavio Josefo, uno de los autores clásicos más leídos en Europa durante la Edad Media, ni siquiera menciona nada de esto en ninguno de los veinte tomos de su obra Antigüedades Judías, donde no escatima esfuerzos en glorificar al pueblo judío.

artemisia 2

Lo que sí es más cierto es el cuadro que pinta Artemisia Gentileschi a principios del siglo XVII en donde representa la escena de la decapitación. Pintura que realiza con menos de treinta años, poco tiempo después de ser violada por su profesor de perspectiva, de tener que soportar la humillación de un juicio público en donde la someten a torturas para comprobar que no estaba mintiendo, a exploraciones vaginales para verificar que había perdido la virginidad durante el trance (si no hubiera sido ése el caso, ni siquiera hubiera podido haber denunciado) y después de ver cómo el acusado volvía a pasearse por Roma, una vez que el juez lo perdonara tras pasar ocho meses en prisión.

La verdad es que recordar a Artemisia Gentileschi por este motivo no le hace justicia. A nadie le gustaría que se acordasen de una después de 400 años por haber sido violada. Y menos –si cabe– con la interesante obra pictórica que nos ha llegado de ella, mucha de esta obra atribuida en su momento a su padre, un afamado pintor por el que se ve ampliamente influenciada al negársele el acceso a las academias de arte del momento y al ser con él con quien aprende y perfecciona su técnica.

artemisia 1

Su primera obra, Susana y los viejos, firmada con apenas 17 años, reúne dos de los motivos que caracterizarán muchos de sus futuros trabajos: la iconografía bíblica con presencia de mujeres y el desnudo femenino, alejándose así de los retratos, los bodegones, las escenas de la vida cotidiana y las representaciones marianas con que otras pintoras de la época –que las había, evidentemente, y bien buenas– como Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana o Fede Galizia, satisfacían las necesidades de sus mecenas. Y es ya desde esta primera obra que Artemisia imprime a sus trabajos un sello muy particular, representando a Susana en una actitud esquiva y huidiza con respecto al acoso de los viejos, distanciándose así de otras interpretaciones en las que ésta asume un papel más permisivo o libidinoso, cuando no abiertamente lascivo.

Son muchas las mujeres que ha representado en sus pinturas además de Judit y Susana: Bethsabé, Lucrecia, Minerva, Cleopatra, Magdalena, Esther, Yael, Galatea, Andrómeda o Diana pueden ser algunas de ellas, habiendo sabido entenderlas a todas de una forma seguramente muy distinta a como lo habían hecho hasta entonces otros pintores y representándolas con una maestría que le valió el ser la primera mujer en ingresar en la prestigiosa «Academia delle Arti del Disegno» de Florencia.

La faja cósmica (La Madeja nº 0)

faja cósmica 1

faja cósmica 2

 

 

 

 

 

La faja cósmica o zodíaco es la franja celeste marcada por el curso imaginario del Sol durante un año, en la que se contienen los planetas observables a simple vista, además de la Luna y el Sol. Desde hace 4000 años se pone en relación la situación de los astros en esa franja en el momento del nacimiento de cada individuo o individua con su carácter y su destino.

T.S. Norio

Aries
(21 marzo – 20 de abril)
Tú, carnero o carnera, eres independiente, audaz, resistente y dinámica. También puedes ser celosa, insomne, avariciosa, cínica y brutal, pero se te pasa pronto. En 2010 serás muy propensa a los flechazos o esconderás tras una incesante actividad tu miedo a la soledad. Estarás sujeta a las más vivas pasiones, si tienes una decepción te sumirás en la desesperación, pero te liberarás pronto de ella y volverás a estar dispuesta para emprender nuevas aventuras. Al fin y al cabo, detrás de cada plato roto siempre hay una infinita vajilla, ¿no?

Tauro 
(21 abril – 21 de mayo)
Las criaturas tauro pasan por ser amables y obstinadas. Pasiones irrazonables y violentas, pero breves. Esencialmente sibaritas. Dotadas de un sentido vigoroso de la realidad. Perfumes para 2010 (¿intervención quirúrgica?, ¿comisión bancaria inopinada?): melisa, que suavizará su personalidad ligeramente susceptible; jengibre, que atraerá suerte, y rosa, que mitigará la intransigencia de este espíritu y hará acudir a Venus.

Géminis
(22 mayo – 22 junio)
Arrímate a géminis y jamás te aburrirás. Te sorprenderá, te enervará, te camelará, te rascarás la cabeza y dirás: ¡joer, si en vez de una criatura parecen doce! Signo con vocación más de álbum que de cromo, disfruta con la comedia, le gusta adoptar los papeles de distintos personajes y recrearlos en su fantasía y en su vida hasta que su imaginación se agote, al borde de lo fútil, siempre jugueteando con su aguda, locuaz y no pocas veces perversa inteligencia. La esencia de orégano ayudará, la hará menos idealista, más práctica para superar ese obstáculo que se interpone entre eloella y el siempre travieso fantasma de la felicidad.

