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Migraciones (La Madeja nº 1)

Relato de un camino: una perspectiva feminista de las migraciones

Cuando decidimos que el tema central de este número fueran las migraciones, nos surgieron muchas preguntas: ¿qué significaba una mirada feminista de las migraciones?, ¿hablar sólo de la situación de las mujeres migrantes, del lugar que ocupamos en los procesos migratorios?, ¿o hablar también y particularmente de la situación de las mujeres migrantes?; ¿qué significaba para nosotras, mujeres feministas de aquí y de allí, el encuentro con otras mujeres?; ¿dónde queda la teoría?, ¿en qué medida nos ayuda a construir discursos y prácticas feministas acerca de las migraciones? En fin, ¿qué podíamos decir nosotras sobre las migraciones? Y sobre todo… ¿cómo íbamos a decirlo?

Las decisiones fueron tomadas colectivamente e implicaron, por ello, mucho tiempo de reflexión sobre las palabras, las perspectivas, los números – «a veces también importan»–, las tonalidades, etc. Hablar de las migraciones suponía hablar de los motivos macro, es decir, de las circunstancias políticoeconómicas que producen los procesos migratorios: se trata justamente del ciclo de (re)producción capitalista, pero no sólo de bienes de consumo para las personas, sino también de personas como bienes de consumo. La mirada que intentamos construir supone, para nosotras, un análisis crítico de la sociedad capitalista globalizada en la que vivimos, una sociedad en la que es necesaria la existencia de personas que, por no tener nada más que intercambiar, sólo tienen su propia vida, su fuerza de trabajo, con la que pagarán el precio necesario para la supervivencia. Denunciar esta realidad fue uno de los motivos que nos llevó a plantear este dossier.

Las palabras y los estilos: cambio de perspectivas…

Como pensamos que las palabras también construyen la realidad, decidimos hablar no sólo de inmigraciones, sino de migraciones. Este matiz nos permitía cambiar la perspectiva, dibujar cartografías no centralizadas –repitiendo historias, contando desde el centro lo que está en la periferia– desde las que abordaríamos los tránsitos geográficos en ambas direcciones: las inmigraciones siempre suponen emigraciones. Intentamos hacerlo desde una mirada histórica, geográfica y políticamente situada, es decir, asumiendo el contexto desde el que escribimos. Por ello, mayoritariamente, los textos giran alrededor de la realidad de las personas inmigrantes, es decir, de las circunstancias en las que viven en el Estado español. Pero también quisimos tener en cuenta el significado que tiene para ellas dejar su lugar de origen y el análisis de esas realidades previas. Se estableció de esta manera un laberinto de palabras cruzadas, frente a las que nos sentimos interpeladas. Pero… ¿cómo contaríamos esta pluralidad de enfoques?

Una vez más, la elección fue la diversidad de estilos. Las palabras, entonces, recorrieron espacios poéticos, académicos, periodísticos y también estadísticos. Digamos que intentamos construir esta mirada multifocalmente. Por ello, encontrarán en el dossier no sólo los análisis y reflexiones sobre los que vienen trabajando algunas compañeras, sino también, las observaciones e impresiones que otras tenemos de la experiencia de migrar. En este sentido, creemos que una mirada feminista implica pasar del análisis macropolítico a las historias particulares de quienes (so)portan estas realidades, porque sólo así es posible sentir, (re)conocernos en las mismas. Encarnar las historias impide desviar la mirada. Como dice Eva Martínez: «Cada día se hace más difícil –debe hacerse más difícil– continuar con nuestra vida cotidiana: caminar tranquilamente por las calles, tomarnos algo en un bar, coger un autobús, sabiendo que ese vendedor ambulante que nos ofrece películas en la plaza o en el bar puede ser detenido en cualquier momento o que subirse a un autobús puede significar un viaje directo al CIE para cualquiera que no tenga papeles»*.

Hablar desde una mirada feminista supone, por supuesto, hablar de mujeres, de quienes salen menos en los medios y las estadísticas. Hablar de mujeres es no sólo hablar de aquellas que llegan al Estado y que son invisibilizadas desde las estadísticas oficiales –por trabajar en el servicio doméstico, la prostitución y, en general, en los cuidados−, sino también, de las mujeres que se quedan allá, de aquellas compañeras –madres, hermanas, hijas mayores, tías, vecinas, etc.– que sostienen las migraciones de hombres y mujeres. Pero creemos, además, que pensar esta problemática desde una perspectiva feminista es también hablar de hombres: de sus propios caminos, de sus preguntas y dificultades, de sus situaciones; de cómo, a veces, también realizan trabajos de cuidados, no sólo como trabajos asalariados, sino también como modo de ocupar(se) de esas tareas que ya no pueden realizar las mujeres. ¿Supondrá esto cambios en los roles de género?