Cáncer
(23 junio – 23 julio)
Las criaturas nacidas bajo este signo –el único regido por la luna– aman lo desconocido y lo fantástico. ¿Por qué? ¿Realmente la esencia de lilas tiene el poder de modificar la poderosa influencia de la luna? En 2005 investigadores de la Escuela de Psicologías Transpersonales de la Universidad de Bradford, en Inglaterra, vigilaron cómo dormían durante siete días cincuenta voluntarios de los cuales 25 eran cáncer y 25 no, perfumando su piel con esencias de lilas o con un placebo, en grupos de doble ciego. Sólo llegaron a una conclusión: la esencia de lilas proporcionaba sueños deliciosos, tanto a los nativos de cáncer como al resto del grupo. Según otro estudio realizado en 2007 por la compañía china de seguros Timoneles del Viento, es el signo del zodiaco del que más maletas se pierden por los aeropuertos.

Leo
(24 julio – 23 agosto)
Las criaturas leo resultan ligeramente adictivas. Como el té rojo. Son fuertes y tranquilas, orgullosas, impulsivas y emotivas; además, son afectuosas, perseverantes e intransigentes, violentas en ocasiones. Pueden mentir con una desconcertante facilidad. Tienden a contener la exuberancia de sus sentimientos, lo que les causa una dicha reprimida, y por ello mismo su vida feliz puede ser infeliz. Su esencia es el incienso, de naturaleza sagrada. Según una tradición ocultista, los nativos de Leo que se perfumen con la esencia de incienso son, en cierta forma, «talismanes vivientes», tanto para ellos mismos como para los demás.

Virgo
(24 agosto – 23 septiembre)
Virgo no cree pero nada nada nada en los horóscopos, así que agradecerá que le ahorremos las molestias y los vaticinios.

Libra
(24 Septiembre – 23 octubre)
Preguntadle a una criatura libra si para cenar quiere la tortilla con jamón york o serrano y la tendréis bloqueada media hora: las nativas de la balanza y de la justicia están –es su naturaleza– condenadas a sopesar hasta la extenuación todas las posibilidades. Libra no tiene equilibrio, sino que lo busca. Claro que al final tomará una buena decisión: en su eterna batalla con los pros y contras de cada platillo, gracias al influjo de Venus, siempre se queda con los pros y deja los contras para sus rivales, a quienes hechiza con un encanto y su elegancia. Un consejo: cuando llegue la primavera procurad paraos de vez en cuando a deciros que sois maravillas.

Escorpio
(24 octubre – 22 noviembre)
Obstinada, agresiva, cáustica, burlona, colérica, vengativa, pasional, celosa, fascinante: la personalidad de la criatura escorpión es una auténtica hoguera crepitando a toda mecha. Nacida bajo el signo de la muerte, en la que piensa constantemente, ama la vida y la aprisiona con una pasión inusual. Sabe inyectar valentía en los demás, sus antipatías son tenaces y, en el amor, no da cuartel: ama o no ama. ¿La esencia de brezo dulcificará su carácter? Sí, afirmativo, esta panacea en forma de arbusto pulirá lo áspero y fortalecerá la voluntad, inspirando perseverancia en el esfuerzo hacia los objetivos concretos. Los días martes y domingo, desde el comienzo de la primavera, serán muy propicios este año para disfrutar de un sexo sinfónico.

Sagitario
(23 noviembre – 22 diciembre)
Don Quijote y Sancho Panza, juntos, representan la perfecta criatura sagitaria. No en vano España es sagitaria: por un lado, la peña nacida bajo este signo quiere volar, desasida del mundo material, hacia tierras plenas de libertad y belleza; por el otro, está anclada con firme voluntad a su afán de éxito y reconocimiento social. El resultado suele ser brillante, pero su vida familiar y su trabajo corren gran peligro de ocupar todo su tiempo. Consciente de lo que vale, soporta mal que se le critique: se vuelve suspicaz y susceptible. ¡Cuidado con las corrientes de aire y las sombras de los edificios emblemáticos!

Capricornio
(23 diciembre – 19 enero)
Para capricornios y capricornias la vida es un camino silencioso y oculto hacia la perfección, un continuo esfuerzo purificador entre escollos a solventar, que al final se verá compensado con el triunfo. Impermeables a la adulación, tienen un deje ascético y desprecian glaciales a todos aquellos que demuestran sus emociones sin pudor. ¿Cómo remediar este inconveniente? Con la esencia astral de oxalis, que ayudará a suavizar el carácter, y le prestará un poco de optimismo y serenidad. ¿Pero dónde diablos encontrar esencia de oxalis? Pregúntale a géminis, que seguro que lo sabe.

Acuario
(20 enero – 19 febrero)
Criaturas acuario tienen una gran vida interior. Rebeldes, contradictorias e independientes, son, además, algo videntes: saben lo que piensan las demás, lo que quieren y lo que son. Les corresponde la esencia astral del helecho y son olvidadizas, dicen. ¿Pero realmente? Mira tus carnets para ver si tienes alguno caducado y lo comprobarás enseguida.