Los encuentros y las migraciones de los feminismos

Las migraciones producen encuentros y desencuentros inevitables. Encuentros de mujeres que venimos de latitudes, culturas, y realidades distintas; que hemos crecido de diferentes maneras y hemos, cada una, optado por un modo posible de hacer frente a nuestras circunstancias. En el encuentro, estas diferencias salen a la luz interpelando nuestras historias y reivindicaciones.

Se trata, entonces, de cómo nos encontramos, de qué hacemos, sentimos, sufrimos cuando estamos junto a otras. Los feminismos pueden y deben pensar acerca de estos encuentros con otras que nos traen su mundo al nuestro. Habrá que transmigrar en los saberes de aquí y de allá, inventando espacios que nos permitan seguir construyendo un modo posible de estar juntas.

* MARTÍNEZ, Eva (2010), «Prólogo» en Romero, Eduardo, Un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial. Migraciones, fronteras y capitalismo, Oviedo, Editorial Cambalache.

Mujeres de ojos rojos. Del arte feminista al arte femenino (La Madeja nº 1)

Mujeres de ojos rojos. Del arte feminista al arte femenino. Susana Carro Fernández. Editorial Trea, Gijón, 2010. 264 páginas

Alba González Sanz

El estudio de las relaciones entre arte y pensamiento no suele despertar nuestra sorpresa, salvo cuando tenemos entre manos un libro que viene a llenar un vacío en el discurso, conectando, de forma reveladora, ideas e imágenes importantes. Tal es el caso de Mujeres de ojos rojos, un ensayo a través del cual la autora explora las relaciones entre el pensamiento feminista producido desde los últimos años del siglo XIX a la década del 90 y las manifestaciones artísticas que un grupo de creadoras produjo al calor de esos debates teóricos. El libro es la única monografía en español que aborda esta conexión y, sobre todo, que permite conocer la historia del arte feminista con rigor. El arte como medio para la acción política, para la indagación estética y para la reflexión ética en torno a las relaciones de mujeres y hombres en todos los ámbitos de la vida. El arte y el feminismo, sus conexiones fecundas y escasamente puestas en valor por la crítica especializada. Un análisis lúcido de teorías pero sobre todo de propuestas artísticas revolucionarias cuya contextualización política amplía el alcance de los movimientos feministas que las vieron nacer.

Susana Carro Fernández enlaza a las teóricas (Mary Wollstonecraft, Simone de Beauvoir, Kate Millet, Hélène Cixous…) con las creadoras (Louise Bourgeois, Judy Chicago,Anada Mendieta o Martha Rosler) en un volumen de factura impecable que repasa cronológicamente los hitos y principios del pensamiento feminista pero sobre todo la relación de una serie de creadoras con esas ideas y con el propio medio artístico: tradición, canon, exposiciones, escuelas, técnicas, materiales y enfoques académicos sufren a su vez un replanteamiento desde el arte feminista que busca incorporar a nuestro acervo artístico las voces de muchas mujeres creadoras que se expresaron desde su identidad y en muchas ocasiones padecieron (y padecen) un absoluto silencio entre crítica y público.

Identidades políticas en tránsito

Irene Saavedra Valero
Activista de TríbadAS* y Xega

Precisamente, el tema de las identidades políticas llevo pensándolo mucho tiempo, en realidad, años, pero nunca me he puesto a escribirlo. Agradezco a La Madeja que haya elegido este tema, desde mi punto de vista muy controvertido teóricamente y en la práctica también.

Personalmente, el hecho de ser lesbiana no me define como persona. En estos momentos, es mi orientación sexual nada más, aunque durante muchos años sí me definió absolutamente. Esto que puedo concebir hoy como un error de juventud, no lo es en absoluto. Todo tenía su contexto. A finales de los 80 era necesario tener una identidad política como feminista lesbiana dentro de un Movimiento Feminista que, en Madrid, se iba resquebrajando y en el que anteponíamos el ser feministas al hecho de ser lesbianas. Siempre era urgente el aborto, el acceso al trabajo remunerado, la paridad, la violencia, los planes de igualdad, etc., pero siempre dirigido a mujeres heterosexuales. Para ser justas, cuando el Movimiento Feminista de Madrid se divide, la Coordinadora Estatal de Organizaciones Feministas (CEOF) organizó y apoyó la Plataforma Antidiscriminatoria: Lesbiana que no te discriminen, que presentamos a los medios y a la sociedad por primera vez conjuntamente. Esa misma Coordinadora es la que organizó estas últimas jornadas feministas de Granada.

Hoy el hecho de ser lesbiana no me dice nada en el aspecto personal, es una orientación más. Pero como lo poco que me queda del Movimiento Feminista tradicional y clásico es «lo personal es político», he comprendido que me encuentro mucho más a gusto definiéndome como persona y que tengo y quiero una identidad política como lesbiana; que la cambiaré según el momento y lugar donde me encuentre; que no me importa la orientación sexual, ni la identidad de género, sino incluir toda la diversidad y pluralidad posible: todas hemos abortado, todas somos lesbianas, todas somos trabajadoras, todas somos putas (uy, perdón, casi todas), todas somos inmigrantes, todas somos trans, todas somos heteros, todas bisexuales, etc.

Pero es imposible avanzar teóricamente en las identidades políticas si el Movimiento Feminista no actúa y sigue callado, no renueva su teoría y se desliga, de una vez por todas, del Feminismo Institucional. No digo que las instituciones no sean necesarias, tienen que seguir realizando su trabajo, pero el feminismo activista y de vanguardia de hace unos años ha sido absorbido por estas instituciones. Todo ello y el cansancio, imagino, han llevado a que en estos últimos años se haya perdido acción en la calle y, sobre todo, frescura en la teoría y en el debate. En las Jornadas que hicimos en Xixón en noviembre de 2009, donde nos juntamos más de 100 feministas lesbianas de 53 organizaciones, en la ponencia sobre Feminismo y Lesbianismo concluimos que algo ocurre para que las lesbianas feministas de cada rincón del Estado, incluida Asturies, expresemos reiteradamente en nuestros espacios un sentimiento de decepción con el Movimiento Feminista. De cada rincón del país nos llegó el sentimiento de que nuestra lucha no es la de todas para una parte importante del mismo. Es decir, una realidad largamente retrasada en la cola de prioridades.

Por ir respondiendo a algo, a estas alturas tampoco me identifico con una identidad lesbiana única, encorsetada y etiquetada, que forma parte de un concepto globalizado de la «comunidad Gay». Como decía Paco Vidarte*, en su Ética Marica:

«¿Constituye una justificación suficiente el hecho de ser gay para no tener que asumir más responsabilidades con la sociedad ni con otro tipo de injusticias que nada tienen que ver con la homofobia? Soy marica, luego estoy salvada. Soy marica, pero me caso. Soy marica, luego exenta de ser solidaria. Soy marica, luego justificada para no preocuparme más que de mi culo. No basta con ser marica para que tu existencia esté justificada. No basta con ser marica para que se te considere un tío legal. No basta con ser pobre, negro, bollera, parado, trans, proleta, sin techo para poder pasar del resto de la gente porque bastante tenemos con ser negros, pobres, maricas como para preocuparnos por los demás, aparte de que no se metan con nosotros…»[1].

Podéis sustituir el sujeto «marica» de la primera parte por «bollera» pero también por «feminista».

Formar parte de una asociación como XEGA (Xente LGTB Astur) ha sido todo un acierto, abrir mis conceptos del feminismo lesbiano o bollero que venía reivindicando −ya me resultaban pobres− y compartirlo con compañerxs, cada unx con sus identidades merece todo el esfuerzo que estamos haciendo algunas feministas lesbianas, junto a las personas trans, gais, bi, etc. Debatir con ellxs sobre masculinidades fue muy enriquecedor. Creo que como identidades políticas vamos bien encaminadxs, pero en Asturies no hay manera de crear puentes con el Movimiento Feminista asturiano. Creo que es urgente y necesaria la interseccionalidad del movimiento LGTB y el Movimiento Feminista: «todas a una» es el camino para un feminismo enriquecedor, integrador y como dijo Justa Montero* y otras colegas en las Jornadas de la CEOF, en Granada, un Movimiento Feminista Inclusivo.