Piscis
(20 febrero – 20 de marzo)
Carácter complejo y contradictorio, el más femenino de todo el zodiaco, de lagos profundos (por tanto, agua dulce), que mueve a sus pares entre el deseo de utilizar su energía creativa y el de soñar sin ton ni son. Gusta de la toxicomanía. En 2010 es más que probable que se encuentre cualquier noche escribiendo un poema.

Horror silentium (La Madeja nº 0)

horror 1 horror 2

 

 

 

 

 

 

 

horror 3Juano Groisman

En la plaza el monumento, la obra en el museo, el titular en el periódico, el hombre en el trabajo y la mujer en su casa… La ciudad intenta ordenar en su territorio a los sujetos, los objetos y sus significados, delimitar y formatear los circuitos para el consumo y la recepción, los espacios de creación y los momentos para la emoción.

Muy a su pesar, la sociedad que la habita marca el latido, golpe a golpe, golpe a golpe, de la vida de los sentidos compartidos. Subvierte, eterniza, invierte y desinvierte, reacomoda y construye los mensajes, se infiltra en los recodos, rellena los blancos, se inscribe sobre ruinas y sobre nuevas construcciones marcando el paso, el paso. He aquí: el habla.

Su forma es la palabra suelta en la calle, el anzuelo y la cuerda que empujan hacia una superficie de encuentro, diálogo y discusión. La conexión con la posibilidad de expandirse y tramarse, de hallarse y de pertenecer.

Y ya se dijo que las paredes son la imprenta de los pueblos. Y que llevan la impronta, la huella, la afirmación y la memoria del paso y el existir de sus gentes, de algunos o de uno.

Con la vieja forma de las letras nace la palabra fresca y toma un espacio: frente a las publicidades –y sus prioridades–, a las señales y los canales de difusión de la calidad y la cualidad de las masas, explicitada en normas y marcos y números. La horror 4palabra aparece para construir y representar, para metaforizar, obrar y significar. Con intención de gritarle a usted, gustarle a usted, de que usted responda, para sí o para nos, que devuelva una palabra para ingresar en el juego de la conversación. Que usted se dé por aludida y esté, quizás, de acuerdo. Desea que luego de leerla continúe usted leyendo la ciudad, en la versión de la calle, la de los medios y la de sus días enteros. Pretende que lea y relea las irregulares versiones del mundo, desiguales y profusas. Las repetidas y las reconstruidas, todas las versiones, las talladas por siempre en piedra y las que con prisa se estampan con plantilla –todas las letras a la vez, una y otra vez–.

horror 5Aparece en el muro la palabra hecha consigna: breve, irruptiva y visible.

Una consigna armónica estampada sobre el ruido de la ciudad; en verso, en rima, en juego de palabras, en estallido; concisa, implacable y esbelta frente a las cacofonías de la radio y los desordenados titulares del diario matutino.

Va el transeúnte, del trabajo al hogar. La consigna convierte su errática mirada en lectura, su pasar en un instantáneo participar; es la invitación a indagar en eso que la consigna reza y en aquel misterioso mecanismo que la trajo hasta aquí. ¿De dónde proviene, así manuscrita, apurada en el trazo, tan necesaria, tan vital?

Es la huella de una mujer en su camino: de la casa a la calle, a la plaza, a la obra, a la consigna.

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horror 6

 

Variaciones: marañas y enredos (La Madeja nº 0)

Who Said It Was Simple
There are so many roots to the tree of anger
that sometimes the branches shatter
before they bear.
Audre Lorde

Sólo la mujer está excluida por la naturaleza de las
cosas que es la naturaleza de las palabras, y hay que
decir que si hay algo que ellas mismas lamentan en el
momento presente es eso: simplemente no saben lo que
dicen, y esa es la diferencia entre ellas y yo.
Jaques Lacan

QUIÉN DIJO QUE ERA SIMPLE/ tiene tantas raíces el árbol de la rabia/ que a veces la rama se quiebra/ antes de dar frutos.

Celia García

La rabia, el extrañamiento y el encuentro

 El extrañamiento en la palabra –de la palabra–, la rabia, el encuentro. Una y otra vez se me aparecen como relámpagos en lo oscuro cuestiones y más cuestiones que van tomando cuerpo y que me conducen poco a poco y de diversas maneras a lanzarme a los abismos y a comenzar a jugar:

¿Cómo conciliar deseo y realidad?/ ¿Cómo hacer realidad nuestro deseo?/ ¿Cómo nos nombramos, cómo nombramos, cómo nos nombran?/ ¿Qué decir cuando tenemos la palabra? ¿Dónde la palabra? ¿Dónde la otredad, cómo la otredad? ¿Qué, quién, cómo se mantiene vivo al deseo? ¿Qué deseo? ¿Sospechas? ¡Shhh susurro!

Enredos en lo oscuro o epístola antigua

Poeta hermana: palabras
–nos guste o no perduran en un tiempo propio.
Adrienne Rich

Lo que a mí más me importa, hermana, extranjera, lo que intuyo y siento así sin más para todas o al menos para las que quieran querer –igual que para todos aquellos que también tengan el cuerpo abierto y se dejen– como digo, lo que intuyo y siento, algunas veces que no siempre, es cosa sin palabras que hiere y cura a un mismo tiempo y que la hace a una sentirse disfrutona y acompañada.