El feminismo clásico debe tomar buena nota de la urgente necesidad de repensar un feminismo diverso que deje de basarse en el heterocentrismo, en el binarismo (hombre/mujer, biológicos) y en los postulados tradicionales. Hace falta ampliar los márgenes para dar cabida a los anhelos y necesidades de un feminismo diverso, articulado, donde las alianzas y puentes entre movimiento LGTB, feministas, inmigrantes, prostitutas, trans, intersex, insurrectxs, etc., −como lo llama Gracia Trujillo*: «los bajos fondos del feminismo»− tomen el protagonismo reclamado y comiencen a estar dentro de la agenda de prioridades de la reivindicación feminista. Aquí me encuentro más a gusto. De las Jornadas Feministas de Granada de hace un año me traje una agradable sorpresa. Seguimos en la brecha, con nuevos feminismos que se están gestando. Una amiga el otro día me preguntó qué es el transfeminismo: pues no sé muy bien qué dirá otra gente, pero para mí es la evolución natural del feminismo.


[1] Vidarte , Paco, (2007), Ética Marica, Madrid, Editorial Egales.

Y tú, ¿qué opinas? (La Madeja nº 0)

portada nº 0 La MadejaEsta sección nace con la idea de recoger las opiniones, tanto positivas como negativas, pero siempre respetuosas, de las personas que leéis nuestra revista. El objetivo es fomentar la participación, recogiendo vuestras ideas sobre temas que se aborden en nuestras páginas, otros que consideréis de interés y también para opinar sobre la propia revista. Es pues un espacio para compartir aprendizajes, experiencias, propuestas…

Para este primer número, solicitamos a diferentes personas su opinión sobre la publicación de una revista con filosofía feminista como la nuestra: qué les parecía la idea y cuáles eran sus propuestas. Éstas son algunas de las respuestas recibidas.

Alumna, 4º ESO
Estoy totalmente en contra. Nos quejamos continuamente de que queremos igualdad, de que si no debe de haber machismo, especialmente en el lenguaje, de donde salen cosas tan absurdas como escribir: «Todas/os las/los alumnas/os acompañadas/os de sus madres/padres deberán/ón» (oh, vaya, debe de ser la costumbre, porque además se pone el femenino primero, no vaya a ser que nos quejemos porque «el hombre está por delante»): Para intentar arreglar ese «problema» se cometen aberraciones como. «l@s profesor@s interesad@s que dej@n» (uy, no, que ahí ya no hace falta…)… Y luego creamos revistas feministas… y tan contentos. ¿Cómo sería la polémica surgida si tras esta se publicara una revista machista? Está claro: los pobres editores lapidados.

Alumna, 4º ESO
Me parece que no se debe ser ni totalmente blanco ni totalmente negro, sino gris, y que por eso no se puede ser ni machista ni feminista, sino intentar ser lo más objetivo posible, aunque uno siempre tire más hacia su sexo. También me parece que no es correcto que se cree esta revista ya que si alguien creara una revista machista las críticas serían abundantes, porque no es lo mismo una revista «feminista» que una revista «escrita por mujeres».

Miguel Ángel Álvarez, profesor
Me parece una idea no sólo estupenda sino también necesaria, pues a pesar de los avances en los últimos años, todavía está muy presente la desigualdad en nuestro entorno, particularmente en los medios de comunicación. Espero pues que sea una revista que favorezca la igualdad, que es finalmente el objetivo del feminismo (que no es lo contrario del machismo, como buena parte de mi alumnado y una pequeña parte del profesorado piensa).

Lucía Fernández, profesora
Desde la coeducación estamos constantemente tratando de buscar alternativas a los propuestas machistas que nos rodean, por lo que la aparición de una revista feminista es un gran paso en un medio editorial tan complicado como el actual, donde continuamente se degrada a la mujer y se la convierte únicamente en objeto sexual. Bienvenida pues una revista que nos ayude a reflexionar sobre lo que pasa a nuestro alrededor, en nuestro entorno más próximo y en nuestra vida cotidiana… para avanzar de forma real hacia la igualdad.

Mariano Hernández, informático
Estoy un poco cansado de tanto rollo de igualdad y de feminismo… Ya hay igualdad y lo que no pueden pretender las mujeres es estar constantemente pidiendo cosas nuevas, que muchas veces van en perjuicio de los hombres, como por ejemplo el tema de los maltratos, que si lo hace un hombre le ponen una pena y si lo hace una mujer, otra diferente. ¿Por qué? ¿No somos todos iguales?