Este sentir profundo me parece a veces que puede ser apertura y puesta en marcha de un deseo que tiene cabida en este mundo –deseo y no idea alejada de la cosa, deseo que rezuma olores de tribu y encuentros sagrados, y qué más verdad que todo eso–, este sentir y prosigo entre el enredo, llega al mundo, nos llega, quizá, con el manejo de la rabia, una rabia que se puede tornar fuerza creativa, desmantelamiento del miedo y amor del afuera. Manejo de la rabia y no olvido, que a qué más olvidar ¿no?

Y es que se me antojan, a veces, que van por cientos las máscaras del miedo que trabajan de a poquito y sin parar. Se me antoja también como juego valiente empezar a darles la vuelta, a buscarles el hueco, a aceptarlas para desarmarlas, para que sean otra cosa, para que duelan menos.

Y si seguimos tirando de los hilos múltiples y confusos que se me aparecen como huellas lejanas, a veces, compañera, también siento, pero no lo sé, pues cómo nombrar sin torpeza los adentros y los afueras sólo con las palabras, que ya sabemos que éstas no bastan y son sin embargo casi lo único que tenemos, pero como te digo a veces me da a mí que ese estremecimiento, ese sentir verdadero, puede venir del recuerdo de un mundo en confianza o puede quizá estar movido por el buen mirar, sabiendo una que está mirando sin más y dejándose así ser.

Dejar ser al ser dicen las que han visto[1] y son generosas en el amor, y así nos lo cuentan para acompañarnos en los vivires, y no dejarnos pensar ya más que todo esto es: cosas de locas que «simplemente no saben lo que dicen» o desquiciadas o vete tú a saber, que son tantas las trampas que a veces nos despistamos con tanta palabra y tanta cosa fea.

Dejar ser al ser para quizá así poder sentirse una más gustosa, más juguetona, más predispuesta a los aconteceres mágicos, a los encuentros, a las otras.

Y es en este eterno preguntar, extranjera, hermana, en esta maraña de cuestiones desordenadas en las que esta noche ando nadando no exenta de miedo y alegría y acompañada como siempre por todas las benditas contradicciones.

Aventurarse y no saber

De lo que se trataba era de hablar del encuentro, de la posibilidad del encuentro con la otra, de la palabra. De aquello que no se puede nombrar y sin embargo es. De aquello que se resbala entre manos múltiples, y menos mal.

De lo que se trataba era de hablar del encuentro de cómo y por qué. De los fantasmas, del miedo, de la rabia. De la posibilidad de dar la vuelta a todo eso y probar. De lo que se trataba era también del deseo, ¡cómo no!

Y ahora vuelvo a la hoja y lo sé y lo recuerdo, que estos debates son debates antiguos que cansan a algunas y sorprenden a otras por desmemoria o por placer. Pero es que me parecía a mí y me sigue pareciendo que no hay que dejar de preguntar, que es el mismo preguntar el que nos ayuda a unas y a otras (a las otras y las unas que somos todas) a salirnos y ver con ojos múltiples, es el mismo preguntar el que toma terreno real y hace. Y es que es quizá el enredo y no la certeza lo que anuncia la aurora, pero no lo sé…

enredo

[1] Dejar ser al ser o el recuerdo de otro lenguaje son ideas nombradas, vividas y puestas en práctica por las filósofas italianas pertenecientes a Diótima, comunidad filosófica femenina fundada en 1984 en Verona (Italia); a sus integrantes les une el amor a la filosofía y la fidelidad consigo mismas. En su corpus teórico y vital también nombran figuras políticas como el affidamento, la autoridad femenina, el orden simbólico de la madre…

 

Identidades en tránsito (La Madeja nº 0)

Despreciar el ser mismo: pero el despreciar mismo todavía es este ser: y, al decir no, seguimos haciendo aquello que somos… hay que reconocer la absurdidad de este ademán de jueces de la existencia; y acto seguido intentar todavía adivinar qué cosa se produce entonces propiamente con ello. (Nietzsche, Escritos Póstumos IV (1885-1889)

identidades en tránsitoLorena Fioretti

¿Una mujer? ¿Dónde, quién, desde cuándo? La pregunta por la mujer, por sus formas, por su devenir, por su ser, es sin lugar a dudas uno de los interrogantes más controvertidos, pero también más fructíferos de este siglo. Es de alguna manera la pregunta por lo otro, lo diferente.

Las mujeres tomamos la palabra en un acto explícito de poder. Utilizamos esta palabra liberadora para pensarnos públicamente, para opinar, para disentir, para contar nuestras realidades particulares; para intentar construir la mujer que queremos ser en cada caso, para hacer de la reflexión sobre nuestra cotidianidad, una cuestión eminentemente política. Pero en el intento de universalizar esa mujer, intento tramposo al que a veces nos ha conducido la Modernidad, olvidamos que lo que llamamos mujer es sólo el punto de partida para una multiplicidad infinita e inagotable de identidades. Por ello, este empoderamiento necesario ha devenido en ocasiones el lugar propicio para estigmatizar a otras, como si el proceso de diferenciación implicara dejar afuera a aquellas que, creemos, no son como nosotras. (¿Lo supone?).