Consuelo García, ama de casa
Hay mujeres que se ponen muy pesadas con este tema y siempre están quejándose, pero los hombres y las mujeres no somos iguales, somos diferentes. Además, las mujeres ya tenemos mucha igualdad. Creo que va a ser una revista muy aburrida, yo no me la voy a comprar.

Elena Kausek, comercial
No sé si feminista se va a ajustar a la definición de esta nueva revista. ¿Feminista o de mujeres para mujeres? ¿Va a haber hombres en la revista, en las fotos, en los textos? Porque muchas veces, lo que hacen las feministas es hacer desaparecer a los hombres, pero eso para mí no es feminista, es lo contrario de machista.

Mario Juárez, médico
Todos los medios deberían incluir la perspectiva feminista, pero desgraciadamente no es así, con lo que contribuyen a mantener o a incrementar la desigualdad. Enhorabuena pues por el proyecto. No lo conozco pero espero que la igualdad entre hombres y mujeres esté presente en vuestras páginas y también en vuestros procesos de creación, decisión y organización.

Irene Bayón, estudiante y futbolista
¿Va a haber deporte femenino? Estaría bien que hubiese más información sobre estos temas, porque en otros periódicos es como si no existiésemos las mujeres en el deporte.

Crónica de un viaje (La Madeja nº 0)

crónica1Inés Herrero Riesgo

Si no recuerdo mal, comenzamos el viaje a las Jornadas Feministas Estatales, que se celebraban el año pasado en Granada, el día 4 de diciembre. Hicimos noche en Madrid y, al día siguiente, por la mañana temprano, emprendimos de nuevo el viaje para llegar a la hora de comer y, acto seguido, empezar a decidir y situarnos: a qué conferencias asistir, dónde se encontraban, quienes íbamos a qué, cuándo y dónde nos volveríamos a reunir, etc.

Para mí fue una de esas experiencias que, antes de vivirla, no lograba imaginar. Y tiendo a hacerlo, tiendo a pensar en cómo será un viaje, con qué me voy a encontrar, cómo me voy
a poder sentir –más o menos–, etc. Pero esta vez, fue imposible. Todo fue totalmente nuevo,
muchas sensaciones inéditas: mucho de lo que vi, de lo que oí, de lo que sentí, no es que no
lo hubiera podido pensar antes, es que no lo esperaba encontrar allí, así, de repente, todo junto y revuelto. Y supongo que eso fue lo que me impactó, lo que me enamoró, lo que me removió
por dentro. Necesité mucho tiempo para poder digerirlo… De hecho, aún estoy en proceso.

Para empezar, supongo que lo primero que ves, lo primero que se ve, son los cuerpos. Había
cientos de cuerpos, o mejor dicho, había miles, porque éramos alrededor de tres mil personas.
La inmensa mayoría mujeres, quiero decir, biomujeres –que nacemos con cuerpo de mujer,
que somos percibidas y reconocidas como tales–. Pero había otros que te dejaban con la duda… Y otros, pero muy, muy poquitos, eran biohombres. Estas dos palabrejas, y muchas más, se oían bastante: biomujeres, tecnomujeres, butch/femme, boys, trans

crónica2Fui consciente de la necesidad que tenemos siempre de saber y reconocer qué estamos viendo, o a quiénes estamos viendo.

A veces, me sorprendía a mí misma intentando etiquetar un cuerpo, mujer u hombre. Fui consciente de la necesidad que tenemos siempre de saber y reconocer qué estamos viendo, o a quiénes estamos viendo. Y fue en la conferencia de Platero, sobre las masculinidades de las biomujeres, donde se trató este tema de las representaciones de la masculinidad, y de cómo se tiende a asociarlo siempre con algo malo, como signo de perversión, que genera rechazo entre las mujeres y entre los hombres.

Por otro lado, el tema de los hombres, que no les dejaran inscribirse en las jornadas, me
decepcionó profundamente. Veo necesario que haya espacios sólo de mujeres, por y para
nosotras, pero también veo necesario que los haya para los hombres, y también que los haya mixtos, que los haya para los trans, para las lesbianas, etc. Pero no entiendo cómo vamos a cambiar la realidad social sin contar con la otra mitad del mundo, sin construir nuevas masculinidades.

crónica3

Para mí fue una de esas experiencias que, antes de vivirla, no lograba imaginar.