Es decir, a partir de lo que algunas consideraron debía ser una mujer, se dejaba en los márgenes de las reivindicaciones otras muchas y complejas realidades. Acto contradictorio que por un lado reivindica la libertad y el empoderamiento, pero que restringe esta posibilidad a aquellas personas que se encuentran en la órbita de lo que ha sido definido previamente como mujer/sujeto de la reivindicación. Ya en los años 90, Butler señalaba: «la suposición política de que debe haber una base universal para el feminismo, y de que puede encontrarse en una identidad supuestamente existente en todas las culturas… ha sido muy criticada en años recientes debido a que no da cuenta del funcionamiento de la opresión de género en los contextos culturales concretos en que existe». 1

¿Quiénes y cómo se establecen las delimitaciones que circunscriben las fronteras de nuestras reivindicaciones? ¿Junto a quiénes organizamos nuestra lucha? Cuando hablamos, ¿a quiénes representamos? ¿Es posible erigirse en las portavoces de todas? ¿Quiénes somos todas?

Este proceso contradictorio es tal vez el punto en el que coinciden todos los movimientos sociales. Por ello, tal vez sea necesario plantearnos el modo en el que tomamos el poder y en el que definimos el objeto/sujeto de nuestra lucha. Quizás el debate ya no pase por quién tiene el poder ni qué hacemos con el mismo, sino justamente, si es el poder la única forma de pensar nuestra militancia. Es decir, si no habría que, al menos como horizonte político, pensar una forma de relacionarnos/reivindicarnos, más allá de esa lógica del poder hasta ahora construida, dividida entre quienes lo ostentan y quienes lo padecen. Porque no importa quién tenga el poder, el problema es el poder mismo. Poder que abre el camino de la autopercepción y la decisión, pero con el que corremos el riesgo de reproducir aquello mismo contra lo que luchamos. Si bien seguimos siendo, en muchos ámbitos, esas otras, siempre habrá otras y otros que nos recordarán los límites del empoderamiento. Pero seguramente este es otro debate que no pretendemos sostener en este espacio.

En las reivindicaciones feministas del siglo XX, el abstracto «mujer» fue convirtiéndose cada vez más, en una mujer blanca, occidental, culta, proveniente de sociedades industrializadas, etc. El movimiento fue complejizándose y es entre los años 70-80 que muchas mujeres anglosajonas (no desconocemos que la historia del movimiento, sus raíces, se originan mucho antes, que hay grandes textos y revueltas protagonizadas por mujeres de otros márgenes desde el siglo XVI) empiezan a interrogar las determinaciones que las excluyen de la sociedad, entendiendo que la de género es una, pero no la única que sostiene la discriminación. Las explicaciones de género se irán anudando en su caso a las de raza, clase, etnia, etc., convirtiéndose las mujeres negras en esas otras que limitan el intento de generalizar, de universalizar; movimiento que implica desconocer y anular rápidamente las diferencias. ¿Quiénes son hoy esas otras mujeres? ¿Las mujeres latinoamericanas, las musulmanas de aquí y de allá, las africanas, las de los países «del este» –de Europa, claro—?

No fueron sólo las mujeres negras inglesas las que extendieron los límites de las reivindicaciones y cuestionaron las fronteras hasta ese momento construidas, sino también las mujeres anarquistas, socialistas, latinoamericanas, norteamericanas, chicanas, otras europeas, etc., las que, cada una desde sus espacios particulares, y en diferentes épocas históricas, complejizaron tanto el escenario que la teoría feminista se fue transformando en un instrumento propicio no sólo para pensar a las mujeres, sino para repensar la lógica mediante la que el mundo se ha estructurado y dividido. Por ello, la pregunta por la mujer no sólo es la pregunta por una singularidad subjetiva que responde al interés particular por un sujeto, sino que deviene una de las perspectivas desde la cual es posible interrogar, cuestionar, hacer tambalear, finalmente de-construir –seguramente para construir nuevos– los presupuestos sobre los que las identidades están asentadas. De esta manera hemos tejido la compleja trama que sostiene hoy el feminismo. ¿No es ésta la manera en que se construye todo movimiento socio-político? ¿Quiénes y cómo se establecen las delimitaciones que circunscriben las fronteras de nuestras reivindicaciones? ¿Junto a quiénes organizamos nuestra lucha? Cuando hablamos, ¿a quiénes representamos? ¿Es posible erigirse en las portavoces de todas? ¿Quiénes somos todas? Posiblemente sean estos interrogantes los que debamos plantearnos constantemente en nuestra propia militancia para que la teoría y práctica feminista –y cualquier otra– permanezcan vivas.

La identidad no es un lugar seguro de pertenencia inalterable, sino el espacio potencial en el que es posible hacer la revolución, o al menos, propiciar el espacio para la insurrección.

¿Una mujer? ¿Con quién, para qué, según quién? ¿En qué sociedad? ¿En el norte o en el sur? ¿O en el tránsito entre ambos? Ser mujer, como ser hombre, lesbiana, gay, como ser en general, no responde a una configuración simple. Si nos construimos siempre en relación a otros seres, la esencia no existe: no hay un ser mujer, sólo un devenir mujeres, lesbianas, negras, latinoamericanas; pero también un devenir hombres, homosexuales, transexuales, etc. Nos (re)creamos siempre al ritmo de otras transformaciones. Identidades en tránsito. La identidad no es un lugar seguro de pertenencia inalterable, sino el espacio potencial en el que es posible hacer la revolución, o al menos, propiciar el espacio para la insurrección.

Creo que 20 años después, continuamos transitando el camino que, entre otras, señalaba Butler cuando decía: «dentro de la práctica política feminista parece necesario un replanteamiento radical de las construcciones ontológicas de la identidad para formular una política representativa que pueda revivir el feminismo sobre otras bases.» 2

Así se abre esta sección, con la intención abierta de dialogar, de discutir, de pensar, y −por qué no− de confrontar y disentir. No pretende la misma ser un repaso histórico de verdades acumuladas, sino un espacio continuo de voces levantadas. (Continuará).

1 Butler, (1990 [1999]) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad,
México, Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM, 2001, pág. 36.
2 (obra cit. pág. 37).

«Este loco mundo» (La Madeja nº 0)

este loco mundo

 

Miguel Ángel García Argüez, José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez y Amelia Celaya. Editorial Cambalache, 2010. 72 páginas.

 

 

 

«Este loco mundo necesita respuestas
Respuestas firmes,
respuestas titubeantes.

Este loco mundo necesita respuestas
Respuestas nuevas,
respuestas viejas.

Este loco mundo necesita respuestas
Respuestas a gritos,
respuestas silenciosas.

Este loco mundo necesita respuestas
Respuestas indignadas,
respuestas tranquilas.

Este loco mundo necesita respuestas
Respuestas colectivas
respuestas de cada una.

Este loco mundo necesita respuestas.
Pero sobre todo,
sobre todo,
este loco mundo necesita preguntas.
Porque sólo a través de las preguntas
llegaremos a las respuestas.

Y eso es lo que plantean estos 17 cuentos. Preguntas para conmovernos, preguntas para hacernos pensar, preguntas para hacernos soñar? Preguntas para niñas y niños de todas las edades, para quienes son capaces de ilusionarse y de ponerlo todo patas arriba para reconstruirlo de nuevo».

Irene S. Choya

«De ida y vuelta» (La Madeja nº 0)

de ida y vueltaDe ida y vuelta

Sara Herrera Peralta. Editorial Difácil, Valladolid, 2009. 78 páginas.

Laura Casielles

Pese a lo que anuncia el título, De ida y vuelta es el fresco de un viaje que no ofrece regreso. Sara Herrera Peralta nos conduce desde una estación bien conocida («Una vez creí que la vida estaba muerta, me adentré en el túnel escaleras abajo, / me pidieron un ticket, pasé por taquilla. No debiera ser tan obediente») hacia una ciudad, un mundo, subterráneos y agrestes, en los que nada es fácil. Allí, un trayecto cualquiera, bajo la lupa del detalle, revela sus sombras, trampas y fantasmas a través de los más desposeídos de los compañeros de ruta, a través de las paradas más amargas de nuestros recorridos cotidianos. Como en toda expedición que observa lo diferente, estos versos que van marcando paisajes desconchados y destinos que se frustran son a la vez un viaje hacia uno mismo, hacia lo extranjero que nos habita, hacia el desconocimiento.

Sara Herrera nos ofrece la ida. Para la vuelta, sólo nos deja «el consuelo de los expatriados, una cierta esperanza, algo de amor, el silencio más allá de la locura / y de cualquier frontera».

Exiliada de su propio cuerpo (La Madeja nº 0)

jo_spenceEmma González

Resulta casi imposible permanecer impasible ante esta imagen. Menos aún encontrar una plácida recreación voyeurística. Esa es la fuerza narrativa que pretendía su autora, Jo Spence, cuando desarrolló de 1982 a 1991 (un año antes de su muerte debida a un cáncer) su trabajo «The Picture of Health?». Una autoexploración, diario de enfermedad y «proceso de mutación » que la artista documenta de manera dura, real y descarnada, sin aditamentos ni artificios que tranquilicen a quienes se acerquen a su obra.

A través de sus fotografías, Spence antepone los cuerpostabú −envejecidos, pobres, enfermos− que la sociedad y la medicina silencian y no muestran. En «Exiliada» revela la realidad de las mentiras de la fotografía y la necesidad de mostrar cuerpos heridos, fragmentados, que construyen igualmente su identidad desde la realidad que viven, aunque para la sociedad represente lo anormal e incluso lo abyecto. Fotografía su propia enfermedad como modelo para hablar de la dimensión social, física y emocional de la misma.

Al enfrentarnos a su cuerpo desnudo y enfermo, Jo Spence ejerce el control, compensa la balanza frente a la idealización de cuerpos atemporales e inmateriales; una mirada que, lejos de tranquilizar, nos enfrenta con lo incómodo de lo que socialmente encajamos en un cuerpo incompleto, apartándolo de lo normal.