A lo largo de los tres días hubo muchas ponencias, mesas redondas y talleres (más de 130). Algunas ponencias, en aquellas donde se esperaba más concurrencia de gente, eran en el salón de actos, como, por ejemplo, la de Nosotras, «las malas mujeres». Debates feministas sobre la prostitución. A esa fui fundamentalmente porque no tenía muy clara mi posición acerca de este tema. Ya había escuchado en otra charla en Oviedo a Cristina Garaizabal –del colectivo Hetaira–, y me había gustado, me medio había convencido con su discurso. Pero, esta vez, que estaba acompañada de Dolores Juliano, me terminé de convencer. Salí de allí con un subidón enorme, pese al debate chungo que se había generado con las abolicionistas, pero con una idea muy reforzada a favor del sector pro-derechos.

Luego estaban las cervezas de después, o mejor, las tapas de Granada. Qué maravilla.
En los bares nos juntábamos, compartíamos y comentábamos las charlas, las opiniones,
reflexiones, etc.

crónica4Y para mí, ver por las calles, o en los bares o restaurantes, siempre a grupos de mujeres (inundábamos la ciudad) dialogando sobre feminismos, era lo mejor. Aún con todas nuestras diferencias, nos unía ese sentimiento de protesta, reivindicación, de ganas de ser escuchadas, de acabar con la discriminación y hacer más vivible nuestra sociedad.

Y no puede faltar un comentario a la manifestación del día 6. Fue la más grande –y con más fuerza– a la que he asistido en toda mi corta existencia, y posiblemente en mucho tiempo, lo seguirá siendo. Fuimos desde la Plaza del Triunfo hasta la de Marina Pineda –tardamos 2 horas tranquilamente–. Estábamos acompañadas por las charangas feministas y gritamos y cantamos frases como estas: «Vamos a quemar la conferencia episcopal, vamos a quemar la conferencia, por machista y patriarcal», «La talla 38 me oprime el chocho», «Somos guapas, somos listas, somos todas feministas», «Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por las calles granadinas», «Me gustan las peras, me gustan las manzanas, y en la cama me meto con quien me da la gana», «Ninguna agresión sin respuesta»

crónica5Después de vivir esos tres días tan intensos en las Jornadas, en los que prácticamente había visto y escuchado sólo a mujeres, el hecho de volver al mundo real y de simplemente salir a tomar un café y ver hombres, eso se me hacía extraño. Pero sobretodo se me hizo extraño y tardé en acostumbrarme –al menos un par de semanas– en concebir otra vez la heterosexualidad como lo normal, como la norma.

Entiendo que haya que dejar transcurrir un tiempo prudencial hasta un nuevo encuentro de esta magnitud, pero estaría muy bien hacer otras jornadas a nivel regional, o a nivel norte/sur, o este/oeste –me da igual el criterio que se siga–, y seguir creando espacios de encuentro y de diálogo, que creo que es lo más importante.

 

Jornadas Estatales Feministas 2009

Treinta años después, el último diciembre se celebraron en Granada las Jornadas Feministas
Estatales, organizadas por la Coordinadora Feminista y la Asamblea de Mujeres Mariana Pineda de Granada. En vista de los materiales entregados, las Jornadas fueron subvencionadas
por el Ministerio de Igualdad, el Instituto Andaluz de la Mujer, la Diputación de Granada, la
Universidad de Granada, la Universidad Internacional de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada. Si bien, al parecer, contaron con un importante apoyo económico, debemos mencionar que la inscripción supuso un coste de 38€.

Como todo acto político, las Jornadas implicaron un espacio de diálogo, de apuestas, de interrogantes abiertos y por venir; pero también fue el escenario de algunos malentendidos,
como la participación de algunos hombres, a los que se les impidió la entrada una vez llegados
al recinto a recoger la acreditación. Además, es interesante comentar que las convocatorias a
los espacios en los que se elaboraron las conclusiones no fueron claramente
divulgadas.