«Medio sol amarillo» (La Madeja nº 0)

medio-sol-amarilloMedio sol amarillo.
Chimamanda Ngozi Adichie. Editorial Mondadori (2007). 537 páginas.

Eduardo Romero

Hace ya dieciocho meses que devoré Medio sol amarillo, la segunda novela –tras la recomendable La flor púrpura– de la joven nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Año y medio es tiempo suficiente, para quienes tenemos una pobre memoria, para olvidar muchos de los textos que leemos, al menos para ser incapaces de recordar la mayoría de sus detalles. Sin embargo, esto no sucede con Medio sol amarillo. En sus páginas podemos encontrar una galería de personajes inolvidables, de esos que nos acompañarán mucho tiempo después de que hayamos terminado la lectura. Aún me sorprendo cada cierto tiempo preguntándome por la suerte de Olanna, de Odenigbo, de Ugwu, de Richard, y sobre todo de la enigmática Kainene. La novela, repleta de compromiso contra el colonialismo, se desarrolla en los años 60 y 70, concretamente en Nigeria. El país logró formalmente la independencia de Gran Bretaña en 1960 y, entre 1967 y 1970 tuvo lugar la Guerra de Biafra, una contienda que supuso el aniquilamiento de buena parte del pueblo igbo, que luchaba por la independencia de dicho territorio. Adichie nos acerca lúcidamente a este período de la Historia de África, marcado por los intereses occidentales en impedir cualquier autonomía económica y política real de los pueblos africanos. En estos tiempos de desmemoria y manipulación histórica, Adichie escribe «para que nunca olvidemos ».

Quiero ser como Meryl Streep (La Madeja nº 0)

E. M. Álvarez

Nunca he escrito una reseña sobre una película, y las que leo no suelen gustarme mucho, por ello, las dudas sobre cómo enfrentarme a este texto fueron muchas… Finalmente decidí compartir con vosotras algunas reflexiones sobre un tema que me interesa especialmente. Espero que, al menos, resulte entretenido.

Quisiera empezar hablando de lo que ocurre cuando vemos cine. En la mayoría de las ocasiones lo que esperamos de una película es que nos distraiga, nos haga olvidar por un momento los agobios del día; por eso nos sentamos desprevenidas y dispuestas a ver lo que sea (sobre todo si es la tele). Y entonces, ante nuestros confiados ojos, se ponen en marcha los mecanismos de comunicación del cine: imagen, luz, sonido, una historia, los personajes… Pero, ¿somos conscientes de cómo funcionan esos mecanismos?, ¿qué hace que una película nos enganche?, ¿por qué nos identificamos con un personaje concreto? Evidentemente, tratar de contestarnos a todas estas preguntas nos llevaría mucho tiempo, por eso me gustaría centrarme en la última de ellas. Y, para entendernos, pondré un par de ejemplos muy generales.

La película puede estar protagonizada por una actriz, generalmente joven y guapísima. Suele ser una historia dramática en la que ella sufre violencia o dolor por la pérdida de un familiar muy cercano; o bien un bonito cuento en el que encuentra el amor de su vida. O, también bastante comunes, mujeres asesinas, viudas negras que planean a sangre fría terribles venganzas. No me gustan mucho las moralejas de estas películas; me pregunto qué ejemplos de mujeres son los que muestran y por qué (a pesar de no tener nada en común) puedo sentirme identificada con la protagonista como para ver la película hasta el final y sentirme aliviada de que acabe bien.

Sin embargo, en la mayoría de los casos, el protagonista es un hombre y entonces ya tengo un abanico más amplio para elegir. Puede tener muy variadas profesiones, lo que permite ver muchos modelos de hombres (o al menos de trabajos); también vive historias de superación, pero remonta sus problemas sin ayuda; suelen ser personajes positivos; tienen una mujer al lado que les anima pero al mismo tiempo depende de ellos, lo que la convierte en una carga más… Si fuera hombre me gustaría parecerme a los personajes valientes y nobles del cine clásico pero, siendo mujer, ¿cómo puedo identificarme con ellos?

Aquí entra en juego uno de los mecanismos cinematográficos del que somos menos conscientes, la identificación. La identificación con la protagonista o el protagonista se produce cuando nuestra mirada se mezcla con la de la cámara. Sabemos que es la cámara la que nos guía, mostrándonos aquello que quiere que veamos pero, al mismo tiempo, nos sentimos incapaces de mirar hacia otro lado, de ver algo distinto a lo que nos pone delante. La cámara nos coloca en un punto de observación que nos permite verlo todo, a la vez que nos libera de la responsabilidad en los acontecimientos que estamos viendo: somos observadoras inocentes.

También nos identificamos con actrices o actores que nos caen bien, nos atraen físicamente o nos gustan por el tipo de personajes que interpretan. Aunque puede ocurrir que nos identifiquemos con personajes que rechazaríamos a priori.