Si bien acudieron a las Jornadas más de tres mil mujeres, muchas de ellas muy jóvenes –lo que significó una grata sorpresa–, la invisibilización de las Jornadas por parte de los medios, tanto locales como estatales, fue casi absoluta. Es cierto que tras una o dos semanas y a raíz de muchas quejas, finalmente se habló de ellas. Pero durante las Jornadas apenas apareció
una referencia en el diario Público. Nada en los periódicos granadinos tras una manifestación de más de tres mil personas que duró más de dos horas…

Podríamos decir que las temáticas propuestas por parte de la organización siguieron dos líneas
generales, por un lado, los debates en torno a las identidades (Identidades como ficciones, Devenires y Luchas Feministas, Cuerpos y Sexualidades, etc.) y por otro lado, por nombrarlos de alguna manera, los temas más «históricos » (Crisis, globalización y acción feminista y
Nuevas representaciones, nuevos contextos, etc.). Ciertos debates estuvieron presentes como temas transversales, tales como la diferenciación entre feminista histórica, feminista
sándwich, y feminista joven; la posibilidad de un feminismo «liberal» y «capitalista» o no, la
constante interrupción de las voces de aquellas «otras mujeres» que no son blancas, ni occidentales, que no se quieren amoldar y plantean interrogantes a los cánones
del feminismo occidental; entre otros. Seguramente debates que siguen –y seguirán– atravesando el feminismo.

Identidades en tránsito (La Madeja nº 0)

Despreciar el ser mismo: pero el despreciar mismo todavía es este ser: y, al decir no, seguimos haciendo aquello que somos… hay que reconocer la absurdidad de este ademán de jueces de la existencia; y acto seguido intentar todavía adivinar qué cosa se produce entonces propiamente con ello. (Nietzsche, Escritos Póstumos IV (1885-1889)

identidades en tránsitoLorena Fioretti

¿Una mujer? ¿Dónde, quién, desde cuándo? La pregunta por la mujer, por sus formas, por su devenir, por su ser, es sin lugar a dudas uno de los interrogantes más controvertidos, pero también más fructíferos de este siglo. Es de alguna manera la pregunta por lo otro, lo diferente.

Las mujeres tomamos la palabra en un acto explícito de poder. Utilizamos esta palabra liberadora para pensarnos públicamente, para opinar, para disentir, para contar nuestras realidades particulares; para intentar construir la mujer que queremos ser en cada caso, para hacer de la reflexión sobre nuestra cotidianidad, una cuestión eminentemente política. Pero en el intento de universalizar esa mujer, intento tramposo al que a veces nos ha conducido la Modernidad, olvidamos que lo que llamamos mujer es sólo el punto de partida para una multiplicidad infinita e inagotable de identidades. Por ello, este empoderamiento necesario ha devenido en ocasiones el lugar propicio para estigmatizar a otras, como si el proceso de diferenciación implicara dejar afuera a aquellas que, creemos, no son como nosotras. (¿Lo supone?).

Es decir, a partir de lo que algunas consideraron debía ser una mujer, se dejaba en los márgenes de las reivindicaciones otras muchas y complejas realidades. Acto contradictorio que por un lado reivindica la libertad y el empoderamiento, pero que restringe esta posibilidad a aquellas personas que se encuentran en la órbita de lo que ha sido definido previamente como mujer/sujeto de la reivindicación. Ya en los años 90, Butler señalaba: «la suposición política de que debe haber una base universal para el feminismo, y de que puede encontrarse en una identidad supuestamente existente en todas las culturas… ha sido muy criticada en años recientes debido a que no da cuenta del funcionamiento de la opresión de género en los contextos culturales concretos en que existe». 1

¿Quiénes y cómo se establecen las delimitaciones que circunscriben las fronteras de nuestras reivindicaciones? ¿Junto a quiénes organizamos nuestra lucha? Cuando hablamos, ¿a quiénes representamos? ¿Es posible erigirse en las portavoces de todas? ¿Quiénes somos todas?

Este proceso contradictorio es tal vez el punto en el que coinciden todos los movimientos sociales. Por ello, tal vez sea necesario plantearnos el modo en el que tomamos el poder y en el que definimos el objeto/sujeto de nuestra lucha. Quizás el debate ya no pase por quién tiene el poder ni qué hacemos con el mismo, sino justamente, si es el poder la única forma de pensar nuestra militancia. Es decir, si no habría que, al menos como horizonte político, pensar una forma de relacionarnos/reivindicarnos, más allá de esa lógica del poder hasta ahora construida, dividida entre quienes lo ostentan y quienes lo padecen. Porque no importa quién tenga el poder, el problema es el poder mismo. Poder que abre el camino de la autopercepción y la decisión, pero con el que corremos el riesgo de reproducir aquello mismo contra lo que luchamos. Si bien seguimos siendo, en muchos ámbitos, esas otras, siempre habrá otras y otros que nos recordarán los límites del empoderamiento. Pero seguramente este es otro debate que no pretendemos sostener en este espacio.

En las reivindicaciones feministas del siglo XX, el abstracto «mujer» fue convirtiéndose cada vez más, en una mujer blanca, occidental, culta, proveniente de sociedades industrializadas, etc. El movimiento fue complejizándose y es entre los años 70-80 que muchas mujeres anglosajonas (no desconocemos que la historia del movimiento, sus raíces, se originan mucho antes, que hay grandes textos y revueltas protagonizadas por mujeres de otros márgenes desde el siglo XVI) empiezan a interrogar las determinaciones que las excluyen de la sociedad, entendiendo que la de género es una, pero no la única que sostiene la discriminación. Las explicaciones de género se irán anudando en su caso a las de raza, clase, etnia, etc., convirtiéndose las mujeres negras en esas otras que limitan el intento de generalizar, de universalizar; movimiento que implica desconocer y anular rápidamente las diferencias. ¿Quiénes son hoy esas otras mujeres? ¿Las mujeres latinoamericanas, las musulmanas de aquí y de allá, las africanas, las de los países «del este» –de Europa, claro—?

No fueron sólo las mujeres negras inglesas las que extendieron los límites de las reivindicaciones y cuestionaron las fronteras hasta ese momento construidas, sino también las mujeres anarquistas, socialistas, latinoamericanas, norteamericanas, chicanas, otras europeas, etc., las que, cada una desde sus espacios particulares, y en diferentes épocas históricas, complejizaron tanto el escenario que la teoría feminista se fue transformando en un instrumento propicio no sólo para pensar a las mujeres, sino para repensar la lógica mediante la que el mundo se ha estructurado y dividido. Por ello, la pregunta por la mujer no sólo es la pregunta por una singularidad subjetiva que responde al interés particular por un sujeto, sino que deviene una de las perspectivas desde la cual es posible interrogar, cuestionar, hacer tambalear, finalmente de-construir –seguramente para construir nuevos– los presupuestos sobre los que las identidades están asentadas. De esta manera hemos tejido la compleja trama que sostiene hoy el feminismo. ¿No es ésta la manera en que se construye todo movimiento socio-político? ¿Quiénes y cómo se establecen las delimitaciones que circunscriben las fronteras de nuestras reivindicaciones? ¿Junto a quiénes organizamos nuestra lucha? Cuando hablamos, ¿a quiénes representamos? ¿Es posible erigirse en las portavoces de todas? ¿Quiénes somos todas? Posiblemente sean estos interrogantes los que debamos plantearnos constantemente en nuestra propia militancia para que la teoría y práctica feminista –y cualquier otra– permanezcan vivas.

La identidad no es un lugar seguro de pertenencia inalterable, sino el espacio potencial en el que es posible hacer la revolución, o al menos, propiciar el espacio para la insurrección.

¿Una mujer? ¿Con quién, para qué, según quién? ¿En qué sociedad? ¿En el norte o en el sur? ¿O en el tránsito entre ambos? Ser mujer, como ser hombre, lesbiana, gay, como ser en general, no responde a una configuración simple. Si nos construimos siempre en relación a otros seres, la esencia no existe: no hay un ser mujer, sólo un devenir mujeres, lesbianas, negras, latinoamericanas; pero también un devenir hombres, homosexuales, transexuales, etc. Nos (re)creamos siempre al ritmo de otras transformaciones. Identidades en tránsito. La identidad no es un lugar seguro de pertenencia inalterable, sino el espacio potencial en el que es posible hacer la revolución, o al menos, propiciar el espacio para la insurrección.

Creo que 20 años después, continuamos transitando el camino que, entre otras, señalaba Butler cuando decía: «dentro de la práctica política feminista parece necesario un replanteamiento radical de las construcciones ontológicas de la identidad para formular una política representativa que pueda revivir el feminismo sobre otras bases.» 2

Así se abre esta sección, con la intención abierta de dialogar, de discutir, de pensar, y −por qué no− de confrontar y disentir. No pretende la misma ser un repaso histórico de verdades acumuladas, sino un espacio continuo de voces levantadas. (Continuará).

1 Butler, (1990 [1999]) El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad,
México, Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM, 2001, pág. 36.
2 (obra cit. pág. 37).