Bueno, pues ya tenemos una actriz o un actor con el que identificarnos. ¿Lo tenemos? Aunque el cine «facilite» que, aún siendo mujeres, podamos ponernos en la piel de Indiana Jones necesitamos personajes femeninos positivos en los que vernos reflejadas. Claro que aquí hay un pequeño problema; la mayoría de las protagonistas (por suerte hay algunas excepciones) son como las modelos de las pasarelas: eternamente jóvenes, delgadas y bellas. ¿Con quién nos identificamos las mujeres normalitas que pasamos de los 35, 45 o –el más difícil todavía– 60 años? La mirada que el cine nos devuelve sobre la mujer es profundamente masculina: las actrices son cuerpos-objeto que nunca envejecen y, desde ese punto de vista, siempre será mejor ver a una mujer joven y maquillada aparentando 50 años que a una actriz de esa edad. Un ejemplo: Angelina Jolie haciendo de madre de Colin Farrell en la película Alejandro Magno (Oliver Stone, 2004). La diferencia de edad

real entre ambas es de un año…

Sin embargo, hay algunas actrices que consiguen superar todas estas barreras y obtener papeles protagonistas, y entre ellas destaca Meryl Streep. No es que los papeles que interpreta sean todos modelos a seguir, pero desde luego permiten ver a una mujer de 60 años que no oculta su edad y es protagonista de su vida.

Me gustaría analizar, brevemente, dos de los personajes de sus últimas películas para explicarme mejor.

Donna Sheridan (en Mamma Mía!, Phyllida Lloyd, 2008) es una madre soltera y «hippie» que vive feliz en una isla griega. Las dificultades surgirán cuando su hija, que va a casarse, invite a la boda a los tres posibles candidatos a padre que ha descubierto leyendo el diario de su madre. Meryl Streep se pasa la película corriendo, bailando y cantando junto con sus dos mejores amigas y tropezando a cada rato con sus tres antiguos amantes (no queda muy claro si fueron los tres únicos de su vida…). Escena tras escena vemos a las mujeres de la película apoyarse, divertirse y consolarse. En un mundo –el del cine, pero no sólo– donde las mujeres parecemos condenadas a pelear entre nosotras por un hombre, estos personajes nos muestran otras formas de relacionarnos.

A pesar de ser un vehículo de entretenimiento puro, la película toca con suavidad temas como las relaciones intergeneracionales, los distintos modelos de familia o la homosexualidad. Ciertamente acaba con el final feliz del cine clásico, una boda; aunque no la de la joven Sophie –que decide irse a recorrer mundo con su compañero– sino la de Donna con uno de sus antiguos amantes (sí, Pierce Brosnan, 007). Y resulta que los tres posibles padres deciden compartir la paternidad de Sophie, aunque tampoco quedan muy claras las implicaciones de esto…

Julia Child (en Julie & Julia, Nora Ephron, 2009) fue una famosa cocinera estadounidense que, en los años 60, llevó la cocina francesa a EE.UU. a través de su libro Dominando el arte de la cocina francesa y de su programa de televisión. La película, basada en personas reales, cuenta dos historias entrelazadas: la de Julia Child, que descubrió su pasión por la cocina durante el tiempo que vivió en París en los años 50; y la historia de Julie Powell, una treintañera funcionaria del estado que se propone hacer todas las recetas del libro de Julia, mientras escribe un blog contando sus experiencias culinarias.

El personaje de Meryl Streep vuelve a ser el de una mujer fuerte y decidida que compite en un mundo masculino, el de los aprendices de la prestigiosa escuela de cocina francesa, Le Cordon Bleu (todos hombres, ¡y militares!). Sin embargo, las relaciones que mantiene con las mujeres que la rodean, o con su marido, son de apoyo mutuo y complicidad.

Las vidas de las dos mujeres se mezclan en la película; y las imágenes nos llevan de una mansión del París de los 50 a un ruidoso apartamento en el Nueva York de hoy. Y es la cocina el nexo de relación entre ambas, pero no como el espacio cerrado y «femenino» por excelencia, sino como una forma de superación de las dificultades de la vida o de creación artística. Para Julia comer es disfrutar, por tanto cocinar es su forma de expresar y compartir ese disfrute. Para Julie, que vuelve cada día deprimida del trabajo, las enseñanzas de Julia, a través de sus recetas, le permiten congraciarse con un mundo hostil y volver a levantarse cada mañana.

Sin duda, en personajes como estos podemos sentirnos reflejadas las mujeres, sabiendo que dejamos atrás los estereotipos de otros. Pero siguen siendo una minoría. Como decía antes, tras cada película hay toda una serie de mecanismos que posibilitan que nos identifiquemos con un personaje, pero también hay un determinado código estético o un mensaje de comportamiento que se muestra positivo frente a otro negativo. Si la excepción, en lo que a personajes femeninos se refiere, son papeles como los de Meryl Streep, en poco tiempo ya no se contará con actrices de más de 40 (o todas habrán sufrido 25 operaciones en cada pata de gallo); y si el cine es un reflejo de la sociedad que construimos (o viceversa) que cada una saque sus propias conclusiones.

Yo, de momento, quiero ser como Meryl Streep.